Racismo, delitos de odio, libertad de expresión y la hipocresía global: El caso Vinicius Jr. y el doble rasero histórico

¿Racismo o una mezcla de estupidez, ignorancia y fracaso de la educación?

El debate sobre el racismo, los delitos de odio y la libertad de expresión ha alcanzado una intensidad sin precedentes en la sociedad contemporánea. Casos mediáticos como el de Vinicius Jr. en España han reavivado preguntas fundamentales sobre la naturaleza del odio, los límites de la ley, el multiculturalismo, la inmigración y, sobre todo, la coherencia —o falta de ella— en el juicio moral y político que se ejerce sobre España desde países con un pasado mucho más oscuro en materia de racismo, persecución religiosa y exterminio de minorías. Este artículo pretende ofrecer un análisis exhaustivo, documentado y crítico, integrando historia, filosofía, derecho y actualidad, para arrojar luz sobre este complejo y polémico escenario.


Racismo y delito de odio: ¿Sentimientos o acciones?

El caso Vinicius Jr. y el debate en España

Vinicius Jr., futbolista brasileño del Real Madrid, ha denunciado insultos, amenazas y supuestos tratos discriminatorios en España, generando un intenso debate sobre la realidad y la percepción del racismo. El documental “Baila, Vini” y la reacción de sindicatos policiales, clubes y medios han puesto sobre la mesa la dificultad de distinguir entre hechos, percepciones y manipulaciones. El caso ha servido de catalizador para discutir si el racismo es hoy una ideología consciente o más bien una mezcla de ignorancia, estupidez y fracaso educativo.

¿Qué es el racismo? ¿Qué es un delito de odio?

Hemos de suponer que quienes hablan de racismo se refieren a una ideología y práctica que discrimina a personas o grupos por su origen, color de piel, religión, cultura u otras características. Por otro lado, cuando se habla de los delitos de odio, se habla de sancionar conductas resultado de prejuicios, no de sentimientos. Las leyes aprobadas al respecto, pretenden sancionar a quienes incitan públicamente a la violencia o discriminación, no el mero hecho de sentir odio. ¿Pero, esto es realmente así?

Expresar odio puede ser estúpido, pero no es delito. La libertad de expresión protege incluso ideas y sentimientos ofensivos, salvo cuando suponen un riesgo real, cierto e inminente de violencia.


Odiar es humano: naturaleza, emociones y madurez

Pues sí, odiar es tan humano como amar, temer o admirar. Todos hemos sentido odio alguna vez: hacia padres, hermanos, profesores, rivales, circunstancias, incluso a nosotros mismos. La madurez consiste en gestionar el odio, no en negarlo ni reprimirlo. La clave está en distinguir entre sentir y actuar: el odio, por sí mismo, nunca puede ni debe ser considerado delito; solo lo es cuando se traduce en acciones que lesionan derechos ajenos.

“Odiar a otra persona consiste en sentarse junto a la persona odiada, tomarse un vaso de veneno y pensar que ‘así’ se le hace daño a la persona a la que se aborrece y detesta, cuando en realidad solamente se hace daño a sí mismo…”


Averroes y la ecuación del odio: ignorancia, miedo y violencia

El filósofo Averroes lo resumió así:

“La ignorancia conduce al miedo, el miedo incita al odio y el odio empuja a la violencia.”

Esta secuencia está en la raíz del racismo y, de forma paradigmática, del antisemitismo. El odio, muchas veces, es fruto de la ignorancia y el miedo, y solo la educación, la información y el debate libre pueden romper ese ciclo.


Antisemitismo: el odio tolerado y la incoherencia global

El antisemitismo es el paradigma del odio aceptado o justificado por quienes dicen combatir la intolerancia. Desde la Antigüedad hasta el Holocausto y la actualidad, los judíos han sido chivos expiatorios de crisis y conflictos. Hoy, el antisemitismo adopta nuevas formas: ataques a sinagogas, cementerios, personas identificadas como judías, y discursos de odio en redes sociales y medios, muchas veces tolerados o justificados por quienes dicen ser partidarios de perseguir el “discurso de odio” hacia otras minorías.


La enorme hipocresía de acusar de “intolerancia” a España: persecución religiosa y doble rasero en el mundo anglosajón

¿Quién acusa y con qué legitimidad?

Es llamativo que países como el Reino Unido, Estados Unidos, Canadá, Australia y otros, que hoy se erigen en jueces morales y acusan a España de “racismo”, “intolerancia” o “mentalidad inquisitorial”, tengan un pasado (y en algunos aspectos, un presente) mucho más oscuro en materia de persecución religiosa y étnica.

a) El caso británico: católicos como ciudadanos de segunda

Gran Bretaña fue, durante siglos, uno de los países más hostiles a la libertad religiosa. Tras la ruptura con Roma en el siglo XVI, ser católico en Inglaterra, Escocia o Irlanda equivalía a ser sospechoso, marginado y, a menudo, perseguido.

Las Leyes Penales (Penal Laws) prohibían a los católicos ejercer cargos públicos, poseer tierras, educar a sus hijos en su fe, o incluso celebrar misa. Hasta fechas tan recientes como 1829 (Catholic Emancipation), los católicos eran ciudadanos de segunda categoría.

La discriminación no fue solo legal: durante siglos, los católicos sufrieron pogromos, ejecuciones, expropiaciones y exclusión social. Aún hoy, la familia real británica no puede ser católica según la ley.

b) El caso de Irlanda: persecución y exterminio

Irlanda, mayoritariamente católica, fue objeto de una represión brutal por parte de la administración británica. Las hambrunas, como la de 1845-1849 (la “Gran Hambruna”), fueron gestionadas con absoluta indiferencia o incluso con hostilidad, lo que llevó a la muerte y emigración de millones de irlandeses.

La represión de la identidad, la lengua y la religión irlandesas fue sistemática, y solo en el siglo XX Irlanda logró la independencia parcial.

c) El mundo protestante y la intolerancia religiosa

En las colonias británicas de América del Norte, los puritanos persiguieron a católicos, cuáqueros, judíos y otros disidentes con una saña que nada tiene que compararlo con la Inquisición española es un insulto a la inteligencia…

En Canadá y Australia, la represión de las religiones indígenas y la imposición del protestantismo o el anglicanismo formaron parte de la política oficial hasta el siglo XX.


El contraste con la historia española

a) La Inquisición: mito y realidad

La Inquisición española, aunque severa y condenable desde la perspectiva actual, fue menos letal y menos arbitraria que las persecuciones religiosas en otros países europeos. Los procesos eran jurídicamente formales, y la pena de muerte fue mucho menos frecuente que en Francia, Inglaterra o Alemania durante las guerras de religión.

A diferencia de los países anglosajones, en la España imperial no se exterminó a ninguna minoría religiosa: los judíos y musulmanes fueron expulsados o forzados a convertirse, pero no exterminados, y muchos de ellos encontraron refugio en otras partes de la monarquía hispánica o en territorios otomanos.

b) América: mestizaje, integración y derechos

La Monarquía Hispánica promovió el mestizaje, la educación y la protección legal de los indígenas. Las Leyes de Indias reconocían derechos y ciudadanía a los indígenas, y el clero católico, en la mayoría de los casos, defendió activamente a las poblaciones autóctonas.

La fundación de universidades, hospitales y escuelas fue una política sistemática en los territorios de ultramar, mientras otras potencias europeas se dedicaban al exterminio de la población autóctona o crear «reservas», como si de animales en riesgo de extinción se tratara, además de implantar regímenes de apartheid.


El doble rasero y la instrumentalización política

Es profundamente incoherente e injusto que quienes persiguieron con saña a católicos, judíos, indígenas y otras minorías —y en muchos casos, practicaron el exterminio— acusen ahora a España de intolerancia o inquisitorialismo.

El discurso actual olvida convenientemente la historia de persecución religiosa en el mundo anglosajón y proyecta sobre España una imagen distorsionada, alimentada por la Leyenda Negra Antiespañola y la propaganda política.


Multiculturalismo, inmigración y riesgos para Occidente

El multiculturalismo solo es enriquecedor si se basa en integración real, respeto mutuo y aceptación de los valores constitucionales. El multiculturalismo acrítico, que promueve la fragmentación y el relativismo cultural, es fuente de conflictos y descomposición social.

La inmigración masiva y descontrolada desde culturas hostiles a los valores occidentales plantea riesgos enormes para la libertad, la igualdad y la convivencia. El multiculturalismo solo es enriquecedor si se basa en la integración real, la reciprocidad y la defensa de los valores propios. La tolerancia no puede ser suicida ni unilateral.


El peligro de legislar sobre el odio: censura y desaparición del debate

Legislar sobre sentimientos, emociones o pensamientos es propio de regímenes totalitarios. Cuando el Estado o los jueces deciden qué ideas o expresiones son legítimas, se abre la puerta a la persecución de la disidencia y la desaparición del debate público. La libertad de expresión debe proteger también la crítica, la sátira, la parodia y, sí, incluso la expresión del odio, siempre que no se traduzca en violencia real.


Algunas propuestas para un debate honesto y riguroso

  • Exigir memoria y autocrítica a quienes acusan: Antes de dar lecciones de tolerancia, los países anglosajones y sus herederos deberían reconocer su propio pasado de persecución religiosa y étnica.
  • Divulgación histórica rigurosa: Es fundamental promover el conocimiento de la verdadera historia de España y de sus diferencias con otros modelos coloniales y religiosos.
  • Reivindicación de la pluralidad y el mestizaje: España debe defender, sin complejos, su legado de integración, mestizaje y protección legal de las minorías, frente a la intolerancia y el exterminio practicados por otros imperios.
  • Educación en historia y memoria: Incluir la historia del racismo, el antisemitismo y el mestizaje español en los currículos escolares.
  • Pensamiento crítico y alfabetización mediática: Fomentar la capacidad de analizar discursos y desmontar bulos.
  • Educación emocional y ética: Trabajar la gestión de emociones negativas y la empatía.
  • Fomento de la convivencia y el pluralismo: Programas de convivencia intercultural y proyectos colaborativos.
  • Integración real y defensa de los valores propios: Exigir integración y respeto a los valores constitucionales, rechazar el relativismo cultural y defender la cultura occidental sin complejos.

Reflexión final: ¿Racismo o estupidez, ignorancia y fracaso educativo?

A estas alturas del siglo XXI, resulta difícil creer que alguien se considere superior y merecedor de más derechos por su color de piel, religión o cultura. ¿No será que, más que racismo, lo que persiste es una mezcla de estupidez, ignorancia, fracaso de la educación y manipulación mediática? ¿No será que el “pensamiento único” y la corrección política han sustituido el debate real por consignas y dogmas? ¿No será que la censura y la persecución de ideas disidentes solo generan más resentimiento y menos convivencia?

El racismo, la xenofobia y el odio son males universales, pero la historia de España es, en muchos aspectos, un ejemplo de integración, mestizaje y pluralidad que debería ser motivo de orgullo, no de vergüenza. La acusación de racismo a España por parte de países con un pasado infinitamente más oscuro es una de las mayores injusticias y paradojas de nuestro tiempo. La respuesta debe ser la defensa razonada, documentada y orgullosa de nuestra historia, sin complejos ni autoodio.

La libertad de odiar, como la libertad de amar, es parte de la condición humana, pero la sociedad debe educar y legislar para que el odio no se traduzca en violencia ni en la destrucción de la propia civilización. La autocrítica es necesaria, pero la autodenigración y el relativismo cultural son caminos seguros hacia la decadencia.


Para profundizar


Este artículo aspira a ser una herramienta para el debate honesto y la defensa de la libertad, la memoria y la identidad, frente a la manipulación, la hipocresía y el doble rasero. ¿Racismo, o simplemente una mezcla de estupidez, ignorancia y fracaso de la educación? La respuesta está en la reflexión, la educación y la libertad.

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