Histórico discurso del Excelentísimo Señor Presidente del Gobierno de España ante la Asamblea General de las Naciones Unidas solicitando el reconocimiento de la Ínsula Barataria como «estado soberano»…
PEDRO SÁNCHEZ CASTEJÓN
Excelentísimos señores representantes de las Naciones del Mundo Mundial,
Comparezco hoy ante ustedes con el mismo convencimiento con que otros líderes lo hicieron antes para defender causas históricas. Yo no vengo aquí a hablar de España —país que gobierno, aunque algunos osen decir que padecen mi gobierno— sino a hablar de un Estado hasta hoy negado: la Ínsula Barataria.
Quienes se ríen ignoran que la Ínsula Barataria no es menos real que Palestina, que durante siglos fue Imperio Otomano, Mameluco, Ayubí, Cruzado, Bizantino, Sasánida, Romano, Seléucida, Persa, Babilónico, Hebreo o Cananeo… pero jamás un Estado palestino. Lo mismo da: si la historia estorba a la ideología, se borra. Y si no hay Estado, se inventa. Así que, con el mismo aplomo con el que reclamo “Palestina, Palestina, Palestina”, yo pido ahora el reconocimiento inmediato de la Ínsula Barataria como miembro de pleno derecho de esta Asamblea.
I. Justificación histórica
El pueblo baratario ha sufrido siglos de invisibilidad, como tantos otros inventados en los pasillos de esta sede. Cervantes lo registró en acta en el Quijote: Sancho Panza, humilde labrador, fue nombrado gobernador de dicha ínsula para que jugara a ser estadista. ¿No es esto lo mismo que se hace aquí cuando se otorga legitimidad a gobiernos fantasma?
II. El paralelismo con Gaza
Se me acusará de frivolizar. ¡Al contrario! Yo, Pedro Sánchez, que en dos minutos de tribuna he salvado a Gaza con frases huecas, afirmo solemnemente que lo que hoy ocurre con Palestina es lo mismo que ocurrió con Sancho en su ínsula: un gobierno ficticio, sostenido por la farsa y por el capricho de otros.
Mientras yo repito en bucle “tenemos que parar esta matanza”, en España se desbordan los ríos y se queman los bosques sin limpiar, los hospitales sin médicos, las carreteras sin mantenimiento, y se prepara el gran apagón por culpa de la política energética antinuclear y las supersticiones verdes que me he impuesto a mí mismo por servidumbre ideológica. Pero nada de eso importa si consigo que los telediarios abran con “Palestina, Palestina, Palestina”.
III. La manipulación mediática
Porque la clave, excelencias, no es gobernar: es manipular. Mis medios paniaguados, regados con millones de euros de todos los españoles, cumplen dócilmente: repiten mis consignas, silencian mis corrupciones, ocultan los procesos judiciales de mi hermano, de mi esposa, de mis ministros y de mi corte, y se olvidan de la deuda pública que ya supera los 2 billones de euros.
En lugar de comunicar, adoctrinan. En lugar de informar, manipulan. En lugar de contrastar, desinforman. El periodismo independiente murió en España y fue enterrado con bolsas de subvenciones.
IV. La ciudadanía hobbit
Pero sería injusto culpar solo a los medios. Jason Brennan lo explicó: en democracia, la mayoría son hobbits que rehúyen la política y prefieren pensar en su trabajo, su familia, su ocio. Otros son hooligans, fanáticos que gritan por sus colores sin razonar. Y apenas una minoría —los vulcanos— intentan informarse con rigor. Pero son tan pocos que no tienen fuerza para cambiar nada.
En ese mar de hobbits y hooligans navego yo con comodidad: prometo imposibles, miento con descaro, manipulo sin pudor. Como decía el Doctor House, “todo el mundo miente, y nadie está dispuesto a cambiar de opinión”.
V. Existencialismo y engaño
Camus lo vio claro: el hombre necesita asideros para no sucumbir a la angustia de saber que vive en un mundo pésimo. Yo, Sánchez, fabrico esos asideros falsos: Palestina, Gaza, feminismo impostado, ecologismo suicida. Y mientras el pueblo se aferra a esos clavos ardiendo, yo sigo en el poder.
VI. Conclusión satírica y consejo cervantino
Por todo ello, solicito formalmente a esta Asamblea:
- El reconocimiento inmediato del Estado soberano de la Ínsula Barataria.
- La concesión a España de la tutela moral sobre dicho Estado, como premio a mi liderazgo mundial en el arte de la impostura.
- Que se tome nota de que, si se puede inventar Palestina, también se puede inventar Barataria.
Y termino, señores delegados, con las palabras que Don Quijote dirigió a Sancho antes de hacerse cargo de su ínsula. Palabras que resuenan como dardos directos a mi persona, aunque yo jamás las practicaré:
“Has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo…
Haz gala de la verdad: cumple las promesas con tus palabras, y si algo prometieres, cúmplelo aunque te cueste la vida.” (Quijote, II, 42)
Qué ironía: lo que Cervantes aconsejaba para gobernar una ínsula ficticia, es exactamente lo que le falta al presidente de un país real…
Se levanta la sesión.
La Ínsula Barataria ya es Estado (Igual que Palestina). España sigue siendo una farsa.
