No hay día que el Gobierno social-comunista no se ponga en ridículo: «la desinformación como amenaza para el estado»…

La nueva estrategia de seguridad nacional destaca las «campañas» exteriores contra España y propone un plan para proteger a Ceuta y Melilla

El escenario internacional provocado por el Covid-19 ha llevado al Gobierno a aprobar en el último Consejo de Ministros del año la Estrategia de Seguridad Nacional 2021. Aunque se revisa cada cinco años, y la última es de 2017, se ha acelerado un año su revisión «como consecuencia de la experiencia de la gestión de la pandemia».

Las líneas generales de la estrategia se mantienen y los riesgos para el país son prácticamente los mismos, aunque se introducen algunas novedades destacadas, como la importancia que se da a las «campañas de desinformación», que el Gobierno eleva al nivel de «amenaza» para la seguridad del Estado, o las provisiones ante otra posible pandemia. Igualmente, se fija la necesidad de un Plan Integral de Seguridad para Ceuta y Melilla o se constata la complicación del escenario geopolítico mundial con las tensiones crecientes en Estados Unidos y China.

Sobre la desinformación, el Ejecutivo introduce este riesgo en una lista en la que figuran también las amenazas clásicas para cualquier Estado -conflictos, terrorismo, crimen organizado, espionaje o inmigración ilegal-, con las más modernas que se han ido introduciendo en los últimos años -cambio climático, inestabilidad económica o vulnerabilidad del ciberespacio-.

Frase de Pedro Sánchez o de Ralph?

LA DESINFORMACIÓN

En 2017, bajo el Gobierno de Mariano Rajoy, se hizo por primera vez alusión a la desinformación de forma genérica, describiéndola como un nuevo «desafío» dentro del capítulo de la «transformación de la seguridad global». Ahora se da un salto cualitativo, se introduce en la lista de amenazas para el Estado y se advierte de su «potencial peligrosidad».

El texto que aprobó este martes el Consejo de Ministros, y cuya propuesta fue informada favorablemente por el Consejo de Seguridad Nacional el pasado 18 de noviembre, recoge: «Cabe señalar las estrategias de desinformación de actores extranjeros, tanto estatales como no estatales, que desarrollan aparatos de propaganda con la intención de polarizar a la sociedad y minar su confianza en las instituciones«.

Ni en el texto ni desde el Gobierno se pone nombre a esos «actores extranjeros», pero los expertos identifican a Rusia y a China como los países que más utilizan estas estrategias. Incluso Marruecos en alguna ocasión.

Prueba de que estas acciones de «actores extranjeros» están trabajadas, coordinadas y son importantes es que el Gobierno español pide a la UE «asumir un mayor papel a la hora de gestionar desafíos, como las pandemias, el terrorismo internacional, los ciberataques o las campañas de desinformación», porque considera que su orquestación requiere de respuestas colectivas y la integración de capacidades.

En el informe se pone como ejemplo que la crisis provocada por la pandemia «ha estado acompañada de una crisis social y política, alentada por campañas de desinformación y desestabilización que pretenden erosionar las instituciones, influir en los procesos democráticos y alentar la polarización».

El informe distingue entre campañas de desinformación y fake news: «Las campañas tienen clara repercusión en la Seguridad Nacional y deben diferenciarse de otros factores como la información falsa –fake news– o información errónea –misinformation. Las campañas de desinformación no contienen necesariamente noticias falsas, sino que pretenden distorsionar la realidad mediante contenido manipulado».

Para hacer frente a estas injerencias externas se apuesta por elaborar una Estrategia Nacional de Lucha contra las Campañas de Desinformación, así como incrementar las capacidades de los servicios de inteligencia…

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