La oclocracia española

Francisco Rubiales Moreno

Mientras que la democracia es el gobierno del pueblo, la oclocracia es el gobierno de la chusma, de los peores.

España ya está en la oclocracia, el peor gobierno posible. Sólo nos queda esperar a que llegue el salvador providencial que restaure el orden y los valores perdidos.

Es lo que explica con acierto la teoría de los ciclos políticos de Polibio (anaciclosis), teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos, a la que también alude Maquiavelo.

Pero en lugar de esperar a que llegue la persona providencial que restaure en España el orden y la decencia democráticas, hay que luchar para que esa llegada sea posible. Para ello hay que denunciar constantemente el abuso y la iniquidad de los que nos mal gobiernan.

La oclocracia llega a las democracias degeneradas cuyos pueblos no han sabido defenderlas. Es, según multitud de pensadores, la podredumbre de las democracias, como ya advirtieron Platón, Aristóteles, Polibio, Pericles, Juvenal, Lope, Shakespeare, Tocqueville y Ortega y Gasset, entre otros muchos. La oclocracia no es «el gobierno del pueblo», como la democracia, sino «el gobierno de la chusma y de los peores». El sistema degenera hasta abandonar la razón y el bien común para ejercer como un cuerpo corrupto que conduce a la destrucción, la pobreza, el desprestigio, la injusticia y a entronizar la maldad y el abuso en el ejercicio del poder.

En la oclocracia la chusma sólo beneficia a la chusma y castiga a los mejores, a los ciudadanos demócratas y cumplidores, a los que no tolera porque su existencia representa una acusación permanente a la bajeza de los oclócratas.

La Oclocracia no tiene nada de espontánea. Está pensada y planificada por demagogos para conseguir el poder que dan los votos y servirse de él (y de los ciudadanos) para sus intereses particulares o los de su grupo.

La oclocracia convierte a la democracia, que es el menos malo de los sistemas, también en el peor posible, cuando anida en sus entrañas. Es una paradoja fatal que convierte al ciudadano libre de la democracia en el más sometido y esclavizado vasallo.

Fue Polibio, hace dos milenios, quien acuñó el término OCLOCRACIA, que define el “gobierno de la muchedumbre”, una masa conducida por demagogos sin escrúpulos. El autor griego afirma que la Oclocracia: “es el fruto de la acción demagógica cuando, con el pasar del tiempo, la democracia se mancha de ilegalidades y violencias”

Por su parte, Jean Jacques Rousseau en “El contrato social”, define esta Oclocracia como la degeneración de la democracia; y el escocés James Mackintosh, lo hace como “la autoridad de un populacho corrompido y tumultuoso, el despotismo del tropel, nunca el gobierno de un pueblo”.

La España actual, la que está gobernada por Pedro Sánchez y su corte de comunistas, amigos del terrorismo, golpistas y separatistas, constituye una imagen perfecta, de manual, de oclocracia. La chusma que roba viviendas, la que odia a España, la que delinque en la calles casi con impunidad, la de los vagos que viven de las subvenciones y la inmensa marea de corruptos que ordeñan al Estado es la que tiene el poder o es bonificada por los demagogos que gobiernan. La mentira y el engaño asesinan a la verdad cada día y el egoísmo ha suplantado al bien común, todo ellos ejerciendo el poder de forma corrupta, buscando su legitimidad a través de la manipulación del sector más ignorante de la sociedad –pero formado por votantes potenciales-, sobre el que vuelcan su atención, sus consignas y su propaganda.

La oclocracia roba a los que trabajan y reparte ese dinero entre los vagos, además de permitir a los dirigentes oclócratas una vida de lujo. Los demagogos mienten, engañan, despilfarran, se endeudan sin prudencia, esquilman a los buenos ciudadanos, odian la prosperidad y prefieren gobernar siempre sobre incultos y pobres porque a ellos es mas fácil engañarlos y someterlos que a las personas pensantes, cumplidoras y libres.

El arma más efectiva de los políticos de la oclocracia es la ignorancia de los ciudadanos, nunca el interés general, ni la libertad. Su objetivo siempre es el mismo: conseguir y mantener el poder.

Para ellos, las leyes que limitan el poder son odiosas y siempre procuran burlarlas o cambiarlas. En países donde la oclocracia ha triunfado y se ha asentado de manera estable, como en Cuba, Nicaragua, Venezuela y otros, los demagogos corruptos han cambiado las leyes y las han sustituido por la indecencia que ellos han dictado.

Para conseguir el control y degradación de la sociedad y la marginación de los ciudadanos libres y honrados, utilizan el control del sistema educativo y de los medios de comunicación. consiguiendo el dominio sobre una masa que cada día piensa menos, que ha dejado de reflexionar y que es empujada por el poder hacia el vasallaje y la esclavitud.

No hay otro camino para erradicar la oclocracia que la denuncia constante del pueblo libre y la recuperación del control de los medios de educación y de comunicación, siempre con el objetivo de implantar una democracia auténtica, no degenerada, que someta a la chusma e imponga la racionalidad y la bondad.

La oclocracia ha logrado imponerse muchas veces a lo largo y ancho de la Historia. En España tenemos un ejemplo claro y evidente con la II República, que al caer en manos de la oclocracia provocó una rebelión militar y una dictadura. La oclocracia de los republicanos en los años previos a la guerra civil estuvo capitaneada, curiosamente, por los mismos que hoy pilotan la del presente: socialistas y comunistas.

Francisco Rubiales Moreno

Francisco Rubiales Moreno

1948, Villamartín (Cádiz). Doctor en Periodismo, ha sido corresponsal de guerra (Ramadam 1973, Nicaragua 1979 y El Salvador 1980), director de las delegaciones de la Agencia EFE en Cuba, Centroamérica e Italia, así como director de Comunicación de Expo’92. Autor de los libros ‘China, nueva cultura’, ‘El debate andaluz’, ‘Democracia secuestrada’, ‘Políticos, los nuevos amos’, ‘Periodistas sometidos’, ‘Las revelaciones de Onakra, el escriba de Dios’ y ‘Hienas y buitres, periodismo y relaciones…

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