Israel, el proyecto nacional judío y su horizonte estratégico en Oriente Medio

Por más que el ruido internacional se empeñe en reducir el conflicto de Oriente Medio a una sucesión de crisis humanitarias, operaciones militares o atentados episódicos, lo cierto es que el caso de Israel exige una lectura más profunda, estructural y, sobre todo, doctrinal. Para entender qué mueve hoy al Estado judío, hacia dónde se orienta y por qué adopta ciertas decisiones estratégicas, hay que partir de su matriz fundacional: el sionismo. No como consigna, sino como proyecto político, nacional y cultural de largo recorrido.

Qué es y qué no es el sionismo

El sionismo no es una ideología racista, ni un instrumento de opresión, ni una excusa colonial. Estas son simplificaciones interesadas, que ignoran su naturaleza auténtica. El sionismo es, en primer lugar, un proyecto de reconstrucción nacional, nacido en el siglo XIX al calor de los nacionalismos europeos, en respuesta a una situación de discriminación, persecución y desarraigo crónico sufrida por las comunidades judías dispersas.

En su versión original, tal como lo formuló Theodor Herzl en Der Judenstaat (1896), el sionismo se propuso dotar al pueblo judío —considerado no solo como comunidad religiosa, sino como nación en sentido moderno— de un hogar nacional soberano, en el que pudiera ejercer su autodeterminación política, preservar su identidad cultural y garantizar su seguridad frente a los pogromos, el antisemitismo institucional y la fragilidad de la diáspora.

A diferencia del antisemitismo moderno, que considera a los judíos como una amenaza a la identidad nacional de los países donde viven, el sionismo parte de una premisa inversa: los judíos no son simplemente creyentes de una religión, sino miembros de una nación sin Estado, con una lengua histórica, un territorio ancestral y una conciencia colectiva que la dispersión no ha anulado.

De ahí que el sionismo tenga un componente tanto histórico como teleológico: se propone restaurar una presencia judía en Eretz Israel (la Tierra de Israel), revitalizar el hebreo como lengua nacional y reconstruir una sociedad judía moderna, viable, soberana y segura.

Orígenes del sionismo y la idea del Gran Israel

El sionismo, surgido a finales del siglo XIX, fue un movimiento nacionalista judío que buscaba establecer un hogar nacional para el pueblo judío en Palestina. Esta aspiración se consolidó con la Declaración Balfour de 1917 y el Mandato Británico sobre Palestina.

La noción del «Gran Israel» se basa en interpretaciones bíblicas que describen una tierra prometida que se extiende «desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates» (Génesis 15:18). Esta interpretación ha sido adoptada por algunos grupos religiosos y políticos como una justificación para ciertas políticas territoriales.

Las diversas corrientes del sionismo

El sionismo no fue, ni es, un bloque monolítico. Desde sus orígenes, ha habido diversas corrientes ideológicas que han disputado su contenido, sus fines y sus medios:

  • Sionismo político (Herzl): centrado en obtener reconocimiento internacional y garantías legales para la creación de un Estado judío.
  • Sionismo práctico (Ahad Ha’am, A.D. Gordon): enfocado en la creación de instituciones y asentamientos reales, sin esperar primero la diplomacia.
  • Sionismo socialista (Ben-Gurión, Ber Borojov): orientado a crear una sociedad igualitaria, con base cooperativista (kibutzim), obrera y secular.
  • Sionismo religioso (Rav Kook): que entendía el retorno a la tierra como cumplimiento de una promesa divina y parte de la redención escatológica.
  • Sionismo revisionista (Jabotinsky): defensor de un Estado judío fuerte, armado, con fronteras en ambos lados del Jordán y sin concesiones territoriales.

Cada una de estas corrientes ha dejado su huella en la evolución del Estado de Israel, pero es el sionismo revisionista, en especial tras el ascenso del partido Likud en 1977, el que ha ganado peso doctrinal e influencia estratégica en las últimas décadas.

El Estado de Israel: fundación y legitimidad

En 1948, tras la resolución 181 de la ONU y la retirada del mandato británico, nació el Estado de Israel. Su existencia no fue un capricho colonial, sino una consecuencia política de décadas de diplomacia, asentamientos, guerras y reconocimiento internacional. Fue también —y no conviene olvidarlo— una reacción a la Shoá (Holocausto), que reveló el abismo moral de Europa y la necesidad de un refugio nacional para los judíos.

Desde su nacimiento, Israel ha tenido que defender su existencia desde una posición minoritaria y vulnerable, rodeado de Estados que lo rechazaban, en guerra abierta o larvada. Las guerras de 1948, 1956, 1967, 1973, el conflicto del Líbano, las intifadas, los ataques terroristas y la amenaza nuclear iraní no son episodios aislados, sino parte de un entorno hostil que ha condicionado toda su política exterior, su estructura militar y su concepción de seguridad nacional.

El derecho de Israel a existir no debería estar en discusión, salvo por quienes rechazan su misma legitimidad histórica. Ningún otro Estado se ve obligado a justificar su mera presencia. Israel sí. Esta anomalía revela mucho más sobre sus críticos que sobre el propio Estado.

Eretz Israel y la noción de «Gran Israel»

El concepto de Eretz Israel Hashlema («la Tierra de Israel Completa») no es un delirio expansionista, sino una noción histórica y bíblica con profundas raíces en el imaginario judío. Aparece en los textos sagrados (Génesis 15:18, Éxodo 23:31, Números 34) como la tierra prometida a los patriarcas, y ha sido durante siglos una referencia espiritual más que geopolítica.

Sin embargo, desde el siglo XX, sectores del sionismo religioso y revisionista han entendido que ese mapa ideal puede —y debe— orientar también la política territorial moderna. De ahí la importancia simbólica y estratégica de Jerusalén Este, Cisjordania, los Altos del Golán o incluso —en tiempos de Sharon— partes del Sinaí y el sur del Líbano.

Esta visión no necesariamente implica una anexión formal ni una expansión imperialista, pero sí una resistencia a renunciar a territorios considerados históricamente propios, especialmente si son estratégicos para la defensa del Estado. En este contexto debe entenderse la política de asentamientos, la anexión de Jerusalén Este y la negativa a retroceder a las fronteras de 1967.

Políticas territoriales y seguridad nacional

A lo largo de su historia, Israel ha enfrentado múltiples conflictos con sus vecinos, lo que ha llevado a una constante reevaluación de sus políticas de seguridad y fronteras. La Guerra de los Seis Días en 1967 resultó en la ocupación de territorios como Cisjordania, Gaza, los Altos del Golán y el Sinaí, aunque este último fue devuelto a Egipto tras los Acuerdos de Camp David.

La construcción de asentamientos en Cisjordania y Jerusalén Este ha sido objeto de debate internacional. Mientras que algunos sectores israelíes los consideran esenciales para la seguridad y el derecho histórico, la comunidad internacional los ha calificado en su mayoría como ilegales según el derecho internacional.


El conflicto actual y las reacciones internacionales

Desde octubre de 2023, el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza se ha intensificado, resultando en miles de víctimas y una crisis humanitaria. Organizaciones internacionales han expresado su preocupación por la situación en la Franja de Gaza. La Corte Internacional de Justicia ha emitido medidas cautelares instando a Israel a evitar actos que puedan constituir genocidio y a permitir la entrada de ayuda humanitaria.

Por otro lado, países como Estados Unidos han reafirmado su apoyo a Israel, condenando los ataques de Hamás y destacando el derecho de Israel a defenderse.

La situación actual: Gaza, Irán, y el nuevo orden regional

La guerra en Gaza tras los ataques de Hamás en octubre de 2023 ha sido interpretada por muchos como una “respuesta desproporcionada”. Pero desde el punto de vista israelí, se trata de una operación de autodefensa, destinada a desarticular una amenaza estructural en su flanco suroeste. Hamás no solo gobierna Gaza desde 2007, sino que recibe apoyo de Irán, coordina con Hezbollah en el norte y responde a una lógica que niega la existencia de Israel como tal.

Israel no puede permitirse un Gaza hostil, armado, conectado con Teherán y con túneles que llegan hasta las puertas de sus kibutzim. Por eso su estrategia no es solo contener, sino desmantelar por completo la capacidad militar y administrativa de Hamás. Esta no es una operación táctica: es un objetivo de seguridad nacional.

Al mismo tiempo, Israel se enfrenta a un eje chií creciente (Irán, Hezbollah, milicias en Irak y Siria) y busca estrechar lazos con potencias sunníes (Arabia Saudí, Emiratos, Egipto, Marruecos) a través de los Acuerdos de Abraham y futuras alianzas defensivas. Esta reconfiguración del tablero regional tiene como objetivo aislar a Irán, reducir la presión diplomática sobre Israel y consolidar su estatus como potencia regional estable, innovadora y confiable.

No es posible entender la relacion entre las politicas israrelíes respecto de su entorno, respecto de los países vecinos, sin explicar brevemente la relacion entre las actuales posiciones militares de Israel, hoy, en junio de 2025, y las pretensiones de anexion de tales o cuales territorios. Por ejemplo, Cisjordania es una «defensa» del centro de Israel y de Jerusalén…pero para poder defender a la Cisjordania es necesario dominar la orilla Occidental del rio Jordán ante una posible invasion desde Oriente (IRAN- IRAK- JORDANIA- etc.). Por ejemplo, las actuales nuevas posiciones de Israel en Siria deben servir para «defender» a la Alta Galilea ante un posible ataque desde Siria. Por otro lado, las nuevas posiciones de Israel en el Líbano defen «defender» a toda la Galilea. Y, más todavía: el dominio militar de la Franja de Gaza debe «defender» a Israel ante un avance (como el 7.10.2023) contra Ashkelon-Ashdod-TEL AVIV.
Sueños Biblicos aparte, el ESTADO DE ISRAEL desarrolla politicas de «anexion territorial» destinadas a cuidar su propio territorio, que, de por si, es pequeñisimo… lo cual lo obliga a que las operaciones militares sean en territorio del enemigo, dada la falta «profundidad estrategica» en todos sus frentes…

Conclusión

La situación en Israel y los territorios palestinos es el resultado de una compleja interacción de factores históricos, religiosos, políticos y geopolíticos. Mientras que el concepto del «Gran Israel» sigue siendo una idea presente en ciertos sectores, la realidad sobre el terreno y las presiones internacionales continúan moldeando las políticas y acciones del Estado de Israel.

Objetivos estratégicos: corto, medio y largo plazo

Corto plazo (2024–2025):

  • Eliminar el aparato militar de Hamás.
  • Restaurar la disuasión frente a Hezbollah e Irán.
  • Mantener el apoyo militar y diplomático de EE. UU.
  • Controlar la narrativa internacional sobre Gaza.

Medio plazo (2025–2030):

  • Avanzar en acuerdos bilaterales con países árabes moderados.
  • Contener la amenaza nuclear iraní mediante presión diplomática o, si es necesario, acción preventiva.
  • Consolidar Jerusalén como capital indivisible.
  • Expandir y legalizar asentamientos estratégicos en Cisjordania sin provocar una guerra abierta.

Largo plazo (2030 en adelante):

  • Convertirse en potencia regional reconocida por su estabilidad, tecnología y fuerza disuasiva.
  • Normalizar relaciones con Arabia Saudí.
  • Redefinir las fronteras de forma práctica, no necesariamente formal, asegurando el control de los principales ejes estratégicos del territorio.
  • Mantener la identidad judía del Estado sin renunciar a ser una democracia avanzada, con equilibrios institucionales frente a desafíos demográficos, ideológicos o externos.

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