Douglas Young

Quizás ningún “-ismo” ha dañado a nuestra sociedad más gravemente que el feminismo desde que fue secuestrado a fines de la década de 1960 por izquierdistas fanáticas como Gloria Steinem, quien popularizó la declaración de Irina Dunn de que “Una mujer necesita a un hombre como un pez necesita una bicicleta”.

El objetivo feminista original de lograr la igualdad de derechos para las mujeres se alcanzó en la década de 1970 en los países occidentales y las mujeres norteamericanas y europeas son las más poderosas y libres del planeta: legal, educativa, económica y políticamente, y este es un logro maravilloso.

Pero el feminismo moderno es simplemente izquierdismo con todo su desdén por el judeo-cristianismo, el matrimonio (heterosexual), el capitalismo-economía de mercado y el estado de derecho.

El libro más odiado por las feministas es La Santa Biblia y el más elogiado El origen de la familia, la propiedad y el estado, de Federico Engels.

La institución más despiadadamente atacada por las feministas modernas es la familia. Como señala constantemente Dennis Prager (comentarista conservador estadounidense, locutor de radio y escritor) la razón principal por la que los izquierdistas presionan tanto para normalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo es tratar de adoctrinar al público para que crea que los niños no necesitan una madre y un padre, especialmente un padre. No sorprende que las feministas presionen por la fertilización in vitro para parejas del mismo sexo para eliminar aún más la necesidad del matrimonio tradicional.

Pero, hay otros factores también han debilitado a la familia estadounidense en los últimos 60 años; sin duda, muchos muchos. Y, ¿Qué otro movimiento ha apuntado tan agresivamente a la destrucción de la familia tradicional como lo ha hecho el feminismo posterior a la década de 1960? Como señala George Will, los estudios publicados sobre las mujeres describen el matrimonio heterosexual como una prisión opresiva para las esposas.
El desprecio del feminismo contemporáneo hacia los hombres ha contribuido poderosamente a un aumento récord en los divorcios en los EE. UU. y en el resto de países occidentales y, como consecuencia a una tasa de nacimientos ilegítimos de más del 40 por ciento. De hecho, el colapso de la familia biparental tradicional -con un padre y una madre- es el legado más devastador del feminismo moderno. 

Las conclusiones de todas las investigaciones serias, no sesgadas, respecto de las terribles consecuencias del divorcio, demuestran que los niños de hogares sin padre tienen muchas más probabilidades de abandonar la escuela, abusar del alcohol y otras drogas, ser promiscuos, cometer delitos (incluso el presidente Obama admitió que un niño criado sin padre en casa tiene 20 veces más posibilidades de terminar en la cárcel), vivir en la pobreza, suicidarse y ser presa de las demás patologías sociales.

Las líderes feministas de hoy buscan destruir todas las tozudas diferencias que aún existen entre los humanos, descartando la masculinidad y la feminidad con el mantra de que “el género es una construcción social” creada por una cultura rabiosamente sexista. El presidente Obama levantó la prohibición de que las mujeres soldados sirvieran en combate. Pero dado que pocas mujeres reclutas cumplen con los requisitos físicos de sus colegas masculinos, su nivel de preparación se reduce drásticamente, poniendo a todos los soldados en combate en mayor riesgo.

Así como los marxistas buscan crear un nuevo hombre revolucionario sin clases, apátrida y ateo, las feministas radicales buscan construir una nueva persona andrógina, ni hombre ni mujer. Es por ello que promueven la “intervención médica de afirmación de género” para los niños que sufren disforia de género, mediante la cual se les recetan peligrosos “bloqueadores de la pubertad” e incluso se les extirpan los senos y se alteran los genitales quirúrgicamente. La mayoría sufre consecuencias devastadoras y permanentes. Las feministas también presionan a las diversas instituciones públicas para que aprueben baños unisex y apoyan incondicionalmente a los atletas transgénero biológicamente hombres que compiten contra las atletas mujeres.

De hecho, qué irónico es que las organizaciones feministas de hoy se nieguen a ayudar a todas las jóvenes que ahora pierden trofeos y becas deportivas a manos de hombres transgénero biológicos. En las décadas de 1960 y 1970, las feministas tradicionales exigieron con razón que las atletas femeninas disfrutaran de igualdad de acceso a los deportes escolares. Sin embargo, las feministas más fanáticas en la actualidad guardan un silencio sorprendente cuando los atletas biológicamente masculinos rompen un día tras otro los récords deportivos femeninos, destrozando los sueños de becas universitarias de tantas esforzadas atletas. Cuando valientes feministas tradicionales como la campeona de tenis Martina Navratilova se atreven a hablar en contra de esta injusticia, las nuevas feministas intentan rápidamente “cancelarlas”.

Mientras que las feministas tradicionales querían más opciones profesionales para las mujeres, las feministas de izquierda de hoy en día redefinen la “elección” como el derecho al aborto durante los nueve meses del embarazo y financiado por los contribuyentes. Son muchos los que estigmatizan la feminidad y la maternidad y denigran a las mujeres que eligen casarse con un hombre y quedarse en casa para criar hijos sanos. Una amiga feminista me dijo enojada que la misma expresión «ama de casa» era “insultante”.
Pero el objetivo principal de la ira de las feministas de hoy es la masculinidad misma. Así que la Asociación Americana de Psicología, ahora completamente feminista, incluso condena la «masculinidad tradicional» y afirma que es tóxica. En los últimos años, los sindicatos de docentes feministas y los educadores han tratado con demasiada frecuencia a los niños en la escuela como «niñas defectuosas» (Christina Hoff Sommers), han prohibido juegos como el dodgeball por ser demasiado masculino y han suspendido a los niños por atreverse a dibujar un soldado o jugar con él. un arma de fuego.
Este es el mundo feliz de las feministas radicales que son verdaderas revolucionarias sociales que buscan deconstruir las antiguas normas saludables. Debido a que tan pocos tienen hijos, están feminizando fervientemente todo el plan de estudios académico. Los tradicionalistas los ignoran bajo su propio riesgo.

Douglas Young es profesor emérito de ciencias políticas en la Universidad de North Georgia-Gainesville.

¿Qué es el dodgeball?

Se trata de un deporte de colaboración y oposición disputado en una cancha dividida. El objetivo principal es eliminar o «matar» a los jugadores del equipo contrario lanzando pelotas y tocándoles con estas antes de que estos rivales consigan el mismo objetivo.

En unosminutos que duran las partidas de dodgeball, uno de los dos equipos debe conseguir la eliminación del mayor número posible de jugadores del equipo adversario para tratar que hayan más eliminados respecto a los acumulados por su propio equipo.

Si se mantienen los mismos jugadores eliminados en los dos equipos durante la partida hasta su finalización, ambos suman un punto y el resultado queda en empate. Para comenzar el juego, los participantes de cada equipo se colocan tras la línea de fondo de su campo propio y las pelotas se colocan por todo lo largo de la línea central. En el dodgeball, se juega con 6 pelotas que se pueden lanzar a cualquier parte del cuerpo de los jugadores rivales, salvo la cabeza.

Cuando el árbitro da la señal de inicio de la partida, los dos equipos corren a por las pelotas. En el caso que varios jugadores cojan una pelota al mismo tiempo, se repite el inicio. Este deporte permite desarrollar una multitud de habilidades, como lanzar, apuntar, recepcionar, saltar y esquivar.

Además, el dodgeball requiere de gestión del tiempo, una coordinación oculomanual y velocidad de reacción. También permite trabajar la resistencia cardiovascular y fomenta el uso de la cooperación y estrategias en equipo.

Este juego se conoce en España como balón prisionero y es muy practicado en los centros escolares durante las clases de educación física.

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