ESPAÑA ESTÁ NECESITADA DE UNA «SEGUNDA TRANSICIÓN», URGE UNA CIRUGÍA REGENERADORA… Y EL PP Y VOX NO SON LOS MÁS IDÓNEOS, PARA ELLO ES NECESARIO REFUNDAR LA DERECHA ESPAÑOLA Y PONER AL FRENTE A LÍDERES DECENTES

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

De vez en cuando leo u oigo que ya no es suficiente con desalojar a Sánchez y demás enemigos de España y que tome las riendas un gobierno del PP en coalición con VOX, o con el apoyo de VOX. Oigo y leo que ya no es suficiente con la alternancia y que quienes sustituyan -¡Ojalá sea más pronto que tarde!- a socialistas, comunistas, etarras y separatistas en el gobierno de España y las diversas instituciones deberían emprender determinadas reformas constitucionales, para que no se vuelvan a vulnerar ninguno de los derechos fundamentales, ni las libertades individuales y ninguno de los preceptos de la Constitución Española que los españoles aprobaron en referendum en 1978, reformas que deben profundizar en la separación de poderes, reformas que deben ir en la dirección de recuperar la seguridad jurídica… y, claro está, para que nunca más la gobernabilidad de España vuelva a depender de minorías políticas enemigas de España y de la unidad nacional. Ni que decir tiene que, las reformas que se emprendan deberían impedir que haya agrupaciones políticas que tengan como objetivo romper la unidad nacional y separarse de España; tal como ocurre en cualquier país de nuestro entorno cultural y civilizatorio donde los partidos separatistas están prohibidos, pongo por caso Portugal y Francia.

Son muchos ya los españoles que han llegado a la conclusión de que la Transición española como régimen democrático está agotada porque las reglas del juego del régimen del 78 han resultado insuficientes debido a que eran muchas las carencias y demasiadas las posibilidades de incurrir en errores y en maldades.

Son muchos ahora los que se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena (más vale tarde que nunca) y nunca han querido ver que con la aprobación de la Constitución y las leyes que fueron aprobadas para desarrollarla se crearon múltiples monstruos.

Pero, a pesar de todo, son demasiados aún los que se niegan a reconocer que el monstruo más importante es el denominado «estado de las autonomías», un engendro de 17 extremidades que fue amamantado, cebado, financiado con el dinero de nuestros impuestos, al mismo tiempo que se promovía la corrupción, la putrefacción en todos los niveles de la administración y se acababa con lo poco que se puso en marcha de separación de poderes…

Ni PP ni PSOE han dudado durante casi medio siglo en pactar con el diablo (diablo al que los lumbreras que redactaron la Constitución también le abrieron la puerta) con tal de alcanzar el poder y conservarlo, me refiero a los nacionalistas, regionalistas, separatistas de cualquier lugar del territorio español. Ni PSOE ni PP han tenido reparos en regalarles cuanto pedían, ninguno de los dos partidos ha tenido dudas en ser expléndidos con quienes siempre han manifestado sin tapujos que su objetivo es destruir la nación española. Ni PP ni PSOE han tenido reparos en regalarles la gestión de la enseñanza pública, la gestión de la sanidad, las televisiones, la administración de justicia, e incluso la gestión de las cárceles; aparte de concederles regímenes de privilegio en lo concerniente a la hacienda pública, la recaudación y la administración de impuestos.

Ni PSOE ni PP han dudado en permitir algo tan grave como que minorías políticas enemigas de la nación y de su unidad se hayan convertido en decisivas para controlar la gobernabilidad de España. PP y PSOE han puesto todo su empeño de seguir en el poder sin escrúpulos, aunque hay que reconocer que nunca se llegó a extremos tales como con Pedro Sánchez, con los indultos a los golpistas-separtatistas catalanes o la pretendida ley de amnistía… Bueno es recordar que el gobierno del PP, presidido por Mariano Rajoy fue el que le regaló los diversos medios de información a la izquierda, financió a los separatistas y miró para otro lado cuando promovieron la independencia en el nordeste de España, llegando a incluso ser complices en la fuga de Puigdemont… Luego, para recochineo convocaron elecciones regionales en Cataluña a sabiendas de que, sin ilegalizar a los partidos golpistas y sin intervenir las televisiones, la enseñanza y demás, estaba asegurado un nuevo triunfo de los separatistas.

Han sido ya muchos, el abajo firmante entre ellos, los que han advertido de la necesidad de emprender, urgentemente, algunas reformas imprescindibles, tales como

  • La separación real y efectiva de los tres Poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
  • Una ley electoral realmente representativa, con nuevas circunscripciones, sin listas cerradas y sin el mandato imperativo de los jefes de los partidos a los diputados y demás cargos electos. Una nueva ley electoral que prevea una segunda vuelta y que, además facilite que gobierne el partido ganador de las elecciones.
  • Un poder judicial independiente elegido mayoritariamente por los ‘cuerpos’ jurídicos y judiciales del Estado.
  • Suprimir la inmensa burocracia que sufren los españoles, absolutamente innecesaria y que España no puede permitirse, burocracia que acaba pagando la clase media, una clase media cada vez más empobrecida. La supresión y/o reducción de burocracia permitirá el recorte de gastos, y hará disminuir el despilfarro. Todo ello debe ir acompañado de una política de mínima intervención e injerencia del Gobierno, y por supuesto, no olvidando que los gobiernos no crean empleo; el empleo, el crecimiento, la riqueza, el ahorro los crean la iniciativa privada…
  • Recuperar el estado unitario, desmantelando el estado de “las autonomías”, recuperar la unidad de mercado, la seguridad jurídica, eliminando todos los tribunales superiores de justicia de las diversas taifas, haciendo desaparecer el Tribunal Constitucional e integrándolo en el Tribunal Supremo como una “sala” más, implantando una estricta separación de poderes; suprimir el Senado.
  • Encaminarse hacia el desmantelamiento del «estado de las autonomías» es la única manera de promover la igualdad de todos los españoles ante la ley, la igualdad de todos los españoles en derechos y obligaciones, sin privilegios de clase alguna, sean por cuestión de sexo, de nacimiento, de vecindad, y un largo etc.
  • Y, por supuesto, dotarnos de un marco legal que garantice la independencia y la profesionalidad de quienes gestionen las instituciones y organismos reguladores del Estado, desde el CNI al CIS, pasando por RTVE, EFE, la CNMV, el Banco de España, etcétera.

¡Ah, y la corrupción sí es evitable! Bastaría con que se creen mecanismos disuasorios, se persiga a los corruptos y se les castigue con dureza; es urgente legislar acerca de la responsabilidad de los funcionarios y de los cargos electos en las diversas administraciones, y reinstaurar “los juicios de residencia”: El juicio de residencia era propio del derecho castellano, aunque, al parecer, su origen estaba en el derecho romano tardío, fue introducido por Alfonso X el Sabio en las Partidas. Era un procedimiento judicial mediante el cual funcionarios de cierto rango (Virreyes, Presidentes de Audiencia, alcaldes y alguaciles) eran juzgados por su actuación en sus funciones de gobierno, tratando de ese modo de minimizar y evitar posibles abusos y corruptelas en el uso de su poder. Dicho proceso se realizaba al finalizar su mandato, al acabar el ejercicio de su cargo y era ejecutado normalmente por la persona que le iba a sustituir. En el “Juicio de Residencia” se analizaba detenidamente con pruebas documentales y entrevistas a testigos el grado de cumplimiento de las órdenes reales y su labor al frente del gobierno. La investigación y la labor de recabar pruebas e información las realizaba un juez elegido por el rey en el mismo lugar encargado de reunir todos los documentos y de realizar las entrevistas.
La “residencia”, que es como acabó llamándose para abreviar, era todo un evento público que se pregonaba a los cuatro vientos para que toda la comunidad participase y tuviese conocimiento del mismo. Estaba compuesto por dos fases: una secreta y otra pública. En la fase secreta el juez interrogaba de forma confidencial a gran número de testigos para que declararan sobre la conducta y actuación de los funcionarios juzgados, y examinaba también los documentos de gobierno. Con toda esta información el magistrado redactaba los posibles cargos contra los residenciados. En la segunda fase, la pública, los vecinos interesados eran libres de presentar todo tipo de querellas y demandas contra los funcionarios y estos debían proceder a defenderse de todos los cargos que se hubiesen presentado en ambas fases del proceso.
Posteriormente, el juez redactaba la sentencia, dictaba las penas y las costas y toda la documentación del proceso era remitida al Consejo de Indias, o a la Audiencia correspondiente para su aprobación. Las penas a los que se castigaba a los enjuiciados eran multas económicas que llevaban aparejadas la inhabilitación temporal o perpetua en el ejercicio de cargo público.
Los juicios de residencia funcionaron hasta que fueron derogados por las Cortes de Cádiz de 1812. Es muy sorprendente que fueran los liberales los que eliminaron una herramienta tan potente para el control de las corruptelas y abusos políticos de los gobernantes.

Muchos que hayan llegado hasta aquí me dirán que, una reforma tan importante es tarea casi imposible, porque requiere el consenso de la mayoría del Congreso de los Diputados, exactamente los tres quintos de los votos, lo cual es impensable a corto o medio plazo. Mucho más difícil e impensable era que se emprendiera la llamada «Transición» después de la muerte del General Franco y sin embargo se hizo.

Evidentemente, lograr la mayoría suficiente en el Congreso de los Diputados sólo es posible con el apoyo de la llamada «sociedad civil» pero, también es imprescindible la refundación y unificación de la derecha española, para lo cual es necesario que las élites empresariales, los profesionales liberales, los experiemtados gestores de dineros ajenos no permanezcan ausentes, ni se pongan de perfil y tomen las riendas, al mismo tiempo que apartan a Feijoo y a Abascal y sus oligarcas…

No se olvide que los diversos gobiernos del PP, durante décadas han ido demostrando uno tras otro que, han asumido los postulados de la socialdemocracia que, obligan a un continuo aumento del gasto público, a un mayor endeudamiento y la constante creación y subida de impuestos para satisfacer la demandas crecientes de los ciudadanos, sin cuyos votos, determinadas élites políticas, económicas y mediáticas se verían privadas de su posición de privilegio.

No da la impresión de que el PP tenga intención alguna de poner fin a este camino perverso que, ya ha provocado el empobrecimiento de las clases medias, cuya calidad de vida, bienesar y poder adquisitivo han retrocedido a niveles de hace tres décadas. Por el contrario, el PP pretende apuntalar el sistema, maquillarlo y seguir practicando políticas similares a las del gobierno social-comunista.

Y, respecto de VOX pues, aparte de ser una jaula de grillos sólo son capaces de hacer brindis al Sol, hacer declaraciones de buenas intenciones, de las que está empedrado el camino del infierno, eso sí, envolviéndose en la bandera de España y haciendo sonar el himno nacional… Aunque pueda haber muchos españoles que coincidan con el diagnóstico que Abascal y sus máximos dirigentes hacen de la situación que sufre España, siguen sin plantear un verdadero programa de gobierno.

En el fondo, lo que cuentan los capos de VOX y los del PP es más o menos lo mismo, aunque con una palabrería diferente, cada cual utiliza un determinado vocabulario para agradar y regalarles los oídos a sus potenciales votantes.

Pero, si uno tiene la paciencia de leerse los supuestos programas de gobierno de uno y otro partido, acaba descubriendo que ninguno de los dos partidos que dicen ser no socialistas, no comunistas, no filo-etarras, partidarios de la unidad de España, etc. Acaba descubriendo que ni PP ni VOX exponen un verdadero programa de gobierno, no proponen acciones concretas temporalizadas, a conseguir en un plazo de tiempo definido, no enuncian objetivos (ni a corto, ni a medio ni a largo plazo), ni nombran cuáles son los procedimientos que van a utilizar, ni con qué medios humanos y materiales van a contar, e, insisto: no dicen por ningún lado en qué periodo de tiempo pretenden conseguir sus supuestas metas… y no lo hacen porque, aparte de declaraciones de buenas intenciones, en realidad no poseen proyecto de ninguna clase, por la sencilla razón de que sus capos nunca se han planteado gobernar en el sentido de la palabra, de llevar a cabo una gestión eficaz de lo público que vaya más allá de apuntalar el actual sistema político y económico español y dar apariencia de hacer que todo cambie, para que todo siga igual (como se afirma en ‘El gatopardo», la novela de Tomasi di Lampedusa). Pues sí, aunque parezca exagerado decirlo, ambos partidos tienen los mismos, idénticos objetivos: parasitar, vivir de nuestros impuestos, como vienen haciendo una gran mayoría de ellos desde la adolescencia, como son el caso de Santiago Abascal, amadrinado por Esperanza Aguirre, y el de Alberto Núñez Feijoo, apadrinado por Fraga y luego por Rajoy.

Ya digo, si se quieren lograr las profundas reformas de las que está necesitada España, es imprescindible lograr la mayoría suficiente en el Congreso de los Diputados, para lo cual hay que refundar y unificar a la Derecha Española Decente. Está en juego, nada más y nada menos, que se produzca un simple cambio cosmético, a la vez que cínico para que todo siga igual, o por el contrario un cambio social profundo.

Si no, seguiremos con políticas a la manera del Gatopardo de Lampedusa: aparentar que todo cambia, para que todo siga igual…

  • La novela de Tomasi di Lampedusa «El gatopardo» es una narración fascinante, que sigue estando plenamente vigente, pues esconde una verdad intemporal sobre el carácter de los que ostentan el poder. «El gatopardo» relata la lucha entre lo moral y lo inmoral, entre el bien y la decadencia espiritual, y sobre todo, lo que destaca es la enorme capacidad de los oligarcas y caciques para adaptarse, «reinventarse» para seguir medrando, parasitando, viviendo a costa de nuestros esfuerzo y dinero.

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