La democracia es el problema. La tiranía de la estupidez como forma de gobierno…

Manifiesto por un Gobierno de los Mejores: Contra la Mediocridad, la Corrupción y la Impunidad

Vivimos bajo el espejismo de una democracia -«a la española»- que, en su práctica cotidiana, ha traicionado sus propios ideales. En nombre de la voluntad popular, de la mayoría, se perpetúa un sistema que premia la mediocridad, protege la corrupción y margina a los mejores. La democracia representativa occidental, y muy especialmente la española, se ha convertido en una farsa igualitarista donde el mérito, la virtud y la excelencia han sido sustituidos por la lealtad partidista, el clientelismo y el parasitismo institucional. La pretensión de este texto es denunciar, con la mayor contundencia y rigor, la degradación del sistema y exigir una refundación radical basada en el mérito, la decencia y la rendición de cuentas.

Los grandes mitos de la democracia liberal: la gran estafa igualitarista

Nos han enseñado que la democracia es el gobierno de la mayoría, que todos los votos valen lo mismo, que cualquiera puede ser elegido y que los ciudadanos controlan a sus representantes. ¡Mentira! Bajo estos dogmas se esconde una realidad perversa:

  • Las elecciones no son libres ni igualitarias: El acceso real a la política está secuestrado por partidos que funcionan como agencias de colocación de amiguetes. El mérito y la excelencia han sido sustituidos por la obediencia ciega y la mediocridad. La igualdad de oportunidades es un mito: ni todos pueden ser candidatos en igualdad de condiciones, ni todos los programas llegan a la ciudadanía con la misma visibilidad o recursos.
  • La participación ciudadana es una ficción: El único “control” es el castigo electoral cada cuatro años, mientras los mismos corruptos y mediocres se reciclan una y otra vez, blindados por listas cerradas y opacas. El ciudadano medio, lejos de ser un actor informado y crítico, es tratado como un menor de edad, infantilizado y manipulado por los partidos y los medios.
  • La separación de poderes es un mito: La colonización partidista de las instituciones es absoluta. La justicia está politizada, el ejecutivo domina al legislativo y la Constitución es papel mojado en manos de las élites. El esquema de “desconfianza” entre poderes es una ficción en la práctica.
  • El igualitarismo del voto ha degenerado en estupidocracia: El sistema no distingue entre el sabio y el ignorante, el virtuoso y el canalla. La mediocridad y la corrupción se perpetúan porque el sistema igualitario ha abolido cualquier filtro de mérito. El voto de un científico y el de un analfabeto valen exactamente igual, y se asume que todos los votantes poseen una formación e información que, en la realidad, brilla por su ausencia.

Diagnóstico: democracia de baja intensidad, mediocridad y corrupción sistémica

España, como muchas otras democracias occidentales, ocupa posiciones mediocres o bajas en todos los índices internacionales relevantes: calidad democrática, Estado de Derecho, corrupción, justicia y educación. Según el Democracy Index de The Economist, España ocupa el puesto 18º entre 167 países; el World Justice Project la sitúa en el puesto 19º en Estado de Derecho, y en posiciones aún más bajas en corrupción, justicia civil y penal, y orden y seguridad. Los resultados son devastadores: paro estructural, fracaso escolar, quiebra financiera, corrupción institucionalizada y una juventud que, pese a la propaganda oficial, está lejos de ser la mejor preparada de la historia.

La democracia española es incapaz de distinguir entre el inteligente y el estúpido, el honesto y el corrupto. El voto de todos vale lo mismo, pero el sistema penaliza el mérito y premia la lealtad al aparato. El resultado es una clase política mediocre, parasitaria y desconectada de la realidad social. Los partidos políticos, lejos de ser instrumentos de participación, son auténticos cárteles de poder y corrupción, que perpetúan a los mediocres y excluyen a los mejores.

No es de extrañar, pues, que como resultado tengamos todo aquello que nadie desea: la mayor tasa de paro de la OCDE, la mayor quiebra del sistema financiero, el mayor nivel de corrupción, los estudiantes con peor formación académica, según los diversos informes PISA. Y, a pesar de todo, los españoles siguen votando, erre que erre, a los más golfos y los más mediocres del solar patrio.

El peligro del igualitarismo: de la democracia a la oclocracia

La democracia, sin límites ni filtros meritocráticos, degenera en oclocracia: el gobierno de la masa ignorante, manipulada por demagogos y populistas. Aristóteles ya lo advirtió: el mejor régimen es aquel donde gobiernan los mejores, los más sabios y virtuosos, los que buscan el bien común y no su propio interés. Hoy, la política ha expulsado a los mejores y atraído a los peores. Nadie aceptaría que una empresa o un equipo deportivo estuviera dirigido por incompetentes elegidos por sorteo, pero en política lo hemos normalizado.

En la democracia española, el igualitarismo radical ha degenerado en una “estupidocracia”, una “ineptocracia”, una oclocracia donde triunfan los que más ruido son capaces de hacer. Se ha impuesto el “pensamiento Alicia”, el buenismo y la infantilización de la ciudadanía, mientras se margina a los mejor preparados y más informados. El sistema protege a los delincuentes y castiga a las víctimas; es débil con los fuertes y fuerte con los débiles. La corrupción la pagan los ciudadanos, mientras los corruptos campan por sus fueros.

¿Qué es una democracia de calidad? Exigencias irrenunciables

Una democracia de calidad debe cumplir, al menos, con estos requisitos:

  • Estado de Derecho efectivo y justicia independiente.
  • Elección de gobernantes mediante sufragio libre y justo, pero con filtros de mérito y decencia.
  • Separación real de poderes y control ciudadano permanente.
  • Transparencia absoluta, rendición de cuentas y sanción ejemplar a la corrupción.
  • Educación cívica crítica y cultura de la excelencia.
  • Participación ciudadana real, deliberativa y vinculante.
  • Respeto efectivo a los derechos humanos, especialmente vida, libertad y propiedad.
  • Gobierno autónomo, no sometido a potencias extranjeras.
  • Libertad de expresión, de culto y de asociación.
  • Administración de justicia transparente y ejercicio político no discriminatorio.

La realidad es que España, y muchas otras democracias occidentales, cumplen estos requisitos solo parcialmente, y en aspectos clave como la corrupción, la independencia judicial o la calidad educativa, están lejos de los referentes mundiales (países nórdicos, Alemania, Nueva Zelanda, Singapur).

Propuestas para una democracia de los mejores

1. Filtros de mérito y decencia

  • Formación y experiencia profesional obligatoria para cargos ejecutivos y legislativos.
  • Pruebas de idoneidad y audiencias públicas para todos los candidatos.
  • Incompatibilidades estrictas y transparencia patrimonial total.
  • Mandatos limitados y política no profesionalizada, siguiendo el modelo suizo.

2. Selección meritocrática en los partidos

  • Primarias abiertas y competitivas con evaluación externa de méritos.
  • Supresión de subvenciones públicas y auditorías independientes.

3. Participación ciudadana y control

  • Referendos vinculantes e iniciativas populares.
  • Consejos ciudadanos por sorteo y presupuestos participativos.
  • Jurados ciudadanos para supervisar la gestión pública.

4. Recuperación del “juicio de residencia”

  • Juicio de residencia obligatorio al finalizar cada mandato, instruido por un órgano independiente y con participación ciudadana.
  • Sanciones ejemplares: devolución de lo robado, inhabilitación perpetua, penas de cárcel y publicación en un registro público de corruptos.
  • Oficina Nacional de Juicio de Residencia para coordinar y supervisar estos procesos.

5. Educación cívica y formación crítica

  • Enseñanza sin adoctrinamiento, orientada a formar ciudadanos informados, críticos y responsables, capaces de votar con criterio y conocimiento, y no guiados por la propaganda o el clientelismo.

Acerca de la abolición de los controles históricos

Resulta asombroso y escandaloso que los “liberales” y “progresistas” del siglo XIX abolieran el juicio de residencia, uno de los mecanismos más eficaces de control y castigo de la corrupción en la historia política española. Hoy, la democracia moderna carece de mecanismos equivalentes y la corrupción campa a sus anchas, protegida por la impunidad y la complicidad de los partidos.

Exigencia de una refundación democrática

No debemos permitir, ni soportar, como mal menor una democracia de baja intensidad, secuestrada por partidos, mediocres y corruptos. Debemos exigir una refundación democrática basada en el mérito, la virtud, la decencia, la transparencia y la rendición de cuentas. Un sistema que elija y premie a los mejores, a los más sabios y decentes, y que castigue sin piedad a los corruptos y parásitos.

 Anexo: Modelos concretos para la implantación de filtros de mérito y “juicio de residencia”

1. Filtros de mérito en la selección de representantes públicos

  • Requisitos de formación y experiencia profesional para cargos ejecutivos y legislativos.
  • Pruebas de idoneidad y audiencias públicas para candidatos.
  • Incompatibilidades estrictas y transparencia patrimonial.
  • Mandatos limitados y política a tiempo parcial.

2. Selección meritocrática dentro de los partidos

  • Primarias abiertas y competitivas supervisadas externamente.
  • Evaluación de méritos y trayectoria profesional por comités independientes.

3. Recuperación y modernización del “juicio de residencia”

  • Juicio de residencia obligatorio y universal para todos los cargos ejecutivos y altos cargos al finalizar su mandato.
  • Iniciación automática y participación ciudadana en el proceso.
  • Órgano instructor independiente con jueces, funcionarios y ciudadanos sorteados.
  • Transparencia y publicidad del proceso y sus resultados.
  • Sanciones ejemplares: devolución de lo robado, inhabilitación, penas penales y publicación en registro público.
  • Refuerzo de órganos de control y creación de la Oficina Nacional de Juicio de Residencia.

4. Participación ciudadana y control

  • Jurados ciudadanos y consejos de vigilancia para supervisar la gestión pública.
  • Canales seguros de denuncia ciudadana.
  • Presupuestos participativos y referendos vinculantes.

Conclusión: por una aristocracia democrática, al servicio del bien común

La verdadera democracia no debe ser la dictadura de la mayoría ni el refugio de los mediocres. Debe ser el arte de elegir a los mejores, los más sabios y virtuosos, para que sirvan al bien común bajo la vigilancia y el control permanente de los ciudadanos. Solo así construiremos una sociedad justa, próspera y libre de la corrupción, el nepotismo y la mediocridad que hoy la lastran.

Como decía Don Quijote a Sancho, “cosas veredes, amigo Sancho, que harán temblar a las paredes”. Que tiemblen, sí, los cimientos de la corrupción y la impunidad, ante el avance imparable de una ciudadanía exigente, virtuosa y comprometida con el bien común.

Y, llegados hasta aquí, aunque algunos que lean este texto piensen que es una broma, ¿No sería mejor, dada la experiencia y la comprobación de que mediante el actual sistema no se elige a los mejores, que se efectúe algún tipo de sorteo entre la gente mejor preparada, eliminando a los ignorantes y analfabetos? Es seguro que sería elegida gente menos indecente, y además, nos saldría mucho más barato teniendo en cuenta la enorme deuda pública que han contraído los gobernantes en las últimas décadas y que serán un lastre, un enorme lastre para todos nosotros y nuestros descendientes. ¿De veras es necesario tanto paripé, tanto teatro, tanto retablo de las maravillas, tanta corte de los milagros?

Este manifiesto es una llamada a la acción, a la denuncia y a la exigencia de una democracia de verdad: la democracia de los mejores, la democracia del mérito, la virtud y la rendición de cuentas.


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