AMORDAZAR, IMPONER MASCARILLAS Y ARRESTOS DOMICILIARIOS («CONFINAMIENTOS») CONTRA LA CIENCIA Y LA EVIDENCIA.- UN INSULTO A LA INTELIGENCIA.

PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN

El ser humano prefiere la seguridad antes que la verdad. Mario Sabán, filósofo y psicólogo

A pesar de que la mayoría de la población ya se ha dado cuenta del engaño del que fuimos víctimas cuando nos impusieron las máscaras, son muchos todavía los que siguen amordazándose a pesar de que estudio tras estudio demuestra que no existe ninguna evidencia de su eficacia o necesidad. Aparte del gregarismo, el borreguismo y otros ismos, el que haya quienes usen mascarillas sólo se puede explicar desde la perspectiva de la soberbia, del orgullo que impide reconocer haber estado equivocado; enormemente equivocado.

Los autodenominados expertos que defendieron el uso de las mascarillas desde 2020 siguen defendiendo en 2024 la imposición de máscaras y asombrosamente no tienen la humildad suficiente como para reconocer públícamente ni una sola equivocación o error por su parte, a pesar de la inmensidad de evidencias sólidas en contra. Para aún más sorpresa y bochorno son muchos ya los gobernantes que este invierno de 2024 están maniobrando para volver a imponer las mascarillas en el transporte público, en los centros de enseñanza, en los hospitales y centros de salud, etcétera, a pesar -insisto- de que no se ha demostrado evidencia científica de clase alguna de su eficacia, sino todo lo contrario.

FUENTE: https://juandemariana.org/ijm-actualidad/analisis-diario/mascarillas-una-afrenta-a-la-ciencia-y-la-evidencia/

Durante los últimos años han sido publicados multitud de estudios-análisis exahustivos exponiendo de forma minuciosa lo que la ciencia y evidencia dicen, analizado y refutando lse estudios ‘basura’ diseñados para decir lo que los autores (o autoridades) querían, así como para dejar constancia de que la imposición de máscaras siempre -como los arrestos domiciliarios a los que llamaban «confinamientos»- fue una medida estrictamente política y nunca científica en todos lados.

Cochrane cierra el debate científico

Durante años, y aún persiste el problema, querer debatir siquiera sobre la efectividad y utilidad de las máscaras ha sido perseguido y censurado del mismo e idéntico modo que parece prohibido poder debatir sobre el llamado ‘cambio climático’, las actuales leyes de género, el modelo del Bienestar del Estado o la Guerra Civil Española. Hay asuntos que parecen tabú someterlos al debate mismo, pues ha parecido imponerse sobre ellos una verdad oficial incuestionable. Las máscaras y los arrestos domiciliarios han sido triste y clamoroso ejemplo de ello.

Por si aún quedaban dudas, en enero de 2023 el Cochrane publica un meta-análisis (considerado el patrón oro de la medicina basada en evidencias) sobre el uso de máscaras para virus respiratorios, considerándose la más sólida revisión científica probablemente hasta la fecha sobre este tema. En total se analizaron 78 estudios seleccionados de alta calidad que acumularon más de 600.000 participantes desde 2009 hasta 2022. Para casos de gripe y covid confirmada en laboratorio, los autores concluyen:

El análisis sugiere que llevar una máscara médica/quirúrgica probablemente marca muy poca o ninguna diferencia respecto a no llevarla.

Respecto a los estudios con N95/FPP2, los autores concluyen:

El análisis sugiere que llevar una máscara N95/FFP2 probablemente marca muy poca o ninguna diferencia

En la nota oficial de prensa de Cochrane sobre su meta-análisis, se afirma: “No existe certeza de que llevar una máscara N95/FPP2 ayude a reducir la propagación de virus respiratorios”

El Dr Vinay Prasad, oncólogo y hematólogo profesor de Medicina en el Departamento de Epidemiología de la U. de San Francisco fue de los pocos que desde el mismo inicio de 2020 estuvo en lo correcto al decir que no iban a servir de nada las máscaras para un virus. El Dr Prasad comenta el cierre del debate final del Cochrane en el siguiente texto.

Recordemos y tengamos muy en cuenta este hecho: ninguna autoridad pública nunca pudo presentar ni tampoco realizó ningún estudio controlado para avalar su política pública de máscaras. Cuando aún no se había distorsionado la realidad científica, en 2003 en plena epidemia del coronavirus SARS en Oriente, el The Sidney Morning Herald de Australia reportaba como las autoridades multaban a los fabricantes de máscaras que exageraban su utilidad. Incluso el rotativo australiano cita a médicos y expertos que afirmaron que una máscara sólo cumple su función durante no más de 15-20 minutos ya que al hidratarse con la respiración deja de servir.

Mascarillas en salas de operaciones: un uso meramente teórico (sí, has leído bien)

Hasta ahora siempre hemos hablado de la ausencia de efectividad y evidencia para máscaras contra virus respiratorios. En resumen, no son capaces de filtrar el tamaño de un virus aunque fueran selladas a la cara con cemento armado. Las máscaras quirúrgicas adquieren su nombre precisamente porque son tradicionalmente de uso en la sala de operaciones. Su finalidad es evitar que caigan microgotas de nariz o boca sobre heridas abiertas y generen sepsis (nunca se han usado para evitar contagios virales). Veamos pues si este uso quirúrgico realmente tiene una evidencia sólida o es meramente un beneficio teórico (parecería razonable en un acto quirúrgico extremar las precauciones incluso de beneficio hipotético).

· Ritter y otros (1975), estudio, “llevar una máscara quirúrgica no tuvo efectos sobre la contaminación ambiental en las salas de operaciones”

· Ha’eri y Wiley (1980), estudio en el que en múltiples operaciones de modo repetido impregnaron con microesferas de albúminas el interior de las máscaras de cirujanos para evaluar si éstas evitaban que se transmitieran al paciente. Los autores concluyen (negrita mía) que “hubo contaminación de partículas en heridas del paciente en todos los experimentos”

· Laslet y Sabin (1989), estudio de 504 operaciones de cirugía cardíaca con o sin uso de máscaras. “No hubo infecciones en ningún paciente con independencia de que se usaran o no máscaras”. Años después, en 2002, Sjol y Kelbaek revisan aquel estudio y en su revisión concluyen: “el uso rutinario de gorros y máscaras quirúrgicas no parece tener un impacto beneficioso en la incidencia de infecciones durante la cateterización cardíaca”.

· Tunevall (1991), estudio que analiza 1.537 cirugías con uso protocolario de máscaras quirúrgicas versus 1.551 cirugías sin ningún uso de máscaras. Las infecciones totales y porcentuales fueron mayores en el grupo que usó máscaras (4,7%) frente a los cirujanos que no las usaron en absoluto (3,5%).

· Skinner y Sutton (2001), revisión de la literatura y evidencia científicas sobre el uso de máscaras en el acto quirúrgico. “La evidencia para eliminar el uso de máscaras quirúrgicas [durante operaciones] parece ser más fuerte que la evidencia disponible para mantener su uso”

· Lahme y otros (2001), análisis de 72 operaciones con uso de máscaras por pacientes durante la anestesia. “El uso de máscaras por los pacientes durante la anestesia no produjo efectos sobre la contaminación aérea de bacterias. Por tanto, su uso es prescindible”

· Figuereido y otros (2001), análisis de 5 años de diálisis peritoneal en clínica sin uso de máscaras. No se hayan diferencias en infecciones frente a clínicas que usan máscaras durante el procedimiento.

· Bahli (2009) hace una minuciosa revisión de la literatura científica desde 1966 hasta 2007 en PubMed, Cochrane, Google Scholar o Medline sobre uso de máscaras en salas de operaciones. El autor afirma que “existe una controversia científica” sobre la utilidad de llevar máscaras durante el acto quirúrgico. Concluye que “no hay diferencia significativa en la incidencia de infecciones post-quirúrgicas observadas entre cirujanos con máscaras y cirujanos que no usan máscaras”

En 2010, la mayor institución médico-hospitalaria de los países nórdicos, el Karolinska Institute de Estocolmo de hecho modificó sus protocolos haciendo no obligatorio el uso de máscaras para los anestesistas. En la publicación científica al respecto afirman que “la evidencia científica para esta práctica es débil e insuficiente” y dicen que “reconocemos la falta de una evidencia científica sólida”.

La cuestión aquí, si incluso en su uso tradicional quirúrgico -contra gotas y microgotas incluso que sí pueden atrapar las máscaras- existe una controversia científica real sobre sus beneficios, ¿en qué punto íbamos a esperar que las máscaras tuvieran algún beneficio contra virus microscópicos decenas de veces más pequeños que el filtro de cualquier máscara?

Mascarillas: pocos o nulos beneficios, y múltiples perjuicios

De dramático a trágico se convierte el tema cuando descubrimos que las máscaras no sólo no son útiles para la salud pública, sino que de facto pueden llegar a ser bastante perjudiciales. Sin ánimos de ser exhaustivos, podemos citar algunos hechos establecidos:

· En cuanto a bacterias y virus se sabe de su potencial para aumentar el riesgo de infección. En 2022 se denominó efecto Foegen, por el que una máscara por la condensación que crean en la boca impide la expulsión de virus contribuyendo a mayor infección. Ya en 2020 un modelo animal con hámsteres halló mayor carga viral en los animales que tenían máscaras.

· Las máscaras en sí mismas no son inocuas. En febrero de 2022, Nature publicó un artículo sobre la presencia de dióxido de titanio en muchas máscaras, el cual está clasificado como un carcinógeno B2. En dicho estudio, la máscara que analizan con menos nivel de dióxido de titanio supera 5 veces lo aceptable para la salud. Y en julio de 2022, Nature publica otro estudio en el que con un solo uso aparecen más de 1600 colonias de bacterias y hongos en las máscaras, varios de ellos patogénicos. Piensen en los niños (y ancianos) que han tenido que llevar durante meses durante más de 6 o 10 horas al día esto.

· El riesgo de acidosis por reinhalar tu CO₂ constantemente con una máscara siempre ha existido. Un estudio de abril de 2021 reporta efectos en el uso constante de máscaras como la reducción de oxigenación, dolores de cabeza, aumento de la temperatura medida en la respiración… y concluye que “el uso prolongado de máscaras por la población podría conducir a efectos relevantes y consecuencias en muchos campos clínicos”. La acidosis prolongada en el tiempo está asociada, recordemos a problemas cardiovasculares, deterioro neuronal y problemas inmunes y riesgo de cáncer.

En resumen, por desgracia, las mascarillas pasarán a la historia como una de las mayores afrentas e ignominias de las políticas de salud pública de la historia, sin ningún base; sin ciencia ni evidencia. La erosión de la confianza en unas autoridades públicas que han impuesto por decreto semejante pseudociencia es incalculable. Como Guadalupe Sánchez escribía al respecto:

Pero no hay relato capaz de ocultar que el uso obligatorio de las mascarillas en el transporte constituye una evidencia más de cómo este gobierno se ha excusado en la sanidad para obrar con arbitrariedad. La pandemia fue la ventana de oportunidad que les permitió testar la docilidad de la sociedad en situaciones de excepcionalidad: no hay injusticia que no podamos tragar si la presentan en forma de papilla avalada por «expertos». La alarma sanitaria habilitó a nuestro gobierno para usar las restricciones como el amo del perro tensa la correa para demostrarle al animal quien manda. Las mascarillas son un símbolo del rebaño que fuimos y que somos.

Es bueno que, si han tenido la santa paciencia de llegar hasta aquí, lean con atención los siguientes textos de Alonso Lozano, el primero de mayo de 2022 y el segundo de agosto del mismo año, acerca de las imposiciones que hicieeron a los ciudadanos (acompañadas de limitaciones de derechos y libertades) los diversos gobiernos occidentales:

MASCARILLAS: LA INCONTROVERTIBLE EVIDENCIA (I)

Desde la primavera de 2020 con la llegada de la pandemia covid, distintas estrategias fueron puestas sobre la mesa, recomendadas y aun impuestas al público. Confinamientos, tests masivos, cierres específicos de negocios, de escuelas… Pero por encima de todas las medidas rápidamente las máscaras aparecieron como un instrumento crítico.

Ni que decir tiene que la humanidad ha sufrido múltiples y aun innumerables epidemias y pandemias. Así pues, los principales organismos de salud pública como la OMS o el CDC (su equivalente estadounidense, el Centro de Control de Enfermedades de EEUU) tenían extensos documentos, guías y análisis para afrontar un escenario como el de 2020. ¿Qué decían dichos documentos y estudios?

1.- La ciencia hasta 2020, guías pandémicas y estudios

· Las guías pandémicas

Es muy importante ver la postura científica del CDC americano puesto que es el organismo de salud pública más influyente en el mundo y como miembro principal de la OMS. El 26 de febrero de 2020, el CDC de Estados Unidos celebró una videoconferencia con sus miembros para establecer una respuesta al covid. Su portavoz Benjamin Haynes abrió y moderó la conferencia tomando como referencia la “Guía de Mitigación Comunitaria para Prevenir una Pandemia de Gripe en EEUU, 2017”, un documento que recopilaba 200 estudios publicados en los anteriores dieciséis años, esto es, toda la mejor evidencia posible y reciente. En aquella reunión, todas las intervenciones no farmacológicas que se recomendaron fueron ‘la cuarentena voluntaria para aquéllos con miembros enfermos en el hogar’. De momento, las máscaras ni siquiera fueron consideradas como opción. Uno podría pensar que al fin y al cabo esto era para la gripe pero el covid sería algo superior, si bien lo cierto es que el CDC para 2019 se había embarcado en no uno sino en 2 ejercicios de respuesta pandémica para afrontar escenarios como el de 2020. Y allí las máscaras seguían de nuevo sin aparecer como una estrategia.

Curiosamente en otoño 2019 la OMS elaboró también un documento de ‘medidas de mitigación de gripes epidémicas y pandémicas’ donde planteaban casos como el que sucedería meses después. En el documento se lee en las conclusiones: “Ha habido un número de ensayos randomizados controlados demostrando que medidas personales como la higiene de manos o las máscaras faciales tienen, en el mejor de los casos, un beneficio pequeño en la transmisión” En el documento la OMS cita como autoridad 10 estudios de alta calidad de la última década. Ninguno de ellos encontró un beneficio apreciable en usar máscaras en epidemias o pandemias de gripe.

Otra de las más influyentes agencias de salud en el mundo, la de Reino Unido, elaboró en 2011 un documento de preparación para gripes pandémicas. En él se dice específicamente sobre las máscaras que, si bien pueden ser útiles para frenar gotas, no lo son para evitar el paso de aerosoles.

· La adherencia y el símbolo de los cirujanos y asiáticos

En verano de 2020, el CDC de EEUU llevó a cabo un estudio sobre contagios de covid y uso de máscaras. El 85% de las personas contagiadas declararon haber estado usando máscara ‘siempre’ o ‘casi siempre’. Comparado con el grupo no contagiado no hubo una diferencia estadística en el riesgo/probablidad de contagio. Un estudio en Europa publicado en abril de 2022 tampoco halló correlación discernible en nuestro continente entre uso de máscaras y contagios ni tampoco mortalidad covid.

Un caso interesante de por qué el público ha adoptado rápidamente la creencia en las máscaras es el de los cirujanos. Si ellos llevan máscaras, es que protegen, ésta es la idea. La realidad no es exactamente la que cree el común de las personas, pues los cirujanos no han llevado nunca máscaras para prevenir el contagio de virus sino para prevenir que gotas de su boca o nariz caigan en heridas de un paciente durante una operación y creen sepsis. Por eso los médicos nunca las han llevado en sus consultas o en las visitas a pacientes en hospitales sino básicamente en operaciones. No hay más que ver cualquier serie de televisión de hospitales. Por eso se llaman precisamente máscaras quirúrgicas, no máscaras para consultas ni de ningún otro modo. Es más, incluso este uso se basa en un beneficio teórico, pues los estudios al respecto no han encontrado beneficio medible del uso de máscaras para evitar infecciones operatorias. Ya en los años 80 un análisis del Colegio de Cirujanos de Inglaterra concluyó que no es apreciable en la vida real el beneficio del uso de máscaras durante las operaciones, se basa en la asunción de un beneficio teórico.

Otra idea simbólica que nos ha hecho asumir acríticamente la efectividad de las máscaras es el caso de los asiáticos que las usan con profusión en comparación con los occidentales. Pero no hay evidencia que respalde la idea de que los japoneses por ejemplo sufran apreciablemente menos la gripe por su uso, el año anterior al covid de hecho sufrieron la propagación de una epidemia de gripe a pesar de su uso casi universal.

2.- Fauci, la autoridad que se negaba a sí misma

“El antídoto del miedo es el conocimiento” Ralph Waldo Emerson, filósofo

Sin duda uno de los personajes y nombres más visibles a nivel mundial en la respuesta al covid fue Anthony Fauci, el responsable de la misma para todo Estados Unidos y la Casa Blanca. En marzo de 2020, Fauci apareció en el popular programa 60 Minutes en el que afirmó: “No hay razón para ir por la calle con máscaras”. Incluso fue más allá y mencionó una ‘falsa sensación de seguridad’ y los potenciales riesgos por estar tocándose la cara. Cuando en junio de 2020 algunos periodistas cuestionaron el viraje en las recomendaciones oficiales, responsables como Fauci y tantos otros en Occidente dijeron que de algún modo quisieron ocultar los beneficios de las máscaras para no interferir con la oferta entonces limitada. Lo cual es aún más extraño, ¿no era que había una nueva evidencia de contagio asintomático? En cualquier caso, ¿qué sentido tiene confiar en quien reconoce no haber no dicho toda la verdad en marzo de 2020?

La idea de ‘no dijimos cuán importantes eran las máscaras para proteger la escasa oferta’ a comienzos de 2020 tiene aún un problema mayor, y está en los emails privados de Anthony Fauci revelados al público gracias a la Freedom Information Act. El 4 de febrero de 2020 Fauci recibió un email de Sylvia Burwell, antigua secretaria de Salud con Obama y le preguntó si debería llevar una máscara en sus viajes para su protección personal. La respuesta de Fauci fue: “las máscaras son realmente para las personas contagiadas, no tanto para proteger a quien no lo está”. Fue incluso más allá dando razones científicas en su respuesta: “La típica máscara que compras en la droguería no evita que pase el virus, podría sólo evitar que expulses gotas cuando tosas o estornudes…no te recomiendo usar una máscara”.

Esto deja en evidencia que la justificación de la falta de oferta para no recomendar máscaras (la gente no puede comprarlas, no las recomendemos) no fue nunca cierta.

De nuevo serían los propios emails privados de Fauci los que desmentirían que hubo una nueva evidencia científica en primavera de 2020. El 31 de marzo de 2020, recibió un email de Andrea Lerner, empleada del Instituto Nacional de Salud de EEUU, donde resumía lo que la comunidad científica sabía. En dicho correo Lerner le adjuntaba a Fauci hasta 9 estudios randomizados (un tipo de estudio de alta calidad donde tienes un grupo de control ciego) donde no se hallaba diferencia entre usar o no usar máscara en un escenario de gripe. Sólo 3 días después el CDC, rechazando toda la evidencia científica disponible y sin una nueva capaz de contradecirla, precipitó una recomendación universal de máscaras. A partir de aquellas fechas, medio mundo se cubrió las bocas y se inició uno de los ensayos poblacionales de salud pública de mayores dimensiones.

Francamente interesante es revisitar aquellas nuevas guías que el CDC en EEUU hizo en abril de 2020 por las palabras empleadas para justificar las máscaras. “Aunque no existe evidencia de que sean efectivas en reducir la transmisión, existe una plausibilidad mecánica para la potencial efectividad de esta medida”. Repitamos y releamos: plausibilidad mecánica para la potencial efectividad. Esto es, la imposición de máscaras se basó en primavera de 2020 en una hipótesis teórica, en un deseo de que funcionara, ello a pesar de que los estudios que durante años habían recopilado las mejores agencias de salud de todo el mundo de las mejores revistas científicas no lo avalaran. Tan distante llegó a ser la ciencia de las medidas que incluso en mayo de 2020 el CDC volvió a publicar otro meta-estudio (recopilación de 14 estudios previos) sobre una gripe pandémica donde de nuevo no había evidencia sobre las máscaras para frenar la propagación.

Para primavera de 2020 no había aún solidez científica para la imposición de máscaras, así que se intentó precipitar una ‘nueva ciencia’.

3.- ¿Una nueva ciencia?

“El mayor enemigo del conocimiento no es la ignorancia, es la ilusión del conocimiento” Stephen Hawking, físico

A pesar de que durante febrero, marzo y gran parte de abril no se recomendó al público usar máscaras, en algún punto durante la primavera de 2020 la inmensa mayoría de agencias de salud empezaron de la noche a la mañana y al unísono a dar un giro de 180 grados. Con ello, todos los ‘expertos’ empezaron a modificar su discurso para alinearse. Ello teniendo que ignorar toda la enorme evidencia científica opuesta. Y de nuevo de la noche a la mañana, las máscaras pasaron de ser una recomendación a una obligación.

En este momento transicional, en abril de 2020, cuando aún los medios seguían sin problema las evidencias científicas en lugar de ser arrastrados a una nueva narrativa por decreto, el Washington Post publicó un interesante artículo basado en los estudios del historiador John M. Barry sobre cómo durante la gripe española de 1918 usar máscaras faciales fue ‘inútil’, a pesar de su uso masivo entonces en EEUU.

A partir de abril y mayo de 2020, millones de euros y dólares del contribuyente fueron gastados en promocionar el uso de máscaras. Por ejemplo, el estado California gastó 27 millones de dólares y el gobernador de Nueva York Andrew Cuomo desplegó una campaña llamada ‘Enmascarando América’ en colaboración con celebrities. Las expectativas fueron enormes y todos confiaron ciegamente en la ‘plausibilidad mecánica’ de la OMS.

La confianza en la medida fue tan grande que empezaron a ofrecer importantes promesas y resultados. Un artículo de la revista Time llegó a prometer en junio de 2020 una reducción de la transmisión entre un 50% y 85%. El propio Fauci expresamente mencionó en múltiples ocasiones que los estados que siguieran la implantación de máscaras tendrían mejores resultados y que podrían verse diferencias apreciables entre estados o condados según apliquen o no la medida. En julio de 2020 la Universidad de California fue aún más allá siendo de las primeras en prometer que las máscaras no sólo evitaban contagiar sino que evitaban que uno se contagie. No existían evidencias sólidas para ninguna de estas afirmaciones, eran simplemente hipótesis que el público por supuesto esperaba que se cumplieran.

Aparte de la ‘plausibilidad mecánica’, el CDC intentó citar evidencias para respaldar sus recomendaciones de máscaras. Y llama la atención la pobreza de esas evidencias. Por ejemplo, citan una historia anecdótica en una peluquería con 139 clientes durante 8 días, los 2 peluqueros estaban contagiados pero ninguno de 16 clientes cogidos al azar que usaron máscara lo estuvieron. Puede sonar grotesco, pero es cierto que nada menos que el CDC esto lo usó como una evidencia para respaldar una medida de salud pública universal en pleno siglo XXI.

· El contagiador asintomático, ¿realidad o muñeco de paja?

Tras revisarse cientos de estudios publicados, elaborarse extensos documentos y aun realizar ejercicios de preparación para una pandemia como la de 2020, ¿qué cambió en 2020? Entre las posibles y varias motivaciones de los organismos de salud pública para virar y prestar atención a una estrategia antes descartada destaca la idea del ‘contagiador asintomático’ a juzgar por las declaraciones que entonces hacían los reguladores. Pero esta motivación no deja de resultar extraña como supuestamente novedosa puesto que la transmisión asintomática había sido considerada por el CDC en escenarios de gripes epidémicas.

Uno entonces podría pensar que el contagio asintomático era mucho más común en el covid que en la gripe. Sobre esta cuestión en abril de 2021, la revista Emerging Infectious Diseases Journal publicó un análisis sobre un brote en Alemania en 2020, y llegó a esta conclusión: “No observamos transmisión desde pacientes asintomáticos”. Incluso los propios autores afirmaron que su hallazgo no era nada extraño pues “se alineaba con múltiples otros estudios”. Y finalizaban: “Es improbable la contribución de la transmisión asintomática a la propagación del covid”. Los autores del estudio eran del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades y la Universidad de Estocolmo. No obstante, aunque fuera totalmente válida la idea del asintomático contagiador y siguiendo abierto el debate científico sobre su alcance exacto, las máscaras seguían enfrentando su problema mayor: los aerosoles.

· Los aerosoles, el quid de la cuestión

Un aspecto fundamental, si no el más fundamental, que explica que las máscaras fallaran en los estudios sobre infecciones víricas que manejaban las agencias de salud es el problema de los aerosoles. La confianza en las mascarillas tenía sentido si se trata de parar las gotas y microgotas, pero el covid tal como se confirmó el virus de la gripe se transmite por aerosoles y las máscaras no pueden hacer prácticamente nada según la evidencia bloqueando los aerosoles. Sin embargo al público se le convenció de lo opuesto con visuales gráficos que o bien eran meramente teóricos o se basaban en microgotas, no realmente aerosoles que atraviesan las máscaras. Ésta es la eficacia -como muestra en este más elaborado vídeo con explicación científica el Dr Ted Noel– en la vida real frente a los aerosoles de llevar una máscara, sin importar que uno lleve 2 o 3 o un respirador equivalente a una N95/FPP2. Esto es, portando cualquier tipo de máscara, una habitación cerrada acaba llenándose de aerosoles por respiración con la misma rapidez e intensidad que no llevando ninguna. Habría que dejar de respirar.

· De Dinamarca a Bangladesh, la ciencia se corrompe

A finales de 2020 tuvo lugar en Dinamarca un estudio de alta calidad randomizado con 6000 participantes para revisar la efectividad del uso de máscaras quirúrgicas frente al contagio en el que fue el mayor estudio controlado hasta la fecha sobre esta cuestión, el DANMASK-19. Los participantes recibieron máscaras quirúrgicas de la más alta calidad y se les instruyó para su correcto uso y recambio. Era el mejor tipo de estudio que cabía concebir para medir dichos beneficios frente al covid. ¿Cuál fue el resultado? Los autores con los datos en la mano fueron incapaces de ver beneficios en el uso de máscaras frente a no usarlas incluso con el mejor uso posible. No sólo los medios ignoraron este estudio, sino que acabaron sucediendo prácticas de corrupción científica, empezando porque el estudio estuvo censurado en redes sociales cuando salieron los resultados. Sencillamente, no querían un estudio tan importante sin la conclusión predeterminada. Este caso lo comenta un artículo del British Medical Journal denunciando esa censura. Thomas Benfield de la Universidad de Copenhague y uno de los principales autores confesó al ex periodista del New York Times Alex Berenson que el estudio se publicaría ‘tan pronto como una revista fuera lo suficiente valiente’. ¡Había que ser valiente en 2020 para publicar lo que durante décadas habían dicho los estudios sobre máscaras! Otro de los autores y jefe médico del hospital New Zealand de Dinamarca, Christian Torp-Pedersen, denunció: “No podemos discutir si éstos son los resultados que a algunos les gustan o no”.

Así que había que encontrar algún estudio que presentar al mundo para apoyar las máscaras. Aquí llegó el famoso estudio de Bangladesh, que la revista Nature lo celebró como un “estudio riguroso”. ¿Cuán riguroso? Bueno, el matemático británico Normal Fenton demostró que usando la metodología del estudio, éste era equivalente a lanzar 34 monedas y tras tener 18 caras y 16 cruces asegurar que las caras son más probables. Es decir, el estudio no demostraba en verdad nada. El investigador científico Steve Kirsch retó al autor principal del estudio de Bangladesh, Jason Abaluck, a defender en un debate su estudio. Abaluck aceptó con tal de que hubiera sólo un debatiente enfrente y el 3 de abril de 2022 tuvo lugar el mismo. Abaluck fue tan incapaz de defender los resultados de su estudio que se negó a volver a debatir el estudio y uno de los expertos espectadores comentó: “este estudio bordea el fraude”. El estadístico Mike Devenich también comentó cómo el estudio de Bangladesh era un sinsentido.

Lamentablemente el esfuerzo por demostrar que las máscaras funcionaban desencadenó una corrupción científica de dimensiones importantes. Si no, prestemos atención a otros estudios que se usaron para sostener que las máscaras eran efectivas:

  • Un estudio norteamericano de mediados de 2020 aseguró hallar que los estados con máscaras tenían menos contagios. Entre lo trágico y lo cómico, los autores tuvieron que retirar este estudio cuando en otoño empezó a pasar lo opuesto: los contagios eran superiores en los estados con más máscaras per capita.
  • En Alemania se publicó un estudio que afirmaba que las máscaras obligatorias en las ciudades germanas se correlacionaban con menos contagios. El problema es que los datos no decían esto. Por ejemplo la ciudad de Jena que combinó durante el estudio máscaras con cuarentena estricta tuvo más contagios.
  • Otro estudio alemán quiso concluir la efectividad de las máscaras N95/FPP2, pero no hubo ningún ensayo sobre la vida real, era un mero modelo matemático.
  • El British Medical Journal aceptó la publicación de un meta-análisis que establecía la efectividad de las máscaras. Sin embargo, posteriormente la propia revista decidió cuestionar este mismo estudio en un editorial con el título ‘la falta de buenas investigaciones es una tragedia pandémica’

Un estudio del CDC que quiso demostrar al público que las máscaras funcionaban debe sin duda mencionarse como claro ejemplo de cómo se puede retorcer la estadística para sacar las conclusiones que uno desea. Por supuesto, publicaron un gráfico que parecía inequívoco. Llevar cualquier tipo de máscara reduciría la probabilidad de contagiarse en un grado muy elevado, aseguraban.

Dicho estudio fue realizado en California y se publicitó para promover su uso en todos los lugares, pero presenta un cúmulo de despropósitos que hacen dichas conclusiones una manipulación enorme.

  • En primer lugar, parte del engaño está admitido en la letra pequeña del gráfico. Especifica que hay ‘diferencias no significativas’ con el uso de máscaras de tela. Por tanto, lleva explícita una admisión de desinformación.
  • En segundo lugar, se basó simplemente en una encuesta telefónica y los entrevistados sabían el propósito del estudio, con lo que se favoreció sesgo en las respuestas.
  • Pero el principal fraude vino de la estadística, y que es algo más complejo de advertir. Se trata de la muestra, pues casi 1800 personas usaron máscara algún tiempo y 44 nunca. Esta distribución les pareció correcta y representativa; menos de 2000 personas en un estado de casi 40 millones de habitantes.
  • Otro error (en realidad es difícil penar que fue un error no premeditado) que sesgó enormemente el resultado desde el principio fue no excluir como debían hacer a personas que vivían en el mismo hogar de alguien contagiado. Imaginen que su pareja, hijo o conviviente se descubre que está contagiado un día X pero obviamente usted como mínimo hasta ese día no ha llevado máscara en su presencia en el hogar. Incluir a estas personas es un modo perfecto de sesgar el resultado hacia más contagios con menos máscaras. Sólo esto habría podido retractar una publicación científica, pero el CDC es lo que usó para convencer al público. Habían conseguido cocinar lo que ellos querían prometer. Para un análisis y refutación estadística más en detalle de este estudio, el periodista Ian Miller lo desmonta aquí.

Un claro ejemplo de cómo se puede retorcer una conclusión usando al gusto la estadística es que cogiendo los propios datos de ese mismo estudio podemos llegar a una conclusión rápidamente: un 93,3% de las personas contagiadas encuestadas llevaban siempre o casi siempre máscara.

· Censura, la ilusión de la integridad científica

Así, el retorcimiento de la máquina científica se hizo en dos sentidos, intentando generar a cualquier precio resultados a favor de las máscaras y por otro lado expurgando todos los bien hechos estudios que mantenían lo mismo que la ciencia del último siglo. Por supuesto, pues, los medios ignoraron en lo posible otro estudio con 8000 participantes a finales de 2020 que concluyó que las máscaras “no parecen ser efectivas contra infecciones respiratorias”, o una revisión de julio de 2020 del prestigioso Cochrane que determinaba que las máscaras no reducen transmisión viral ni en población general ni en trabajadores sanitarios. El Centro para la Medicina basada en la Evidencia de Oxford aseguraba que la imposición de máscaras era una cuestión política, no científica. Literalmente dice: “hay una considerable falta de certeza científica”. Y añade: “En el caso de que las máscaras funcionaran, según los datos de la agencia de salud noruega, harían falta 200.000 personas con máscara para prevenir un solo contagio por semana”. La inexistencia de cualquier evidencia sólida seguía siendo tan patente que en las propias recomendaciones de máscaras del Centro de Control de Enfermedades de la Unión Europea en febrero de 2021, éstas se basaban en un ‘principio de precaución’, esto es, seguía siendo una hipótesis indemostrada.

Volvemos a 2020 y con la llegada del otoño y a pesar del surgimiento de olas o repuntes de contagios sin importar el nivel de adherencia al uso de máscaras en una población dada, los expertos no dejaron de hacer aún mayores sus promesas. El Dr Robert Redfield, nada menos que antiguo director del CDC estadounidense, llegó a afirmar en septiembre de 2020 que usar máscaras era mejor que cualquier posible vacuna y los grandes medios entregaron rápidamente la promesa al público. Y realmente no fue el único experto que hizo tal comparación. Para muchos de éstos, las máscaras no sólo eran una importante, sino incluso la más importante posible de las medidas. Hubo un punto en que las máscaras podían prometer cualquier cosa desconectada de cualquier evidencia, se estaban convirtiendo realmente en una suerte de fe. El uso de máscaras se había acabado desligando de la honestidad y prueba científicas para llegar a ser un auténtico activismo político.

Uno podría pensar que el problema fue la falta de adherencia al uso de máscaras, pero lo cierto es que su uso llegó a ser forzoso y compulsivo en casi todas las regiones occidentales. En concreto, en EEUU el gobierno federal a través de YouGov y su sistema demoscópico ha evaluado la adherencia al uso de máscaras por sus ciudadanos. Todos los aumentos de contagios en noviembre y diciembre de 2020 fueron precedidas de los niveles más altos registrados en el uso de máscaras a nivel nacional, hasta por encima del 80% de media, y su ola mayor en enero 2021 se produjo con el nivel registrado más alto de uso. Tras aquella fecha y en parte debido al levantamiento de mandatos de máscaras en estados conservadores (lo veremos más adelante) la adherencia a nivel nacional empezó a descender, y los expertos en masa encabezados por Fauci o la directora del CDC Rochelle Walensky empezaron a predecir terribles olas para primavera 2021 en el país. Lo que acabó sucediendo es que los casos siguieron descendiendo toda aquella primavera.

Lo ilustraremos mejor más adelante, pero baste adelantar aquí este interesante ejercicio que nos propone el economista norteamericano Tom Woods. Si nos presentaran las gráficas de curvas de contagios covid de países donde se impusieron las máscaras, ¿seríamos capaces de identificar en el gráfico, incluso aproximadamente, cuándo se impusieron? Hagan apuestas.

Hasta 2020, la ciencia era inequívoca sobre que el uso de máscaras. en el mejor de los casos podía tener una utilidad potencial dentro de un mero marco teórico e hipotético. Incluso los estudios controlados hasta la fecha no pudieron nunca de manera sólida corroborar esa posible teoría y por ello en todas las pandemias víricas los más importantes organismos internacionales habían descartado una y otra vez las máscaras como algo de utilidad. A partir de la primavera 2020 surgieron nuevas recomendaciones sobre las que se intentó precipitar una nueva evidencia hasta entonces inexistente. Como hemos visto, se usó todo tipo de manipulación científica para intentar hacer encajar la realidad con el deseo.

Si aún creemos que esos estudios que pretendían defender las máscaras no estaban tan equivocados, no obstante desde 2020 tenemos el mejor banco de pruebas posible: millones de personas en docenas de regiones y países con máscaras obligatorias. ¿Qué datos reales podemos observar en esos países? ¿Qué resultados comparativamente hubo en las regiones, estados o países vecinos donde no se usó máscaras? ¿Se pueden observar efectos en la imposición y en la retirada de máscaras (desde otoño 2020 ya hay ejemplos estudiados de retiradas de las mismas en Occidente)? La verdad última, más allá de los laboratorios y grupos de ensayos vendría de allí, de allí fuera, de la realidad.

MASCARILLAS: LA INCONTROVERTIBLE EVIDENCIA (II)

“Si el adoctrinamiento está bien conducido, prácticamente todo el mundo puede ser convertido a lo que sea”.

Aldous Huxley, escritor

[Para esta serie de artículos se han empleado estudios publicados disponibles en PubMed, publicaciones de prensa referenciadas, documentos de la OMS o el CDC de EEUU, estadísticas oficiales publicadas por New York Times o OneWorldinData, o la información y gráficas del periodista Ian Miller en su obra “Unmasked”,  entre otras fuentes]

En el artículo anterior, pudimos comprobar cómo las guías pandémicas de los principales organismos sanitarios habían rechazado el uso de máscaras hasta -mediados de- 2020, y que ello se basaba en las mejores evidencias publicadas. Los estudios randomizados, los mejores posibles, no avalaban su uso. Vimos también cómo se intentó forzar una ciencia contraria a las evidencias, no sin con ello tirar por la borda la integridad científica. Hagamos un último intento suponiendo que esa literatura científica estaba equivocada y por tanto el uso de máscaras tuvo un beneficio en el escenario del covid. Dado que medio mundo se embarcó involuntariamente en un estudio sobre máscaras desde primavera de 2020, sólo tenemos que acudir a los datos generados. Veremos qué resultados obtuvieron regiones o países comparables con una alta a muy alta adherencia al uso de máscaras frente a otros con un uso entre bajo y nulo, así como si se observan cambios en las imposiciones y en las retiradas de las mismas. No sin antes revisitar una cuestión, y no una cualquiera sino esencial: los aerosoles y la física.

4.- Una cuestión de Física

“La ciencia es hermosa cuando realiza explicaciones sencillas” Stephen Hawking, físico

En el artículo anterior habíamos establecido cómo el covid se contagia también a partir de aerosoles, no sólo por gotas o microgotas. Esto no es nada controvertido, ya en 2020 reportajes científicos como éste de El País aceptaban los casi microscópicos aerosoles como la vía principal de contagio. No obstante, es más que chocante que la OMS tardara largo tiempo (¡casi 2 años!) en aceptarlo.

Sin ser ningunos expertos en Física, todos podemos entender matemáticas simples de primer grado. Veamos. ¿Cuál es el tamaño de las partículas -infecciosas- de covid? Si bien hay cierto debate científico, en realidad éste se ciñe a qué franja de tamaños exacta puede abarcar el covid. Pero hay un consenso especialmente en que hay una predominancia de partículas que no superan alguna décima de micrón. Quedémonos con esta medida: micrón.

Por ejemplo, la Universidad de British Columbia ha establecido que el tamaño más común del covid es de 0,1 micrones, o una décima de micrón (la franja más consensuada viene a hablar de 0,08 a 0,125 micrones) Una bacteria, por ejemplo, tiene 2 micrones mientras una partícula de polvo tiene hasta 10, un tamaño 20 y 100 veces superior respectivamente. Un simple pelo humano tiene un diámetro hasta más de mil veces superior.

Hablando de medidas, resulta por ejemplo chocante que el propio CDC de EEUU alerte expresamente de la inutilidad de las máscaras de tela para protegerse del humo de incendios o por combustión de cualquier material. Por la sencilla razón de que este humo tiene entre 0,4 y 0,7 micrones, es decir partículas hasta 7 veces más grandes que el covid. Esto es, en pura lógica el CDC debería alertar 7 veces más sobre la misma inutilidad de las máscaras de tela frente al covid. Aquí por ejemplo puede verse una fotografía microscópica de una máscara de tela comparada con el tamaño de una partícula de covid. Un perfecto coladero sería una fiel descripción gráfica. Una máscara quirúrgica homologada y nueva, por cierto, puede dejar pasar perfectamente una bacteria. Como hemos visto antes, una bacteria es unas 20 veces más grande que el covid.

A propósito de estos hechos, en primavera de 2022 se produjo un episodio incluso cómico. El Departamento de Salud del Gobierno de EEUU solicitó a los estados que le remitieran noticias falsas o fake news con las que tuvieron que lidiar en relación al covid. Y la respuesta de las autoridades oficiales del estado del medio Oeste americano de Indiana, con 7 millones de habitantes, no tiene desperdicio. Pues es una recopilación de fake news sobre el covid propagadas por las propias autoridades sanitarias del país, y en una de ellas comentan:

“Contrariamente a lo que dicen algunas autoridades públicas sanitarias, la obligación de máscaras no ha sido efectiva para proteger a la mayoría de la población. El covid se contagia por aerosoles [..] y los aerosoles escapan a las máscaras sin sellar, a las de tela en particular e incluso una N95/FPP2 tiene una capacidad reducida con la respiración al hidratarse. No es sorprendente que la mejor evidencia científica -los estudios randomizados- tanto antes como durante la pandemia hayan encontrado que las máscaras son inefectivas en impedir la transmisión viral”

¿Cuánto puede por cierto filtrar una máscara N95/FPP2 totalmente nueva, perfectamente sellada y sin haberla hidratado aún por respiración? Como máximo, el consenso establecido en esas condiciones serían 0,3 micrones. Los propios fabricantes de estas máscaras que declaran su capacidad de filtración en los etiquetados lo dicen claramente, pueden filtrar más del 95% (por esto se llaman N95 también las FPP2) sólo de partículas superiores a 0,3 micrones. Dado que el covid sólo tiene 0,1 micrones, es irrelevante en efecto aquel 95%. Es como querer parar moscas con una red que es un 95% eficaz en capturar langostas. Como dice el Doctor en Medicina, profesor visitante de la John Hopkins de EEUU, profesor emérito de Salud Pública en la Autómona de Madrid, licenciado con 22 matrículas de honor y Premio Extraordinario de Fin de Carrera, el Dr Juan Gervás: “el furor enmascarador es sólo parte del teatro de la seguridad. Como muestran las revisiones del Cochrane, se demuestra la inutilidad de las mascarillas en los ensayos clínicos sobre la gripe y otras enfermedades respiratorias del estilo del coronavirus. Se comprobó en 2007 y se actualizó en 2011 y en 2020. Su imposición es una confrontación a la ciencia, que la gente termina asumiendo como un talismán”

Sobre esta misma cuestión de física y máscaras, en enero de 2022 testificó como experto ante la Comisión de Salud del Senado del estado de New Hampshire en EEUU el ingeniero forense e higienista industrial y ambiental graduado con excelencia en su promoción Stephen Petty, durante 26 años especializado en la prevención de riesgos asociados con bacterias, humos, virus e infecciones y ataques biológicos y profesor de ciencias ambientales en la Universidad de Franklin.

Aparte de mencionar toda la evidencia científica y estudios publicados y hablar de los resultados de los mandatos de máscaras, Petty se centró en su especialización: el nivel micro y físico. Según estableció una publicación de febrero de 2021, el 99,99% de partículas covid se transmiten por aerosoles, no gotas ni microgotas.

Una parte francamente interesante de su exposición es la dedicada a las máscaras N95/FPP2, para algunos refugio salvavidas frente a las de tela o quirúrgicas que desde 2022 hasta las propias autoridades cuestionan para los virus (tras 2 años diciendo lo contrario, véase aquí el ex directivo de la FDA el Dr Scott Gotlieb diciendo ‘las máscaras de tela no protegen mucho’). Según expone Petty, al menos el 60% de máscaras N95/FPP2 disponibles durante 2020 ni siquiera cumplían los estándares esperados. Pero, como señala, aunque los cumplan éstas no pueden filtrar nada por debajo de 0,3 micrones. La parte más llamativa quizás de su exposición es cuando cita con imágenes las instrucciones oficiales de uso de 3M, el mejor fabricante del mundo de las mejores máscaras N95/FPP2, sobre estos productos. Expresamente indica “no usar para aerosoles o asbestos” (ver diapositiva 43 de la etiqueta del fabricante 3M). El asbesto es entre 2 y 200 veces más grande que el covid y ni siquiera para esto el mejor fabricante del mundo lo recomienda como una protección. En 2018 por cierto la periodista Laurie Garrett (premio Pulitzer por una investigación sobre el ébola) daba una charla en la Academia Nacional de Ciencias de EEUU donde hablaba de la inutilidad de máscaras contra los virus e incluso en febrero de 2020 decía exactamente lo mismo para “la más sofisticada máscara N95/FPP2”. Para su desgracia, estos vídeos y declaraciones son públicas y digo para su desgracia porque Garrie hoy sí cree en las máscaras y es realmente fascinante que no puede aportar más que hipótesis, pero no evidencias. La única clara razón por la que Garrie ha virado su opinión es porque Garrie es una devota seguidora del Partido Demócrata. Y como veremos, por alguna razón, el uso de máscaras sin evidencia se ha convertido en uno de los mantras ideológicos del progresismo actual.

Para Petty, si ningún mandato de máscaras en más de 2 años ha funcionado, ni ningún estudio publicado randomizado ha mostrado efectividad de las máscaras es porque no pueden funcionar para este uso. Es, según él, una imposibilidad física.

Citando de nuevo al Dr Juan Gervás: “Se enmascara a la población como forma de superstición, un poco reminiscencia de las teorías miasmáticas que atribuían las infecciones a los olores. Cuando las autoridades trabajan bien, se renuncia a la magia. Sirva de ejemplo Dinamarca, en cuyas escuelas ni alumnos ni profesores llevan mascarillas. Enmascarar a niños y maestros es una crueldad con la que se pretende ocultar la incapacidad de los expertos”.

Ahora sí, veamos sobre la vida real qué resultados arrojan más de dos años de mandatos e imposiciones de máscaras. La verdad última estaría ahí fuera.

4.-California, ‘un ejemplo para el mundo’

‘’Para mí es muy interesante que hombres perfectamente honestos pueden engañarse a sí mismos por completo” Irving Langmuir, ingeniero y físico

Dentro de EEUU, particularmente la progresista California ha sido el laboratorio donde se han implementado con fruición y sin dudarlo prácticamente todas y cada una de las medidas prometidas desde 2020 para conseguir los mejores resultados covid. Confinamientos, cierres de escuelas, cierres de negocios, draconianos toques de queda, mandatos de máscaras en cualquier lugar… No sólo en sus vertientes más extremas en la primavera de 2020 sino también en todo el invierno de 2020-21, con lo que California se erigió en un referente en Occidente de las restricciones más duras. Su gobernador demócrata Gavin Newsom proclamó que California mostraría al mundo los beneficios de “seguir la ciencia”. A comienzos de mayo de 2020 casi todos los condados de California ya tenían mandatos de máscaras, cuando los contagios aún eran bajos, y a mitad de junio la obligación de llevarla fue un decreto en todo el estado. Así pues, California impuso las máscaras obligatorias en todo el estado con los contagios aún bajos, por lo que se esperaba que evitara picos u olas. No obstante, esto no evitó un apreciable incremento de contagios en julio, con lo cual el gobernador Newsom pensó que había que ir aún más allá, y las máscaras obligatorias se mezclaron con toda suerte de limitaciones a las reuniones y capacidades de los negocios y tiendas cuando no directamente su cierre. El resultado del ‘ejemplo para el mundo’ de ‘seguir la ciencia’ de California ya es historia: el estado demócrata fue desde finales de ese otoño ejemplo para todo el país de un de las peores olas en EEUU. Visto el fracaso de las severas restricciones, la única ocurrencia de Newsom fue llegar hasta el final y en diciembre California prohibió incluso la apertura de cualquier negocio de hostelería incluso para comer uno solo al aire libre. Huelga decir que jamás ninguna autoridad justificó con ninguna evidencia cómo el cierre brutal de su economía iba a solucionar algo cuando las severas restricciones con máscaras y limitación de todo aforo o reunión no hicieron absolutamente nada.

Veremos enseguida que las comparaciones son odiosas y California es un caso perfecto. Si tomamos dos estados vecinos de California como Nevada y Arizona podemos ver cómo las curvas de estos 3 estados contiguos se desarrollan casi a la par sin importar cuán estrictas o laxas sean las restricciones o la adherencia a las máscaras, tanto que la eliminación de máscaras en Nevada y Arizona fue seguida en ambos casos de un consistente descenso de contagios. La prensa siempre ha intentado en todo tiempo y lugar ignorar el fracaso de lo evidente, y en febrero de 2021 el progresista Los Angeles Times celebró sin rubor que el cierre de la hostelería había funcionado, a pesar de la clamorosa evidencia en contra por simple comparación con los vecinos que no hicieron nada de eso.

Dentro del estado de California el condado de lejos más poblado es el condado de Los Angeles, el más poblado incluso de todo el país y una de las joyas de la corona del Partido Demócrata, el cual muchas veces fue aún más lejos que su estado de California en las prohibiciones. Los Angeles fue de las primeras zonas (si no la primera) de Occidente en obligar a usar máscara, a principios de abril 2020 incluso en exteriores. En julio cerraron toda la hostelería en exteriores y como nada de esto impidió una ola después del verano, sólo se les ocurrió añadir un toque de queda y decretar un confinamiento a final de otoño dos semanas antes que el resto de California. Nada, absolutamente nada de esto, previno la ola de contagios de aquel otoño-invierno en LA.

California en general y aun Los Angeles más en particular son un perfecto caso de estudio para ver el resultado de las medidas de mitigación y máscaras, pues pasaron casi todo el otoño invierno sin centros comerciales, sin parques temáticos, sin colegios ni eventos deportivos con público. El condado de Orange, cerca de Los Angeles, plantea otro contrapunto valioso. El primero optó por eliminar las máscaras durante todo el verano de 2020, Los Angeles las mantuvo a fuego. Y Los Angeles tuvo claramente peores datos tanto en verano como posteriormente.

Acumulando las cifras de mortalidad covid de 2020 y 2021, si Los Angeles se comparara con la media de los 52 estados de EEUU, lo que era un ‘ejemplo para el mundo’ que ‘anteponía la ciencia a la política’ acabó siendo el 5º estado/zona con mayor mortalidad covid de todo el país.

Nada del estrepitoso fracaso de California, tras haber asolado su economía durante meses, hizo a ninguno de los expertos mediáticos dudar un ápice de sus consejos. California era un ejemplo porque hacía lo que ellos decían que había que hacer. Los datos, la realidad misma, acabaron siendo una verdad demasiado incómoda que no podía desbaratar una teoría que parecía ‘plausible’.

Habíamos por completo entrado en todo el mundo en una nueva época:  la épica de la post-verdad. Y de una nueva ciencia: la ciencia sin ninguna evidencia.

En realidad (aunque lo trataremos posteriormente), la aceptación totalmente acrítica del teatro de las máscaras no es nada chocante a la luz de la psicología social. Nunca subestimemos el poder hipnótico del teatro.

5.-Florida: sol, playa y muchos fachas

Florida fue sin dudarlo desde 2020 el objeto de la ira y el más severo escrutinio y crítica de dichos expertos mediáticos. Todo tipo de horrores y vaticinios de devastación en los medios se cernieron sobre el estado del sol, una de las plazas fuertes en el país en este caso del Partido Republicano. Florida, de la mano de su gobernador conservador Ron deSantis, fue el contra ejemplo de California. Se convirtió en el estado que más claramente rechazó las recomendaciones tanto del CDC como de la OMS.

Florida, con 22 millones de habitantes, jamás tuvo una obligación de máscaras desde el final del verano de 2020 y las muy puntuales restricciones que llevó a cabo las eliminó ya en septiembre de ese año, prohibiendo incluso que los negocios obligaran a llevar máscaras a sus clientes. Y al menos desde finales de 2021, Florida y su departamento de Salud incluso alertaron contra la falsa sensación de protección de las máscaras. Su responsable de salud el Dr Ladapo de Harvard dijo a sus ciudadanos que ‘las máscaras no han salvado ninguna vida de acuerdo a la mejor evidencia científica’ y su popular gobernador DeSantis en varias ocasiones dijo que llevar máscara ‘es ridículo’. Como era de esperar, Fauci se sintió ‘muy preocupado’ por la decisión desde el comienzo de Florida, y Michael Osterholm, epidemiólogo del CDC, vaticinó que Florida se convertiría en ‘un infierno’.

¿En qué se tradujo ese infierno? No sólo en contagios sino en exceso de mortalidad Florida obtuvo unos muy superiores resultados a California de manera consistente todo ese otoño e invierno de 2020-21. Además, ambos estados son muy buenos para comparar dada su semejante demografía, clima templado, estilo de vida y latitud. Otros ejemplos de seguir a rajatabla toda la retahíla de prohibiciones y obligaciones empezando por el enmascaramiento universal como el estado de Nueva York tuvieron datos mucho peores que Florida todo aquel 2020. Pero de nuevo, los datos no importaron a los medios cuando éstos no decían lo que tenían que decir. La narrativa debía permanecer intocable al margen de los hechos. Por cierto, hubo 3 condados en Florida que extendieron al final del verano de 2020 y al margen del resto del estado las máscaras en interiores varias semanas más (Martin, Nassau y Manatee). Si volvemos a creer que las recomendaciones oficiales acertaron, estaremos de nuevo equivocados. Los condados que mantuvieron más tiempo las máscaras tuvieron de media peores resultados que otros incluso con la densidad poblacional de Miami.

En febrero de 2021, Florida se convirtió en la sede de uno de los principales eventos del año, la final de la Super Bowl en su ciudad de Tampa. Tras la victoria de los Bucs, grandes masas de aficionados abarrotaron sus calles casi en su totalidad sin máscaras. Rápidamente, la maquinaria mediática inició la carga implacable con sus peores augurios contra Florida. ¿Recuerdan el sempiterno ‘ya verás en 15 días’? Casi unánimemente todos los medios que cubrieron la noticia remarcaron en titulares que esos aficionados no llevaban máscaras (maskless), desde el Washington Post, New York Times, Forbes y docenas otros. El británico The Independent les llegó a llamar ‘salvajes’ por ir sin máscaras. La CBS cubrió la noticia en directo con un reportero asegurando con indignación que eso sería un ‘evento super contagiador’ y esas personas serían las culpables. La también progresista CNN informaba en directo diciendo no dar crédito a que “la policía lo permitiera”. Todos los medios y expertos tenían una indubitable evidencia: aquello sumiría a Florida en una ola mortal.

Pero aquel evento que habían prometido por doquier que sería ‘super contagiador’ fue seguido de un constante descenso de contagios en todo Florida. Como siempre que los pronósticos de la pachanga cientifista y mediática no se cumplían, éstos buscaban otra historia u otro evento con tal de evitar reconocer lo evidente: eran sólo expertos en equivocarse y persistir constantemente en el error, eso sí aterrorizando a la gente que osaba saltarse sus sacrosantas recomendaciones oficiales, sus máscaras, sus limitaciones de reuniones y sus tests masivos.

En julio de 2021, el International Research Journal of Public Health halló ausencia de toda asociación entre obligación de máscaras y propagación del covid analizando todas las zonas de EEUU. A estas alturas, negar toda posible evidencia se había convertido casi en norma, y el teatro de máscaras debía continuar.

6.- Texas: sureños, y también fachas

Texas, con casi 30 millones de habitantes, centros urbanos tan densos como Houston o Dallas y uno de los estados más económicamente pujantes gracias a su política de bajos impuestos, es también un caso de especial interés. Uno de los bastiones de los conservadores en EEUU, fue otro estado que optó en gran medida por mantenerse al margen de las muchas recomendaciones de la OMS y el CDC y tomar una postura donde primaba la responsabilidad y libertad personales de modo en general semejante a su hermano Florida. Comparado con Florida, Texas durante 2020 no practicó unas medidas tan laxas, pero pronto en 2021 y a la vista de los resultados el gobernador Greg Abbott decidió levantar las restricciones que aún quedaban, entre ellas máscaras en determinados lugares interiores. Fue al inicio de marzo de 2021 y de nuevo la maquinaria mediática prorrumpió con los peores augurios para Texas, tanto más cuanto Texas permitió ya entonces eventos multitudinarios y masivos sin distancia alguna en estadios abiertos o cerrados y sin máscaras. Vanity Fair lo llamó un plan ‘para matar americanos’ y el gobernador de California dijo que era ‘absolutamente sin sentido’. El político progresista Beto O´Rourke llamó ‘culto a la muerte’ eliminar por completo las máscaras en Texas.

Todos los pronósticos de muerte, destrucción y castigo divino contra Texas se materializaron en que un mes después Texas tenía una tasa de contagios entre los estados con mejores datos, concretamente estaba en el 30% en la parte baja de la estadística.

Texas en conjunto con su política laxa y su temprana eliminación de máscaras tuvo datos mejores que California en todo 2020 y 2021. De nuevo los medios ignoraron el éxito de Texas sin máscaras ni restricciones.

Hablando del medio Oeste americano, Arizona -vecino de Texas- fue el estado donde el CDC llevó a cabo un estudio que supuestamente demostraba que llevar máscaras en las escuelas reducía los contagios. Tan orgullosos estaban de tener los resultados que querían que su directora Rochelle Walenski lo citó en incontables ocasiones en los medios como otra prueba de su política de máscaras.  Si han seguido con anterioridad en esta serie de análisis el modo de usar la ciencia por las organizaciones públicas con las máscaras desde 2020, no les sorprenderá saber que se trataba de un estudio diseñado con una fuerte manipulación. No lo digo yo, la prestigiosa revista de análisis fundada en Boston en 1857 The Atlantic le dedicó un reportaje entero a este estudio en su sección de ciencia titulado: “El caso sesgado del CDC sobre las máscaras en las escuelas”. Noah Harber, nada menos que coautor de una revisión publicada de estrategias de mitigación del Covid19 dijo de este estudio: “es tan fraudulento que no debería haber visto la luz pública”. También merece la pena mencionar en esta región del medio Oeste el singular caso de Kansas, al Norte de Texas, por la sencilla razón de que en cada condado del estado se permitió decidir desde 2020 qué política de máscaras establecer y fue bastante semejante el número de condados que impuso la máscara en interiores y el número de condados que no lo hicieron. Exactamente desde verano de 2020, 105 condados de Kansas la impusieron en interiores, y 85 condados no. Los resultados de los 3 primeros meses de política opuesta de máscaras merecieron un análisis y publicación en Febrero de 2022 en la revista Medicine. En resumen, ¿cuál fue el resultado? Cito el propio estudio: “Los resultados de este estudio sugieren de modo potente que la imposición de máscaras causó 1,5 veces más muertes, eso es que aumentó un 50% la mortalidad frente a no imponer máscaras”. Por cierto, cuando en marzo de 2021 Texas se dispuso a eliminar las máscaras de todos los lugares, Biden dijo que eso era ‘pensamiento Neanderthal’. Curiosamente todos los que siguieron el pensamiento Neanderthal, junto con Florida y Texas entre otros, empezaron a tener menores contagios que sus avanzados y progresistas vecinos enmascarados.

Es tan imposible sostener un impacto favorable de las máscaras, que ni siquiera haciendo una estrategia sesgada de cherry-picking (coger sesgada y selectivamente datos de modo que al presentarlos parezcan respaldar una idea) con los datos generados de más de 2 años de experimentación global podríamos lograrlo. Por ejemplo, aquí vemos niveles de hospitalizaciones en EEUU versus uso de máscaras. No sólo el aumento del uso de máscaras no se correlaciona (en realidad la correlación es casi tan nula como entre nieve y hamburguesas) con menos hospitalizaciones, sino que el descenso en su uso va seguido de descenso de las mismas y a la inversa.

Los casos exitosos en EEUU de Texas y Florida como estandartes de ínfimas restricciones y rápida eliminación de máscaras son aún mayores cuando los comparamos con sus modelos opuestos en el país. Igual que hemos visto el fiasco sin paliativos de California, el también progresista Nueva York es una bofetada en la cara de la estadística y, sobre todo, de la narrativa oficial. De hecho, Nueva York siempre despuntó por su nivel récord en el país de uso de máscaras junto con su colindante Rhode Island. Con todo y con esto durante todo el comienzo de 2021 ambos encabezaron en el país los niveles de mortalidad covid. Es más, durante todo este período los 10 estados americanos con mayor uso de máscaras tuvieron los peores datos de mortalidad. Los peores, sí. Aquí vemos en la primavera de 2021 los 10 estados con más alto uso de máscaras qué mortalidad per capita tuvieron frente a los 10 estados en azul con más bajo uso de máscaras. Recordemos que aquí no se habla solamente de obligación de llevarla, sino de uso real de las mismas.

– El efecto Foegen

Si hemos visto las cifras hasta ahora, podremos advertir recopilando los datos que no sólo las imposiciones de máscaras no han producido ningún beneficio. Sino que incluso las imposiciones de máscaras han tendido a producir datos ligeramente peores.

En realidad, que las máscaras contribuyan a aumentar los contagios como las cifras parecen indicar es una hipótesis científica establecida bajo la denominación de ‘efecto Foegen’, por su principal postulante el alemán Dr Zacharias Foegen. Y es una hipótesis que concuerda con los datos. De hecho su autor propuso la explicación tras analizar la efectividad negativa de los mandatos de máscaras. Tras como él lo explica en la revista Medicine:

“Una razón para el aumento de infecciones al exigir el uso de mascarillas es probablemente que los viriones que ingresan o los que se expulsan al toser en gotitas se retienen en el tejido de la mascarilla y, después de la rápida evaporación de las gotitas, de gotas hipercondensadas o viriones puros sin estar dentro de gotas, éstos [los viriones, que son los agentes infecciosos] se vuelven a inhalar desde una distancia muy corta durante la inspiración. Este proceso se denominará ‘efecto Foegen’.

En el ‘efecto Foegen’, los viriones llegan más profundamente en el tracto respiratorio. Así, se inhalan profundamente hasta los alveolos en lugar de los bronquios y se puede generar neumonía en lugar de bronquitis.

Además, el ‘efecto Foegen’ podría aumentar la carga viral general porque se vuelven a respirar los virones que deberían haberse eliminado de las vías respiratorias. La reproducción viral in vivo, incluida la reproducción de los virones reinhalados, es exponencial en comparación con la reducción lineal de gotitas inducida por la máscara.”

Esto es, dado que las máscaras no pueden bloquear viriones pero sí podrían dejar atrapadas microgotas con virones en el tejido, al dejarlas atrapadas favorecerían que al descondensarse estemos respirando más y más profundamente carga viral.

Además, Foegen cita como ulterior evidencia de su razonamiento que desde 2020 con la implantación de máscaras obligatorias se registró un aumento de contagios por rinovirus: el resurgimiento del rinovirus titulaba un estudio de una revista de enfermedades respiratorios del británico The Lancet.

Foegen además cree que el uso de máscaras ‘mejores’ como las N95/FPP2 sólo agravarían el problema al aumentar lógicamente la posibilidad de retener microgotas cuyos virones nos quedaremos largo tiempo reinhalando y lleguen así más fácilmente a los alveolos, favoreciendo  un cuadro infeccioso potencialmente más grave.

Esto es, cuanto más ‘floja’ o menos filtrante sea una máscara tendremos menos probabilidades de estar reinhalando microgotas (algunas podrán tener viriones infecciosos), y por tanto al eliminar máscaras reduciríamos la probabilidad de infecciones más severas. Todo esto puede resultar casi herético en el mundo de post-verdad actual, pero el efecto Foegen concuerda con los datos que han producido dos años de mandatos de máscaras.

7.- Suecia: el país que dejó de existir. Un vistazo a Europa.

Adentrándonos en el continente europeo, y antes de abrir la caja de pandora sueca, veamos gráficamente qué curvas de contagios han generado los países europeos con sin o casi sin máscaras en rojo versus los que usaron masivamente mandatos de máscaras en negro.

Ahora sí, es el turno del caso de estudio europeo más fascinante, pues según todas las previsiones mediáticas estaba destinado de modo irremediable a ser el anti-ejemplo, el desastre irremediable. Suecia, desde el comienzo, fue un país diferente a la tónica dominante de ‘cuantas menos libertades, mejor’. En el fondo esto se explicaba fácilmente: su agencia de salud pública es por tradición en el sistema sueco una agencia desligada del Gobierno, completamente independiente. Tan independiente que no forma parte ni tiene que rendir cuenta alguna a la OMS ni participa directamente en la misma. Así que Suecia, por medio de sus decisores de expertos de salud pública, pensó que la respuesta el covid no pasaba por confinamientos, ni cierres de escuelas o negocios, ni controles de movilidad. Tampoco por máscaras. Particular fue la figura de Anders Tegnell, el anti-Fauci. Tegnell fue el máximo responsable de la agencia de salud pública de Suecia para la respuesta al covid. Ni que decir tiene que recibió toda suerte de furibundas críticas en los medios por su postura anti-restricciones. Pero Tegnell se mantuvo siempre firme citando evidencia científica para su postura.

Suecia siguió sosteniendo que toda la evidencia hasta 2020 sobre las máscaras seguía siendo válida y optó por nunca imponerlas en ningún lugar. Y ninguno significa ninguno (Suecia a lo máximo que llegó fue a una mera recomendación, durante unas solas semanas, sólo en el transporte público y circunscrito a las horas punta). Así pues, Suecia tuvo el menor uso registrado con diferencia en un país occidental de este artilugio o estrategia, pues las estadísticas mostraban un ínfimo 2% de uso en su población. Seamos conscientes de la situación: un 98% de suecos nunca o casi nunca uso una máscara en ningún lugar. Paseando por Estocolmo durante 2020 y 2021 uno podía identificar turistas por su uso de máscaras.

Y nadie puede decir que Suecia sea un país muy distinto de tantos otros occidentales, su capital Estocolmo tiene un millón de habitantes, es una de las capitales europeas del ocio nocturno y tiene una densa red de metro con 100 estaciones. La vida en Estocolmo es semejante a cualquier capital europea desde París a Londres. Además, la población del país se aglutina en el sur colindante con Dinamarca y Alemania.

Chequia, vecino de Alemania, ofrece un buen punto comparativo con Suecia. Son sociedades comparables pero que tomaron decisiones diametralmente opuestas respecto al covid. Chequia, quien no dudó en aplicar toda suerte de restricciones y una muy temprana imposición de máscaras, fue ampliamente elogiada. USA Today dijo que el país era un ejemplo para los norteamericanos sobre usar máscaras, y que eso les hacía posible conquistar la epidemia. Incluso Chequia desarrolló una iniciativa llamada Masks4All en la que se involucró la Universidad de Praga para universalizar su uso, con lo que su adherencia acabó siendo siempre superior al 80% de media nacional.

Aunque durante la primavera de 2020 parecía que Chequia tenía buenos datos, cuando llegó el otoño la situación cambió, y cambió dramáticamente. Cuando el país alcanzaba los mayores datos de adherencia al uso de máscaras, Chequia experimentaba su peor ola de contagios y un nivel de mortalidad creciendo en espiral. Suecia, que permaneció libre de máscaras y restricciones, tuvo un otoño e invierno con unos datos francamente mejores frente a los que palidecía Chequia. Cuando llegó la primavera de 2021 Chequia tenía la peor cifra de mortalidad covid del mundo, la peor del mundo, duplicando la de Suecia. Como bien ha reconocido en el caso español el catedrático de Parasitología de la Universidad de Valencia Rafael Toledo, las máscaras no han frenado ninguna ola en nuestro país. Igualmente, las máscaras en exteriores en España no se han correlacionado con menos contagios y mortalidad, sino con más.

No muy distinto escenario es el de Reino Unido. Éste empezó en julio de 2020 a imponer en escalada la máscara en más lugares y al final del verano ya estaba impuesta en cualquier lugar interior aún entonces con unas cifras de contagios muy bajas. Sin embargo, la llegada del otoño e invierno hizo sufrir a Reino Unido unas olas de contagio constantemente superiores a Suecia sin máscaras.

Alemania, vecino de los escandinavos, fue otro país ampliamente elogiado por su estricta respuesta al covid y con una casi universal adherencia a las máscaras y aun así con similares datos de mortalidad que Suecia toda la segunda mitad de 2020 y peores en todos los siete primeros meses de 2021. En este punto, las máscaras se habían convertido en una suerte de ‘nuevo comunismo’: no importaba cuantas veces fracasara su imposición usando cualquier métrica o comparación concebibles y en cualquier lugar del mundo, pues siempre se prometía que ‘esta vez’ iba a funcionar.

Suecia, por supuesto, se convirtió en esa verdad incómoda que había que ignorar. Realmente paradigmático fue que siempre toda suerte de horrores se le presagiaron a Suecia, y hasta tal punto se llegó a retorcer la realidad de los hechos que el país fue constantemente expuesto como ejemplo de lo que no había que hacer, ¡cuando sus resultados eran iguales o mejores! Para los anales de la desconexión con la realidad están por ejemplo las declaraciones del rey de Suecia en la Navidad de 2020 lamentando que su país no haya impuesto restricciones como las máscaras, ¡cuando el supuesto ejemplo alemán tenía la misma tasa de mortalidad entonces! ¿Qué beneficio que no obtienen los demás con una medida iban a obtener? Suecia se sacó del mapa, tanto así que raramente se hablaba de su caso en los medios, por no decir la televisión. Tan perturbador fue el buen desarrollo a largo plazo de Suecia que Tegnell, en vez de ser justamente reconocido, fue rechazado por la OMS cuando acabó su mandato sueco. Lo importante no eran pues los resultados, ni la mortalidad ni la salud, y la OMS demostró así que lo realmente importante para ella era el acatamiento acrítico. Recordemos que hoy la OMS es de facto una organización privada financiada principalmente no por los gobiernos sino por empresas privadas farmacéuticas y fundaciones como Gates Foundation del magnate Bill Gates.

Por cierto, en Suecia a través de su parlamento se estableció una comisión de respuesta al Covid alentada por quienes cuestionaron las medidas casi inexistentes del país. En sus conclusiones finales en 2022, esta comisión determinó: “La respuesta de Suecia fue en lo fundamental correcta”. Tanto que su modelo de mínimas restricciones, mínimas imposiciones y ausencia de máscaras lejos de producir la apoteosis predicha por los expertólogos en los tabloides se tradujo en la epidemia con menos exceso de mortalidad de toda la Edad contemporánea para Suecia.

Volviendo al escenario de su vecino Alemania, el de Baviera es un caso de análisis muy valioso. Por la sencilla razón de que éste fue un estado que obligó a usar máscaras N95/FPP2 o superiores, prohibiendo llevar cualquier otra supuestamente inferior incluso quirúrgicas, mientras que sus estados alemanes vecinos no hicieron tal cosa. El resultado comparativo de dos sociedades homogéneas bien con FPP2 bien cualquier otra de tela fue ni más ni menos como vemos: indistinguible, incluso con cifras ligeramente peores para el estado con FPP2 universal.

Austria, en enero de 2021, impuso también una obligación de portar N95/FPP2 o superior a nivel nacional y a final de aquel verano la endureció al máximo posible. Aun así, Austria llegó a los niveles más altos de contagios del mundo. Los más altos.

Otro caso comparativo europeo contundente de visualizar es el de dos regiones en Reino Unido con políticas de máscaras dispares. Inglaterra jugó varias veces desde el verano de 2020 a imponer y luego retirar máscaras de interiores. Su hermano británico Escocia nunca levantó su exigencia en este período. Como hemos estado constantemente viendo, Inglaterra no presenta cambios en correlación con que haya o no máscaras en interiores. Incluso más, en conjunto la progresista enmascarada Escocia tuvo mayores tasas de contagios sin el más mínimo levantamiento de las mismas.

En suma, Suecia fue un enorme grupo de control sin máscaras ni restricciones apenas, y al final de la historia Suecia tuvo una de las más bajas tasas de mortalidad covid europeas, por debajo de Grecia, Reino Unido, España, Italia, Portugal, Alemania. Es más, si buscamos la estadística, Suecia estuvo todo el 2020 y 2021 -exceptuando parte de la primavera del primer año- en niveles históricamente bajos de exceso de mortalidad, en 2020 redujo la mortalidad para todos los ciudadanos menores de 75 años, fue inferior a la de países comparables como Suiza, Holanda, Reino Unido, Francia o Austria que practicaron intensas restricciones, y ha ganado esperanza de vida cuando casi todos los demás países occidentales la han reducido.

Una sociedad sin máscaras no podía ser que tuviera menos mortalidad y contagios. El negacionismo, que fue constante, con las máscaras y las restricciones alcanzó aquí su epítome. Suecia, en resumen, había que expurgarla. En abril de 2022, el profesor de Microbiología Dr Beny Spira consiguió la publicación tras una revisión por pares de su estudio de todos los países europeos de más de 1 millón de habitantes entre octubre de 2020 y marzo de 2021 analizando tanto su política como su adherencia al uso de máscaras en relación con los niveles de contagios como de mortalidad covid. Spira llegó a dos conclusiones: 1) No se observa impacto en reducción de transmisión viral con mayor uso de máscaras y 2) Existe una moderada tendencia a mayor uso de máscaras y peores cifras de mortalidad covid por lo que ‘el uso de máscaras podría tener consecuencias no deseadas’. Recordemos el efecto Foegen de las máscaras que hemos mencionado anteriormente.

Hemos visto cómo no sólo la mejor evidencia publicada hasta 2020 y posteriormente no avaló nunca los mandatos de máscaras y sino cómo éstos han entrado de manera clara y rotunda en el libro Guiness de peores políticas globales de salud pública de la historia de la humanidad.

Nos quedan por comentar aspectos como el tremendamente doloroso de los niños tan severamente dañados en su desarrollo intelectual y emocional por unas políticas tan en el mejor de los casos totalmente inservibles para su propósito, intentaremos también comprender por qué el mundo tan acríticamente se ha sumido en el teatro de la obediencia hacia mandatos tan alejados de las evidencias y procuraremos descifrar cuáles pueden ser las razones de la imposición de políticas tan ineludiblemente fracasadas desde su comienzo.

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