La violencia política y el matonismo ideológico: del asesinato con piolet de Trotski al asesinato de Charlie Kirkdel, influencer estadounidense, hasta la “partida de la porra” socialcomunista en España. La izquierda lleva la violencia en su ADN.

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El asesinato de Charlie Kirk, activista conservador y fundador de Turning Point USA, ocurrido el 10 de septiembre de 2025 en la Universidad del Valle de Utah, no es un episodio aislado ni producto de la casualidad. Es la confirmación de una constante histórica: la izquierda, allá donde se instala, termina por justificar y ejercer la violencia política como herramienta legítima de acción.

Mientras algunos medios progresistas estadounidenses, como la cadena MSNBC, insinuaban que, por sus “palabras horribles”, Kirk “no podía no esperar acciones horribles”, se confirma una vez más que la izquierda no considera a sus opositores adversarios, sino enemigos a eliminar. La izquierda, que se presenta como garante de la diversidad y la paz, acumula sobre sus espaldas un legado de más de cien millones de muertos en el siglo XX, además de una infinita serie de guerrillas, dictaduras, genocidios, persecuciones, exilios, secuestros y atentados.

Hoy, cuando un disidente incomoda —como Kirk en las universidades norteamericanas, Bolsonaro en Brasil, Villavicencio en Ecuador, Uribe en Colombia o el propio Trump en EE. UU.— la violencia reaparece. Si no triunfa el piolet, triunfa la bala, el cuchillo, la turba o, en su versión más contemporánea, la muerte civil digital mediante campañas de difamación, censura en redes y linchamientos mediáticos.


La violencia fundacional de la izquierda

Lejos de ser un accidente histórico, la violencia forma parte del ADN ideológico de los movimientos revolucionarios. Desde la Revolución Francesa, con la guillotina como símbolo de virtud cívica (Furet, 1989), hasta la Cheka soviética, pionera en el terror sistemático mediante campos de concentración y ejecuciones sumarias (Conquest, 1990), la izquierda entendió que el adversario político no debía ser refutado, sino eliminado.

En España, la Guerra Civil dejó decenas de miles de víctimas, especialmente entre sacerdotes y laicos, en un proceso de persecución religiosa y política de inspiración soviética (Payne, 2012). Así, desde sus inicios, la izquierda conceptualizó la eliminación del enemigo como herramienta política legítima.


Del piolet a la bala… y el ocoso cibernético.

El asesinato de León Trotski a manos del comunista-estalinista Ramón Mercader (1940), mediante el célebre piolet, es paradigmático de la forma en que la izquierda resuelve disidencias internas: mediante la eliminación física.

El eco de esa lógica se aprecia en la actualidad. El reciente asesinato del activista estadounidense Charlie Kirk, tras una campaña sistemática de demonización digital, demuestra que la frontera entre violencia simbólica y violencia real es difusa. La demonización mediática y digital prepara el terreno para la agresión física (Arendt, 1970).


El caso Charlie Kirk: la bala en Utah

Ayer, 10 de septiembre de 2025, Charlie Kirk participaba en un acto en la Universidad del Valle de Utah ante 2.000 estudiantes. Apenas dos minutos después de comenzar la sesión de preguntas, recibió un disparo en el cuello y murió poco después en el hospital.

Donald Trump, visiblemente afectado, ordenó izar las banderas a media asta: “El gran, e incluso legendario, Charlie Kirk ha fallecido”, escribió en Truth Social. Su vicepresidente, JD Vance, denunció que EE. UU. se adentra en un escenario de violencia política alentada por la izquierda.

Las reacciones en redes sociales fueron sintomáticas: miles de usuarios de TikTok y X, afines al progresismo, celebraron el asesinato. El crimen no se percibió como un atentado a la democracia, sino como un ajuste de cuentas justificado. Esta normalización del odio político es el terreno fértil donde germinan los asesinatos.


Una cadena de atentados contra líderes conservadores

El caso Kirk se suma a una larga serie de atentados recientes:

  • Donald Trump: rozado por una bala en Pensilvania (2024).
  • Jair Bolsonaro: apuñalado en 2018 por un militante de izquierdas.
  • Fernando Villavicencio: candidato ecuatoriano asesinado en 2023.
  • Miguel Uribe Turbay: senador colombiano, baleado en 2025.
  • Shinzo Abe: primer ministro japonés, abatido en 2022.
  • AfD en Alemania: varios candidatos muertos en circunstancias sospechosas.

En todos los casos, el blanco es siempre una figura conservadora o crítica con la agenda progresista-globalista.


España: de la partida de la porra a la porra podemita

1. La “Partida de la Porra” del siglo XIX

En 1870, bajo Amadeo I, el Partido Progresista organizó en Madrid la Partida de la Porra, dirigida por Felipe Ducazcal, para amedrentar y agredir a la oposición carlista y alfonsina.

  • Reventaban mítines.
  • Apaleaban a dirigentes opositores.
  • Lanzaban piedras a casas de electores.
  • Asaltaban redacciones de periódicos.

Todo con impunidad oficial.

2. Violencia parapolicial en la Transición

En los años 70, la violencia se reprodujo en grupos como Guerrilleros de Cristo Rey, con matonismo parapolicial. Casos como Montejurra (1976) o la implicación indirecta en la matanza de Atocha mostraron cómo la violencia se usaba como herramienta política, con un reguero de muertos.

3. La “porra podemita” del siglo XXI

Hoy, la herencia de esas prácticas la encarnan Podemos e Izquierda Unida, mediante:

  • Escraches a políticos, jueces y periodistas.
  • Boicots a conferencias (Alicia Rubio, Rosa Díez, Felipe González).
  • Sabotajes en universidades.
  • Amenazas con referencias a la Guerra Civil: “arderéis como en el 36”.

Casos recientes, como el asesinato de Víctor Laínez en Zaragoza o la agresión a jóvenes por portar la bandera de España, evidencian que la violencia ya no es simbólica, sino física.

4. El boicot a la Vuelta Ciclista a España 2025

El boicot a la Vuelta Ciclista, tolerado por el gobierno de Pedro Sánchez, muestra ataques organizados a un evento deportivo nacional. Es violencia política de baja intensidad, pero violencia al fin, con cobertura mediática parcial que legitima la acción.


La violencia digital: la muerte civil como antesala del asesinato

Hoy la izquierda practica la violencia desde el ciberespacio:

  • Comandos digitales organizados para destruir reputaciones.
  • Campañas de difamación y cancelación en redes sociales.
  • Doce minutos de odio orwellianos cada vez que un disidente incomoda.

Este acoso digital condena al adversario a la muerte civil: pérdida de empleo, amistades, reputación y acceso a medios. Como demuestra el caso Kirk, tras la muerte civil puede llegar la muerte física. El paso del insulto a la bala es más corto de lo que parece (Arendt, 1970; Kalyvas, 2006).


Marco legal: ¿ilegalización de la izquierda violenta?

La Ley de Partidos (2002) permite ilegalizar organizaciones que promuevan o justifiquen la violencia o colaboren con el terrorismo. Preguntas pertinentes:

  • ¿Acaso Podemos no justifica y promueve la violencia en sus escraches y acosos?
  • ¿Acaso Bildu no blanquea y homenajea a terroristas de ETA?
  • ¿Acaso el gobierno de Sánchez no tolera y ampara esta violencia?

Si la ley se aplicase con rigor, varias formaciones de la izquierda radical deberían ser ilegalizadas por atentar contra los principios democráticos.


Continuidad histórica: de la calle a la red

La violencia digital no sustituye a la violencia física, sino que la complementa. Donde antes había pistolas, hoy hay hashtags; donde antes había checas, hoy hay brigadas cibernéticas; donde antes se daban paseos, hoy se ejecuta la cancelación pública.

El asesinato político no ha desaparecido: ha mutado. Y, como demuestran casos recientes, del teclado a la bala hay solo un paso.


Conclusión: el ADN violento de la izquierda

El recorrido histórico e internacional demuestra que la izquierda nunca ha renunciado a la violencia como estrategia política. La ha modernizado, maquillado, adaptado a las nuevas tecnologías, pero siempre con el mismo fin: silenciar, amedrentar y destruir al adversario.

Desde la guillotina hasta el linchamiento digital, pasando por el piolet, la checa, ETA y los escraches, la continuidad es incuestionable. Lo que hoy se presenta como “activismo” no es más que la prolongación de una tradición de represión y odio que sigue costando vidas y libertades.

El asesinato de Charlie Kirk es solo un capítulo más de una larga historia. Y mientras las derechas subestimen el odio revolucionario, seguirán cayendo hombres y mujeres por el simple delito de pensar distinto.


Bibliografía

  • Arendt, H. (1970). On Violence. Harcourt Brace Jovanovich.
  • Conquest, R. (1990). The Great Terror: A Reassessment. Oxford University Press.
  • Furet, F. (1989). La Révolution française. Gallimard.
  • Kalyvas, S. (2006). The Logic of Violence in Civil War. Cambridge University Press.
  • Payne, S. G. (1995). A History of Fascism, 1914–1945. University of Wisconsin Press.
  • Payne, S. G. (2012). La Guerra Civil Española. Espasa.
  • Tilly, C. (1978). From Mobilization to Revolution. McGraw-Hill.

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