La corrupción del poder en España es repugnante y está destrozando la nación

FRANCISCO RUBIALES

La corrupción domina la España del poder y cada día ofrece nuevos capítulos de sospechas, abusos y suciedades. Los últimos escándalos son las sospechas de corrupción que recaen sobre la esposa del presidente Sánchez y la compra, al contado y sin préstamo hipotecario, por parte de Marlaska, ministro del Interior de Sánchez, de una vivienda valorada en 1.2 millones de euros.

FUENTE: https://www.votoenblanco.com/La-corrupcion-del-poder-en-Espana-es-repugnante-y-esta-destrozando-la-nacion_a9212.html



Las redes sociales arden ante esos escándalos y millones de españoles piden que se investigue a Begoña Gómez, la esposa de Sánchez, mientras se preguntan de dónde ha sacado tanto dinero el ministro Marlaska, que gana oficialmente poco más de 80.000 euros al año. Ni ahorrando todo lo que gana, habría podido acumular esa cantidad.

Pero la lista de escándalos y corrupciones es enorme, casi infinita, y afecta a varios ministros, a la presidenta del Congreso, a la pareja del presidente Sánchez y a muchos socialistas esparcidos por todo el país que operan como comisionistas e intermediarios en negocios, contratos y transacciones que apestan.

Sánchez y el ministro Marlaska, en el centro de las sospechas de corrupción



Si la corrupción, como afirman los pensadores políticos y filósofos, no es sólo el robo de dinero público, España es uno de los países más corruptos del mundo, porque en nuestro país se han desplegado capítulos de corrupción que afectan a las subvenciones, las compras de materiales, los contratos amañados, las mentiras del poder, los impuestos abusivos, el endeudamiento irresponsable, el tráfico de influencias, el acoso a las instituciones, el asalto a la Justicia, el asesinato de la democracia, el indulto a delincuentes, la entrega de poder a indeseables, las alianzas con golpistas, ex terroristas y totalitarios, la compra de medios de comunicación y voluntades con dinero público y la promoción, desde el gobierno, del odio y la revancha, entre otras muchas corrupciones y suciedades.

El olor a excrementos inunda el poder político español y es de gran intensidad y asco en el poder gubernamental sanchista.

La sospecha se ha instalado en el país y ha desarbolado la democracia, que es un sistema basado en la confianza de los administrados en los administradores.

Ya se sospecha de casi todo y apenas quedan espacios de decencia. Se sospecha de que el resultado de las elecciones está siendo amañado por Sánchez y los suyos, que grandes cantidades de los fondos europeos han sido robados por políticos corrompidos, que procesos judiciales que afectan a dirigentes socialistas están siendo amañados, que el negocio del narcotráfico está siendo amparado desde el gobierno, que la sumisión a Marruecos se debe a que ese país tiene información sobre Pedro Sánchez de suma gravedad, que la inmigración ilegal está siendo amparada desde el gobierno, que las cifras sobre delincuencia e inseguridad son alarmantes y están siendo ocultadas, que las fuerzas armadas están siendo infiltradas y corrompidas por el socialismo, que existen pactos internacionales secretos con dictaduras marxistas y un largo etcétera de sospechas y temores que enrarecen el ambiente y castran la democracia.

Un país atravesado de parte a parte por la sospecha, la desconfianza y el recelo no puede ser democrático ni puede prosperar porque la corrupción lo enferma y paraliza.

Las privilegios de los políticos actúan sobre la sociedad española como el ácido. El pueblo constata que los privilegios del poder casi rozan la impunidad y que el principio constitucional de la igualdad entre españoles ha sido y es mil veces violado, lo que está creando un malestar insoportable. Cuando esos privilegios, por voluntad del gobierno de Sánchez, benefician a los partidos independentistas que odian a España, la indignación crece enloquecida y la bilis inunda el país.

Muchos expertos ven en la corrupción, arbitrariedad y abuso de poder que practica el gobierno el germen de una guerra civil y, sin la menor duda, de un profundo y nocivo divorcio entre el poder político y el pueblo, que invalida la democracia y convierte el régimen en una auténtica tiranía.

Francisco Rubiales

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