La matanza de la plaza de toros de Badajoz (14 de agosto de 1936): hablemos de hechos históricos comprobados, irrefutables, sin concesiones ni sesgos ideológicos…

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Contexto histórico

La toma de Badajoz por las tropas sublevadas comandadas por el coronel Juan Yagüe constituyó un episodio capital dentro del inicio de la Guerra Civil española. En este episodio, aproximadamente 3.000 soldados nacionales asaltaron con éxito una ciudad defendida por unas 6.000 fuerzas republicanas entre soldados regulares y milicianos, en condiciones claramente desiguales. El ataque incluyó bombardeos aéreos con Fiat CR-32 “Chirri» y fuego de artillería, seguido de combates cuerpo a cuerpo en los accesos y el interior urbano.

El día 14 de agosto de 1936 la ciudad cayó tras la huida de los mandos republicanos y municipales, en particular la del coronel Puigdengolas y el alcalde Sinforiano Madroñero, quienes abandonaron sus responsabilidades y dejaron a obreros, campesinos y milicianos defensores solos frente al avance enemigo.

Este abandono es clave para comprender la derrota y la consiguiente represión. La deserción, por tanto, se postula no solo como motivo táctico sino como traición moral que precipitó el desastre y la muerte de los defensores que sí permanecieron en pie.


La deserción de los dirigentes republicanos y municipales

Resulta necesario denunciar con contundencia la cobardía que significó que dirigentes tan relevantes abandonaran su deber en un momento decisivo. El abandono del coronel Puigdengolas y el alcalde Madroñero dejó desguarnecida a la población y condenó a las fuerzas leales en resistencia a un sacrificio casi inútil frente a un adversario mucho mejor preparado y organizado.

Este hecho, lejos de ser secundario, debe evaluarse como un factor determinante para la caída de la ciudad, y como una grave falta de compromiso ético y político con aquellos que confiaron en su liderazgo.


La construcción del mito de la “gran matanza” en la plaza de toros

Durante décadas se ha promocionado un relato que atribuye a la plaza de toros de Badajoz una masacre de miles de presos ejecutados en horas o días tras la caída, cifras que varían entre 2.000, 4.000 y hasta 20.000 víctimas por parte de algunas mentes fantasiosas… La revisión crítica muestra que estas afirmaciones carecen de respaldo documental o empírico fehaciente y constituyen un producto propagandístico del bando izquierdista y la prensa sensacionalista.

El periodista norteamericano Jay Allen emergió como uno de los principales divulgadores de dichas cifras, aunque nunca estuvo en Badajoz, sino que escribió desde Elvas, basándose en testimonios indirectos, rumores y con confusiones evidentes en fechas, lugares y hechos —por ejemplo, confundió matanzas en Almendralejo con las de Badajoz, además de atribuir erróneamente bombardeos inexistentes a la Catedral.

Contrariamente, el periodista portugués Mario Neves, que sí visitó la ciudad los días posteriores, evidenció la presencia de cadáveres y ejecuciones, pero con una dimensión mucho más moderada, sin avalar las dimensiones apocalípticas de la narrativa propagandística clásica.


Testimonios periodísticos y su valor histórico

La revisión de las crónicas internacionales de corresponsales pone de manifiesto contradicciones palpables. No pocos periodistas se vieron limitados por la vigilancia y censura impuestas por los sublevados y dependían de fuentes indirectas o rumores para confeccionar sus reportes. Ejemplos relevantes incluyen:

  • Marcel Dany y Jacques Berthet, corresponsales de la agencia Havas y el periódico Le Temps respectivamente, cuyos relatos no concordaban en el número ni en la naturaleza de las ejecuciones o incendios y presentaban detalles que no pudieron corroborar.
  • Jay Allen, basado fuera y sin acceso directo, discrepó significativamente de las observaciones realizadas in situ.
  • Mario Neves, con acceso directo y postura más rigurosa, entregó un testimonio menos sensacionalista y más creíble.

Este abanico disímil de reportes evidencia que la fabricación del mito carece del respaldo empírico necesario para ser considerado verdad histórica.


Las ejecuciones y las cifras creíbles basadas en registros oficiales

No existen dudas sobre la ocurrencia de fusilamientos posteriores a la conquista, realizados en la Plaza de Toros, el cementerio y otras localizaciones. La quema de cadáveres para evitar focos epidémicos añade un triste matiz sanitario a esta violenta represión.

Sin embargo, los registros oficiales conservados —particularmente los libros del cementerio y de defunciones del juzgado local— apuntan a una suma de fallecidos confirmados que no supera los 688 entre agosto y diciembre de 1936, cifra que incluye víctimas de ambos bandos.

Se reconoce que existieron muertes no registradas dadas las ejecuciones extrajudiciales, por lo cual algunas estimaciones elevan moderadamente el número de víctimas totales, pero nunca alcanzan las proporciones fantásticas difundidas por sectores interesados.


Sobre la atribución de declaraciones al General Yagüe

La afirmación extendida de que el general Juan Yagüe reconoció haber ordenado masacres para evitar el traslado de prisioneros y agilizar la ofensiva hacia Madrid carece de documento oficial, testimonio directo registrado o grabación que la certifique plenamente.

Las referencias provienen en su mayoría de testimonios indirectos, crónicas no verificadas y lugares comunes propagandísticos que no superan el filtro riguroso de la carga probatoria exigida para afirmaciones de esa gravedad.

Por tanto, se debe considerar como una hipótesis no probada que no debe incluirse como hecho incuestionable en análisis científico históricos.


Evaluación crítica sobre el valor histórico de testimonios indirectos y crónicas de oídas

Es importante hacer una observación: la credibilidad de relatos provenientes de periodistas que no estuvieron en Badajoz o que elaboraron sus crónicas basándose en testimoniales indirectos debe ser rigurosamente cuestionada y desechada.

La historia exige el análisis crítico de todas las fuentes, prefiriendo testimonios directos, documentos oficiales y evidencias materiales verificables, y descartando o, al menos, contextualizando con reservas las informaciones provenientes de relatos emocionales, sesgados o propagandísticos.


Sobre la “recuperación de la memoria histórica” y sus vicisitudes contemporáneas

Es incuestionable que iniciativas que dicen pretender la recuperación de la memoria histórica -y democrática- han recibido abundantes subvenciones públicas, sin que hasta ahora -después de décadas- exista un censo exhaustivo, público e indiscutible de víctimas y represaliados en Extremadura y otras zonas.

Existe constancia de casos en los que estos exhumados son reintegrados al anonimato o resituados sin visibilización, en función de filiaciones políticas o intereses particulares, lo que demuestra una manipulación al que acompaña parasitismo político-económico utilizando como pretexto el sufrimiento de las víctimas de la guerra civil española de ambos bandos en conflicto.

Este panorama confirma los argumentos que denuncian la politización y utilización partidista de la memoria, distanciándose de la historia rigurosa y objetiva de la que es partidaria cualquier persona decente.


Aplicación de la lógica aristotélica y la carga de la prueba para la auténtica historia

El estudio histórico debe regirse (como mínimo) por lo siguiente:

  1. Principio de no contradicción: no aceptar afirmaciones contradictorias sin evidencia.
  2. Unicidad de la realidad: los hechos son uno sólo y accesibles mediante evidencias contrastables, no a través de opiniones, deseos o interpretaciones anacrónicas.
  3. Carga de la prueba: quien afirma la existencia de masacres masivas debe aportar pruebas incontestables.
  4. Contextualización histórica: evitar el presentismo o el uso de códigos morales actuales para juzgar hechos pasados que ocurrieron dentro de circunstancias y parámetros propios de su tiempo.

Este enfoque permite descartar las fantasías, mitos y tergiversaciones, conformando una historia seria, respetuosa y veraz.


Consideraciones demográficas y socio-culturales

La población de Badajoz en 1930 era de aproximadamente 40.000 habitantes, cifra que en 1936 aumentó debido a la llegada de refugiados y combatientes de otras localidades simpatizantes del Frente Popular.

En el marco de una guerra civil, con enfrentamientos múltiples y violencia cada vez más generalizada, la cifra real de muertos en Badajoz tras su caída puede calificarse como “pequeña” o “anecdótica” en proporción a la población, sin detrimento del dolor de las víctimas, pero alejándose de las exageraciones propagandísticas y desproporcionadas que se manejan en narrativas no rigurosas.


Conclusión: la verdad histórica frente a la propaganda y la ficción

Este análisis riguroso demuestra que:

  • La represión posterior a la toma fue real y trágica, pero no configuró una masacre masiva de miles en la Plaza de Toros ni en otros lugares.
  • La cifra verificable de muertos no supera un número cercano a los 700 registrados oficialmente (incluyendo a muertos de ambos bandos en conflicto), con un posible incremento prudente, pero lejos de las exageraciones de miles o decenas de miles.
  • El abandono por parte de los líderes republicanos fue decisivo para el desenlace fatídico.
  • La denominada «memoria histórica» contemporánea generalmente está siendo contaminada con fines partidistas, clientelistas y económicos que distorsionan y explotan los hechos genuinos.
  • La historia debe basarse exclusivamente en evidencias irrebatibles, evitando los mitos propagandísticos que insultan la inteligencia y confunden la verdad.

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