Las elecciones en un régimen político de democracia representativa, liberal, no se ganan procesionando, haciendo senderismo urbano, vociferando a los transeuntes, por el contrario, se ganan cuando se posee un buen proyecto de gobierno, una candidatura de gente decente liderada, también, por gente decente.

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

El «editorial» del periódico digital «El Debate» convocaba hoy, domingo, 28 de enero de 2024 a los españoles a manifestarse masivamente contra el gobierno de Pedro Sánchez y añadía que la manifestación promovida este domingo en Madrid por el partido que encabeza Alberto Núñez Feijoo es digna de ser respaldada, como -asegura el diario- lo deberían ser todas aquellas que, en la misma línea, impulsen otros partidos políticos y asociaciones civiles en toda España… y añadía: «en esto no hay banderas, más allá de la española constitucional, y todos deben verse concernidos e invitados a una réplica imprescindible a la barbarie política en ciernes...»

Pora cierto, hoy se cumplen 86 días desde que un grupo de Madrileños, y de gente llegada de fuera de Madrid, decidieron concentrarse en la puerta de la sede del PSOE y bloquear la calle Ferraz, un día tras otro… casi durante tres meses.

Pues bien, yo sigo preguntando ¿Para qué sirve salir a la calle a hacer senderismo urbano, gritar eslóganes más o menos pratrióticos, vocear a los viandantes e imitar a Forrest Gump?

No seré yo quien afirme que tales muestras de algarabía callejera son ilegales o algo semejante pero, insisto ¿Para qué sirven, qué utilidad tienen?

Tal como he afirmado en múltiples ocasiones, si el supuesto “derecho” a bloquear las calles se le reconoce legal o judicialmente a un grupo, ese mismo “derecho” se le debe reconocer a todos, sin distinciones de ideología o motivo de la protesta; eso es igualdad ante la ley. Pero que ese supuesto “derecho” sea reconocido legalmente no significa que sea moralmente admisible y mucho menos correcto: nadie tiene derecho a transitar por la vía pública violando los derechos de terceros. Sí, existe el derecho a reunirse, pero sólo en la propiedad privada de quien quiera protestar, o en la de sus amigos, asociados o compañeros. Sin duda, existe el derecho a la libertad de expresión y a vociferar las propias opiniones, pero no a hacerlo en la vía pública, por mucho que haya normas legales que reconozcan tal derecho.

Si generalmente se considera absurdo reconocerle a un solo individuo la facultad de interrumpir el tránsito de miles de personas, igual de absurdo es otorgarle esa prerrogativa a una multitud, por muy numerosa que sea la muchedumbre.

Otro aspecto a considerar respecto a las multitudes que se manifiestan cortando las calles es que son una forma moderna de tribalismo/gregarismo, personas que se agrupan desesperadamente buscando la protección del grupo, de la tribu, de lo que algunos llaman en la actualidad “un colectivo” que pueda de alguna manera guiarlas y darle opción a lo que ellos, de manera individual, se sienten incapaces de conseguir. El tribalismo/gregarismo es resultado del colectivismo, de la creencia que el individuo no tiene capacidad intelectual ni moral para valerse por sí mismo, y que existe sólo para y en función del grupo.

Movilizarse, montar follón, procesionar, protestar bloqueando las calles, escudarse en el anonimato y en la protección que otorga la masa, y esperar que de algún modo, por el simple hecho de agruparse se logre algo, es comportarse de forma gregaria, es una muestra de incapacidad para tomar las riendas de nuestras vidas, decidir, hacernos responsables de nuestros actos.

Visto desde esta perspectiva, bloquear la vía pública como modo de protesta, tomar la calle, ocupar la calle, tapar la calle es ilegítimo, aunque haya normas legales que lo permitan, y no debería permitírsele a nadie, y es más, el gobierno debería asumir su rol de protector de los derechos individuales prohibiendo esta forma de manifestarse. No importa la causa que haya originado la protesta, el que el motivo sea “noble”, eso no justifica que algunos se arroguen el “derecho” a violar las libertades individuales de terceras personas.

Quienes se ven afectados, dañados, perjudicados, deberían dejar a un lado la resignación; deberían dejar de aceptar el bloqueo de calles por parte de sus compatriotas como si ello fuese algo inevitable, inalterable; por el contrario, deben exigirles a las autoridades que pongan freno a esos comportamientos. Los españoles deben entender que hay otros modos de expresarse, otras conductas que sí constituyen libertad de expresión y que han demostrado ser más efectivos que unirse a una multitud. Los españoles deben empezar a tener en cuenta que no existe relación lógica entre cortar una calle y solucionar un problema completamente ajeno a ese hecho.

Hoy, en la era del conocimiento, de las nuevas tecnologías, de los medios de información y comunicación no hay excusa para seguir utilizando medios tan rudimentarios, primitivos, y gregarios para expresarse. Para darse cuenta de ello, tomar consciencia sólo se necesita usar la razón, y quien no lo entienda renuncia a su uso, aunque la algarabía tenga un dulce encanto y para muchos sea muy alegre y divertida…

No puedo acabar sin citar, una vez más, a la filósofa Ayn Rand:

Como decía la filósofa Ayn Rand, “nunca verás a los defensores de la razón y de la ciencia bloqueando las calles, pensando que al usar sus cuerpos para detener el tráfico van a poder resolver algún problema”.

E, insisto: las elecciones en un régimen político de democracia representativa, liberal, no se ganan procesionando, haciendo senderismo urbano, vociferando a los transeuntes, por el contrario, se ganan cuando se posee un buen proyecto de gobierno, una candidatura de gente decente, de gente de probada experiencia como gestores de dineros ajenos, por gente que no posee como objetivo entrar en las instituciones para así poder parasitar de nuestros impuestos.

Se logrará desalojar del gobierno a quienes pretenden destruir España cuando se unifique y refunde la derecha española. Si a los dirigentes de VOX y PP, como tanto repiten, les preocupa España deberían promover la unión de la derecha permitiendo que al frente de ese bloque de españoles decentes, se pongan personas de probada experiencia de éxito en la gestión de dineros ajenos, gente con afán de servicio (y no quienes pretenden hacer carrera de la política, enriquecerse a costa de los españoles, parasitar, vivir de nuestros impuestos). Es seguro que esa derecha española unida tendría muchas más probabilidades de ganar.

Las personas que llevan casi tres meses concentrándose ante la sede del PSOE en Madrid no son extraterrestres; son españoles decentes, buenos españoles, muchos de ellos votantes del PP y de Vox preocupados por España. Si la gente corriente son capaces de unirse -más o menos espontáneamente- para defender una idea común, ¿por qué no pueden hacer lo mismo los líderes políticos que afirman ser patriotas y «buenos españoles»?

La regeneración de la que está urgentemente necesitada España no vendrá procesionando, vociferando y haciendo senderismo urbano.

Empeñarse en repetir una y otra vez la misma conducta, esperando conseguir resultados distintos, es un absoluto disparate.

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