La devoción de San Isidro en Cataluña

Javier Barraycoa

San Isidro Labrador había nacido en el Mayrit musulmán de la Taifa de Toledo. Fue un labrador mozárabe que vivió entre los siglos XI y XII. Y no sólo fue famoso por sus milagros en vida sino también por los póstumos. Uno de estos milagros rescató el recuerdo del santo y lo hizo tremendamente famoso. Ocurrió cuando Carlos V y su hijo, el futuro Felipe II, cogieron unas terribles fiebres que nadie supo tratar. En Madrid todo el mundo conocía la fuente que San Isidro había provocado con su aguijada haciendo brotar agua de una piedra. El agua de esa fuente tenía fama milagrera y Carlos V la quiso para él y su hijo. Tras beberla, inmediatamente, ambos recuperaron la salud. En agradecimiento, la Emperatriz ordenó levantar una ermita en 1528 que, tras ser restaurada en 1725, se conserva hoy junto a la fuente. Se atribuye también al santo la sanación de María Ana de Newburg, la segunda esposa de Carlos el Hechizado. Por ello se ha considerado al patrono de Madrid también custodio de la familia real. Pero la figura del santo trascendió las planicies mesetarias y su devoción se fue extendiendo por buena parte de España y las Américas. Aunque muy tardíamente, en 1960, bajo el pontificado de Juan XXIII, fue proclamado patrono de los campesinos españoles, siglos antes ya se le veneraba en toda la península. Esta devoción tuvo su peculiar arraigo en tierras catalanas, para la incomprensión de muchos nacionalistas.

Cómo llegó la devoción de San Isidro a Cataluña

Esta es la historia de cómo un santo madrileño acabó siendo patrono de los campesinos catalanes. En recuerdo de su curación, Felipe II impulsó en Roma la canonización del agricultor madrileño, junto a San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Francisco Javier. Esta canonización múltiple llegaría ya con Felipe IV de manos del Papa Gregorio XV. San Isidro fue tomado como patrono de los campesinos en numerosos lugares de España e incluso Hispanoamérica. Cataluña no fue ajena a esta extendida devoción. Desde muy antiguo, en ciertas comarcas del Principado tenían sus propios santos patrones: Sant Galderich lo fue de los payeses en el Rosellón; en la comarca barcelonesa del Vallés se miraba a Sant Medir San Fausto en las tierras de Lérida, entre otros. No se podía decir que hubiera un patrono único de los payeses del Principado, hasta que se fue extendiendo la devoción al nuevo santo. Actualmente, un rancio nacionalismo quiere ver en la devoción a Sant Isidre una imposición cultural catalana, cosa absurda como veremos, e intenta rescatar sin éxito aquellos viejos patronazgos.

San Isidro fue canonizado en 1622, cuando los aún gobernaban los Austrias y el centralismo borbónico no había hecho acto de presencia. Muy pronto, en 1623, desde las parroquias barcelonesas de Santa María del Mar y de la Iglesia del Pi, se solicitaron las primeras reliquias del santo madrileño que llegaron ese mismo año. Hay que decir que ambas eran de las iglesias más importantes de la Ciudad condal. La llegada de las reliquias fue acompañada de grandes fiestas y procesiones.  En el Raval de Barcelona, por aquella época zona de huertas y cultivos, los hortelanos tenían como patronos a San Abdón y Sant Senén (santos armenios), pero inmediatamente adoptaron como patrono a San Isidro que veneraron en la Iglesia del Pino. En las huertas del Portal Nou y de San Pedro, de la misma Ciudad Condal, los campesinos aunaron al nuevo patrón junto a las advocaciones de la Mare de Déu del Roser y San Bartolomé. En poco tiempo se fundaría en Cataluña la primera cofradía de San Isidro que tendría su sede en Santa María del Mar.

Pronto las murallas quedaron pequeñas para que se expandiera la devoción. El mismo año de 1623 se dedicó un altar a San Isidro en la iglesia rural de la Santa Creu d´Olorde en el antiguo municipio (hoy barrio barcelonés) de Sarriá. En la vieja villa de Gracia (y posteriormente V distrito de Barcelona), se empezó también celebrar las fiestas en honor al santo, que eran de lo más lucidas. Se iniciaba en la Iglesia de los Josepets (actualmente en la Plaza Lesseps) con una magnífica procesión a la que seguían bailes populares. El derecho a bailar se adquiría comprando un abanico y un ramo a los “Pavordes” o administradores del altar de San Isidro. Ello nos indica el alto aprecio que se le tenía al santo. El mismo año de 1623, se editaba en Barcelona, por el impresor Esteve Liberós, la obra de Juan Basilio Santoro titulada: Historia de la vida y milagros del glorioso labrador San Isidro de Madrid… sacada de la manuscrita por Iuan Diacono… y unos gozos en alabança del glorioso labrador San Isidro.

Muy pronto, en 1623, desde las parroquias barcelonesas de Santa María del Mar y de la Iglesia del Pi, se solicitaron las primeras reliquias del santo madrileño que llegaron ese mismo año.

En toda la plana de Barcelona (ocupada por el actual Ensanche y otros barrios) se fue extendiendo la devoción y así la encontramos en las poblaciones de Sant Gervasi d´Horta, Sants y Sant Andreu. Según recoge José Luis Betrán Moya: “En 1624, en la diócesis de Barcelona sólo había cofradías de San Isidro fundadas en Granollers, Arbós y en la parroquia de Santa María del Mar. Mucha comunidades rurales pronto aceptaron su devoción: en la zona del Vallés, según nos muestran las vistas pastorales de la época, pronto hubo altares en Lliça d’Amunt en 1626, en Sanalús en 1628, en Canovelles en 1626, en la Roca del Vallés en 1627, en Malanyanes en 1627, en Llerona en 1630”. El autor reconoce la extraordinaria extensión de la devoción, pero por una especie de prejuicio, la achaca a una sequía y la necesidad de tener un santo. Pero el argumento no se sostiene porque este crecimiento fue exponencial y se difundió por toda Cataluña. En Bellpuig Lérida), por ejemplo, la devoción por este santo empezó cuando la duquesa de Sessa y baronesa de Bellpuig portó de Madrid una reliquia de san Isidro que fue entregada a la Cofradía de la Purísima Sangre. A partir de 1673-1674 se inició su culto y se creaba la Germandat pagesa de Sant Isidre.

Sant Isidre en los bailes y el folclore catalán

En honor del santo madrileño se compusieron entremeses y representaciones populares recogiendo los hechos de la vida del santo como el de la arada milagrosa y la siembra de los ángeles mientras él se dedicaba a la oración. Por lo común, en estas representaciones, se “sembraban” golosinas que luego se repartían entre los entusiastas niños asistentes. En 1624, visitaba la Ciudad Condal Felipe IV. Ha quedado registrado que los campesinos del Portal Nou de la ciudad de Barcelona, representaron la escena de la arada milagrosa y la siembra, con dos bueyes que llevaban dos personas que representaban a San Isidro y a su mujer, Santa María de la Cabeza.

Fue también costumbre, rápidamente adoptada en el Principado, llevar las primicias de los frutos a las imágenes de Sant Isidro que se rápidamente se iban entronizando en altares e iglesias. Entre las costumbres de esos tiempos, encontramos -especialmente en épocas de sequía- la de poner un arenque salado en la boca de la imagen, para suscitar su sed e intervención para proporcionar la deseada lluvia. En la población de Alió (Tarragona), por ejemplo, ante la escasez de lluvias, llevaban la imagen fuera de la Iglesia y la ponían en el río para que propiciara precipitaciones. En la tarraconense villa de Valls, para la fiesta del patrón, las “fadrinas” recogían flores en los campos y, con los ramilletes, armaban con gran esplendor su altar. Los campesinos, a su vez, llevaban espigas para solicitar su protección durante la cosecha. En la Plana de Barcelona, los campesinos acudían a los graneros y entonaban canciones pidiendo al santo que multiplicara los frutos. Nadie podía negar que velozmente se convirtió en uno de los santos más populares del Principado.

Gracia, ball de Sant Isidre en los Josepets (Plaza Lesseps)

Las fiestas en honor del santo madrileño, dieron lugar a temas folklóricos y bailes fruto del carácter catalán. Tenemos constancia en la población gerundense de El Malloll, del llamado baile de Sant Isidre que lustraba las fiestas en mayo. Era representado por dos bailarines. Uno personificaba al santo con el arando y, detrás, la que hacía de su mujer, hacía ver que hilaba mientras sostenía una cesta en el brazo. Les acompañaban dos parejas más que bailaban a su alrededor y finalmente unas niñas completaban la puesta en escena. Bailes semejantes se extendieron por las comarcas de la Garrotxa (en Sant Privat d´En Bas más concretamente) y el Alto Ampurdán (en la villa de Cabanyes). En medio del baile se representaban escenas como cenas, enfados, sembrados de campos y luego se bailaba. En Montblanch (Tarragona) queda registrada una representación en la plaza mayor del pueblo que se llamaba Ball de Sant Isidre.

Las fiestas en honor del santo madrileño, dieron lugar a temas folklóricos y bailes fruto del carácter catalán.

En Ripoll (Gerona), la cofradía de San Isidro celebraba una solemne fiesta religiosa y, por la tarde, se organizaba un gran baile en la plaza mayor. El Ball de Sant Isidre, estaba más extendido y era más popular en su momento que la actual sardana, popularizada tardíamente por el catalanismo en el siglo XIX. Con escaso rigor científico y antropológico, los nacionalistas han querido explicar el baile de San Isidro como referido, por ejemplo, en realidad a Sant Galderich. Pero de ello no hay indicio alguno. Otros intentan explicar la llegada de este baile a comarcas como la Garrotxa, gracias a un “campesino llegado de Castilla”. Estos intentos de negar lo evidente, esto es que la devoción popular fue espontánea, masiva y no impuesta, la llevado a recelos y cambios. Por ejemplo en la Garrotxa, el Ball de Sant Isidre siempre se había acompañado de voz y acordeón. Sin embargo, ahora es reinterpretado con una colla sardanística.

BALL DE SANT ISIDRE DE SANT PRIVAT D’EN BAS. DARRERS ANYS SXIX PRIMERS ANYS SXX.

En la Vall de Boi (Lérida) y toda su comarca también se conoce el baile. Durante la procesión en su festividad, un figurante lo representa. Los chicos del pueblo corren alrededor del santo para quitarle sus riquezas y una coca, mientras él se defiende con su bastón. Después de quitarle la torta, los chicos y mayores bailan formando un círculo y dando vueltas.  La fila de hombres se convierte finalmente en la base de la “pila” o torre humana de tres pisos. En medio de la plaza de la villa de Taüll se forma una base, y se forma una torre humana que es coronada por un solo hombre que, de pie, saluda a los cuatro puntos cardinales con los brazos en alto. Por último, boca abajo, baila con los pies al sonido de la música.

En la población de Masquefa (Comarca de la Anoia, Barcelona) cada 15 de mayo se celebra a lo grande. Entre los bailes principales está el de Sant Isidre, actualmente llamado de la Garlanda (un roscón propio de la comarca). Tradicionalmente los hombres, especialmente los más jóvenes, que buscaban novia, debían comprar un roscón para regalar a la chica que pretendían e invitarla a bailar. Ellas debían colgarse este roscón en el brazo y bailar con el que se la habían regalado. Entre baile y baile, se hacía un descanso donde se comían las «garlandas». Para finalizar, se subastaba una «garlanda» mucho más grande que el resto y quien la conseguía tenía derecho a bailar sólo con su pareja en medio de la sala. Actualmente, a las fiestas de San Isidro, en Masquefa, se la llama la Fiesta Mayor Pequeña (Festa Major Petita).

Las fogueres de Sant Isidre y otras costumbres

Cuenta la tradición que San Isidro encendió una gran hoguera para que la luz llegara a infieles y descreídos, despertando así en ellos la luz de la fe. En la comarca de La Selva (Gerona) durante la festividad se cantaban públicamente los gozos (los “Goigs” son cantos piadosos) dedicados al santo madrileño. Y en las comarcas que atraviesa el río Cardener (bifurcación del Llobregat) o en las comarcas del Gironés, se encendían por aquellos días hogueras en su honor. A las “fogueres” se echaban las malas yerbas y plantas parásitas que los chicos habían recogido durante días anteriores a la fiesta. En las Masías de las comarcas del Llusanés y el Ripollés (Gerona), para el 15 de mayo se encendían cuatro hogueras orientadas a los cuatro vientos, invocando al santo con la intención de alejar los peligros propios del campo Igualmente ocurría en la comarca del Vallés o en la Plana de Vich (Barcelona) y la comarca de Las Guillerías (Gerona). En esta zona era común que los chicos saltaran sobre las hogueras como se hace con las de San Juan y se cantaba: “Sant Isidre de la Pinya / Sant Isidre llaurador / se n´a nava a robar faves / a l´hort del senyor rector”.

En Solsona (Lérida) también se celebraba para el 15 de mayo una feria muy importante de ganado, a la que concurrían los tratantes de mulas principales de los contornos. Tanto en Solsona como casi toda Cataluña rural, la fiesta ha quedado asociada a la obligatoriedad en ese día de comer habas (“faves”). En Blanes (Gerona) y otros lugares costeros, además de las comilona de “faves” había la costumbre de hacer una buena “caracolada”. El patrocinio de Sant Isidre se fue, digamos, especializando. En muchos pueblos de Cataluña se le tuvo como “patró dels taups (topos)”, también de las musarañas, ratas y otros animalillos que roen las raíces y los frutos de las plantas. La intención era invocar al santo para que los mantuviera alejados. Otra creencia popular consistía que el que naciera un 15 de mayo sería muy afortunado en la vida, incluso si nacía por la trade tenía garantizado que se casaría con una mujer rica. El refranero catalán se fue llenando con alusiones al santo: “Quan Sant Isidre es arribat / Tot el blat ja es igualat”; “Sant Isidre favater, Roba faves qui no en té”; “Sant Isidre llaurador / S’emporta la pluja i porta el sol”.

Instituciones, “Goigs” y ermitas

También en Cataluña han abundado las corporaciones profesionales y religiosas puestas al amparo del santo Patrón. En 28 de diciembre de 1904, se creó en la vieja villa de Gracia el Montepío de San Isidro. Este hecho tiene suma importancia y muestra la devoción al santo, pues tuvo que competir con el queridísimo Sant Medir. Medio siglo antes, en 1851, la que sería la mayor patronal agrícola de Cataluña, y a propuesta de sus socios, se puso bajo la advocación de San Isidro, llamándose el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro. Cualquiera que conozca mínimamente la historia de Cataluña sabe de la importancia de esta asociación en el mundo rural que llegó a tener afiliados centenares de miles de payeses. Hoy, todavía hoy subsiste este histórico Instituto, ocupando la misma sede de siempre, en la plaza de San José Oriol (de Barcelona), al lado de la parroquia del Pino. Durante siglo y medio, sus socios sacaron a hombros la imagen del santo por su festividad patronal. Consultando los registros del Gobierno Civil de Barcelona, entre 1887 y 1932, se encuentran 51 instituciones bajo la advocación a San Isidro. En Tarragona sigue activo el Gremi de pagesos que desde 1624 tiene al santo como co-patrono junto a San Lorenzo. Se trata de una cofradía que originalmente su finalidad era llevar el viático a los cófrades y enterrarlos cristianamente. En la población leridana de Tarroja, en 1881, se aprobó el Reglamento de la Hermandad de Socorros Mutuos pera Enfermos cuyo patrón había de ser San Isidro, al igual que en decenas de cooperativas, asociaciones y gremios de payeses.

Es evidente que todo lo relatado demuestra que esta devoción y su profundísimo arraigo no podía ser fruto de una imposición “castellanista” como así lo siguen intentado explicar muchos catalanistas.

Respecto a los “Gozos”, son decenas y decenas que encontramos en las poblaciones catalanas dedicadas a Sant Isidre Llaurador. Los “Goigs” siempre representaron el alma popular y religiosa de la religión catalana. En los de Sant Martí de Torroella (Barcelona), se canta: “Dins el clos de Juncadella / de conreu, masia i bosc / Beneiu a Torruella / Sant Isidre Llaurador. Ja d’infant us acompaña / la fe i el temor de Déu i la Capital d’Espanya / us bressola en son conreu / des del cel siau l’estrella / de tot bon agricultor”. En Bañolas (Gerona), los versos rezan: “Per les virtuts que heu sembrades / en el camp de nostre cor: / Deu-nos Fe i bones anyades, / Sant Isidre Llaurador. / Madrid, vila coronada,/ us donava un humil bres; / sou viola esbadiada / entre palaus i vergês. / Les roses més perfumades / ara envegen vostre olor”.

Goigs a Sant isidre llaurador a Torelló

Igualmente, en lengua catalana, han proliferado los refranes con referencia a San Isidre: “Quan Sant Isidre és arribat, tot el blat ja és igualat”; “Sant Isidre favater, roba faves qui no en té”; “Per Sant Isidre el blat comença a treure espiga”; “Per Sant Isidre el blat ha d’ésser igual”; “Sant Isidre llaurador s’emporta la pluja i porta el sol”. Y qué decir de las ermitas que se fueron expandiendo por toda la geografía catalana. Una de la primeras consagrada al santo fue la de Ginestar (Tarragona) en 1634, a esta siguieron centenares. En la toponimia podemos encontrar el rastro de la devoción, como la montaña llamada Serrat de Sant Isidre en La Quar (Barcelona) o en Sitges el Puig (Montaña) de Sant Isidre. Por último cabe destacar que fue costumbre muy arraigada en Cataluña bautizar a un hijo con el nombre de Isidre. Muchos son los ejemplos: Isidre Fainé, expresidente de CaizaBank; Isidro Gomà, el que fuera Primado de España durante la Guerra Civil; Isidre Nonell, el famoso pintor impresionista que influyó en Picasso, o el afamado timbaler del Bruch, Isidro Llusá y Casanovas, de la barcelonesa población de Santpedor, donde desde hace siglos existió una de las primeras capillas dedicadas al santo.

Es evidente que todo lo relatado demuestra que esta devoción y su profundísimo arraigo no podía ser fruto de una imposición “castellanista” como así lo siguen intentado explicar muchos catalanistas. Por otro lado, la sola presencia de la devoción Sant Isidre en Cataluña, desmiente la leyenda de un sempiterno conflicto castellano-catalán.

Javier Barraycoa (Escrito para la Fundación Disenso)

https://www.youtube.com/embed/g52EBOJXVt8?version=3&rel=1&showsearch=0&showinfo=1&iv_load_policy=1&fs=1&hl=es&autohide=2&start=537&wmode=transparentActual representación del Ball de Sant isidre en Sant Privat

Bibliografía

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Joan Amades, Costumari Català, Edicions 62, Barcelona, 1983.

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