El próximo 13 de septiembre se cumple un siglo de la subida al poder de Miguel Primo de Rivera, por encargo de Don Alfonso XIII, bisabuelo de Don Felipe VI… Ahora necesitamos otro «Cirujano de Hierro».

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN

El 13 de septiembre de 1923, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, tomó el poder en España por encargo del Rey de España, Don Alfonso XIII, bisabuelo de Su Majestad Don Felipe VI, y sustituyó el sistema político liberal-parlamentario vigente hasta entonces, denominado «turnismo» por los historiadores, por una dictadura militar de corte personalista.

El nuevo régimen se presentó como un breve intermedio destinado a regenerar las instituciones de la monarquía parlamentaria. En las primeras declaraciones del General Primo de Rivera y en su manifiesto del 13 de septiembre se alude a la provisionalidad del régimen, a su situación de excepcionalidad para librar al país de la vieja política y encauzarlo, en una labor de cirujano, hacia otros rumbos bien diferentes.

El General Primo de Rivera, Marqués de Estella, presentó su nuevo régimen como algo transitorio, sin ningún ánimo de suprimir la Constitución (sólo de forma transitoria), y con el único interés de barrer la vieja política, instaurar el orden y liquidar el problema de África (ahora, ¡será casualidad! también existe un problema de África), por lo que los españoles de entonces vieron con simpatía tales acciones y los partidos políticos no opusieron la menor resistencia.

Una vez conseguida la pacificación de Marruecos y desaparecidos los problemas de orden público, el Directorio presidido por Miguel Primo de Rivera se marcó objetivos más amplios de desarrollo económico, reforma social y reconstrucción política para los que se requería mayor intervención y penetración del nuevo régimen en la sociedad. Es importante destacar que el General Primo de Rivera toma el poder e implanta un régimen -provisional- autoritario con la intención de acabar con el desgobierno y la corrupción y regresar más tarde a un régimen representativo. Es importante, también, destacar que Primo de Rivera busca por encima de todo gobernar desde el consenso, evidentemente, consenso con los buenos españoles, con las personas de buena voluntad. Desde el primer momento anunció Primo de Rivera su propósito de ‘librar al país de los profesionales de la política’, y aquí conectaba su pensamiento regeneracionista con la idea del ‘cirujano de hierro’ de Joaquín Costa o con la ‘revolución desde arriba’ de Antonio Maura… Pensaba que había llegado el momento de sustituir la política minúscula de la etapa caciquil, reducida a meros intereses de clientela, por la verdadera Política. La ofensiva contra el sistema caciquil fue desde luego objetivo primordial. Para ello se intervinieron los ayuntamientos y diputaciones (y cabildos insulares) y se nombraron delegados gubernativos.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera la economía española experimentó un enorme crecimiento y profundizó la modernización de sus estructuras: carreteras, ferrocarril, plan hidrológico nacional, telefonía, construcción de centros de enseñanza… La renta nacional creció a una tasa anual del 3,1 por ciento entre 1923 y 1930; una cifra muy superior, casi el doble, a la media del primer tercio del siglo y perfectamente comparable con las tasas registradas en los países europeos durante aquellos años. Este progreso de la renta fue acompañado por un gran incremento de la inversión, cuya participación en el gasto nacional pasó de estar en torno al 10 por ciento antes de 1923 a situarse por encima del 20 por ciento a

finales de la Dictadura. También es destacable que la industria y el sector servicios disfrutaron de una fuerte expansión, que los llevó a proporcionar, respectivamente, el 34 y el 26 por ciento de la renta y el 27 y el 28 por ciento de la población ocupada.

La población española creció durante los años veinte por encima del uno por ciento anual, tasa desconocida hasta entonces en la España contemporánea para un período tan prolongado126 y que no se volvería a alcanzar hasta la década de 1960. Detrás de este crecimiento estaba una caída sostenida de la mortalidad, como consecuencia de las mejoras en la alimentación, fruto de la prosperidad del período, y en las condiciones de higiene y sanidad, gracias a la dignificación de las infraestructuras urbanas y a la actuación en este sentido de las instituciones públicas, especialmente de los ayuntamientos. Desde 1920 hasta el fin de la Dictadura, tanto la tasa bruta de mortalidad como la de mortalidad infantil descendieron en torno a un 28 por ciento y la esperanza de vida al nacer pasó de 40 a 48 años en los varones y de 42 a 52 en las mujeres.

Sin duda alguna, el periodo en el que Don Miguel Primo de Rivera estuvo al frente del Gobierno de España (por encargo del bisabuelo de Don Felipe VI, no se olvide) representa para España un momento de progreso, de avanzar a mejor, de prosperidad antes nunca conocido y sirvió de transición entre la España del siglo XIX y la del XX; una transición que, desgraciadamente no terminó su obra y que se vio truncada por la segunda república y la guerra civil española.

Después de este repaso a la historia de la España de hace un siglo; dicen que quien no conoce su propia historia está abocado a repetirla, retomemos la España de 2023:

España se enfrenta a una profundísima crisis política, social, moral y económica; la situación es parecidísima, por no decir idéntica, a la que vivió la Monarquía Española en el primer cuarto del Siglo XX, durante el reinado de Don Alfonso XIII.

Los malos gobernantes de aquellos momentos, de la España de hace un siglo, tal como ahora ocurre con el desgobierno de Pedro Sánchez, estaban poniendo en riesgo la supervivencia de España como Nación. El gobierno social comunista de Pedro Sánchez es el mejor ejemplo a escala mundial de ineptitud, y que su impericia, su mal hacer, su negligencia, su arrogancia… el gobierno de socialistas, comunistas, etarras y separatistas ha conseguido que en España no sólo se viva con miedo al presente y desconfianza, también a un futuro que, amenaza ruina.

Ya es posiblemente un clamor popular que España está necesitada de una política quirúrgica de urgencia, España necesita que, un “cirujano experimentado” emprenda una profunda regeneración, regeneración que debería ir más allá de pequeñas reformas que, se limiten a apuntalar el sistema, sin ir a la raíz de los problemas; e incluso, ya metidos en faena, España está urgentemente necesitada de iniciar un periodo “reconstituyente”… Tal como hizo Don Alfonso XIII, nuestro Rey, Don Felipe VI debe dar un paso al frente y ejercer de Jefe del Estado, con contundencia y sin complejos. Es seguro que los españoles se lo agradeceremos infinito.

Y qué mejor momento que el actual en el que posee la potestad exclusiva de decidir a quién propone para que presida el gobierno de España durante los próximos cuatro años; él es quien tiene la llave que abre la puerta a un gobernante decente, de probada experiencia exitosa en la gestión de dineros ajenos y tal como he venido insistiendo en múltiples ocasiones, no está obligado Don Felipe a elegir a nadie que sea diputado o miembro de algún partido político.

La pretensión del General Primo de Rivera era que su sistema político -transitorio- fuera el germen otro posterior, democrático y redactar una nueva constitución que debería legitimar el nuevo régimen político. Durante el tiempo que Primo de Rivera estuvo en el poder, llevó a cabo una política de saneamiento económico, atrajo a inversores, fomentó las obras públicas. También acabó con «el problema de Marruecos». Para todo ello, para emprender una «política nueva», Miguel Primo de Rivera se apoyó en «gentes de ideas sanas» y hombres «de buena fe»…

Sin duda alguna, la actual situación de España es casi idéntica a la de hace un siglo, aunque no serían necesaria acciones tan extremas. Bastaría con que Don Felipe VI se ponga en contacto con los españoles decentes, que haberlos es de suponer que haylos, en el Congreso de los Diputados y les proponga que le den su confianza a una persona independiente, ni diputado ni miembro de ningún partido, para presidir el nuevo consejo de ministros, un gabinete de salvación nacional encabezado por un “hombre bueno”, un “Cincinato” que, no busque su interés ni su beneficio personal y que con certeza no tenga la tentación de abusar del poder, ni perpetuarse en él, y que se rodee de personas de demostrada experiencia de gestión.

En estos instantes, iniciada la ronda de entrevistas a las que faculta la nuestro Rey la Constitución Española de 1978, debería ir explorando la posibilidad de, transcurrido el tiempo conveniente, proponer al Congreso que le den su confianza al candidato que él (ésta es la potestad que lo otorga la Constitución a nuestro Rey) considere más idóneo para presidir el nuevo gobierno. E, insisto, no es necesario que sea miembro de ningún partido ni diputado.

Algunos que hayan llegado hasta este párrafo, me dirán que si Don Felipe adoptara tal decisión provocaría un enfrentamiento con gran parte de los diputados; sí, tal vez, pero no les quedaría más remedio que aceptarla, aunque fuera a regañadientes… Si, una mayoría de los diputados se opusieran y no aprobaran el nombramiento de la persona propuesta por el Rey, se produciría un bloqueo, España estaría sine die sin gobierno, y posiblemente acabarían convocándose nuevas elecciones… Por supuesto, si Don Felipe volviera a ejercer de Jefe del Estado y volviera a repetir la misma «jugada», volveríamos a la casilla de salida y vuelta a empezar… Si los diputados no aceptaran la propuesta de nuestro Rey, tendrían que atenerse a las consecuencias…

Pero, no lo olviden: Su Majestad, Don Felipe VI actuaría en tal caso dentro de la legalidad más absoluta, por mucho que los capos, oligarcas y caciques de las agrupaciones mafiosas que se hacen llamar partidos políticos puedan opinar lo contrario, e incluso si llegaran a utilizar a los periodistas, tertulianos, bufones, trovadore y demás «bienpagaos» de los medios de información, creadores de opinión y manipulación de masas para ridiculizar a nuestro Rey, difamarlo, calumniarlo, y un largo etc.

Así que, no lo dude, Don Felipe. Es la única manera de impedir que Pedro Sánchez u otro de la misma calaña nos lleve a la ruina y ponga en serio riesgo la supervivencia de la Nación Española.

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