No sé si casarme o comprarme un perro… la cultura de la muerte.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

En España se permiten, se provocan 100.000 infanticidios cada año, mediante abortos; mientras España es uno de los países con menor número de nacimientos, lo cual impide que se pueda producir relevo generacional y -entre otras cuestiones- se está poniendo en serio riesgo que quienes hoy trabajan pueden en un futuro cobrar una pensión de jubilación... Los abortos en España son 100.000 anuales aproximadamente. Dicen algunos que, dado que en la sociedad española existe esa demanda tan exagerada, aunque se aprobara una ley pro vida, la existencia de la ley no impediría que constinúe habiendo abortos… así que -según sus partidarios- es mejor legalizarlos; quienes así se expresan, parecen no tener en cuenta que una de las funciones del poder ejecutivo, del poder judicial y del poder legislativo es la de proteger los derechos humanos, empezando por el fundamental, sin el que todos los demás son imposibles: el derecho a la vida.

Allá por 1995, la periodista y escritora argentina Paula Pérez Alonso publicó una novela con el mismo título que mi artículo, «NO SÉ SI CASARME O COMPRARME UN PERRO».

Su intención era obviamente provocativa, transgresora. Su novela posee todo tipo de ingredientes para ser una novela de éxito pero, principalmente tenía una intención reivindicativa de lo que algunos y algunas han dado en llamar «liberación de la mujer»… La autora, Paula Pérez Alonso afirmaba que su novela es una reflexión acerca de la libertad y la independencia de la mujer, una mujer que se planta de igual a igual ante los hombres. Que reclama las mismas libertades, las mismas posibilidades de elegir y de tomar ciertas decisiones, y que no está dispuesta a dejarse persuadir. Aunque la novela tiene personajes masculinos importantes, todo es visto a través de la perspectiva de Juana (la protagonista). Ella demanda para sí otra vida, no la vida de las convenciones y de las imposiciones…

La protagonista de la novela, Juana Eguiza, joven periodista argentina, inserta en un periódico un provocador anuncio “convocando a un hombre a luchar con un perro labrador por el amor de una mujer”. Después de todo, un hombre puede ocupar el lugar de otro hombre: cuántas veces unos cuerpos reemplazan a otros, las mismas frases se repiten en situaciones idénticas…

 De vuelta de un largo viaje, Juana está sola y sabe que no es bueno que el hombre y la mujer estén solos. Intenta vanamente restablecer lazos perdidos con su gente y se lanza al ruedo, pero la galería de personajes que le toca conocer la animan a hacer público su desafío: mediante un anuncio clasificado convoca a un hombre que pueda competir con un perro ideal por el amor de una mujer…

En el discurso de Paula Pérez, como en el de tantas y tantos más que hablan de la liberación de la mujer, consciente o inconscientemente está presente la cultura de la muerte. Cultura de la muerte que es la idea central del feminismo de género. Feminismo que considera que las mujeres están sojuzgadas por la maternidad, por verse obligadas a educar y criar a sus hijos, por formar una familia tradicional, convencional, con un hombre y una mujer, con una madre y un padre… Lo que llaman «patriarcado» en tono absolutamente peyorativo y que ya Federico Engels (mecenas y mantenedor de Carlos Marx) afirmaba en su libro «El origen de la familia, la propiedad privada y el estado», publicado hacia 1884, consideraba que habia que destruir, para lo cual según él había que destruir la familia, lugar en el que se produce el mismo esquema de opresores y oprimidos, explotadores y explotados, etc. en el que la mujer y sus hijos son los oprimidos y el padre, varón el explotador… lugar, según Engels en el que se educa y perpetúa el patriarcalismo, enemigo al que los marxistass-engelistas considerar que hay que batir destruyendo la familia…

Pues sí, el feminismo de género (el único actualmente existente) promueve basándose en lo anteriormente expuesto la promiscuidad, el sexo sin amor, el homosexualismo, la criminalización del hombre, varón, al que presente como un vil bruto dominador, incapaz de sentimientos y un largo etc. ideas que se acaban traduciendo en leyes tales como las aprobadas en España, denominadas de «igualdad y género», normas que han conducido a España a una situación de apartheid por cuestión de sexo en la que los varones son ciudadanos de segunda categoria, privados de los más elementales derechos y libertades, y a los que se presume sistemáticamente culpabilidad y mendacidad… entre otras muchas «virtudes».

Por supuesto, además de lo anterior, el feminismo de género (idea que también subyace en el mencionado libro de Paula Pérez) criminaliza la maternidad al mismo tiempo que presenta como signo de progreso el aborto, algo que siempre fue condiserado en cualquier sociedad decente, como un síntoma de fracaso social y personal…

En España, siguiendo el procedimiento de la «ventana de Overton» que ya hemos descrito en otra ocasión, quienes se hacen llamar progresistas han logrado que, algo que la mayoría de los españoles consideraban aberrante -el aborto, el infanticidio- haya acabado siendo considerado admisible por casi dos tercios de la población adulta, según los diversos estudios de opinión realizados últimamente.

Esto fue el comienzo, luego acabó viniendo la ley de «eutanasia» para culminar el proceso e instaurar en España lo que muchos llaman «cultura de la muerte». Por desgracia, todo ello ha ido llegando, para quedarse, tal como ahora se dice, debido a la inacción de los españoles decentes que, apenas o nada han presentado batalla, considerando (una vez más) que las cuestiones más elementales, sobre las que existe general consenso, cuestiones para la mayoría irrenunciables, como el derecho a la vida, casi no es necesario «defenderlas» pues, se defienden por sí solas, ya que quienes las cuestionan son poco más o menos que necios, dementes y malvados.

Evidentemente, haber llegado a tal situación en la que, el aborto y la eutanasia son considerados «derechos sociales», no es un síntoma de progreso sino de absoluto fracaso social, cuando la Administración del Estado, los gobernantes y la propia sociedad fomentan la idea de que la muerte es una solución aceptable e incluso deseable para algunos problemas, por muy graves que estos sean, banalizando con ello su naturaleza y significado, algo importante está fallando. Y, mientras esto sucede, España posee el récord de menor número de nacimientos, año tras años, a la vez que aumenta la esperanza de vida (y por tanto, el número de ancianos) y se pone en riesgo el relevo generacional, y la supervivencia de España como Nación. Y, para más INRI, en España el aborto se lleva por delante, anualmente (según las cifras oficiales), alrededor de 100.000 niños; y como «solución» a la baja natalidadd, son muchos los españoles que deciden adoptar niños extranjeros…

Luego, también está la «solución» de quienes dicen ser progresistas, para compensar la pérdida de población y la baja natalidad, abriendo las puertas a todo quisqui, sea cual sea el origen (por aquello del «multiculturalismo») y acogerlos, darles techo, vestirlos, asistencia médica y hospitalaria, escolarizar a sus hijos… y toda clase de ayudas y subsidios; ya que, los españoles autóctonos son incapes de procrear, de reproducirse.

Ni que decir tiene que, quienes tienen semejantes ocurrencias son los mismos que un día tras otro demonizan la maternidad, por considerar que ésta esclaviza, aliena a las mujeres y, proclaman que, no tener hijos libera y hace más felices a las mujeres… y que es mejor comprarse un perro.

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