¡Majestad, actúe! Felipe VI debe proponer al Congreso de los Diputados a un «Cincinato», a un «Cirujano de Hierro», que acabe con la terrible situación que sufre España e impedir que Sánchez vuelva a ser presidente.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Para empezar, es necesario precisar algunas cuestiones que, desgraciadamente, la mayoría de los españoles ignora:

El Rey de España, según la Constitución Española de 1978, es el encargado de dar comienzo al proceso de investidura, una vez realizado el escrutinio general tras las elecciones, y después de haberse constituido las Cortes Generales; para lo cual debe entrevistarse con los portavoces designados por los grupos políticos que hayan conseguido representación en el Congreso de los Diputados. Una vez terminada esta ronda de contactos, el rey propone un candidato a la presidencia del Gobierno a través del presidente del Congreso de los Diputados.

¡Ojo! El candidato propuesto por el rey no tiene que ser necesariamente un diputado: puede ser cualquier ciudadano español mayor de edad, aunque nunca hasta ahora haya sido de ese modo.​

Cuando el rey haya propuesto un candidato, lo siguiente es celebrar la sesión de investidura en el Congreso de los Diputados. No existe un plazo de tiempo determinado entre la propuesta real de un candidato y la celebración de la sesión de investidura.

En el acto de investidura, el candidato propuesto por el rey debería exponer ante el Congreso de los Diputados el programa de Gobierno que pretende llevar a cabo: sus objetivos a corto, medio y largo plazo, los procedimientos, recursos humanos y materiales a utilizar, e incluso, a ser posible no estaría de más que anticipara un presupuesto de ingresos y gastos…. Tampoco estaría de más que adelantara qué personas formarían parte del nuevo Consejo de Ministros…

También es importante subrayar que la Constitución Española de 1978 no prevé un debate de investidura posterior a tal exposición, si bien el Reglamento del Congreso permite que un representante de cada grupo parlamentario intervenga durante un máximo de treinta minutos.​ Igualmente, el mismo reglamento da la posibilidad de que, por turnos los portavoces de los partidos con representación en el Congreso repliquen al candidato, y el candidato a presidente del gobierno contra replique a los interpelantes.​

Si el Congreso de los Diputados otorga su confianza al candidato, por mayoría absoluta de votos afirmativos, el rey pasará a nombrarlo presidente del Gobierno. En caso contrario, se somete la misma propuesta a nueva votación 48 horas después de la anterior. En el segundo intento de investidura, la confianza se otorga si el candidato obtiene una mayoría simple de votos afirmativos.

Si el candidato propuesto no obtiene la confianza de la Cámara Baja en las dos votaciones antedichas, dicha candidatura queda rechazada. El rey, previa nueva ronda de consulta a los grupos políticos, puede hacer sucesivas propuestas de candidatos a la presidencia del Gobierno o incluso volver a proponer alguno ya rechazado si entiende que ya cuenta con el respaldo suficiente. En todo caso, si transcurridos dos meses desde la primera votación de investidura ningún candidato ha obtenido el respaldo del Congreso de los Diputados, las Cortes quedan automáticamente disueltas y se convocan nuevas elecciones generales que se deben tener lugar 47 días después.

Después de lo anteriormente narrado, supongo que nadie tendrá dudas de que está en la mano del Rey de España promover la investidura de una persona decente para presidir el Consejo de Ministros, pues no existe ninguna norma que lo obligue a proponer obligatoriamente a alguien que sea diputado y miembro de alguno de los partidos políticos que han conseguido representación en el Congreso. Evidentemente, si Su Majestad, Felipe VI tomara tal iniciativa sorprendería, o algo más, a la mayoría de los capos, oligarcas y caciques de las organizaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos y que, salvo excepciones tienen como objetivo servirse de los españoles, parasitar de nuestros impuestos, en lugar de tener afán y vocación de servicio. Es de esperar que si Don Felipe VI actuara de tal manera habría muchos que lo llamarían de todo, dirían que es un tipo autoritario que pretende secuestrar la voluntad popular, y lindezas por el estilo, y más si se trata de quienes han aprobado en las últimas legislaturas las denominadas leyes «de memoria histórica» o «memoria democrática» … Por supuesto, de actuar de tal modo, Don Felipe VI sería gravemente insultado y hasta calumniado. ¿A alguien le extrañaría que en tales circunstancias fuera nuestro rey criminalizado?

Pero, todo ello debería importarle un bledo a Don Felipe VI, pues estaría en su perfecto derecho, tomaría una decisión perfectamente legal y además realizaría un enorme servicio a España que, a buen seguro, una gran mayoría de españoles aplaudiría a rabiar.

Es evidente que a Don Felipe VI no se le escapa que la pretensión de Pedro Sánchez es volver a presidir el gobierno de España con el apoyo de quienes quieren destruir, no sólamente la España constitucional del 78, sino nuestra forma de vida, acabar con nuestra tradición, e hipotecar nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Difícil es pensar que Don Felipe VI no sepa que está en juego la supervivencia de España como Nación.

La Constitución Española de 1978 afirma que el Rey de España es el Jefe del Estado, posee el mando supremo de las Fuerzas Armadas y es símbolo de la unidad y permanencia de la Patria, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, etc. En estos difíciles momentos, Su Majestad Felipe VI está obligado a actuar, comportarse como un Rey valiente e impedir que Pedro Sánchez establezca cualquier clase de alianza con personas como Otegui, Puigdemont y demás individuos que pretenden destruir España. Nuestra Patria está en un gravísimo peligro y nuestro rey está obligado a actuar para salvaguardar la unidad de España, y sus raíces, y la tradición y forma de vida de los españoles.

Bueno es señalar que en España no existe una verdadera oposición al gobierno totalitario y liberticida de Pedro Sánchez que esté dispuesta a dar la batalla mediática y cultural. La supuesta oposición no tiene el necesario ímpetu para defender la democracia, fortalecer las instituciones y exigir los cambios que en estos momentos son imprescindibles en España, pues sus líderes, oligarcas y caciques están instalados en una vida fácil, en una situación de confort, que los empuja a no servir a los españoles, sino a servirse de ellos. Al parecer, la supuesta oposición practica la «política del avestruz», sus dirigentes introducen la cabeza en la tierra para así no verse obligados a ponerse en el lugar del prójimo, prestar atención al dolor, al sufrimiento ajeno, conocer su situación y, obviamente reaccionar.

Majestad, la supuesta oposición al gobierno social-comunista de Pedro Sánchez no posee esa actitud mental imprescindible para sacar a España de la crisis profunda en la que está inmersa.

España necesita que, un “cirujano experimentado” emprenda una profunda regeneración, regeneración que debería ir más allá de pequeñas reformas que, se limiten a apuntalar el sistema, sin ir a la raíz de los problemas; e incluso, ya metidos en faena, España está urgentemente necesitada de iniciar un periodo “reconstituyente” …

Permítame, Majestad, que le solicite, le ruegue que dé un paso al frente, y ejerza de Jefe de Estado, con contundencia y sin complejos. Puede, Señor, estar seguro de que los españoles se lo agradeceremos infinito.

España necesita un “golpe de timón”, un cambio de rumbo, sin complejos, frente al desbarajuste que sufre la Nación Española, un caos de tal magnitud que cada día es más necesaria, urgentísima, una profunda –radical- respuesta democrática, una política regeneracionista, dejando a un lado insensateces, indecisiones o actitudes timoratas…

Su Majestad es la única esperanza que le queda a España para ser salvada como nación, y para que retomemos el buen camino y finalmente nos homologuemos con los regímenes políticos más avanzados y las naciones más prósperas de nuestro entorno cultural, político, económico.

Y, ya para terminar, si Don Felipe VI no interviene, se pone de perfil, se hace el Don Tancredo, o algo similar, puede estar seguro de que quienes no se privan de afirmar que pretenden romper España y hacer caer la monarquía, no dudarán en hacerlo; así que, Don Felipe VI tiene Su Majestad que resolver un dilema: o propone al Congreso de los Diputados que dé su confianza a un «Cincinato», un «Cirujano que aplique un plan de choque» para sacar a España del atolladero, o estará abriendo la puerta a la tercera república.

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