El Rey de España debería comparecer ante los españoles a través de las televisiones y explicarles, de manera clara y rotunda cuál es la terrible situación que sufre España en estos momentos. Y su obligación de intervenir…

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.

Desde el lunes, 24 de julio, el día siguiente a las elecciones generales, vengo explicando día tras día a quien quiera leer y escuchar que, Don Felipe VI posee la prerrogativa, la facultad, la potestad exclusiva de proponer al Congreso de los Diputados a quien considere más oportuno (es de suponer que considerando criterios de capacidad y mérito) para que sea investido presidente del gobierno.

Dicen la Constitución y la normativa relativa a los procesos de investidura que el Rey llevará a cabo cuantas rondas de entrevistas considere necesarias, con los portavoces de los diversos partidos políticos y, cuando lo considere opotuno se lo comunicará al presidente Congreso de los Diputados, el cual se reunirá en pleno y efectuará una votación para concederle o no su confianza. Si en primera votación el candidato propuesto por el Rey de España no consiguiera mayoría absoluta (el voto de 176 diputados), a las 48 horas habría nueva votación, y en tal caso podría ser investido con mayoría simple, o sea si se da el caso de que son más los votos afirmativos que los negativos, independientemente del número de diputados que se abstuvieran…

Si el Congreso no aceptara al candidato propuesto por nuestro Rey, Don Felipe podría repetir el proceso cuantas veces desee, sea con el mismo candidato u otros… Así hasta agotar dos meses desde el día de la primera votación. Y, si finalmente se agotan los dos meses, el Rey disolvería las Cortes Generales y convocaría nuevas elecciones.

Esto que ya he descrito en varias ocasiones nunca ha sucedido en el casi medio siglo de «democracia a la española», pero podría suceder si Don Felipe interviniera para que se acabe nombrando un presidente decente, honrado, sabio, buen y experimentado gestor… y obvimente no es necesario que sea diputado o miembro de algún partido político, puede ser una persona «independiente».

Quienes ignoran qué es lo que está previsto en la Constitución y las leyes respecto de cómo realizar la investidura de un nuevo presidente del Gobierno, debido a que la ignorancia es muy osada y conduce a decir insensateces, sueltan frases tales como «no me lo creo», «el rey no es quién para enmendar lo que han decidido mayoritariamente los españoles», «el rey tiene que respetar la voluntad del pueblo», o tópicos por el estilo…

Los menos ignorantes suelen decir que al Rey de España la Constitución le encomienda una función «mediadora» y poco les falta para afirmar que es una figura decorativa que debe limitarse a proponerle al Congreso de los Diputados a quien le ordenen los partidos políticos, y que para eso son las entrevistas previas, para saber exclusivamente cuál es la voluntad de los capos, oligarcas y caciques que ostentan la propiedad de las diversas siglas que han concurrido a las últimas elecciones… y suelen añadir que el Rey debe hacer la voluntad de los líderes de los partidos…

La pregunta que surge inevitablemente es ¿En qué norma legal se dice que el Rey de España deba actuar al dictado de los capos de los partidos con representación en el Congreso de los Diputados?

Evidentemente, no es ningún argumento de peso, medianamente racional, afirmar que algo siempre se ha hecho de tal o cual manera.

Recurrir a tal justificación implica incurrir en una «falacia lógica», la denominada de argumento ad antiquitatem (también llamada de apelación a la tradición). Sí, decir que nunca, el Rey de España, ni tampoco su padre, Don Juan Carlos ha hecho uso de la potestad que le otorga la Constitución de proponer un candidato a presidente del Gobierno de España que sea independiente y no sea diputado o miembro de algún partido político es incurrir en una falacia lógica, consistente en afirmar que, si algo se ha venido haciendo o creyendo desde hace tiempo, entonces es que está bien, es lo correcto o es verdadero.​ La veracidad, la certeza de un argumento no depende de si este es nuevo o antiguo, sino de los hechos y evidencias que lo apoyan. En algún modo, recurrir a la falacia o argumento ad antiquitatem es dar por sentado que «cualquier tiempo pasado fue siempre mejor» e invita a la resignación, a no avanzar para mejorar​ y en el caso del que estamos hablando a renunciar a toda esperanza de que se puedan hacer las cosas de manera diferente, al mismo tiempo que es una invitación a seguir repitiendo formas de conducta que han demostrado que no son eficaces, en la esperanza estúpida de pensar que esta vez sí funcionará…

Hay un cuento que circula por doquier que demuestra lo absurdo de recurrir a la tradición para justificar la certeza o conveniencia de algo. Cuentan que una mujer, cada vez que cocina jamón, le corta siempre un extremo y lo tira a la basura. Cuando su hija le pregunta por qué actúa de tal manera, la madre acaba confesando que lo hace porque así lo aprendio de su madre. Madre e hija acaban yendo al encuentro de la abuela y le preguntan sobre por qué cortaba el jamón de esa manera; la abuela, de nuevo, les dice que lo hace porque así es como su madre lo hacía. Finalmente, acaban acudiendo a la bisabuela y le formulan la misma pregunta… La bisabuela les contesta que cortaba el extremo del jamón únicamente porque, de otra forma, no cabía en su cacerola…

Ni que decir tiene que Don Felipe no está obligado a seguir cortando la mitad del jamón y arrojando un trozo a la basura, pues dispone de cacerolas más grandes para poder cocinarlo entero.

Para tal cosa, si se me permite el consejo, nuestro Rey debería comparecer ante los españoles, a partir del 17 de agosto, cuando ya hayan tomado posesión de sus escaños los nuevos diputados, y contarles cuál es la verdadera realidad de España, la terrible situación a la que nos han conducido los diversos gobiernos que se han sucedido durante el último medio siglo; y tras hacer un diagnóstico preciso de la situación, exponer cuáles son las funciones que se le atribuyen en la Constitución que juró y prometió proteger, cumplir y hacer cumplir, y que ante la situación de emergencia que sufre España, ha decidido hacer uso de la potetad única, exclusiva que posee para proponer al Congreso de los Diputados que le dé su confianza a la persona que él considere más idóneo, una persona decente, sabia, de probada experiencia exitosa en la gestión de dineros ajenos y que esa persona no tiene por qué ser ni diputado ni afiliado ha ningún partido, y añadir que esa persona decente emprenderá las acciones necesarias para emprender el plan de acción, la cirugía de choque de la que España está necesitada, para homologarnos con los países de nuestro entorno cultural, civilizatorio y no perder el tren de la Historia.

E, insisto, si los diputados no se avienen a razones, lo único que podría pasar es que los españoles estuviéramos un tiempo sin gobierno y hubiera que repetir elecciones, hasta que el Congreso de los Diputados acceda a concederle su confianza al candidato que proponga el Rey de España.

No tengan dudas de que si las cosas se desarrollaran de la manera que expongo, nuestro Rey, la Monarquía recibiría algo más que críticas, e incluso podrían sucederse algarabía, altercados,… pero, España cuenta con resortes suficientes para hacer cumplir la ley y que se mantenga el orden público.

Sin duda, llegados a extremos tales, la Monarquía saldría enormemente reforzada y los capos, oligarcas y caciques, tremendamente desprestigiados, mucho más de lo que hoy lo están.

Así que, Don Felipe, no tenga dudas, no se arredre y a tirar para delante.

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