¿Cuántos hombres mueren a manos de sus mujeres, novias, compañeras..?, ¿cuántos niños mueren a manos de sus madres?, ¿cuántos ancianos mueren a manos de un familiar en el ámbito doméstico?

PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN

Respuesta la Delegada de Gobierno contra la Violencia de Género del Ministerio de Igualdad, Victoria Rosell, a preguntas en el portal de Transparencia:

«Desconocemos la cifra de hombres fallecidos a manos de sus parejas o ex parejas«…

Ninguna de las preguntas presentadas en el portal de Transparencia han obtenido respuesta alguna. La delegada del gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, responde que su objetivo exclusivo es “la recogida, análisis y difusión de datos relativos a la violencia contra la mujer”.

Por lo tanto, la información solicitada “no obra” en su delegación de gobierno. “Se desconoce el órgano competente que dispone de dicha información”, añade. O sea, algo así como ‘ni lo sé, ni me importa’. ¿De verdad que la delegada del gobierno para la Violencia de Género es juez de carrera?, ¿de verdad que ha estudiado el principio de igualdad reconocido en nuestra Constitución?

Eso sí, reitera que desde el 2016 son 16 los menores víctimas mortales de violencia de género, es decir, asesinados por parte de su padre, padrastro o novio de la madre. No sabe y no quiere saber cuántos menores son asesinados a manos de sus madres, madrastras o novias de sus padres.

¿Se trata de cifras marginales?, preguntamos. “cabe recordar que desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy 1.237 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, además de los 49 menores víctimas mortales”, responde Rosell.

O sea, «¿A dónde vas? Manzanas traigo»,… Expresión hecha irónica, socarrona y burlona para calificar ciertos diálogos en los que una pregunta recibe una respuesta cínica que se sale por peteneras, se va por la tangente, que no tiene nada que ver con lo preguntado bien sea para eludir responsabilidades en los políticos, para evitar complicaciones en los diplomáticos o simplemente para hacerse el tonto como si no se hubiera oído ni entendido nada. Esta actitud es muy propia últimamente de los políticos españoles que están en el poder cuando responden preguntas parlamentarias o periodísticas.

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