La catástrofe económica, social y moral que sufre España se debe a las ideas que inspiran a los diversos gobiernos: optar por un coche nuevo, una nueva casa… y “nueva compañera” (o «compañero»).

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.

A finales de 2023 el prestigioso economista Daniel Lacalle afirmaba que «España aumenta la deuda pública en 164 millones diarios», y añadía que «en estos tiempos de locura monetaria parece que el aumento salvaje de deuda no le preocupa nadie. Y debería. La acumulación constante de deuda pública significa menos crecimiento, menores salarios reales, menos empleo y más impuestos a pagar en el futuro…» La única razón por la que el estado puede permitirse el lujo de endeudarse de manera masiva es porque vive de las empresas y familias. Sin el apoyo masivo de Europa y el BCE, España estará hoy quebrada. El gobierno, en vez de reducir los desequilibrios, se dedica a maquillar los datos y acordar con sus socios todavía más gasto…»

En estos momentos la deuda en España es de 1.575.475 M.€. – más de un billón y medio de euros-.  Hasta el año 2008 permaneció estable, pero a partir de marzo de 2008, cuando España tenía una deuda de 380.270 M.€, comenzó a subir, primero lentamente y después de forma exponencial.

Desde entonces la deuda ha subido 1.195.205 M. €, es decir un 314%, o sea más de un billón de euros.

Actualmente, la deuda respecto al PIB en España es del 109,6% del PIB, ha subido 76 puntos porcentuales desde 2008. En 2008 la deuda suponía el 33,96% del PIB, desde entonces se ha incrementado un 223%.

Pues sí, estamos instalados de manera permanente, en una maldita crisis… y algunos siguen sin querer darse por enterados. Y para remate del tomate, la izquierda sale constantemente indemne, victoriosa, pese a ser la responsable.

Imaginen que hace tres o cuatro décadas yo hubiera decidido comprar una casa, o mejor dicho -por aquello de las tres ideas-fuerza claves de la ideología “progresista” optar por un coche nuevo, una nueva casa… y “nueva compañera”- pedir un préstamo hipotecario, pongo por caso de 120.000 euros, y pactar con mi banco que durante los cinco primeros años solo pagaría intereses, no amortizando nada del capital…

Pero, sigan imaginando que, además de contratar el préstamo hipotecario, como antes les dije, pues, también, me compré un vehículo de marca, y… y no escatimé en gastos, pues como comprenderán no iba yo a ser menos que el vecino… ¿Recuerdan el tren de vida que se empezó a imponer en España, la “España que pasados unos años no iba a reconocer ni la madre que la parió…”? Alfonso Guerra dixit; para los que se hayan olvidado de él, el amigo más menos torpe de Felipe González Márquez…

Supongan que transcurridos los cinco años en los que, no se olvide que solamente pude pagar intereses, y no amorticé nada del capital que me prestó el banco, pues llegué a la conclusión de que, para seguir en la vorágine de consumo, frivolidad, fiestas y más fiestas… pues que mejor que renegociar con el banco. Así que pacté con mi entidad bancaria “amiga”, que me ampliara el préstamo, de manera que no tuviera dificultad para seguir asumiendo los pagos de las diversas “cosillas” que había adquirido, nuevo coche, nueva compañera… y ya puestos, pues invertí en una segunda residencia… Así que contraté un préstamo de 300.000 euretes, eso sí, a más largo plazo, de manera que me fuera fácil y cómodo de pagar… logré que el banco me redujera la cuota mensual, a condición de que se prolongara el tiempo en el que solamente pagaría intereses. Esta vez en lugar de cinco años en los que no amortizaría capital, serían ¡Diez!

Pasados los diez años (si las matemáticas no fallan, 15 años después de los “fastos del 92”) pues yo seguía, no ya con el ritmo de consumo de cuando me compré la casa y el coche de marca, sino que lo había multiplicado por tres o cuatro… Cambié de coche, de casa… hasta de compañera, en múltiples ocasiones… Así que volví a renegociar el préstamo hipotecario… Y “así” varias veces durante más de treinta años.

¿Se imaginan cuál sería el estado actual de mi economía? Evidentemente aún no habría amortizado nada de nada, tendría una deuda astronómica… un lastre del que nunca me libraría durante lo que me quedara de existencia, y lo que es peor: lo heredarían mis hijos, nietos, biznietos…

¡Dirán ustedes que para qué nos cuenta todo esto este buen hombre! Pues muy sencillo, todas las administraciones sin excepción, todos los gobiernos municipales, mancomunidades, diputaciones, cabildos, regiones (da igual la denominación de la “taifa”) y los Gobiernos Centrales; independientemente de la agrupación política que ostentara el poder, el cacique de turno, la oligarquía de que se tratara, han obrado de la manera que describo…

En España hasta la más diminuta aldea posee un polideportivo municipal (y a algunos mandamases seguro que se les ocurrió también instalar jacuzzis) daba igual si era o no “rentable”, daba igual si podría ser luego conservado, o el municipio poder asumir su mantenimiento, daba igual si tendría o no en el futuro usuarios… En España tenemos unas autopistas de fábula (la mayoría “gratis total” que dirían los progres redundantes) lo de menos era si se necesitaban o no, si tendrían tránsito suficiente, o el coste de mantenimiento futuro… ¡Menuda red de asfalto que nos hemos dado!

Como sabe cualquier persona medianamente informada, al igual que autopistas, se construyeron aeropuertos (ninguno de ellos rentable, algunos aún por inaugurar…) se pusieron en marcha trenes de alta velocidad… Se crearon 17 miniestados, con sus correspondientes gobiernos, parlamentos, redes de funcionarios, asesores, enchufados, empresarios “amigos”… En fin, un largo etc. de despilfarro, malgasto, derroches miles, cientos de miles que llenarían una enciclopedia sobre la corrupción, el fraude, el mal-gobierno, el latrocinio, la infamia…

En definitiva, España tiene una deuda inmensamente grande, absolutamente impagable, por más ajustes, recortes… más y más impuestos que se suban o se creen (sean directos o indirectos), aparte de empobrecer a la clase media, como mucho van a ir a parar a pagar intereses. Nunca a amortizar el capital prestado, no se olvide.

Y, mientras todo esto sucede, al mismo tiempo se produce un enorme despilfarro. El Gobierno central, incluyendo proyectos cofinanciados por la Unión Europea, invierte en autopistas, autovías, ferrocarriles de alta velocidad, puertos, aeropuertos, desaladoras, equipamientos e instalaciones curlturales, deportivas, con fines «científicos», parques temáticos, e inversiones para acoger «grandes eventos». Tampoco hay que olvidar las inversiones que se realizan en la construcción, o mejora-rehabilitación, de centros hospitalarios, de salud, y de enseñanza. A ello hay que añadir los sobrecostes, supuestamente por errores de cálculo, y la asunción de deudas contraídas» por las diversas administraciones… Muchas de esas inversiones acaban siendo fallidas, infrautilizadas y/o sin utilidad de clase alguna… Hasta tal extremo se ha llegado, durante décadas, que los recursos dedicados al despilfarro y actividades corruptas han sido superiores al 20% -VEINTE POR CIENTO- del PIB. Sólo entre 1996 y 2007 el coste fue de más de 150.000 millones de euros. No está de más recordar que, más del 70% de la obra pública tiene sobrecostes de entre un 15% y un 20% respecto del gasto previsto.

Ni que decir tiene que, los sobrecostes respecto del gasto presupuestado en la contratación de bienes y servicios y obra pública en general, implica, además un aumento descomunal de la deuda pública que, hipoteca nuestro presente y nuestro futuro y el de futuras generaciones.

Y ¿Qué solución nos queda?

Algunos dicen que España habrá de negarse más tarde que pronto a pagar la deuda (que insisto, es impagable) declararse en suspensión de pagos, en bancarrota.

Evidentemente, mientras los acreedores sigan pensando en que aún les cabe la posibilidad de recuperar alguna parte del dinero que nos han prestado, seguirán consintiendo que permanezcamos en la “zona euro”, en la UE, pero lo más probable es que, más pronto que tarde, o nos vamos o nos echan… Posiblemente, aunque sería una opción especialmente “dolorosa” más nos valdría volver a la peseta, y “volver a empezar”, comenzando por iniciar un periodo constituyente en el que ser rediseñe el modelo de Estado, de administración, se inicie el camino de la regeneración y nos homologuemos a las restantes democracias de nuestro entorno cultural, y se instaure un régimen de democracia parlamentaria, un verdadero estado de derecho, con plena separación de los tres poderes.

Indudablemente, todo ello es impensable que lo haga la actual casta parasitaria que nos malgobierna, los cárteles mafiosos que se hacen llamar partidos políticos, organizaciones criminales que han establecido -y renuevan año tras año- acuerdos de autoprotección, de colaboración y reparto de terriotorios, para continuar apropiándose de nuestro patrimonio y nuestra capacidad de ahorro… Es impensable, sin duda, pues ellos han sido los causantes del desaguisado del que vengo hablando. Llegados hasta aquí, al momento presente, más de uno habrá que, posiblemente piense que, lo más deseable sea que nos intervengan y nos tutelen hasta que se normalicen las cosas en la dirección que vengo describiendo…

Antes de finalizar con el asunto, se me ocurre hacer una reflexión/pregunta:

¿Cómo es posible que si la caótica situación que estamos sufriendo ha sido resultado de las políticas colectivistas, socializantes, intervencionistas, derrochadoras… en nombre del interés general,… siga aún conservando un prestigio inmerecido la denominada “izquierda”? ¿Cómo es posible que habiendo gobernado en España la izquierda, más de las dos terceras partes del tiempo transcurrido desde la muerte del General Franco, insisto, como es posible que la izquierda siga siendo capaz de salir airosa, salvar su prestigio, salir indemne y culpar a la derecha de la crisis económica, política, y de toda clase en las que estamos inmersos?

Y, ya para terminar, vuelvo a darle la palabra al economista Daniel Lacalle:

«Algunos economistas le venden a usted que el estado nos da más de lo que pagamos en impuestos, pero es falso, porque lo calculan sin considerar la acumulación de deuda, es decir, engañando. El endeudamiento enmascara el verdadero coste del gasto público, al trasladar su financiación al futuro”. “Esta ilusión fiscal equivale a 8.478 euros por asalariado”. 

«Todos los que dicen que la deuda no importa y el déficit es bueno es porque viven de ello y se benefician del aumento constante del peso del gasto político.

No hay nada más insolidario que pasarle el coste de los excesos fiscales del gobierno actual a las generaciones venideras. Esto no se solucionará con gradualismo, necesitará medidas contundentes y decisivas de recorte de un gasto político que se ha disparado en los últimos cinco años y ya supera los 38.000 millones de euros anuales en un país con una ineficiencia en gasto público de 60.000 millones al año.

La deuda no es gratis. Es una enorme losa para la economía. Las cuentas públicas de España son las de un país quebrado sostenido porque la Unión Europea todavía lo tolera.»

¡Cosas veredes y oyeres que harán temblar a las paredes!

Para saber más, les recomiendo la lectura de mi libro «ESPAÑA SAQUEADA: POR QUÉ Y CÓMO HEMOS LLEGADO HASTA AQUÍ… Y FORMA DE REMEDIARLO».

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