Que no te engañen, en Galicia ha vuelto a ganar la socialdemocracia nacionalfeminista.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

Democracias versus mafiocracias, he ahí la cuestión.

Antes de pasar a hablar del «aplastante triunfo del PP de Fraga, Rajoy, Feijoo y Rueda sobre el sanchismo», conviene resaltar los cuatro tipos de economía que diferencia Samuel Konkin: blanca o legal, gris o semilegal, negra o extralegal pero sin daño directo a terceros, y roja o economía criminal. Las mafiocracias, como la española transitan y fluctúan desde la economía roja a las zonas negra y gris.

En las mafiocracias, en las que se suele aplicar la máxima de «El gatopardo» de Lampedusa «cambiar todo para que nada cambie», o mejor dicho, aparentar que todo cambia para que todos siga igual, el uso de lo extralegal tiene un remoto origen ideológico, aunque hace mucho tiempo que las prácticas de los capos, oligarcas y caciques de los partidos políticos que se turnan en el poder abandonaron cualquier clase de manifiesto fundacional o principios ideológicos, o doctrinales. En el fondo, todas las agrupaciones políticas en la mayoría de las democracias representativas poseen formas de funcionamiento neoleninistas (incluyendo lo que los socialcomunistas siempre han denominado «centralismo democrático») y todas ellas, salvo rarísimas excepciones, participan de lo que Robert Michels denominó la «ley de hierro de las oligarquías», en suma, son agrupaciones que supuestamente surgieron con fines benefactores, con buenas intenciones e incluso con afán regenerador y han acabado orientando toda o casi toda su actividad a aprovechar las posibilidades que ofrecen los diversos espacios y resortes institucionales sin abandonar las vías de lo irregular, violento y criminal.

Casi todos los gobiernos, si particularizamos en España, ya sean los centrales como los diecisite regionales, se caracterizan por poner trabas a la economía legal, empujando a la población hacia la supervivencia en la zona gris, creando un sistema en el que les es más fácil moverse y ejercer control a las fuerzas del crimen organizado, en sus distintas variantes.

Pues sí, en Galicia el PP de Fraga, de Rajoy, de Feijoo, de Rueda ha vencido al social-separatismo-comunista y muchos, especialmente los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas afines al PP lo celebran de forma entusiasta, eufóricos y se atreven a extrapolar el resultado de este último domindo, 18 de febrero de 2024 a toda España e incluso afirman que el principio del fin del sanchismo ha comenzado en Galicia…

Pero, si hurgamos un poco comprobaremos qué es lo que hay detrás de ese supuesto triunfo y del tambièn supuesto principio del cambio que, supuestamente se anuncia.

Si no confundimos los deseos con la realidad, si analizamos la trayectoria del PP, tanto en los gobiernos regionales que ha poseido, o posee en la actualidad, más los de Aznar y Rajoy, podemos vaticinar que, si finalmente Feijóo se aúpa al poder, cuando se convoquen elecciones generales (los optimistas dicen que Sánchez no terminará la legislatura y tendrá que haber elecciones anticipadas) -sí es que lo logra- posiblemente no cambiará nada en España por desgracia. Pues, como dice y piensa ya mucha gente, el PP es igual que el PSOE, pero con cuatro o cinco años de diferencia…

Después de más de un lustro de Pedro Sánchez en el gobierno de España, apoyado por socialistas, comunistas, etarras y separatistas, después de lustro sin oposición, sin aparente alternativa, son muchos los españoles decentes que viven resignados, acobardados y sin esperanzas, y particularmente los que afirman que son cristianos, católicos, conservadores, e incluso reaccionarios, sin complejos… No es ningún consuelo que ese también sea el sentir en muchos lugares de la Europa judeocristiana. En toda Europa y en España en particular imperan la socialdemocracia y la perspectiva de género, regímenes totalitarios y liberticidas.

A esa sensación de desesperanza ha contribuido, también, la hiperinflación normativa, la diarrea legislativa emprendida por el gobierno sanchista año tras año, acompañada de la ocupación plena de todos los poderes del estado y los organismos que aún gozaban de relativa independencia: Tribunal de Cuentas, Consejo General del Poder Judicial, Tribunal Constitucional, etc. que impiden cualquier clase de supervisión o control de las acciones emprendidas por Sánchez y sus secuaces, o algún resorte disuasorio o posibilidad de perseguir y sancionar sus excesos. La penúltima ocurrencia es, como bien sabe cualquier español medianamente informado, su pretensión de amnistiar a los golpistas, separatistas que pretendieron romper España en 2027…

Pero, no se olvide que la terrible situación de España es la que es porque Pedro Sánchez y sus cómplices cuentan con muchos españoles, demasiados, que los apoyan a pesar de saber que son golfos, mafiosos y corruptos. El mayor éxito de Sánchez y sus capos, oligarcas y caciques mafiosos es haber logrado una enorme degradación, una profunda putrefacción social. Así que, no nos engañemos, el problema no es Sánchez son los españoles que lo apoyan. La elecciones habidas desde el año pasado para acá: municipales. regionales y generales y las de este último domingo en Galicia, demuestran que lo que afirmo no es exagerado, Pedro Sánchez todavía conserva mucho apoyo popular; a pesar de las perversas leyes que ha ido aprobando en los últimos meses y años:

Ley del aborto (la nueva, pues la menos nueva también logró el gobierno socialcomunista que fuera respaldada por el Tribunal Constitucional, una vez lograda la mayoría suficiente de apoyos en el mismo).

La ley conocida como «sólo sí es sí» que ha puesto en la calle a multitud de agresores sexuales y rebajado la pena de muchos más (alrededor de 2000).

La estúpida ley «de bienestar animal».

La denominada «ley de derecho a la vivienda» que favorece la ocupación y prevé la expropiación forzosa, de facto, al mismo tiempo que protege a los delincuentes frente a los dueños.

Legislación de «género» que priva a las familias de la obligación -y el derecho- de educar a sus hijos, y faculta a los centros de estudio para adoctrinarlos y pervertirlos desde la «perspectiva de género».

La muy perversión y corrupción de menores en los centros de estudio, como primer paso para legalizar la pederastia y el abuso de menores (todo ello, como lo anterior, siguiendo minuciosamente el esquema de la «ventana de Overton»).

Cristianofobia, persecución, criminalización de todo lo que huela a cristianismo en general y a catolicismo en particular. En este asunto llama la atención la postura tibia de la Conferencia Episcopal de la Iglesia Española…

La crispación, el odio, la confrontación entre españoles, fomentado todo ello por el gobierno, y acentuado tras la aprobación de las leyes de «memoria histórica» y similares.

Todo ello, y mucho más, ha suscitado un ambiente, entre la gente sensata, los españoles decentes, de que la posibilidad de derrotar al social comunismo, a la ideología de género, etc. es tarea casi imposible y que ha acabado triunfando el mal, con el psicópata Pedro Sánchez al frente.

Los católicos, los cristianos (y los «no practicantes», pero al fin y al cabo cristianos, incluso aunque algunos afirmen que son ateos, paradójicamente) y en general la gente de buena voluntad, coherente, decente, no es precisamente muy numerosa, pero va despertando, reaccionando y creciendo en solidez, en coherencia. Sí, todavía esta clase de españoles son pocos, pero coherentes.

Y, he ahí el quid de la cuestión: no son los gobiernos los que logran que la sociedad cambie (sea a mejor o a peor), por el contrario, es la sociedad la que cambia a los gobiernos, la degradación, la corrupción política siempre viene precedida de una degradación social. Es por eso que el principal problema de España y de los españoles no es el mal gobierno del malvado Pedro Sánchez, el problema son los mismos españoles.

Vengo diciendo desde hace años que el mejor servicio que podrían hacer a España gente como Abascal y Feijóo, sería echarse a un lado y promover la refundación de la derecha, de tal manera que se agrupara a todos los españoles decentes en un sólo bloque, y se pusieran al frente españoles sabios, preparados, con experiencia exitosa en la gestión de dineros ajenos… los cuales nunca podrán salir de las actuales agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos sino de las élites empresariales y de los profesionales liberales, decentes, que en España haberlo haylos. Bastaría con que algunos salieran del estado de confort en el que están instalados y dieran un paso al frente.

Después de las elecciones municipales y regionales del año pasado, la pregunta que inevitablemente surge es ¿Para que ha servido que VOX «pactara» con el PP, y permitira que gobierne el PP en los ayuntamientos de los municipios y regiones en los que ha sido más votado, o viceversa?

¿Pactar qué y para qué?

Lo primero que habría que saber es si tanto uno como otro partido tienen un programa de gobierno, un proyecto político concreto, con objetivos definidos, a corto, largo y medio plazo; con qué medios pretenden contar; qué procedimientos utilizarían, cuáles son las acciones que pretenden emprender, recursos humanos y materiales a utilizar, coste dinerario de todo ello… Qué suprimirían, qué mantendrían. Cómo eliminarían el gasto desenfrenado al que nos ha llevado el gobierno de Pedro Sánchez, qué instituciones desmantelarían, empezando por el «estado de las autonomías»; qué mecanismos pondrían en marcha para combatir la corrupción, disuadir a los corruptos, perseguirlos y castigarlos… Cómo harían para conseguir que en España acabe habiendo una real separación de poderes. Cómo hincarle el diente a la preocupante bajísima natalidad que pone en riesgo serio la supervivencia de la nación española, etc. etc.

Sí, sin duda PP y VOX debían pactar, era al parecer lo deseable, pero, pactar un programa de mínimos en el que cada partido dé a conocer a la opinión pública cuáles son los objetivos que considera irrenunciables, y por qué, para que, de ese modo la gente decente tenga claro que ambos partidos, PP y VOX, hacen un contrato con los españoles que están obligados a cumplir.

Antes hablaba de los «ateos» que educacionalmente, culturalmente, moralmente son cristianos (aunque algunos no lo sepan), muchos si no todos, acabarán descubriendo que su caminar en un «equilibrio inestable» necesita asirse, apoyarse a cuestiones sólidas, enraizarse; y más pronto que tarde (salvo que me equivoque) acabarán dándose cuenta de que todo el adoctrinamiento al que han sido sometidos durante décadas es una absoluta aberración, y sobre todo, de las terribles consecuencias de su aplicación tras las diversas leyes de «género»… Todos esos «ateos» acabarán exigiéndoles a los que supuestamente son afines a sus ideas, que emprendan acciones para desbaratar todo el entramado corrupto montado por socialistas, comunistas, etarras y separatistas, con la intención de destruir nuestra forma de vida…

Más tarde, o más temprano, el PP tendrá que abandonar su tibieza, su ponerse de lado, e incluso su actitud de ser más progre que los progres (lo cual implica no ser ni chicha ni limonada) si su deseo es conectar con esos españoles decentes que, década tras década han ido a votar tapándose la nariz, a pesar de que tanto Aznar, como Rajoy, como posiblemente Feijóo si algún día como algunos auguran alcanza el poder, no han hecho nada o casi nada para cambiar la terrible situación que sufren España y los españoles.

Si los españoles no queremos perder toda esperanza de regeneración, debemos empujar hacia la única dirección que realmente puede ser alternativa frente a la mafiocracia: la democracia, democracia representativa propiamente dicha frente a las políticas gatopardistas (aparentar que todo cambia para que nada cambie). Democracia entendida como la preponderancia de lo institucional, de las reglas por encima de los bandos, de la estabilidad sobre lo discrecional y lo arbitrario, de la igualdad ante la ley. A este ideario hay que equiparlo con nuevas herramientas conceptuales y operativas, capaces de comprender y responder a la ofensiva de los autócratas, tanto locales como globales: los diversos funcionamientos mafiocráticos.

Quiero pensar, y no confundir mi deseo con la realidad, que la sociedad española, aunque los Feijóo, Sánchez, Abascal, etc. nos quieran infantilizados, embrutecidos, mediocres, sumisos… está cambiando y que hay un grupo cada vez mayor de españoles decentes, buenos españoles, aunque aún sean minoría, que son coherentes y están organizándose y en algún momento se harán notar.

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