Manifiesto contra la mediocridad moral: del católico no practicante al patriota avergonzado

¡Qué divertido es el mundo, dando vueltas tan deprisa, dando vueltas, dando vueltas, ay qué risa, ay qué risa…!

La vida da muchas vueltas, sí. Cíclica, repetitiva, circular como el mito de Sísifo.

Pero no todo círculo es virtuoso. Algunos son viciosos. Algunos nos condenan a la repetición estéril, al desgaste inútil, al retroceso disfrazado de progreso.

En esta España nuestra, donde todos se dicen “católicos no practicantes” o “patriotas no beligerantes”, lo cíclico no es regeneración, sino decadencia. Porque lo que se repite no es la virtud, sino la incoherencia. Porque lo que vuelve no es la verdad, sino la tibieza.


El eterno retorno… de la nada

Nos lo recuerda Mircea Eliade: las culturas tradicionales creían en un eterno retorno. También el cristianismo estructura el año en torno a ciclos: Natividad, Pasión, Muerte y Resurrección. Cada año se reactualiza el misterio, cada ciclo puede ser oportunidad de conversión. Pero en España, lo que retorna es la superficialidad. Una vida “light”, hueca, sin sustancia, sin raíces.

Somos un pueblo que gira sobre sí mismo sin avanzar, repitiendo fórmulas sin sentido, eslóganes sin compromiso, identidades sin orgullo, creencias sin práctica. Y lo peor es que muchos lo consideran virtud. El español medio se define así:

“Católico no practicante, demócrata no militante, patriota no beligerante, liberal sin convicciones.”


De Sísifo al católico no practicante

Sísifo fue condenado a empujar eternamente una piedra cuesta arriba, solo para verla rodar de nuevo hacia el valle.

Los españoles empujan los valores hasta el discurso… pero nunca hasta los actos.

Creen sin creer, afirman sin vivir, repiten sin saber. Como Sísifo, están atrapados en un ciclo de esfuerzo inútil, de autoengaño.

“Soy católico, pero no practicante.”

“Creo en la democracia, pero no me implico.”

“Amo a España, pero me avergüenzo de ella.”

“Defiendo la libertad, pero no alzo la voz.”

“Estoy a favor de la vida, pero no me meto.”

“Creo en la familia, pero no la defiendo.”

“Quiero tener hijos, pero no es el momento.”

“Me parece mal el aborto, pero es legal.”

“Estoy en contra de la okupación, pero no quiero líos.”

¿Hasta cuándo esta moral gris? ¿Hasta cuándo esta cobardía cívica?


La incoherencia elevada a estilo de vida

No hay virtud sin ejercicio. No hay fe sin obras. No hay ciudadanía sin compromiso.

Los católicos no practicantes no son tibios: son incoherentes.

Y la incoherencia no es modernidad, es traición.

Y la tibieza no es neutralidad, es rendición.

“Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24).

“Ojalá fueras frío o caliente; pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca” (Ap 3,15-16).

Este es el tiempo del hombre de moral gris, que quiere salvar su alma sin incomodarse, salvar a su país sin sacrificarse, tener una ética sin renuncias. Este es el tiempo del cristiano de salón, del patriota de sofá, del ciudadano de Netflix y meme.


La Iglesia que se calla, se apoca… y languidece

No basta con ir a misa los domingos. Ser católico es vivir el Evangelio en todo momento.

Y sin embargo, la Iglesia institucional ha asumido la irrelevancia como si fuera destino. Pone profesores de religión en las escuelas… para que proyecten películas. Se contenta con “estar presente”, pero no transforma. Recauda por la casilla de la renta, pero no evangeliza, no combate, no arde.

Tiene documentos valiosísimos —como la Pastoral Familiar de 2003— con propuestas concretas como los Centros Diocesanos de Orientación y Mediación Familiar, absolutamente necesarios ante la epidemia de divorcios, abortos, rupturas, suicidios y soledad… pero no los pone en marcha. ¿Por qué calla la Iglesia ante estas tragedias morales y sociales?

¿Para qué sirven entonces los profesores de religión? ¿Para colorear fichas y hacer manualidades? ¿Para poner “documentales divertidos”? ¿Dónde está el testimonio? ¿Dónde está el ardor evangélico?

A este paso, la Iglesia en España será una reliquia de museo, una estampa folclórica sin alma ni herencia. Ya lo es en buena parte. Las misas se celebran para “cuatro gatas” mayores; las vocaciones se extinguen; los sacramentos se vacían. Solo queda una apariencia ritual… sin contenido ni combate.


El drama de la incoherencia moral… nacional

Lo que se dice del catolicismo puede extenderse a todo lo demás:

Patriotas que se avergüenzan de España.

Demócratas que permiten que se destruya la democracia.

Ciudadanos que no defienden la libertad.

Padres que no educan a sus hijos.

Estudiantes que no estudian.

Periodistas que no informan.

Políticos que no representan.

Jueces que no imparten justicia.

Obispos que no predican.

Esta hipocresía generalizada, esta doble moral constante, esta autoindulgencia como norma colectiva, es lo que nos condena al fracaso histórico.

No nos destruyen los enemigos. Nos destruye la indiferencia.

No nos corrompe el adversario. Nos corrompe la incoherencia.

No nos arruina la injusticia. Nos arruina la tibieza.


¿Qué hacer?

Volver a la virtud. Volver a la coherencia. Volver al compromiso.

No basta con creer. Hay que vivir conforme a lo que se cree.

No basta con criticar. Hay que actuar conforme a lo que se denuncia.

No basta con identificarse. Hay que testimoniar.

Porque quien vive conforme a la verdad, aunque sufra, aunque pierda, aunque se quede solo… es libre y fecundo.

Porque quien se entrega a la justicia, aunque le cueste, aunque lo persigan, aunque lo ridiculicen… es digno de confianza.

Y porque quien actúa conforme a la virtud, aunque el mundo gire en su contra… encuentra la felicidad real, esa que no depende de modas, likes ni consignas.


Manifiesto final: ¡Basta ya!

No más católicos no practicantes.

No más patriotas avergonzados.

No más moral gris.

No más compromiso sin compromiso.

No más coherencia aparente.

España no necesita creyentes tibios, sino testigos valientes.

No necesita identidades superficiales, sino fidelidades profundas.

No necesita ritos vacíos, sino vidas transformadas.

No necesita consensos flácidos, sino convicciones firmes.

La vida da muchas vueltas. Pero no estamos condenados al eterno retorno de la nada.

Podemos hacer que vuelva la verdad, la justicia, la belleza, el amor.

Pero solo si hay quienes estén dispuestos a encarnarlos.

About Author

Spread the love
                 
   

Deja una respuesta