La «Pax Americana» a la manera de Donald Trump: «Si vis pacem, para bellum»

“Al parecer, Trump no es Cincinato: es Sun Tzu disfrazado de pacificador.”

Por más que se disfrace de apóstol del fin de las guerras eternas, Trump no es ningún Cincinato que deja el arado para servir a la patria. Es, más bien, un Sun Tzu invertido: conoce el arte de la guerra, pero lo usa para aparentar paz.

Guerra camuflada de paz

En El arte de la guerra, Sun Tzu aconsejaba: «Si estás cerca, haz creer que estás lejos; si estás lejos, haz creer que estás cerca». Trump aplica este principio al revés: finge querer paz para hacer más aceptable la guerra. Mientras denuncia la escalada de la OTAN, firma contratos por valor de cientos de miles de millones para reforzarla. Mientras promete el fin del conflicto en Ucrania, bendice la bomba táctica B61-13 —360 kilotones de paz “utilizable”.

¿Su obra maestra? Un escudo orbital llamado Golden Dome (Cúpula Dorada), sacado del manual de Reagan pero con presupuesto de Silicon Valley. Dice que es para defensa, pero todo en él sugiere supremacía: interceptores espaciales, sensores de alerta temprana, algoritmos de inteligencia artificial que deciden antes que los generales. Trump quiere que el cielo sea suyo, y quien controla el cielo, controla la narrativa.

Sun Tzu sabía que el supremo arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin luchar. Trump prefiere hacerlo mientras le vende armas.

El espacio ya no es el último reducto de cooperación humana: es un showroom bélico con sede en el Pentágono. Las guerras futuras no se librarán solo en las trincheras de Donbás, sino en órbitas geoestacionarias donde una decisión automatizada puede anular la disuasión nuclear en segundos.

Y mientras tanto, Zelenski suspende elecciones, prohíbe partidos, cierra iglesias y aún es presentado como campeón de la democracia. “Haz que tu enemigo se vea como un tirano, y tú como libertador”, dice Sun Tzu. Europa hace el resto del trabajo sucio: legitima su censura, financia su deuda, aplaude su represión.

Trump no rompe con los «neocon»: los moderniza

Muchos creyeron que con Trump caían los straussianos, aquellos ideólogos que sostenían que las élites deben mentir al pueblo por su bien. Pero Trump no los destruye: los actualiza. Ya no hay guerras por la democracia, sino por “estabilidad”. Ya no se habla de imperios, sino de “alianzas tecnológicas”. El Departamento de Estado actúa como un comercial de Raytheon y la OTAN como agencia de fidelización de clientes armamentísticos.

En el fondo, Trump no deja de ser un “imperialista postmoderno”: odia las guerras costosas, pero adora la hegemonía técnica. Le molesta perder vidas, pero no vender drones. Odia la narrativa globalista, pero la sustituye por una geoeconomía contractual de clientelismo militarizado.

El nuevo “protectorado ucraniano”: minería, ciberseguridad y servidumbre geopolítica

En 2024 y 2025, Ucrania ha sido el tablero donde Trump prueba su “paz estratégica”. El país ha firmado decenas de acuerdos con fondos y multinacionales estadounidenses para explotar litio, titanio y tierras raras. Las armas, municiones y sistemas de vigilancia que produce Occidente se alimentan con minerales ucranianos y se gestionan desde los centros de datos de Palantir, Lockheed y Raytheon. Una guerra que se dice por la libertad se convierte en una concesión minera con contrato militar adjunto.

Trump nos vende la imagen de un mediador duro pero justo. En realidad, es un comisionista geopolítico: quien compre gas, armas o inteligencia artificial estadounidense recibe “paz” en forma de acuerdos bilaterales. “Desorganiza al enemigo con promesas de paz, y ofrécele oro mientras lo rodeas con cuchillos”, habría escrito Sun Tzu si hubiera vivido en 2025.

Europa: cómplice y cliente

Europa, atrapada entre la irrelevancia estratégica y la obediencia atlantista, financia esta paz nuclearizada a crédito. Alemania se rearma, pero un 70 % de sus inversiones van a contratistas de EE. UU. España firma pedidos de helicópteros que ni siquiera puede mantener. Y Francia, cuando intenta impulsar su industria, es acusada de “nacionalismo económico”. La autonomía estratégica europea es un oxímoron.

El cielo como territorio ocupado

La militarización del espacio que Trump impulsa rompe la lógica de la disuasión: quien pueda atacar desde órbita con precisión quirúrgica ya no necesita declararse en guerra. Y quien se protege con escudos espaciales puede permitirse arriesgar. La paz que promete no es el cese del conflicto, sino la asimetría absoluta de poder. La paz del que domina.

Sun Tzu aconsejaba construir victorias sin combate. Trump construye arsenales para que el enemigo no tenga siquiera tiempo de levantar la vista. El resultado no es armonía, sino esclavitud preventiva.

Conclusión: Trump es el síntoma final de una Pax Americana que se derrumba…

No estamos ante un presidente que quiera acabar con la guerra, sino ante uno que quiere monopolizarla, subcontratarla, reconfigurarla como un bien comercializable. Trump no es el emperador loco. Es el burócrata del apocalipsis geotecnológico, el gestor final de un imperio que ya no necesita justificar sus guerras, sólo rentabilizarlas.

La paz que ofrece Trump es la paz del cliente satisfecho, del vasallo blindado, del proveedor obediente. Una paz sin honor, sin libertad y sin memoria.

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