Son necesarias, imprescindibles, «escuelas de padres» para enseñarlos a ser educadores competentes… así es posible que pongamos remedio al grandísimo fracaso de la enseñanza en España.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Inmersos como estamos en múltiples vorágines (vorágine -aclaración para las víctimas de las «leyes educativas progresistas»- : remolino impetuoso, aglomeración o encadenamiento de personas, sucesos o cosas que se amontonan confusamente…), a pesar de la vorágine que ha ocadionado la corrupción de varios ministros y altos cargos del PSOE, a pesar de la  vorágine de las acometidas del separatismo catalán y de la pretensión de Pedro Sánchez de amnistiar a los golpistas-terroristas catalanes que pretendieron romper España en 2017…, a pesar de la vorágine de la pertinaz y maldita crisis, a pesar de los pesares; tras el aquelarre femiestalinista degenerado que ocupará las portadas de los diarios y abrirá los noticiarios de radios y televisiones durante los próximos días… seremos muchos los padres y madres de familias intactas y de familias rotas o en algún grado dañadas, y abuelos y abuelas y familias extensas… que seguiremos procurando, con motivo del 19 de marzo, «DÍA DEL PADRE», que no pase desapercibido que ser padre y madre representan una enorme responsabilidad; y seremos muchos los que no olvidaremos que nuestros hijos al venir a este mundo han adquirido una serie de derechos respecto de nosotros, sus progenitores.

Aunque pueda parecer de Perogrullo, es imprescindible destacar que nuestros hijos no nos pidieron que los trajéramos a este mundo, que los trajéramos a la vida; tampoco nosotros les pedimos permiso para tal cosa, y por supuesto, tampoco han venido a hacernos felices y darnos “satisfacciones”… Esto tiene una grandísima importancia, pues por tal causa, los papás y las mamás contraemos la enorme responsabilidad, la obligación de conducirlos hasta la edad adulta, es decir, hasta que sean suficientemente “sólidos” y autónomos, capaces de ocupar “su lugar” en la Sociedad… en eso consisten LA EDUCACIÓN Y LA CRIANZA.

Tampoco está de más recordar que, además del derecho a la vida, los menores tienen derecho a poseer una madre y un padre, unos padres suficientemente adultos, competentes, capaces de acompañarlos hasta la adultez.

Los niños -de ambos sexos- tienen derecho a que se les enseñe a “saber ser ellos mismos”, a tomar las riendas de su vida y también a comprometerse con la Sociedad. Los menores tienen derecho a “saber hacer”, también a “saber vivir en grupo”, a vivir en sociedad, a sentirse a gusto entre los demás; y cómo no, a “saber saberes” que les permitan integrarse socialmente.

No podemos olvidar que cuando un niño nace es un ser frágil, vulnerable; lo será durante toda su infancia, también durante la adolescencia y juventud, es decir, aproximadamente una veintena de años. Entonces, cuando haya conseguido la madurez suficiente, cuando esté en condiciones de ser autónomo y adulto, podrá abandonar “el nido familiar”.

Mientras tanto, nuestros hijos tienen derecho a esperar de sus padres todo lo que necesiten para ocupar su lugar en la Sociedad. Necesitan que se le eduque para que “sean éllos mismos” y sean capaces de tomar decisiones y hacerse responsables de los resultados de sus actos, así como comprometerse en la sociedad…

Todavía somos muchos los que aún no nos hemos olvidado de los desastrosos resultados del último «informe Pisa» que demuestran que los alumnos españoles catean en todas las áreas y han tocado fondo en Matemáticas y Ciencias, y que la capacidad que tienen para resolver problemas complejos, tener pensamiento crítico y comunicarse de forma efectiva ha disminuido de manera tremenda. Es el peor resultado desde que España participa en esta prueba evaluatoria; lo cual hizo por primera vez en el año 2000.

Esa es una de las principales razones para afirmar con rotundidad que

LA EDUCACIÓN ES DEMASIADO IMPORTANTE Y NUNCA HAY QUE DEJARLA EN MANOS DE LOS POLÍTICOS:

Quienes redactaron la Constitución Española de 1978, no sé si por maldad o porque eran unos incapaces y mediocres, confundieron las ovejas churras con las merinas, en lo referente a educar y enseñar.

No es lo mismo educar que enseñar, pese a que los redactores de la Constitución consideraran que ambas palabras son sinónimas, tal como hacen muchos profesores y padres.

Educar es formar en ideas y creencias, inculcar valores; y como consecuencia, la educación es algo que compete a la familia, y que por supuesto nunca ha de ser considerado exclusivo de la escuela, en todo caso en los centros de estudio se debe reforzar lo “sembrado” en la familia. Pero, debe ser en la familia donde se inculquen esos valores para que perduren para siempre.

Por el contrario, enseñar es sinónimo de instruir (siempre se llamó Ministerio de Instrucción Pública, no “de Educación”), y por supuesto, solo puede instruir quien sabe, y sobre todo aquella persona a la que se le reconocen saberes, autoridad y ante quienes los alumnos están dispuestos a dejarse enseñar.

Por el contrario, educar es formar ideas y creencias, inculcar valores; y como consecuencia, educar es algo que compete a la familia, y que por supuesto nunca ha de ser considerado exclusivo de la escuela, en todo caso en los centros de estudio se debe reforzar lo “sembrado” en la familia. Debe ser en la familia donde se inculquen esos valores para que perduren para siempre. 

El objetivo de la enseñanza debe ser que los jóvenes aprendan a usar sus mentes: a usar su capacidad de pensar y razonar. Una enseñanza-instrucción adecuada les debe dar a los estudiantes el conocimiento de los hechos, y más importante, les debe enseñar cómo adquirir conocimiento de nuevos hechos para vivir y conseguir afianzar valores. La enseñanza pública en España adoctrina, inculca conformidad social y obediencia, no independencia. 

Frente a la actitud de todos los gobiernos habidos y por haber (y ésta es la razón de que no haya habido en España ninguna ley reguladora de la enseñanza institucionalizada que haya perdurado más allá de lo que dura una legislatura) de adoctrinar a las futuras generaciones para asegurarse su voto; lo único que permite a los padres dotar, proveer suficientemente a sus hijos para que puedan funcionar eficazmente en el mundo es que el Estado, los diversos gobiernos no se entrometan en nada que concierna a la educación; pues, cuando lo hace viola los derechos de los padres y de los hijos. 

El único objetivo de la enseñanza, de la instrucción pública, debe ser que el estudiante aprenda cómo vivir su vida, desarrollando su mente y dándole los medios para que sepa hacerle frente a la realidad. 

Me dirá más de uno que lea estas líneas que los niños y adolescentes de hoy día, de este principio de siglo son educados por la televisión, la radio, la música, la comunicación informática, los juegos electrónicos y sus grupos de amigos en la barra, el botellón, la discoteca o la calle; y que cuando permanecen en casa, el teléfono y más recientemente los chats, complementan la tarea.

¡Más a mi favor para insistir en que los gobiernos deben entrometerse lo menos posible, por no decir nada! 

El artículo 154 del Código Civil español afirma, respecto de la Patria Potestad que:

Los hijos no emancipados están bajo la potestad de los padres.

La patria potestad se ejercerá siempre en beneficio de los hijos, de acuerdo con su personalidad, y con respeto a su integridad física y psicológica.

Esta potestad comprende los siguientes deberes y facultades:

1º.- Velar por ellos, tenerlos en su compañía, alimentarlos, educarlos y procurarles una formación integral.

2º.- Representarlos y administrar sus bienes.

El mismo Código Civil, prevé privar a los progenitores –o padres adoptivos- de la patria potestad cuando los menores, no emancipados, sufran maltrato, desamparo o abandono; situaciones en las cuales, obviamente, los padres faltan a sus obligaciones relativas a la educación y crianza de los hijos. Mientras no se den tales circunstancias, las autoridades civiles o judiciales deben abstenerse de intervenir, y menos de entrometerse. Así, y no de otro modo, debe entenderse el derecho de los hijos a ser educados, y criados, por sus padres, y sólo así (aunque esté erróneamente redactado) habría que interpretar el “derecho constitucional a la educación”…

Como consecuencia lógica, la Sociedad y los Gobiernos, tienen una serie de obligaciones con los padres. La primera obligación debería ser ayudar a las personas a ser “padres competentes”, aptos para proporcionarle a la Sociedad mujeres y hombres verdaderamente adultos, afectivamente maduros y sólidos.

Nuestra Sociedad está realizando enormes progresos en multitud de ámbitos como la biología, la genética, los medios de comunicación, la informática, la investigación científica… Pero a la vez nuestra Sociedad cada día que pasa, está más afectada por la droga, el alcoholismo, los embarazos precoces, el aborto, el suicidio, la violencia, las diversas formas de delincuencia, la marginación social, etc.

Si hurgamos un poco, hasta llegar al origen de todos esos males, acabaremos topándonos con dos cuestiones esenciales: la familia y la educación.

Y ¿qué se hace al respecto por parte de los poderes públicos?

Cada día es más necesario facilitarles a los padres, procurarles,  y sobre todo a los más jóvenes, una formación de base que les permita acompañar a sus hijos hasta la adultez. Cada día se hace más necesario prestar ayuda pública a quienes desean fundar un hogar y tener hijos, para que lo hagan en las mejores condiciones posibles.

Porque, no se olvide que, a ser padres se aprende, no es suficiente con lo que hemos recibido de nuestros progenitores.

Los poderes públicos tienen la responsabilidad de ir preparando el porvenir con la anticipación suficiente, no pueden seguir desentendiéndose como hasta ahora, desinteresándose de la familia que es la célula básica de la Sociedad. Es de extrema urgencia proporcionarles una adecuada formación a los padres para que sean educadores competentes.

A menudo olvidamos que lo que no se siembra en casa, en el hogar, en la familia, difícilmente puede cosecharse después. Hacemos que nuestros hijos tengan la vivencia del león del circo que, había nacido y crecido en cautividad, y anhelaba salir de la jaula para corretear por los campos, ser libre… Un día, accidentalmente, se dejaron la puerta abierta, y el león salió de ella. Pero nada más empezar a caminar se le vino encima todo el peso de la libertad y la responsabilidad que comenzaba a tener, así que dio media vuelta y lo más deprisa que pudo se metió en la jaula… 

Evidentemente hay que romper con la “ideología educativa” que proclama que por encima de todo hay que ser especialmente cautelosos, estar permanentemente alerta no sea que se les ocasionen traumas a los niños, de tal calibre que queden afectados o desequilibrados para el resto de sus vidas. Como resultado de ello se deriva: “dales todo, resuélveles todo, tenlos entre algodones, juega con ellos, sé su amigo, protégelos a toda costa”. 

¿Alguien se ha parado a pensar que la mayoría de los padres y madres con su actitud de sobreprotección está fabricando niños dependientes o tiranos, o ambas cosas a la vez? ¿Alguien ha reflexionado sobre frases como la de “¡Ah, yo soy el mejor amigo de mi hijo!”? ¿Realmente es sano para el hijo que su padre o su madre sea “su amigo”? Lamentablemente hay que recordarles a algunos que los hijos no necesitan que sus padres sean sus amigos (también a muchos profesores hay que recordarles que ser profesor está reñido con ser amigo de los alumnos) que lo que necesitan es que sean padres, madres y padres competentes que los amen, pero que no los mimen; que les enseñen y ayuden a resolver problemas, pero que no se los solucionen; que les enseñen a ser capaces de tomar decisiones, pero que no decidan por ellos; que les enseñen a cuidar de sí mismos, pero que “no los cuiden demasiado”. 

About Author

Spread the love
                 
   
A %d blogueros les gusta esto: