La burbuja universitaria en España y la degradación de la instrucción pública

La universidad como síntoma de un sistema enfermo

La burbuja universitaria es solo la punta del iceberg de una crisis mucho más profunda en el sistema educativo español. La situación de la enseñanza pública en España podría equipararse a la de un sistema sanitario gestionado por homeópatas, sanadores, echadores de cartas, quirománticos, astrólogos y demás charlatanes de feria. Desde la implantación de la LOGSE —o incluso antes— y la sucesión de reformas educativas de corte progresista, la planificación y la gestión de la enseñanza han caído en manos de una tribu de “expertos”, psico-pedagogos, trovadores y bufones del sistema. Estos actores han irrumpido con un desprecio absoluto hacia la ciencia, las humanidades, las ciencias naturales y, sobre todo, hacia el sentido común que durante siglos fue el fundamento de la instrucción pública.

La LOGSE, aunque en su momento buscó modernizar y democratizar el sistema educativo, amplió la escolarización obligatoria y diversificó el currículo, pero también fue objeto de duras críticas por el aumento del fracaso escolar y la pérdida de rigor académico. Su legado, sin embargo, no es solo estructural: es también ideológico. Las sucesivas reformas han permitido que minorías ideologizadas y con enorme poder e influencia impongan sus dogmas en los planes de estudio, bajo la etiqueta de “currícula” y “perspectiva de género”. El resultado es una enseñanza cada vez más alejada de la realidad, más preocupada por la corrección política que por la transmisión del conocimiento.

La ideologización y la infantilización del sistema educativo

En los centros que antes eran llamados, con razón, “de estudio”, hoy se procura fundamentalmente adoctrinar, infantilizar y embrutecer, todo ello de forma festiva. La prioridad ya no es enseñar a pensar, sino inculcar una serie de valores y dogmas que poco o nada tienen que ver con la ciencia, la historia o la tradición. No importa que lo que se enseñe carezca de base científica, ni que los profesores se contradigan unos a otros bajo el paraguas de una “libertad de cátedra” mal entendida.

La perspectiva de género, la lucha contra el sexismo, la xenofobia, la promoción de la “educación afectivo-emocional” y el respeto a la “diversidad” han colonizado los planes de estudio. Se niega lo evidente: que los humanos nacemos hombres y mujeres, con diferencias anatómicas y biológicas que influyen en nuestro comportamiento. El colmo de los colmos es decirles a los niños que hay niños con vulva y niñas con pene, negando la realidad biológica y confundiendo el género gramatical con el sexo.

La manipulación nacionalista y la pérdida de identidad

En cada una de las 17 taifas hispánicas, el alumnado es manipulado y adoctrinado con diversas formas de nacionalismo. Se les inculca hispanofobia, odio a España y la “leyenda negra antiespañola”. La historia y la cultura nacionales son reinterpretadas o directamente negadas, en favor de una visión fragmentada y enfrentada de la realidad. El resultado es una generación desarraigada, confundida y ajena a sus propias raíces.

El abandono de las materias fundamentales

A todo este caudal de estupideces ideológicas, hay que sumar la enorme cantidad de tiempo que los profesores pierden intentando imponer silencio y hacerse escuchar en aulas cada vez más ingobernables. Lo importante, según los psico-pedagogos del régimen, es que los niños sean felices, no sufran traumas y aprendan que lo mejor es acostarse y tener sexo con cualquiera, independientemente de su sexo. Mientras tanto, la nación española corre el riesgo de desaparecer, pues es casi imposible que haya recambio generacional.

El resultado es que los alumnos, al terminar su estancia en los centros de estudio, son analfabetos funcionales. Y si esto ocurre, es lo de menos —o quizá lo de más—, pues ellos acabarán eligiendo al presidente del gobierno.

La universidad, reflejo de la crisis

La universidad no es ajena a esta degradación. Se ha convertido en un espacio donde la crítica y la reflexión son fenómenos extrauniversitarios, donde la formación integral ha sido sustituida por la corrección política y la burocracia. La burbuja universitaria es el resultado de un sistema que ha renunciado a la excelencia académica, a la transmisión del saber y a la formación de ciudadanos críticos.

La sobrecualificación, la precariedad y la frustración de los jóvenes titulados son la consecuencia inevitable de un sistema educativo que ha perdido el rumbo y se ha entregado a la ideología y al adoctrinamiento. La comparación con modelos como el finlandés, donde la calidad y la empleabilidad son prioritarias, pone de manifiesto las carencias del sistema español y señala el camino a seguir.


Reflexión final: ¿Ir a la universidad? ¿Para qué?

La pregunta sigue vigente. ¿Para qué sirve ir a la universidad si el sistema educativo ha renunciado a la transmisión del conocimiento, a la formación de ciudadanos críticos y a la excelencia académica? La burbuja universitaria es el resultado de una crisis mucho más profunda: la pérdida de identidad, la degradación de la instrucción pública y la sumisión a la ideología.

La experiencia finlandesa demuestra que es posible romper la burbuja universitaria si se prioriza la empleabilidad, la calidad formativa y la planificación estratégica. El sistema español, por el contrario, sigue anclado en la lógica de la oferta y la demanda estudiantil, sin atender a las necesidades reales del mercado laboral ni a la calidad de la formación. El resultado es una universidad inflada, con títulos devaluados y jóvenes frustrados.

La burbuja universitaria en España es un espejismo del progreso. No solo no tenemos tantos titulados como creíamos, sino que además somos los campeones de la sobrecualificación. El resultado es una generación de jóvenes frustrados y una economía incapaz de aprovechar su talento. Es hora de denunciar esta situación y de exigir cambios profundos en el sistema educativo y en el mercado laboral. Solo así podremos romper la burbuja y construir un futuro más justo y próspero para todos.


Conclusión

La burbuja universitaria en España es una farsa que amenaza con destruir la esencia misma de la educación superior. El estudiante adulto, trabajador y crítico es una especie en peligro de extinción, mientras la universidad se convierte en una fábrica de títulos vacíos y de ciudadanos desorientados. La sobrecualificación, la precariedad y la frustración son el pan de cada día de una generación que ha creído en el discurso meritocrático y que ahora se encuentra con un mercado laboral incapaz de valorar su esfuerzo.

La comparación con modelos como el finlandés pone de manifiesto las carencias del sistema español y señala el camino a seguir: una universidad conectada con la realidad, un mercado laboral dinámico y una sociedad que valore el conocimiento y la innovación. Solo así podremos romper el círculo vicioso de la burbuja universitaria y construir un futuro en el que la universidad vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser: un espacio de pensamiento, crítica y vida.


La enseñanza pública: ¿victima de sus propios gestores?

La situación de la instrucción pública en España no es fruto del azar, sino de una planificación deliberada y de la influencia de minorías ideologizadas y con enorme poder. Los gestores del sistema han priorizado la ideología sobre la ciencia, la corrección política sobre el rigor académico y el adoctrinamiento sobre la formación integral. El resultado es una generación de jóvenes desarraigados, confundidos y analfabetos funcionales, que serán quienes elijan el futuro del país.

Algún día habrá que pedir cuentas a quienes confiaron el sistema de instrucción pública a semejantes estúpidos. Los objetivos están demasiado claros: destruir nuestra forma de convivencia, rediseñar la cotidianidad para crear hombres y mujeres “nuevos” y acabar con la civilización judeocristiana, grecorromana y las raíces de nuestra nación.

La burbuja universitaria es solo el síntoma de una enfermedad mucho más grave: la degradación de la instrucción pública y la pérdida de identidad de una generación entera. Solo una reforma profunda, basada en el respeto a la ciencia, la historia y la tradición, podrá devolver al sistema educativo su sentido y su función social.

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