Letizia, del Burgo y Peñafiel ¡Vaya trío!

Ramiro Grau Morancho

Confieso que doña Leticia Ortiz –o Letizia, si ha hecho el cambio en el registro civil-, nunca me ha caído bien.

Pero voy a intentar ser objetivo e imparcial, como siempre.

Creo que los príncipes herederos solo deben casarse con princesas, pues aunque todos sabemos que la sangre azul no existe, hay que mantener el mito de la monarquía, ¿pues qué son los reyes más que mitos…?

Casarse con una plebeya, con todo respeto hacia las plebeyas, es hacer mucho por la república, pues supone desmontar la imagen de la monarquía.

Y, al igual que don Jaime Peñafiel, creo que las reinas no deben tener pasado, entre otras cosas, para evitar que nadie pueda decir “con esa me acosté yo”, o cosas por el estilo.

En las últimas semanas, los presuntos y supuestos devaneos amorosos de doña Letizia, están en boca de todos, y no es algo que favorezca a la monarquía, ni mucho menos.

Pero, en estos tiempos no se pueden poner puertas al campo, y las noticias no corren, sino que vuelan, a través de internet, y son muchas las voces que se están levantando, dando información, y opinando, sobre el particular.

No tengo por norma meterme en las historias de cama de nadie, pues creo pertenecer al sagrado ámbito de la privacidad, y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…

Ahora bien, tenemos el hecho sucesorio, la existencia de una princesa heredera y de una Infanta, aunque, al paso que vamos, no van a heredar nada.

El asunto de fondo son las previsiones constitucionales:

“Artículo 57.

1. La Corona de España es hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo heredero de la dinastía histórica. La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación…, etc.

2. Extinguidas todas las líneas llamadas en Derecho, las Cortes Generales proveerán a la sucesión en la Corona de España, en la forma que más convenga a los intereses de España”.

La presunta y supuesta actuación de la reina consorte, arroja dudas razonables, a priori, sobre la sucesión en el trono, que convendría despejar, con luz y taquígrafos, por el bien de la Institución.

Todos sabemos que las ciencias adelantan que es una barbaridad, y la sociedad actual dispone de los medios adecuados para despejar cualquier atisbo de duda.

Siento mucho decir todo esto, pero creo era preciso y necesario, pues solo de la verdad saldrá la luz.

Ramiro Grau Morancho

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