La amenaza se ha disipado: ¿Qué debe hacer Israel para convertirse en un paraíso económico?
Israel, China y el futuro de Oriente Medio: Análisis exhaustivo de la reconfiguración estratégica, económica y geopolítica tras la «guerra de los 12 días».
SHINSHOM ZAMIR Y CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
Durante décadas, la economía israelí ha estado condicionada por la amenaza existencial proveniente de Irán, que se manifestaba en su retórica destructiva y su programa nuclear. Esta amenaza fue el principal obstáculo para que Israel alcanzara una calificación crediticia AA, a pesar de su solidez macroeconómica: bajo endeudamiento público, superávit en la balanza de pagos, capital humano altamente cualificado y una diversificación exportadora notable.
Una calificación crediticia AA indica una alta calidad crediticia y un bajo riesgo de incumplimiento. Esto significa que la entidad o instrumento financiero calificado tiene una gran capacidad para cumplir con sus obligaciones financieras, y es menos vulnerable a eventos adversos en comparación con calificaciones más bajas.
Las agencias de calificación y los bancos internacionales eran claros: mientras existiera un riesgo estratégico de tal magnitud, Israel no podría acceder plenamente a los beneficios de la confianza internacional y de una prima de riesgo reducida.
Sin embargo, los recientes acontecimientos militares —la devastación de instalaciones nucleares iraníes y la demostración de superioridad tecnológica y militar de Israel y sus aliados— han alterado radicalmente el panorama estratégico. Irán, percibido ahora como un “tigre de papel”, ha visto mermada su capacidad de intimidación, y la sombra sobre la economía israelí comienza a disiparse. Este cambio abre una ventana histórica: Israel puede, por primera vez en su historia, aspirar a convertirse en un auténtico paraíso económico. Pero, ¿qué debe hacer para lograrlo?

Consolidar la estabilidad geopolítica y restaurar la confianza internacional
La primera condición es consolidar la nueva realidad estratégica. Aunque la amenaza iraní se ha reducido, la región sigue siendo volátil. Israel debe asegurar la paz en Gaza y la frontera norte, derrotando a Hamás y neutralizando a Hezbollah, para garantizar un entorno seguro para la inversión y el desarrollo económico. Aprovechar la restauración de la disuasión para avanzar en la normalización de relaciones con países árabes clave como Arabia Saudita y, potencialmente, Siria, abriría nuevos mercados y colaboraciones en seguridad, energía e infraestructura. Impulsar mecanismos de ayuda y gobernanza en Gaza que permitan la reconstrucción y la cooperación internacional, evitando que el territorio vuelva a ser rehén de grupos terroristas y facilitando la estabilidad a largo plazo, es también esencial.
Reformas estructurales y políticas para el crecimiento perdurable, con firmeza
Con la amenaza estratégica reducida, Israel debe abordar sus desafíos internos para transformar su potencial en prosperidad real. La reforma del mercado de la vivienda es crucial: la escasez y el alto coste de la vivienda son uno de los principales lastres para la economía y la calidad de vida. La inversión en complejos residenciales seguros y modernos, mediante esquemas BOT y PFI en colaboración público-privada para la financiación de servicios públicos, puede desencadenar un auge constructivo y reducir la presión sobre los precios. Eliminar los monopolios y oligopolios en sectores clave (importaciones, banca, energía) es esencial para reducir el coste de la vida y aumentar la competitividad. El próximo gobierno debe mostrar el mismo coraje político frente a los poderes económicos que el demostrado en el ámbito militar. Israel ya es líder en innovación y ciberseguridad. La consolidación de la superioridad tecnológica, especialmente tras el éxito militar reciente, puede traducirse en un aumento de las exportaciones de defensa, tecnología y servicios avanzados, elevando el perfil internacional del país.
Aprovechar el potencial energético
Israel ha descubierto y comenzado a explotar importantes yacimientos de gas natural, lo que le permite fortalecer su independencia energética y convertirse en exportador neto, generando ingresos fiscales estimados en casi 300 mil millones de shekels en la próxima década. Conectar las fuentes de energía de Asia, Oriente Medio y la Península Arábiga con Occidente posiciona a Israel como un hub estratégico en la transición energética regional y global.
Política macroeconómica responsable y gestión del crecimiento
El crecimiento del PIB israelí ha mostrado signos de recuperación tras el impacto de la guerra, con una aceleración al 3,4% anualizado en el primer trimestre de 2025, aunque el consumo privado sigue débil y la economía aún arrastra secuelas del conflicto. Para consolidar esta tendencia, Israel debe mantener la disciplina fiscal: la aprobación del presupuesto 2025 fue clave para evitar la inestabilidad política y garantizar la continuidad de las políticas económicas. Diversificar mercados y reducir la dependencia de sectores vulnerables a shocks externos, como el tecnológico y el inmobiliario, es fundamental, así como gestionar cuidadosamente la inflación, especialmente ante la volatilidad de los precios energéticos globales.
Sanar el tejido social y reconstruir la confianza interna
La resiliencia de la sociedad israelí es notable, pero las cicatrices de la guerra son profundas. Para que el crecimiento económico sea sostenible y equitativo, es fundamental invertir en salud mental, cohesión social y reconstrucción de comunidades afectadas. Garantizar que los beneficios del crecimiento lleguen a todos los sectores de la población, evitando el aumento de la desigualdad y la marginación, será clave para la estabilidad a largo plazo.
El impacto de los logros israelíes y la competencia global: ¿Cuál será el lugar de China en Oriente Medio?
Los logros israelíes, apoyados por Estados Unidos en el marco de una competencia global por el dominio ante China, elevan inevitablemente la pregunta sobre el futuro papel de China en Oriente Medio. Aunque algunos sostienen que China no puede desaparecer de la zona, la realidad es que la palabra desaparecer resulta exagerada. Sin embargo, es evidente que Pekín ha apostado a “caballos perdedores”, y esto tendrá consecuencias profundas.
China construyó su estrategia regional sobre varios pilares: su papel como mediador en la reconciliación entre Arabia Saudita e Irán en 2023, su diplomacia activa en foros como el China-Arab States Cooperation Forum, y su posición como principal socio económico de Irán y de grupos respaldados por Teherán (Hamás, Hezbollah, hutíes). Pekín confiaba en que esta red de relaciones le permitiría ejercer presión real para frenar la expansión del conflicto, promover la desmilitarización y, en el caso de Gaza, impulsar una administración interina bajo el principio de “palestinos gobernando Palestina”, siempre bajo tutela internacional y regional.
Sin embargo, China no supo interpretar que su intervención era vista en Arabia Saudita como un intento camuflado de Irán de expulsar a Estados Unidos de la región. Los intereses estratégicos de Arabia Saudita han vuelto a alinearse claramente con Washington, especialmente tras el cambio de administración estadounidense, que ha mostrado mayor cercanía y sintonía con las prioridades sauditas. Este giro deja a China en una posición debilitada, pues su apuesta por Irán y sus aliados ha resultado fallida justo cuando el régimen iraní se tambalea y su influencia sobre Siria y Hezbollah se erosiona rápidamente.
China puede diversificar sus fuentes de petróleo y mantener relaciones comerciales con otros países de la región, pero la pérdida de Irán, Siria y Hezbollah supone un golpe estratégico. Estos actores eran esenciales para la proyección de poder china y para su capacidad de influir en la seguridad y la política regional. Sin ellos, China debe redefinir su estrategia, centrándose en la economía e intentando mantener su presencia diplomática, pero sin capacidad real para condicionar los grandes equilibrios de poder.
Estados Unidos, India e Israel: consolidación de un nuevo eje de poder
Estados Unidos, incluso bajo la administración Biden, ya había comenzado a jugar la carta comercial india, y todo indica que una eventual administración Trump intensificará esa tendencia, desplazando aún más a China. El triunfo militar y diplomático israelí, sumado a sus excelentes relaciones con la India, refuerza este eje emergente. China, aunque puede diversificar su acceso al petróleo, perdería posiciones clave con el debilitamiento de Irán y la salida de Siria de su esfera de influencia.
Estados Unidos refuerza su posición como garante de la seguridad regional y socio principal de Arabia Saudita e Israel, mientras que India emerge como un aliado estratégico clave, especialmente en el ámbito tecnológico y comercial. El eje Washington-Tel Aviv-Nueva Delhi marca el nuevo ritmo de la región, desplazando a China a un segundo plano.
¿Es realista esperar un “package deal” entre Estados Unidos y China para transformar Oriente Medio?
La noción de un package deal —un acuerdo integral impulsado por las dos superpotencias, Estados Unidos y China— no emerge como una propuesta transformadora para romper el ciclo de conflicto y subdesarrollo en la región. La tensión entre ambas potencias y el interés estadounidense mismo no la apoyan.
La rivalidad estructural entre Washington y Pekín, sumada a la competencia por el dominio global y a la falta de confianza mutua, hacen inviable cualquier proyecto de cooperación profunda o acuerdo global para la región. Las recientes negociaciones comerciales entre ambos países han logrado reducir tensiones puntuales —como la rebaja de aranceles y la normalización de flujos de minerales estratégicos—, pero no existe una base política ni estratégica para un pacto global sobre Oriente Medio. En la práctica, ambos actores buscan proteger sus intereses y limitar los riesgos de escalada, pero la cooperación profunda está descartada.
Rehabilitación de Gaza: de la filantropía a la inversión productiva (sin Estado palestino)
La reconstrucción de Gaza no puede basarse en la caridad o la filantropía, sino en inversiones productivas que generen ingresos y empleo reales. Se propone recurrir a financiación privada y modelos innovadores de propiedad, como proyectos de reconstrucción financiados por el sector privado, hipotecas flexibles y transferencia de títulos de propiedad condicionados a la desvinculación de Hamás. Planes urbanos modernos, como los propuestos por universidades palestinas, permitirían una transformación integral del tejido social y económico de Gaza.
Sin embargo, este proceso de reconstrucción debe ir de la mano de la desmilitarización y la exclusión de Hamás del poder, pero no implica necesariamente —ni debe implicar— la creación de un Estado palestino en Gaza.
La idea de un Estado palestino en Gaza entra en un “campo minado” político y estratégico, y no es una condición imprescindible ni deseable para avanzar en la estabilidad y el desarrollo de la región.
¿Qué debe hacer Israel para aprovechar esta ventana de oportunidad?
Israel debe consolidar la nueva realidad estratégica, garantizar la seguridad en sus fronteras, avanzar en la normalización con los países árabes, acometer reformas internas para mejorar la competitividad y la calidad de vida, y gestionar de forma responsable el crecimiento económico. Además, debe invertir en la cohesión social y en la reconstrucción de las comunidades afectadas por el conflicto, asegurando que los beneficios del crecimiento lleguen a toda la población.
¿Qué papel jugarán Estados Unidos e India en el nuevo equilibrio?
Estados Unidos refuerza su posición como garante de la seguridad regional y socio principal de Arabia Saudita e Israel, mientras que India emerge como un aliado estratégico clave, especialmente en el ámbito tecnológico y comercial. El eje Washington-Tel Aviv-Nueva Delhi marca el nuevo ritmo de la región, desplazando a China a un segundo plano.
Conclusión: China ante el repliegue y la redefinición de su papel
En síntesis, los logros israelíes y el reposicionamiento de Estados Unidos y sus aliados han dejado a China en una encrucijada. Aunque la palabra “desaparecer” es exagerada, está claro que Pekín ha perdido terreno al apostar por actores y estrategias que hoy muestran claros signos de agotamiento. El futuro papel de China en Oriente Medio dependerá de su capacidad para adaptarse a la nueva correlación de fuerzas, diversificar alianzas y redefinir su estrategia más allá de la mera economía. Por ahora, China queda relegada a un papel secundario, obligada a recalibrar sus ambiciones en una región donde, por primera vez en años, el eje Washington-Tel Aviv-Nueva Delhi marca el ritmo y las reglas del juego.
El futuro de Oriente Medio estará determinado por la consolidación del eje Estados Unidos-Israel-India, la redefinición del papel de China tras la pérdida de sus aliados regionales y la imposibilidad de un gran acuerdo global entre las superpotencias. La reconstrucción de Gaza debe basarse en inversión y desmilitarización, sin supeditarse a la creación de un Estado palestino. Israel, si actúa con visión y audacia, puede aprovechar una oportunidad histórica para convertirse en un nodo de prosperidad, innovación y estabilidad regional.
