¡Vótame aunque te mienta! ¿Debe un gobierno ser sincero e informar de las acciones «impopulares» que es imprescindible tomar para salir del desastre?

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Decía un socialista, un tal Enrique Tierno Galván, conocido también como «el viejo profesor», con absoluto descaro y sin sonrojarse que los programas electorales se hacen para no cumplirse; y efectivamente es así. Una de los embustes más frecuentes que sueltan por sus bocas los oligarcas y caciques de los partidos cuando están en campaña electoral, es que sus programas electorales son “contratos con la ciudadanía”, y lo hacen a sabiendas de que las promesas de esos supuestos “contratos” no tienen valor jurídico, y obviamente no se les puede denunciar por incumplimiento de contrato, o pedir daños y perjuicios por haber sido estafados…

Generalmente, las promesas electorales son olvidadas tanto por parte de los capos de los partidos como por parte de sus votantes, votantes que normalmente no se hacen responsables de sus votos, e incluso si se sienten traicionados acaban negando que ellos fueron quienes auparon al poder a los políticos mentirosos e incumplidores… Y, para más recochineo, esos mismos votantes que transcurrido cierto tiempo se acabaron sintiendo traicionados, cuando vuelven a ser convocadas elecciones vuelven a apoyar a quienes los estafaron, justificándose de múltiples maneras.

Sin duda, es por ello que los políticos nos han ido perdiendo el respeto a los votantes como lo harían unos comerciantes tramposos con los clientes que renuncian a reclamar cuando no están conformes con el producto o el servicio.

Quienes viven de nuestros impuestos, quienes pretenden acrecentar su patrimonio a nuestra costa, quienes tienen como objetivo hacer carrera en la política, aunque digan que tienen intención de servir a los españoles, en realidad su pretensión es servirse de los españoles; están de forma permanente en campaña electoral y sus esfuerzos los orientan a procurar no suscitar antipatías en sus potenciales votantes más que a provocar simpatías, es por ello que se afanan en faltar a la verdad y prometer, prometer y prometer hasta provocar hartazgo, supuestas soluciones a problemas ajenos a los que realmente importan a los ciudadanos corrientes… Los capos de las diversas agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos saben que sus potenciales votantes tienen tendencia al olvido, aparte de no leerse los programas electorales.

Según diversos estudios de opinión, apenas 4 de cada 10 ciudadanos afirma haber leído los programas electorales de los diversos partidos antes de ejercer su derecho a voto. Lo cual demuestra que la gente miente con descaro -o es estúpida- pues, es impensable que la gente vote a sinvergüenzas a sabiendas de que no suelen cumplir sus promesas.

El 80% de los ciudadanos encuestados por Sigma Dos en 2015, estudio de opinión que sigue estando de plena actualidad pese a haber transcurrido casi una década, afirmaba que los programas electorales deberían ser auditados por entidades independientes, una medida que ya se pone en práctica en otros países miembros de la OCDE. Así lo demuestra una encuesta promovida por la Fundación Transforma España, que pretende sensibilizar tanto a la sociedad como a los partidos políticos de la relevancia de los programas electorales como herramienta fundamental para la valoración y credibilidad de las diferentes alternativas.

El mismo estudio de opinión de 2015 llega a la conclusión de que existe un bajo porcentaje de lectura de programas electorales, ya que cuatro de cada diez ciudadanos declara que, en alguna ocasión, leen los programas electorales antes de ejercer su derecho a voto. A pesar de ello más del 80% de los encuestados afirma que los programas son muy importantes o bastante importantes, y añaden que para ellos es el elemento decisorio a la hora de votar en el 50,3% de los casos, por delante del partido político (21,4%) y del candidato (18,1%).

Casi la mitad de los electores considera que los partidos que gobiernan cumplen escasamente, su programa electoral, mientras que casi la otra mitad considera que no lo hacen nunca.

Sólo el 0,2% de los encuestados piensan que las promesas electorales se cumplen, a pesar de que el incumplimiento de los proyectos de gobierno merma la confianza de los ciudadanos en el sistema político, valoración en la que coincide más del 93% de los votantes. Según el mencionado estudio, más de un 91% de los españoles reclaman que se incluya información sobre la cuantía y el modo de financiación de las propuestas electorales, cifra que alcanza el 94,7% y el 95,9% de los encuestados de entre 18 y 29 años y entre 30 y 44 años, respectivamente. Los encuestados también exigen mayor compromiso y responsabilidad a los dirigentes con sus proyectos de gobierno, en lo que respecta a contenido, procedimientos y mecanismos de control, tanto en la rendición de cuentas como en la lucha contra la corrupción. Igualmente, el 95% de las personas considera importante incluir el detalle de las medidas concretas contra la corrupción y el código ético de conducta que ha de regir la actividad de aquellos que forman parte del proyecto.

Por otro lado, el estudio de Sigma Dos subraya que cuatro de cada cinco españoles consideran necesario crear una entidad independiente que evalúe el coste de las medidas que los partidos incluyen en sus programas. Este porcentaje asciende hasta casi un 90% entre los jóvenes pero disminuye hasta poco más de un 70% entre las personas mayores.

Y en lo concerniente a coaliciones post-electorales, el mismo estudio señala que dos de cada tres votantes considera que la estrategia de coaliciones post-electorales debería de estar recogida en el programa electoral de cada partido. Esta cifra supera al 70% entre los jóvenes y entre los votantes de derechas, por el contrario, no llega al 60% de apoyo entre los votantes de izquierda.

La gran mayoría de los electores aboga porque los partidos que gobiernan rinda cuentas sobre sus promesas electorales de una manera estructurada y periódica, en un porcentaje superior al 90% de los encuestados.

Pues sí, en España estamos casi de forma permanente en campaña electoral, los españoles saben ya mucho de ello, aunque una gran mayoría se desentienda y recurra a la «ignorancia voluntaria» y no reflexione sobre los partidos, sus supuestos programas, sus proyectos de gobierno, sobre las promesas incumplidas y les importe un bledo si eso de la «democracia representativa» se va al garete, o no…

Desdes hace ya unos cuantos meses asistimos a multitud de actos de propaganda, ya sea mediante mítines de forma presencial, o a través de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas; en todos esos eventos los capos, oligarcas y caciques de los diversos partidos tratan de ser persuasivos y para ello no dudan en proclamar promesas que en muchas ocasiones no van a poder cumplir y que cada día que pasa producen un enorme distanciamiento entre los electores y los políticos, por aquello de que una cosa es predicar y otra dar trigo… aparte de que «el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones».

Por otro lado, en lugar de hacernos llegar el mensaje de su programa electoral (si es que lo tienen), vuelven una y otra vez a denigrar al adversario, al adversario, en un afán, muchas veces algo más que zafio, grosero, inculto, patán, ordinario, maleducado, cateto, chabacano, rudo, tosco, vulgar y cuantos sinónimos se le puedan ocurrir a quienes leen estas líneas; de desacreditarlo para invalidar sus argumentos, pero sin clarificar los suyos propios, en suma, recurriendo a lo que se denomina falacia ad hominem.

Las campañas electorales en España no son una exaltación de la libertad de expresión, en las que se ponen a debate los problemas reales de los españoles, sus inquietudes, sus preocupaciones y a los que los políticos plantean soluciones, también reales, con honestidad, con decencia. Los capos de los diversos partidos, sus oligarcas y caciques no hablan de la enorme tasa de paro que sufre España (y obviamente no abordan cómo facilitar la creación de riqueza y empleo), tampoco hablan de la falta de infraestructuras allí donde son escasas o inexistentes y de las necesarias inversiones, menos aún se habla del oscuro futuro del sistema de pensiones, o de la escasa natalidad existente en España que hace pensar que los españoles somos un pueblo a extinguir y necesitado de especial protección, y un largo etc. Cuestiones, todas ellas (aparte del gran peligro que corre España como nación y la terrible capacidad de influencia de los enemigos de España, quienes quieren romperla y acabar con el sistema constitucional, la Monarquía Parlamentaria) a las que los políticos no hacen generalmente mención ni proponen soluciones…

Aunque una gran parte de los españoles, la gran mayoría considere «la política» como un negocio sucio, un ámbito putrefacto, en realidad debería ser considerada como un instrumento necesario cuando los ciudadanos nos vemos en la situación de encontrar soluciones a asuntos que a todos nos conciernen, mediante la confrontación -sana- de ideas, con respeto a la pluralidad y los disidentes, a las minorías… Desgraciadamente, la política española es la que es porque la mayoría de la gente decente mira para otro lado y deja hacer a los mediocres, a los incultos, a los analfabetos y a los malvados.

Evidentemente, dado que seremos convocados a elecciones más pronto que tarde (posiblemente a principios del años 2024) es importante que los españoles decentes cojamos el toro por los cuernos y nos agrupemos y empujemos para que se refunde la derecha española, y se ponga al frente, también, gente decente para que en los próximos comicios haya una sóla candidatura, con un proyecto, con un programa de gobierno regeneracionista firmemente decidido a hincarle el diente a los asuntos que realmente inquietan, preocupan a los buenos españoles: la defensa de la vida, de la libertad y de la propiedad, la defensa de la unidad de España, de la institución familiar, de nuestra forma de vida, de nuestras tradiciones, del libre mercado… en defenitiva, la defensa de todo aquello con lo que pretenden acabar los enemigos de España. E, insisto, al frente de ese proyecto regenerador debe estar gente de probada experiencia exitosa en la gestión de dineros ajenos, gente independiente que, indudablemente, no está en los partidos políticos sino en el mundo empresarial y el ejercicio libre de la profesión; gente con afán de servicio a los españoles que no pretenda parasitar, acrecentar su patrimonio, y menos servirse de los españoles. Éste es ell único modo de que en España pasemos a tener un gobierno que no nos mienta, que sea sincero e informe de las acciones «impopulares» que es imprescindible tomar para salir del desastre en el que estamos en la actualidad.

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