JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA Y SAENZ DE HEREDIA… ¡¡PRESENTE!!

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

A propósito de la exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera, de la Basílica del Valle de los caídos y su traslado al Cementerio de San Isidro, para cumplir así con la voluntad del fundador de Falange, que en su testamento dejó escrito su deseo de ser enterrado «conforme al rito de la religión católica, apostólica, romana, que profeso en tierra bendita y bajo el amparo de la Santa Cruz».

José Antonio Primo de Rivera nació en Madrid, el 24 de abril de 1903. Era el primogénito del General Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, marqués de Estella, presidente del Directorio Militar y encargado de la Gobernación del Estado instaurado en España en 1923 por encargo del Rey Alfonso XIII (hace exactamente cien años) que pretendía «constituir un breve paréntesis en la marcha constitucional de España». Es imprescindible, antes de hablar del hijo, dedicarle atención a su padre, pues su legado será el factor fundamental que haría que José Antonio se sintiera invitado-empujado a entrar en política.

El decreto «histórico» mediante el cual el General Primo de Rivera tomó posesión como presidente del Directorio Militar y mediante el que se suspendió la Constitución de 1876, sobre la que había descansado la Monarquía liberal durante los cincuenta años anteriores, y que fue difundido por la prensa de la época, decía así:

Nombrado por Vuestra Majestad con el encargo de formar Gobierno en momentos difíciles para el país, que yo he contribuido a provocar inspirándome en los más altos sentimientos patrios, sería cobarde deserción vacilar en la aceptación del puesto que lleva consigo tantas responsabilidades y obliga a tan fatigoso e incesante trabajo. Pero Vuestra Majestad sabe bien que ni yo, ni las personas que conmigo han propagado y proclamado el nuevo régimen, nos creemos capacitados para el desempeño concreto de las carteras ministeriales, y que era y sigue nuestro propósito constituir un breve paréntesis en la marcha constitucional de España, para establecerla tan pronto como ofreciéndonos el país hombres no contagiados de los vicios que a las organizaciones políticas imputamos, podamos nosotros ofrecerlos a Vuestra Majestad para que se restablezca pronto la normalidad. Por eso me permito ofrecer a Vuestra Majestad la formación de un Directorio militar, presidido por mí, que sin la adjudicación de carteras ni categorías de ministros, tenga todas las facultades, iniciativas y responsabilidades inherentes a un Gobierno en conjunto, pero con una firma única, que yo someteré a Vuestra Majestad; por lo cual debo ser el único que ante Vuestra Majestad y el notario mayor del Reino, y con toda unción y patriotismo que el solemne acto requiere, hinque la rodilla en tierra ante los Santos Evangelios, jurando lealtad a la Patria y al Rey y al propósito de restablecer el imperio de la Constitución tan pronto Vuestra Majestad acepte el Gobierno que le proponga. Bajo este aspecto, Señor, nos ha recibido el país con clamorosa acogida y confortable esperanza; y creemos un deber elemental modificar la esencia de nuestra actuación, que no puede tener ante la Historia y la Patria otra justificación que el desinterés y el patriotismo. Madrid, 15 de septiembre de 1923.
Miguel Primo de Rivera.

El General Primo de Rivera se erigió en el «cirujano de hierro» que debía lograr el «descuaje del caciquismo» del que había hablado el regeneracionista Joaquín Costa a finales del siglo XIX y principios del XX (Oligarquía y caciquismo como forma de gobierno en España…). Según afirmaba, su gobierno tenía como principal objetivo el restablecimiento de la «paz social», el otro gran objetivo encomendado a las nuevas autoridades militares provinciales y locales fue «regenerar» la vida pública desmantelando las redes caciquiles, una vez que la «oligarquía» de los políticos del turno ya había sido desalojada del poder —además se creó una Junta militar especial que dilucidaría las presuntas irregularidades cometidas por diputados y senadores en los últimos cinco años…  Los nuevos gobernadores civiles, todos ellos militares, fueron encargados de investigar los casos de corrupción, admitiéndose al principio las denuncias anónimas, y para auxiliar a los gobernadores se nombraron en cada partido judicial delegados gubernativos, también militares —más de ochocientas corporaciones locales fueron investigadas y se incoaron más de cien expedientes por haberse detectado irregularidades en ellas; 152 secretarios de ayuntamiento fueron destituidos.

Algunos meses después de la instauración de la Dictadura de Primo de Rivera en septiembre de 1923, el dictador comenzó a fraguar la idea de que no era suficiente para «regenerar» el país poner fin a la «oligarquía» y «descuajar el caciquismo», como se había propuesto, sino que también era necesaria una «política nueva», que se apoyara en «gentes de ideas sanas» y en los hombres «de buena fe» que formarían un «partido político, pero apolítico, que ejerce una acción político-administrativa». El 5 de abril de 1924 Primo de Rivera escribió una circular a los delegados gubernativos en la que les incitaba a «unir y organizar a todos los hombres de buena voluntad a fin de prepararles para cuando el Directorio haya realizado su misión». Diez días después el dictador trazaba las líneas básicas de su proyecto: construir un «partido político pero que en el fondo es apolítico en el sentido corriente de la palabra», que intentaría «unir y organizar a todos los españoles de buena voluntad» e «ideas sanas» en los principios de la «Religión, Patria y Monarquía» —muy cercanos al trilema carlista Dios, Patria y Rey… su papel consistiría en «excitar el espíritu de ciudadanía con objeto de que las Uniones lleguen a formar una mayoría parlamentaria en la cual pueda confiar el Rey y que sea el primer paso para la normalidad constitucional»…

Durante la Dictadura del General Primo de Rivera se produjo una importante mejora económica, se realizaron reformas administrativas y se logró apaciguar el territorio marroquí tras el desembarco de Alhucemas y la rendición de Abd-el-Krim…

La dictadura de Primo de Rivera consiguió durante los primeros años grandes logros sociales y económicos, incluso con la participación de los socialistas en algunas instituciones como el Consejo de Estado, pero las crisis económicas y las alteraciones sociales la llevan a un aislamiento progresivo. A finales de 1929, Primo de Rivera se siente cansado, abandonado y enfermo. Presenta su dimisión en enero de 1930 y falleció en París en marzo de ese mismo año.

Antes de su muerte, a finales de 1929 Miguel Primo de Rivera sugirió a Alfonso XIII que crearía un gobierno de transición en septiembre de 1930, para que, conservando la obra política de la Dictadura,
la Unión Patriótica, el Somatén e incluso la Asamblea, devolvieran a España la normalidad constitucional. Este proyecto y una campaña para la reorganización de la Unión Patriótica, iniciada por Primo de Rivera en los comienzos de 1930, revelaron que el general estaba buscando desesperadamente un camino para salir del atolladero…

Posiblemente, Miguel Primo de Rivera, marqués de Estella, aparte de ser un improvisador, era un político aficionado que creía fervientemente en su intuición y un soldado ingenuo que sostenía que con sólo el «patriotismo» se podía «reconstruir» y «regenerar» la «decadente» nación española.

Sin duda alguna, Miguel Primo de Rivera sentó las bases, enunció las premisas que hicieron que su hijo José Antonio, acabara fundando Falange Española.

Bien, tras esta digresión imprescindible, retomemos a José Antonio Primo de Rivera:

Desanimado por su padre en cuanto a hacer carrera militar, decidió estudiar Derecho en Madrid, consiguió licenciarse en 1922; dedicándose desde entonces a ejercer como abogado.

En 1930 decidió participar en la política y se afilia a la Unión Monárquica Nacional. Por entonces publica en La Nación artículos en defensa de la labor de su padre Miguel Primo de Rivera, durante la Dictadura que presidió de 1923 a 1930. En 1933 consigue acta de diputado por Cádiz.

José Antonio Primo de Rivera fundó la Falange Española en el Teatro de la Comedia de Madrid, el 29 de octubre de 1933.

En 1934 fusionó Falange Española con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos, dando lugar a FE de las JONS, incorporando a Falange el nacional-sindicalismo de las JONS.

En 1935, Primo de Rivera se dedicó a realizar viajes por España dando mítines, que serían comentados en las páginas del semanario falangista Arriba, y en Haz, órgano del SEU.

En las elecciones de 1936 Falange Española de las JONS concurrió en solitario. Estas elecciones pusieron de manifiesto los escasos apoyos con los que contaba la Falange, obteniendo 44 000 votos en todo el territorio nacional, lo que significó el 0,7 % de los votos útiles. José Antonio no obtuvo escaño parlamentario, como tampoco su formación política en toda España.

Tras el triunfo del Frente Popular, el día 14 de marzo, la policía detuvo en su propio domicilio a José Antonio Primo de Rivera que había perdido su inmunidad parlamentaria al no resultar elegido diputado en las elecciones de febrero. Fue acusado de tenencia ilícita de armas. También fueron detenidos el resto de los miembros de la Junta Política de Falange y gran parte de los jefes de centuria y los escuadristas de Primera Línea de toda España. En total fueron arrestados unos dos mil falangistas. El 17 de marzo un tribunal declaró a Falange organización ilegal, por tenencia ilícita de armas y actividades violentas. 

Después de diversos juicios, el 28 de mayo comenzó el juicio por tenencia ilícita de armas al haber descubierto la policía el 27 de abril tres pistolas en su domicilio. Fue condenado a cinco meses de prisión. El 18 de junio fue sometido nuevamente a juicio por desacato y atentado a la autoridad. Esta vez la condena fue mucho más dura: cinco años de prisión. Ante el temor de una fuga fue trasladado desde la cárcel Modelo de Madrid a la cárcel de Alicante en la madrugada del 5 al 6 de junio…

Pese a la insignificante influencia de Falange Española que, apenas poseía afiliados y no había conseguido representación en las instituciones en las diversas elecciones, se la acusó, y a José Antonio para conspirar y preparar una insurrección contra la República… Sin apenas relevancia, José Antonio Primo de Rivera tuvo la ingenua ocurrencia de proponer que se creara un gobierno de concentración nacional para evitar lo que todo el mundo sabía que se avecinaba, debido a la terrible situación que vivía por entonces España.

Cuando el 18 de julio de 1936 se produjo la insurrección, José Antonio Primo de Rivera seguía preso en la cárcel de Alicante, y según múltiples conjeturas, se planearon en varias ocasiones acciones para facilitar su liberación.

Según Diego Martínez Barrio,  «Primo de Rivera había propuesto al señor Martín Echeverría, para que éste, a su vez, lo trasladara al Gobierno, que se le permitiera salir de prisión, donde se reintegraría al cabo de cierto tiempo, para lo cual daba su palabra de honor, con el fin de realizar una gestión en el campo rebelde orientada a la terminación de la guerra civil y al sometimiento de los militares y civiles rebeldes contra la República, al gobierno legítimo. Hablaba también de unas soluciones intermedias que podrían ser base de esa negociación; pero recalcaba, insistía, en la necesidad de que se pusiera término a la contienda que se había iniciado, porque creía él, como español, que la contienda sumiría en el caos y en la ruina a la patria.»

José Antonio Primo de Rivera acabó siendo condenado a muerte por conspiración y rebelión militar (pese a esta preso desde muchos meses antes del alzamiento de los Generales Franco, Mola y compañía).

De veras que hay que ser malvado, aparte de tener una mente fantasiosa y calenturienta, para pensar que una agrupación política de escasamente dos años de existencia, con apenas tresmil afiliados, sin capacidad de influencia, hasta tal punto que ni siquiera poseía representación en el Congreso de los Diputados, pudiera estar planeando una insurrección para destruir el régimen republicano y desalojar al Frente Popular del Gobierno… Sorprende especialmente que quienes intentaron destruir la Segunda República Española e intentaron un golpe de estado, sofocado por el General Franco, tras una cruenta guerra -breve en comparación a la que se inició en 1936- utilizaran como pretexto que José Antonio Primo de Rivera estuviera conspirando para organizar una rebelión militar para acabar con el régimen republicano, para acabar asesinándolo…

José Antonio Primo de Rivera en su testamento dejó constancia de su deseo: «Que sea la mía la última sangre española vertida en discordias civiles».

José Antonio Primo de Rivera fue vilmente asesinado tras un juicio-farsa, por parte de los integrantes del frente popular. Ahora a sus herederos les gustaría igualmente asesinarlo, es por ello que, siéndoles imposible no dudan en calumniarlo, difamarlo, acusarlo de las más viles mentiras…

A partir de entonces empezó la falsificación de José Antonio Primo de Rivera, tanto por parte de un bando como por el otro de los que contendían en la guerra civil española, y prosiguió por parte del régimen franquista tras la victoria del bando nacional. A partir de entonces, tal como afirma Pedro Conde Soladana en el libro «Falange de las JONS Auténtica», publicado en 1977, el nombre de la Falange, su pensamiento, , sus símbolos e incluso sus muertos; también sus canciones, fueron usurpados y utilizados durante cuarenta años; y así fue porque el régimen de Franco gozaba de impunidad y poseía poder para hacerlo, y además cuando Franco se convierte en el jefe político del nuevo régimen no poseía ni doctrina ni partido y no duda en apropiarse de un partido que en aquel momento, tras la muerte de José Antonio Primo de Rivera, se puede afirmar que estaba «decapitado», además de confuso y enormemente crecido. Transcurrido el tiempo, cuando FET de las JONS se fue desgastando y pasó a ser inservible para el General Franco, acabó convirtiéndose en una burocracia ineficiente. Es más, para Franco y su régimen la Falange acabó convirtiéndose en un inconveniente (y más tras la visita del presidente norteamericano Einsehower y la finalización del bloqueo a España ordenado por la ONU), hasta tal punto que FET de las JONS, denominada «El Movimiento» fue vaciada de todo contenido relacionado con la «Falange Auténtica» y sólo se conservaron sus símbolos y su canción más representativa: el Cara al Sol.

Una y mil veces se crearon grupos falangistas clandestinos durante el tiempo que duró el régimen de Franco, a pesar de la persecución, el riesgo de cárcel y de ser fusilados; lo cual dio como resultado la desaparición de más del 60 por ciento de los falangistas primitivos.

Como también afirma Pedro Conde Soladana, contra los falangistas se empleó la fórmula del Tirano Banderas, de Valle Inclán: «primero balas de plomo y después balas de plata», es decir, la persecución o el soborno, y luego, en cualquier caso el silencio, un largo silencio y una larga travesía en el desierto….

Tras la victoria de las tropas del General Franco se convirtió en «el ausente», el mártir simbólico por excelencia al que el nuevo régimen le sacaría un enorme provecho.

Para la «religión política» franquista, la muerte de José Antonio Primo de Rivera en la cárcel de Alicante la madrugada del 19 al 20 de noviembre de 1936, lo convertiría, junto al protomártir Calvo Sotelo, a Ramiro de Maeztu y a Víctor Pradera, en uno de los mártires por excelencia del conglomerado franquista.

José Antonio moría en unas circunstancias especialmente proclives para que sus seguidores, en el clima efervescente de la guerra civil y la posterior Victoria, lo transformasen en el nuevo Cristo de la causa nacional que había derramado su sangre para remisión de los pecados, pues “el que se pone a predicar la futura redención de un pueblo y está dispuesto a morir por el espíritu contra la carne, acaba por imitar a Cristo sin querer”, tal como llegó a afirmar Rafael Sánchez Mazas (periodista, novelista, escritor y ensayista conocido por ser miembro fundador del partido Falange Española). Igual que Jesús, José Antonio moría “condenado a muerte a los treinta y tres años de su edad, después de haber padecido el Getsemaní, de haberse visto rodeado de pocos discípulos, de haber escandalizado a fariseos y a energúmenos y después de haber dedicado tres años de pública vida a la redención de su pueblo”.

Su muerte sería interpretada entre los falangistas como una nueva crucifixión que culminaba la particular Pasión vivida por su líder, anunciando el secular Reino divino de la salvación y resurrección de la Nación española.

La vida de José Antonio había ofrecido a sus seguidores falangistas suficientes elementos para que el fundador de Falange adquiriera una dimensión mesiánica, reviviendo la figura arquetípica de Cristo, sentida por sus particulares apóstoles de la causa del nacional sindicalismo. En primer lugar, «el ausente» había sido un enviado de Dios para anunciar sin descanso durante los años decadentes de la España republicana la doctrina falangista que daría principio a la nueva era.

Y es que José Antonio se había convertido para sus seguidores en el enviado privilegiado de Dios anunciando el secular evangelio de la auténtica Nación española, cuya recuperación y triunfo traerían el particular Reino divino para el Pueblo elegido formado por los verdaderos españoles. Así lo expresaba Ángel Alcázar de Velasco (novillero, falangista, periodista y espía español) en un breve escrito publicado a raíz de la noticia del traslado de los restos mortales de José Antonio hasta El Escorial: “Vivimos en una época decadente, y que para dar principio a la Nueva era Dios nos envíe al Mesías de hoy, y éste entre nosotros difundirá la doctrina Nacional Sindicalista, crea en nosotros el espíritu de apóstol y hace lograr la grandeza de un nuevo dogma, de una nueva ortodoxia”.

En el discurso fundacional de la Falange Española, José Antonio Primo de Rivera, en el Teatro de la Comedia en Madrid, el 29 de octubre de 1933, una vez expuesta la situación de “ruina moral” en la que había vivido sumida España a lo largo del periodo liberal y que continuaba durante el periodo republicano, exponía las bases del Estado futuro en cuya edificación deberían emplearse todas las fuerzas conjuntas. La esperanza estaba puesta en las gentes de España, en todos aquellos a quienes “un sistema de autoridad, de jerarquía y de orden” les devolvería la auténtica y profunda libertad negada por el sistema de partidos liberal. La fe en el advenimiento del secular Reino de Dios comenzaba ese día: “eso vinimos a encontrar nosotros en el movimiento que empieza en ese día: ese legítimo soñar de España”. La Victoria no era inmediata, pero no se podía dudar de su consecución: “nosotros nos sacrificaremos; nosotros renunciaremos, y de nosotros será el triunfo”. Para José Antonio, a partir de aquel momento, se alzaba ya la bandera que habría que defender. Primo de Rivera terminaba su discurso fundacional con la fe puesta en la llegada de la Salvación: “nosotros fuera, en vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas”…

Tras la victoria del bando nacional en la guerra civil española, el General Franco venía a ofrecer la Patria, el Pan y la Justicia que había prometido José Antonio.

El Caudillo guerrero y victorioso venía a culminar el secular Reino de Dios anunciado por el Mesías falangista cuya muerte y entrega a la Causa habían hecho posible su realización. “Con su sangre gloriosa se han escrito los destinos de la nueva España que nada ni nadie logrará torcer”, sentenciaba Franco todavía en plena guerra civil refiriéndose a José Antonio. Su muerte sacrificial culminaba una vida de renuncia de todo lo que no tuviera que ver con su lucha por que la Nueva España fuera posible. Con renunciación había comenzado su vida por la Falange en el Teatro de la Comedia y con renunciación la había acabado en el patio de una cárcel, la de Alicante, con el fin de que su sangre fecundase su propia siembra, aquella siembra que, para sus adeptos y una vez finalizada la guerra, crecía vigorosa y pujante…

El 16 de noviembre de 1938, cuando se cumplía el segundo aniversario del fusilamiento de José Antonio, Franco firmaba el decreto por el que se establecían las líneas de homenaje y recuerdo de la muerte del Cristo nacional. En su preámbulo, Franco abundaba en el papel que había desempeñado el fundador de la Falange, “héroe nacional y símbolo del sacrificio de la juventud española”. Así, “El Estado español, que surge de la guerra y de la revolución Nacional por él anunciada, toma sobre sí, como doloroso honor, la tarea de conmemorar su muerte. El ejemplo de su vida, decisivamente consagrada a que fuese posible la grandeza de España por la honda y firme comunidad de todos los españoles, y el ejemplo de su muerte, serenamente ofrecida a Dios por la Patria, le convierten en héroe nacional y símbolo del sacrificio de la juventud de nuestros tiempos. Su llamamiento a esta juventud española, cuya alma partida supo ver con dolorosa pasión, será motivo de perenne recuerdo para la que heroicamente combate en los campos de batalla”.

Todo esto sucedía mientras el gobierno de Franco detenía y condenaba a cadena perpetua a Manuel Hedilla, segundo jefe nacional de la Falange -y a cientos de falangistas, muchos de los cuales fueron fusilados- por no aceptar el Decreto de Unificación, mediante el que se creó Falange Española Tradicionalista… Que unía forzosamente a los Requetés con Falange, de forma obligatoria…

La importancia de su figura de José Antonio, conmemorada y celebrada durante los años de guerra, adquiriría la definitiva inmortalidad cuando el Caudillo del Nuevo Estado ordenó enterrarlo entre las ilustres piedras de El Escorial.

A primeros de abril del 39 se exhumaron sus restos mortales depositados en un pozo de Alicante en la íntima compañía de su hermano Miguel, de Pilar Millán Astray y de algunas personas cercanas que asistieron a la recuperación del cadáver del líder de Falange. Tras rezar oraciones por el eterno reposo de su alma, la sencilla ceremonia fúnebre consistió en envolver su cadáver con la bandera española y en transportar el ataúd a hombros de cuatro de sus camaradas hasta el nicho 515 del mismo cementerio alicantino donde, tres años antes, había sido arrojado su cuerpo.

Entonces se pensaba que, de momento, el cuerpo de José Antonio permanecería en Alicante. Así fue hasta el mes de noviembre, cuando Franco dictó el decreto por el que su cuerpo sería trasladado desde la ciudad levantina hasta la Iglesia del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial concediendo al líder de Falange los honores de Capitán General acordes con sus méritos, según explicaba el Generalísimo.

El que José Antonio fuera a ser trasladado desde “el campo de injuria de Alicante” hasta aquel “recinto cristiano e imperial que tiene la medida de su sueño” era interpretado como uno de los máximos honores que se podían prestar al fundador de Falange y como el signo certero de su innegable inmortalidad. Desde allí, el ejemplo de su vida y de su muerte actuaría de faro y de guía de la Nueva España que se iniciaba con la Victoria. De la misma forma que en otras religiones políticas los entierros de los grandes hombres de la causa habían sido concebidos como grandes actos de importante contenido pedagógico, propagandístico y educativo así, también, se interpretó el traslado de los restos mortales de José Antonio: como una muestra de a costa de cuánto dolor se había logrado la España querida por el Ausente que debía ser aprendida por las gentes de España.

El 24 de abril, día que se cumplen 120 años de su nacimiento, su cadáver será nuevamente exhumado, por orden de quienes se dicen herederos de quienes lo asesinaron tras un juicio farsa y después de haberlo difamado, calumniado, y un largo etc. El siguiente paso será borrarlo de la Historia de España, recurriendo a la «damnatio memoriae», condenándolo al olvido…

¿O tal vez no? El tiempo lo dirá.

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