CIBERDIPLOMACIA Y RELACIONES INTERNACIONALES I PARTE

Por David de Caixal : Historiador Militar. Director del Área de Seguridad y Defensa de INISEG.  Director del Máster de Historia Militar de INISEG / Universidad Pegaso. Director del Grupo de Investigación del CIIA (Centro Internacional de Investigación Avanzada en Seguridad y Defensa de INISEG-Universidad Pegaso. Membership in support of the AUSA (Association of the United States Army) Miembro asesor de la Sección de Derecho Militar y Seguridad del ICAM (Ilustre Colegio de Abogados de Madrid). Miembro del Grupo de Investigación de INISEG y “The University and Agency Partnership Program » (UAPP) proyecto universitario para la difusión de la Cultura de la Defensa de Estados Unidos.

Introducción: Definición de Ciberdiplomacia

«¡Dios mío, este es el fin de la diplomacia!» – Reacción informada de Lord Palmerston, primer ministro británico y secretario de Relaciones Exteriores, al recibir el primer mensaje telegráfico en la década de 1850

El uso de las TIC y las redes sociales en la cotidianidad de las relaciones internacionales, así como algunos desarrollos conceptuales sobre Diplomacia Digital, Diplomacia Virtual y de la Ciberdiplomacia, forman parte de la Diplomacia del siglo XXI. https://covri.com.ve/index.php/2020/08/02/la-diplomacia-digital-se-diversifica-con-la-pandemia-por-mirna-yonis/

Internet y las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC)[1] han tenido un impacto en la diplomacia a una escala exponencial. Las nuevas tecnologías son ahora herramientas para la práctica de la diplomacia[2]; temas que forman parte de las agendas de los formuladores de políticas internacionales; y variables que influyen en el entorno de la diplomacia. En este espacio, que le indica una gran cantidad de recursos, exploramos la diplomacia en la era digital centrándonos en cómo los diplomáticos utilizan las herramientas electrónicas (diplomacia digital)[3]; cómo se discute el desarrollo de nuevas tecnologías y sus implicaciones como parte de la agenda diplomática (gobernanza de Internet)[4]; y cómo las nuevas tecnologías han redefinido la cooperación y la interdependencia internacionales (cooperación digital). En la última década a nivel internacional la diplomacia se ha adaptado al nuevo contexto tecnológico en el que se enmarcan muchas de las relaciones entre los diferentes actores políticos, sociales y económicos. Los canales online han fortalecido su presencia dentro de las estrategias de comunicación institucional en aras de promover una mejor proyección de su imagen pública y de su reputación digital. De este modo, son muchos los países que han adoptado diferentes medidas para potenciar su diplomacia digital. En el caso de España, las redes sociales se han establecido como uno de los ejes de la ciberdiplomacia con el propósito de atender a los españoles en el extranjero, acercar a los ciudadanos la actividad diplomática y aumentar el conocimiento que en el exterior se tiene del país y de su cultura. El modo en que se configura la presencia española en los medios sociales a través de los perfiles de sus representaciones en el exterior centra la atención de este estudio, que tiene como objetivo conocer la estructura de la diplomacia digital española en redes sociales, así como el uso que se hace de las mismas por parte de los distintos actores digitales.

Con el progreso del dominio cibernético, se acuñaron términos que en ocasiones se utilizan indistintamente y producen equívocos, lo que dificulta la existencia de una base común que sea útil para la puesta en marcha de las medidas adecuadas. Shaun Riordan[5], ex diplomático británico y profesor asociado de London School of Economics (LSE), distingue de una forma muy pedagógica entre Diplomacia Digital y Ciberdiplomacia. Cuando hablamos de diplomacia digital, nos referimos al “uso de herramientas digitales para conseguir fines diplomáticos”. La ciberdiplomacia, en cambio, es “el uso de herramientas diplomáticas para resolver asuntos relativos al ciberespacio”. La ciberdiplomacia se ha desarrollado en gran parte gracias a la necesidad de ciberseguridad y resulta vital para garantizarla. El propio carácter del ciberespacio, con fronteras difusas y actores que operan en dominios jurídicos que a menudo se solapan o no están definidos, hace que el uso de la diplomacia sea especialmente crítico. Franz-Stefan Gady[6] (investigador de East West Institute, editor principal en Diplomat APAC) y Greg Austin (profesor en Australian Centre for Cyber Security, UNSW y miembro de East West Institute) recogen la necesidad de utilizar estrategias diplomáticas proporcionales a las amenazas, si bien reconocen que no muchos gobiernos Relaciones entre ciberseguridad y diplomacia lo han implantado suficientemente. Además, destacan que los esfuerzos diplomáticos en ese sentido no son capaces de alinearse con los intereses de seguridad nacional. El mundo actual no puede funcionar adecuadamente si la ciberconectividad es atacada con éxito. Avances en ciberdiplomacia mundial de los últimos años incluyen, por ejemplo, el acuerdo entre el gobierno estadounidense y el chino para luchar contra el ciberespionaje[7], que implicaba intercambio de información, evitar el apoyo de actividades que vayan en contra de los intereses de alguno de los dos países y promocionar el buen uso del ciberespacio. Pero, como afirma Enrique Fojón, subdirector de THIBER[8], este tipo de pactos debería ir más allá de los acuerdos de mínimos. Como ejemplo, el proyecto de ley sobre Ciberdiplomacia de Estados Unidos reinstaura y eleva el puesto de cibercoordinador dentro de la Office of Cyber Issues (Oficina de Asuntos Cibernéticos)[9] que dependería del Departamento de Estado y se encargaría de liderar la labor ciberdiplomática del Departamento de Estado en asuntos que van desde la ciberseguridad a la economía digital y asuntos de internet. Por su parte, la Unión Europea, en medio del debate sobre la soberanía, las legislaciones nacionales e internacionales en el ciberespacio, decidió aprobar la creación de un marco de trabajo para la ciberdiplomacia, The EU Cyber Diplomacy Toolbox. Esta “caja de herramientas” pretende dotar a la UE y a sus países miembros de la capacidad de señalización y reacción para influir en el comportamiento de potenciales agresores. Actualmente las acciones de la UE se centran, principalmente, en sanciones. Erica Moret (investigadora principal del Centro de Gobernanza Global de The Graduate Institute Geneva) y Patryk Pawlak (oficial ejecutivo del Instituto de Estudios de Seguridad de la Unión Europea en Bruselas) recomiendan, entre otros, la integración de las sanciones dentro de la estrategia de política exterior de la UE combinadas con diplomacia, negociaciones comerciales, inteligencia, leyes, colaboración con otros países e instituciones multilaterales y cooperación con el sector privado.

Esta ciberdiplomacia debe incluir las siguientes acciones:

1. Presencia creciente de la ciberseguridad tanto en la agenda diplomática de países como en la diplomacia corporativa.

2. Control efectivo del cibercrimen financiero.

3. Colaboración efectiva público-privada (PPP) basada en confianza y transparencia.

4. Búsqueda de consenso entre entidades públicas y privadas en la definición de ciberseguridad y cómo garantizarla.

5. Promoción de sistemas que faciliten la difusión de información en tiempo real.

6. Desarrollo de legislación uniforme que facilite la cooperación entre países y con el sector privado.

7. Debate enriquecedor entre sectores públicos y privado para aclarar diferencias en la definición de ciberseguridad.

8. Fomento del sector de ciberseguridad con claro énfasis en la innovación y la investigación.

9. Coordinación para un uso más eficiente de los fondos centrado en demanda de soluciones de ciberseguridad

10. Acciones de diplomacia pública encaminadas a hacer visible la industria de la ciberseguridad, su necesidad y el papel de los diferentes actores.

In partnership with other countries, the State Department is leading the U.S. Government’s efforts to promote an open, interoperable, secure, and reliable information and communications infrastructure that supports international trade and commerce, strengthens international security, and fosters free expression and innovation. https://www.state.gov/bureaus-offices/bureaus-and-offices-reporting-directly-to-the-secretary/office-of-the-coordinator-for-cyber-issues/

En  este  contexto  de  revolución  tecnológica  en  el  que  la  comunicación  se  está democratizando la comunicación institucional y su planificación se hace más necesaria que nunca (DE LAS HERAS PEDROSA, RUIZ MORA Y PANIAGUA, 2018). Desde un punto de vista estratégico el objetivo primordial de la comunicación institucional es generar credibilidad, pero no como fin en sí mismo, sino como forma de construir una reputación sólida y de ganar la confianza y lealtad de sus públicos (PULIDO POLO Y SAMPALO GUZMÁN, 2017). La  consolidación  de  las  redes  sociales  en  nuestra  sociedad  ha  supuesto  un  gran  impacto que ha modificado las formas de crear, difundir y compartir información tanto a nivel  personal como en el ámbito corporativo (HERRERA, 2012). La revolución digital se ha dejado notar con especial fuerza entre empresas e instituciones, que se han visto obligadas a generar nuevos modelos de negocio y a replantearse sus estrategias comunicativas, que ahora deben  tener en cuenta que conversar y relacionarse con sus públicos supone la piedra angular de la  cultura corporativa (CELAYA, 2000).  De  hecho,  las  redes  sociales  y  las  demás  prácticas  digitales  forman  parte  de  las  herramientas de relaciones públicas internas y externas que emplean de forma cotidiana los  gabinetes de comunicación (ALMANSA MARTÍNEZ, 2011), tanto en la empresa privada como en las instituciones. Y es que las tecnologías de la información y la comunicación han sido percibidas por  muchos  países  como  métodos  útiles  para  trabajar  la  apertura  y  la  transparencia,  especialmente a través de fórmulas de gobierno digital (BERTOR, JAEGER Y GRIMES)

La diplomacia, entendida como “el intento de ajustar los intereses en conflicto mediante la negociación y el compromiso” (Wight, 1979, p. 89), es, para la English School, el núcleo de la política internacional; es una institución central en la definición y mantenimiento de la sociedad internacional (Hall, 2006; Neumann, 2002, 2003; Watson, 1982). De hecho, para Hedley Bull[10], la diplomacia es “un custodio de la idea de la sociedad internacional, con una participación en la preservación y el fortalecimiento de ella” (1977 / de 2002, pags. 176). Según él, hay cinco funciones principales a la práctica diplomática: para facilitar la comunicación en la política mundial, para negociar acuerdos, para reunir información de inteligencia y de otros países, para evitar o reducir al mínimo la “fricción en las relaciones internacionales” (1977 / de 2002, p 165) y, finalmente, simbolizar la existencia de una sociedad de estados.

Uno de nuestros supuestos clave es que estas funciones permanecen inalteradas, a pesar de que el contexto, los actores y los problemas del trabajo diplomático han cambiado desde los escritos de Hedley Bull. La diplomacia ya no es una actividad realizada únicamente por un grupo selecto de (en su mayoría) hombres blancos que discuten y negocian elegantemente los principales temas de la política internacional en cócteles y recepciones oficiales. Ni siquiera se trata solo de relaciones entre estados. Ahora debe tener en cuenta “relaciones y diálogos más amplios, en los que participen entidades como organizaciones regionales e internacionales, ya sean intergubernamentales (OIG) o no gubernamentales (ONG), empresas multinacionales, actores subnacionales, redes de promoción y personas influyentes” (Jönsson y Langhorne, 2004, pags. vii). Como mencionó el ex embajador británico Tom Fletcher[11] con respecto a este último grupo, los empresarios como el presidente de Google, Eric Schmidt, tienen un «poder de atracción» que es difícil de igualar para cualquier representante estatal (2016  p. 222). Son, en su opinión, los “nuevos emperadores” (2016, p. 222). La diplomacia también se ha extendido progresivamente a nuevas áreas políticas a lo largo de los años, ingresando a territorios políticos inexplorados como las negociaciones climáticas o, últimamente, los problemas cibernéticos.

El artículo 3 de la Convención de Viena de 1961[12] recoge las siguientes funciones de una misión diplomática: representar, proteger, negociar, informarse e informar y desarrollar relaciones amistosas, económicas, culturales y científicas entre el Estado acreditante y el Estado Receptor, es decir, promover los intereses de un estado. A todas ellas pueden aplicarse los principios de la diplomacia digital, que no es otra cosa que emplear las nuevas tecnologías de información y comunicación para la consecución de los objetivos que convengan a la política exterior de un país. Las implicaciones que conlleva el mundo digital y los nuevos vínculos y estructuras que se establecen en él han afectado y modificado las relaciones entre estados y entre estados y sociedad civil, lo que ha influido en la política tanto en su dimensión teórica como en su puesta en práctica (AGUIRRE Y MORANDÉ, 2016) Según Wescott (2008), Internet ha modificado las relaciones internacionales en tres aspectos fundamentales, como son el aumento de los interlocutores, la instantaneidad y apertura  de  los  procesos  informativos  y  la  aceleración  y  rentabilidad  de  los  servicios diplomáticos tradicionales, lo que ha provocado que “diplomats need to become masters of the Internet, not just to know where they can best collect the most reliable information to meet the deadlines for decisionmaking, but also to  know  how  to  exert  maximum  influence  on  the  public  debate  through  that  medium” (WESTCOTT, 2008:19).

El Consejo Europeo EU2017EE Estonian Presidency La Unión Europea se estrena en la ciberdiplomacia con sus primeras sanciones. La Unión Europea da un paso más en su defensa del territorio y de los intereses europeos. Ahora Bruselas ha decidido imponer una sanción contra seis personas y tres entidades que se han visto implicados en un ciberataque contra la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ). https://www.elespanol.com/invertia/empresas/tecnologia/20200810/union-europea-estrena-ciberdiplomacia-primeras-sanciones/511699436_0.html

De este modo, la digitalización ha afectado a las cuatro áreas de la diplomacia sobre las que ha protagonizado un gran impacto: las audiencias de la diplomacia, las instituciones de la diplomacia, los practicantes de la diplomacia (es decir, los diplomáticos) y las prácticas diplomáticas en sí mismas (MANOR, 2018). El trabajo diplomático de hoy en día debe asegurar que su política, además de por parte de otros diplomáticos y gobiernos, sea entendida por la opinión pública internacional, que es uno de los factores junto a la revolución comunicativa que caracterizan la diplomacia actual y que deben estar presentes en el diseño de la política exterior (OIAMIONAYI, 2004). Es un enfoque vinculado al concepto de ‘poder blando’ acuñado por Nye (2010) que lo interpreta como la capacidad para lograr los objetivos planteados mediante “la atracción antes que a través de la coerción o de las recompensas. Surge del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas” (NYE, 2010:118).

La ciberdiplomacia se puede definir como la diplomacia en el ciberespacio o, en otras palabras, el uso de recursos diplomáticos y el desempeño de funciones diplomáticas para asegurar los intereses nacionales con respecto al ciberespacio. Estos intereses se identifican generalmente en el ciberespacio nacional o en las estrategias de ciberseguridad, que a menudo incluyen referencias a la agenda diplomática. Los temas predominantes en la agenda de la diplomacia cibernética incluyen la seguridad cibernética, el delito cibernético, el fomento de la confianza, la libertad en Internet y la gobernanza de Internet. Por lo tanto, la ciberdiplomacia la llevan a cabo total o parcialmente diplomáticos, reunidos en formatos bilaterales (como el diálogo entre Estados Unidos y China) o en foros multilaterales (como la ONU). Más allá del mandato tradicional de la diplomacia, los diplomáticos también interactúan con diversos actores no estatales, como líderes de empresas de Internet (como Facebook o Google), empresarios tecnológicos u organizaciones de la sociedad civil. La diplomacia también puede implicar el empoderamiento de las voces oprimidas en otros países a través de la tecnología (Owen, 2015). Si bien esto establece un alcance bastante amplio de actividades, nos permite situar firmemente la ciberdiplomacia como una institución de la sociedad internacional, incluso cuando interactuamos con los actores de la sociedad mundial. Excluimos de nuestra definición las interacciones más técnicas entre ministerios de línea (como justicia, telecomunicaciones o economía) o agencias oficiales (como Equipos de Respuesta a Emergencias Informáticas) de diferentes países, cuando los diplomáticos no están involucrados. Esto es importante porque ayuda a diferenciar las actividades puramente diplomáticas de las que tienen lugar entre departamentos gubernamentales y agencias de diferentes países, interacciones que en muchos casos son anteriores a las diplomáticas, como explicamos más adelante, pero cuya principal preocupación es abordar cuestiones técnicas más que políticas. . Reconocemos que existe una cierta “zona gris” donde algunas de estas actividades pueden complementarse o combinarse. Esta “zona gris” conduce en la práctica a algunas tensiones entre las partes interesadas nacionales sobre cuestiones de competencia y representación. Sin embargo, esa observación no es fundamentalmente diferente de lo que se observa en otras áreas de política, como el medio ambiente o el comercio. Existe una tendencia a fusionar dos ideas muy diferentes: el uso de herramientas digitales por parte de diplomáticos y cancillerías, y la diplomacia del ciberespacio. Siguiendo nuestra definición, nos centraremos exclusivamente dentro de lo que podría denominarse “e-diplomacia”. También llamada “diplomacia digital[13], se refiere al uso de nuevas tecnologías y redes sociales por parte de diplomáticos, en el contexto de sus actividades tradicionales, incluso con fines consulares (Hocking & Melissen, 2015; Sandre, 2015; Seib, 2016). Según Tom Fletcher, la e-diplomacia nació oficialmente el 4 de febrero de 1994 cuando el entonces primer ministro sueco Carl Bildt[14] envió el primer correo electrónico diplomático al presidente estadounidense Bill Clinton felicitándolo por levantar el embargo contra Vietnam (2016 , p. 28). Gran parte del debate sobre la nueva diplomacia se ha basado en esta creciente dependencia de la tecnología para el cumplimiento de las funciones diplomáticas (Copeland, 2015, p. 453). Relacionado con ello, algunos ven en la necesaria adaptación a estas tecnologías (y la lógica que las sustenta) como el factor clave para garantizar el predominio del poder estatal en un mundo cada vez más interconectado (Hocking & Melissen, 2015; Owen, 2015). La ciberdiplomacia, tal como la definimos, es un concepto relativamente nuevo. El término se había utilizado antes, pero esencialmente para describir actividades de «diplomacia electrónica«. En un libro de 2002 titulado Cyber ​​diplomacia: gestión de la política exterior en el siglo XXI, por ejemplo, varios académicos ya reflexionaron sobre el impacto de Internet y las nuevas tecnologías en los objetivos, herramientas y estructuras de la diplomacia (Potter, 2002). El término también se ha utilizado para describir la evolución de las actividades de diplomacia pública en la era digital (Kleiner, 2008). Estos primeros estudios se centraron principalmente en la transformación digital más amplia, pero no abordaron los procesos diplomáticos necesarios para abordar los aspectos internacionales emergentes de los problemas cibernéticos

El nuevo entorno estratégico ha expandido la complejidad y ha generado nuevas incertidumbres. Los gobiernos son incapaces de resolver el trilema de la globalización y parecen, a veces, navegar sin rumbo claro: ¿cómo congeniar libertad y seguridad?, ¿cuánta transparencia es compatible con la confidencialidad de los asuntos de Estado?  y ¿qué libertad de expresión necesitamos?. Ante este panorama, la confianza en las instituciones políticas se ha desvanecido, al tiempo que ha crecido el impacto de los movimientos sociales. https://blog.realinstitutoelcano.org/diplomacia-e-innovacion/


[1] Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) es un término extensivo para la tecnología de la información (TI) que enfatiza el papel de las comunicaciones unificadas y la integración de las telecomunicaciones (líneas telefónicas y señales inalámbricas) y las computadoras, así como el software necesario, el middleware, almacenamiento y sistemas audiovisuales, que permiten a los usuarios acceder, almacenar, transmitir y manipular información. El término TIC también se utiliza para referirse a la convergencia de redes audiovisuales y telefónicas con redes informáticas a través de un único sistema de cableado o enlace. Existen grandes incentivos económicos para fusionar la red telefónica con el sistema de red informática utilizando un único sistema unificado de cableado, distribución de señales y gestión. TIC es un término general que incluye cualquier dispositivo de comunicación, que abarca radio, televisión, teléfonos celulares, computadoras y hardware de red, sistemas satelitales, etc., así como los diversos servicios y dispositivos con ellos, tales como videoconferencias y aprendizaje a distancia. Las TIC son un tema amplio y los conceptos están evolucionando. Cubre cualquier producto que almacene, recupere, manipule, transmita o reciba información electrónicamente en forma digital (por ejemplo, computadoras personales, televisión digital, correo electrónico o robots).

[2] La diplomacia es una profesión cuyo objetivo es representar y velar por los intereses de un Estado y de su nación en relación a otro Estado u organismo internacional. El concepto agrupa distintas acepciones de acuerdo con el mayor o menor grado de inclusión de objetivos y prácticas que a través de ella se desarrollan. La práctica diplomática se remonta hasta la Grecia clásica, dándose su evolución paulatinamente de acuerdo con el proporcional incremento de las relaciones internacionales, proceso que se intensifica en nuestros días. La importancia de la práctica diplomática radica en la versatilidad de las funciones desempeñadas por la figura de los embajadores residentes, cuyas funciones giran en torno a la generación de información fidedigna, la minimización de las fricciones potenciales y el fomento de las relaciones amistosas entre los Estados soberanos.

[3] La diplomacia digital es uno de los temas más relevantes en el nuevo escenario de las relaciones internacionales. Se han multiplicado las iniciativas para extender la influencia y la visibilidad de los países, pero también es terreno abonado para que los actores no estatales promuevan sus intereses. Las redes sociales son un epítome de la diplomacia en red.  La diplomacia tiene cuatro objetivos principales (representar, negociar, proteger y promover los intereses de un Estado ante terceros) que siguen vigentes, pero la emergencia de Internet y los nuevos medios invita a pensar cómo defender esos intereses en el entorno digital. El entorno digital ha abierto la escena internacional a nuevos actores y ha des intermediado recursos y procesos. Asimismo, ha creado nuevos problemas de seguridad y confidencialidad. En suma, se han multiplicado las fuentes de legitimación, participación y comunicación, creando una suerte de diplomacia en red. En este escenario, parece oportuno pensar una estrategia que incluya el entorno digital entre sus acciones. Hay que saber aprovechar las oportunidades (gestión del conocimiento, mejora de los canales de comunicación para asuntos consulares, promoción de la diplomacia pública) y reducir los riesgos (seguridad y secretos, libertad de expresión o la propia gobernanza de las redes sociales).

[4] La gobernanza de Internet es el desarrollo y la aplicación de principios compartidos, normas, reglas, procedimientos de toma de decisiones y programas que dan forma a la evolución y el uso del internet. Aquí se describe cómo el internet se gobierna en el pasado y el presente, algunas de las controversias que han ocurrido y los debates actuales acerca de cómo el internet debería o no debería ser gobernado en el futuro. El concepto de gobernanza de internet no debería ser confundido con gobierno electrónico, el cual refiere al uso de tecnología por parte de un gobierno para llevar a cabo sus actividades.

[5] Shaun Riordan fue miembro del cuerpo diplomático del Reino Unido durante dieciséis años tras completar sus estudios de filosofía y psicología en la Universidad de Cambridge. En la actualidad es Director de ZEIA, una empresa de consultoría con sede en Madrid, Profesor Visitante de la London School of Economics and Political Science y miembro del Consejo Editorial de la edición española de la revista Foreign Policy. Ha publicado una serie de trabajos de investigación sobre las relaciones internacionales y co-autor de Monarchies (Demos, 2002) y Public Diplomacy in the Foreign Policy of States (Palgrave, 2005).

[6] Franz-Stefan Gady is a Fellow with the International Institute for Strategic Studies in London and a columnist for The Diplomat. He is the author of a number of monographs and book chapters on Asian and European security issues. Franz-Stefan was a Senior Editor with The Diplomat. He has also reported from a wide range of countries and conflict zones including Afghanistan, Iraq, and Pakistan. His writing and photos have appeared in The International New York Times, BBC News, Foreign Affairs Magazine, Foreign Policy, The Christian Science Monitor, and Slate among other publications. His analysis has been featured in The Financial Times and The Wallstreet Journal, and on Al Jazeera and PBS, among others.

[7] Ciberespionaje, o espionaje cibernético, es el acto o práctica de obtener secretos sin el permiso del poseedor de la información (personal, sensible, propietaria o de naturaleza clasificada), de individuos, competidores, rivales, grupos, gobiernos y enemigos para ventaja personal, económica, política o militar usando métodos en la Internet, redes o computadoras individuales a través del uso de técnicas de cracking y software maliciosos incluyendo Troyanos y spyware.​ Puede ser totalmente perpetrado en línea desde las computadoras de escritorio de profesionales en las bases en países muy lejanos o puede implicar la infiltración en el hogar por espías convencionales entrenados en computación o en otros casos puede ser la obra criminal de un hacker malicioso amateur y programadores de software. El ciberespionaje típicamente supone tales usos de acceso a los secretos y archivos clasificados o el control de ordenadores individuales o redes enteras para una estrategia avanzada y para psicológica, política y físico subversion actividades y sabotaje.​ Recientemente, el espionaje cibernético supone el análisis de la actividad pública en redes sociales como Facebook y Twitter. Tales operaciones, no como el espionaje cibernético normalmente son ilegales en el país de la víctima mientras que son apoyadas totalmente por el más alto nivel de gobierno en el país del atacante. La situación ética igualmente depende del punto de vista de uno mismo, particularmente de la opinión de los gobiernos involucrados. En respuesta a los reportes de espionaje cibernético por parte de China contra Estados Unidos, Amitai Etzioni del instituto para el estudio de la policía comunitaria ha sugerido que China y Estados Unidos deberían aceptar una política de aseguramiento mutuo con respecto al ciberespacio. Esto supondría permitir a ambos estados el tomar las medidas que ellos crean necesarias para su propia defensa mientras que simultáneamente acuerdan el abstenerse de asumir tomar pasos ofensivos o colaborar con el espionaje cibernético; Esto también implicaría el investigar estos acuerdos.​ En septiembre de 2015, los Estados Unidos y China acordaron no permitir a las partes en sus naciones de espionaje cibernético unos de otros para obtener ganancias comerciales, pero no prohíben el espionaje gubernamental.

[8] En los últimos tiempos y dada la importancia que el desarrollo de la política exterior, seguridad y defensa tienen en el ámbito económico, social y político han surgido think tanks especializados en el estudio y el fomento de la ciberprotección. La mayoría de los think tanks se encuentran situados en Estados Unidos, China, India, Reino Unido, Alemania y Francia. España ocupa el puesto 18º del ranking mundial realizado por la Universidad de Pensilvania. En los últimos años España ha registrado un intenso desarrollo de organizaciones independientes, hasta un número de 55, según datos de 2012, creadas bajo el mismo espíritu de los think tanks americanos. Actualmente no existe en España o en los países hispanoparlantes (tampoco a nivel mundial) un think tank específico relativo al análisis y estudio de la seguridad y defensa en el ciberespacio. Los trabajos realizados en este sentido están siendo cubiertos por think tanks cuyo objetivo nominal y alcance es generalista. THIBER nace con la vocación de ser el think tank de referencia en lengua castellana en materia de seguridad y defensa en el ciberespacio.

[9] In partnership with other countries, the State Department is leading the U.S. Government’s efforts to promote an open, interoperable, secure, and reliable information and communications infrastructure that supports international trade and commerce, strengthens international security, and fosters free expression and innovation.

[10] Hedley Bull (1932-1985) fue un filósofo político y teórico de las relaciones internacionales de origen australiano. Hedley Bull es un referente en el campo de las relaciones internacionales así como un valedor contemporáneo de Hugo Grocio, cuyo pensamiento político adaptó magistralmente durante la Guerra Fría. Defendió el estudio de la historia de la filosofía y la necesidad de precisión conceptual como elementos privilegiados e irreductibles frente a las entonces nacientes “ciencias de la política”. La aversión por la superficialidad de dichas disciplinas le llevó en su momento a polemizar con Morton Kaplan. También mostró un destacado interés por las revueltas de los países del tercer mundo dirigidas contra Occidente y negó rotundamente la unidad espiritual del género humano postulada tanto desde el ecumenismo cristiano como desde el cosmopolitismo kantiano. Asimismo, Bull está considerado como el gran seguidor de Martin Wight dentro de la llamada Escuela Inglesa de las Relaciones Internacionales. Pese a su distinguido magisterio, Bull ha sido muy criticado por minusvalorar la influencia de los procesos económicos en sus estudios de política internacional, los cuales, no obstante, han tenido una notable aceptación entre autores afines al realismo político.

[11] Tom Fletcher fue el Embajador británico en el Líbano de 2011 a 2015. Anteriormente había tenido una carrera apasionante, siempre pisando moqueta y codeándose con los poderosos. En Líbano fue un Embajador que no dejó indiferente… o al menos, eso afirma él. Además de todo eso ha escrito el libro sobre la diplomacia más vendido en el Reino Unido, “El diplomático desnudo”, cuyo subtítulo es “Comprendiendo el poder y la política en la era digital.

[12] La Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas es un tratado internacional que regula las relaciones diplomáticas entre los países y la inmunidad del personal diplomático. Fue adoptada el 18 de abril de 1961 en Viena (Austria) y entró en vigor el 24 de abril de 1964. Fue complementada en 1963 por la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares. 190 Estados (todos los Estados miembros de la ONU y los observadores permanentes como la Autoridad Nacional Palestina o la Santa Sede) pertenecen a la Convención y en los pocos Estados que no han firmado el documento (como Palaos, Islas Salomón o Sudán del Sur), sus disposiciones se aplican como Derecho Internacional consuetudinario.

Existen dos protocolos adicionales a la convención, ambos de 18 de abril de 1961:

  • Protocolo facultativo sobre adquisición de nacionalidad,
  • Protocolo facultativo sobre la jurisdicción obligatoria para la solución de controversias.

[13] Lord Palmerston, primer ministro británico, recibió por primera vez un telegrama en su despacho en 1850, su reacción fue exclamar: “¡Dios mío, este es el fin de la diplomacia!”. Podemos asegurar que Lord Palmerston se equivocaba, pero, ¿cuál sería su reacción si viera los numerosos intercambios entre diplomáticos, embajadas, organizaciones y líderes mundiales a través de las redes sociales o las reuniones de organismos internacionales o conversaciones entre presidentes vía Zoom o Skype en la actualidad? La diplomacia como la historia ha evolucionado a través del tiempo y los hechos que le acompañan. Conocemos que la diplomacia se divide en tres períodos: el primero inicia con la diplomacia antigua hasta el siglo XV, el segundo corresponde a partir del siglo XV hasta la época moderna basándose en el derecho internacional, y el tercer periodo surge a partir de las guerras mundiales hasta la actualidad. (Morales Manuel, 1996). Lo que se conoce como Diplomacia Pública recientemente, con la globalización ha evolucionado y es ahora lo que conocemos como diplomacia digital. A principios de siglo, la diplomacia tenía la interpretación estricta de toda comunicación entre el gobierno de un país y el gobierno de otro.  La comunicación internacional entre el gobierno de un país y la población de otro estaba prohibida por la comunidad internacional y se consideraba una violación de la soberanía. Fueron tres los acontecimientos mundiales durante los años veinte y treinta, los que alteraron la definición y la práctica de la diplomacia. El primero fue el uso generalizado y la gran popularidad de la radio. La segunda fue la revolución bolchevique de 1917 y el ascenso de los nazis al poder en 1933 y la tercera fue el uso de la radio para las propagandas políticas e ideológicas del momento. Tanto Rusia como Alemania hablaron directamente con las poblaciones de las naciones vecinas, eludiendo así a sus respectivos gobiernos. De esta manera, se dio origen a la Diplomacia Pública.

[14] Nils Daniel Carl Bildt, (nacido el 15 de julio de 1949 en Halmstad, provincia de Halland) es un político sueco. Jefe del partido conservador (Moderaterna, los moderados) de 1986 a 1999. Primer ministro de Suecia entre 1991 y 1994. Fue ministro sueco de Asuntos Exteriores desde el 6 de octubre de 2006 hasta 2014. Carl Bildt sirvió como presidente de la confederación de FMSF de los estudiantes conservadores y liberales suecos, una organización centro-derecha del estudiante, a principios de los años 1970. Su programa de gobierno era de reforma la economía sueca, así como la adhesión de Suecia como miembro de la Unión Europea. Tras perder las elecciones generales del 18 de septiembre de 1994, Carl Bildt se gira hacia la escena internacional. En 1995, es nombrado enviado especial de la Unión Europea en Bosnia-Herzegovina, y entre 1995 y 1997 fue Alto Representante para Bosnia-Herzegovina. Entre 1999 y 2001, fue enviado especial del secretario general de la ONU en los Balcanes. Desde 1998, Bildt es miembro de la Comisión Trilateral, una organización privada establecida para fomentar una mayor cooperación internacional. También ha sido presidente de varias asociaciones en su país y en el exterior, así como miembro de la International Advisory Board del Council on Foreign Relations desde 2003 y de The Project on Transitional Democracies. En el campo de la política internacional, es miembro del comité editorial del magacín ruso Global Affairs, miembro del Consejo de Vigilancia del Carnegie Moscow Center. Fue invitado a la Conferencia anual del Grupo Bilderberg en 1996, 1997, 1999, 2000 y 2006.

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