Europa, el «Lane Assist» (asistente de carril) y el arte de embrutecer con buenas intenciones

Del pensamiento crítico al “piloto automático” (auto mode): cómo la Unión Europea enseña a sus ciudadanos a no pensar… y encima a dar las gracias por ello.
PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN
¿Y si Europa estuviera diseñada para producir obediencia? No mediante la fuerza bruta de policías o censores, sino a través de coches que se conducen solos, normas que se cumplen sin reflexión y ciudadanos que, como usuarios de un sistema operativo (operating system), no comprenden su funcionamiento, pero aceptan sus “actualizaciones” (updates) sin rechistar.
La Unión Europea no embrutece porque desprecie la inteligencia, sino porque idolatra la seguridad, la eficiencia y el control. En ese altar no hay lugar para el pensamiento crítico, incómodo y rebelde por naturaleza. Europa no busca ciudadanos autónomos, sino usuarios obedientes, peatones protegidos y normativos de fábrica.
La metáfora del asistente de carril (lane assist)—ese sistema que corrige automáticamente la dirección del coche—resume la pedagogía del poder tecnocrático: tú solo sigue la línea, que el sistema se encarga del resto. Así, el ciudadano aprende a desconectar su propio juicio: ¿para qué pensar si la máquina ya lo hace por ti?
La Unión Europea: el gobierno que nadie entiende
La Unión Europea no gobierna como un Estado clásico. No moviliza masas ni reprime abiertamente. Gobierna como un ingeniero: ajustando parámetros, desde el diámetro del pepino hasta la tipografía (font) de los menús o el contenido graso permitido en los quesos. Todo, supuestamente, por tu bien y el bien común.
Sin embargo, nadie sabe a ciencia cierta quién toma realmente las decisiones: ¿la Comisión?, ¿el Consejo?, ¿un comité técnico?, ¿un algoritmo? Da igual: lo importante es que todo funcione, sin molestar ni provocar preguntas. Europa se ha convertido en una suerte de Disneylandia burocrática: normas claras, luces suaves, pero sin responsabilidad personal. Como advirtió Günther Anders, el ser humano moderno se convierte en apéndice de sus propias máquinas… y ahora también de sus instituciones.
Mandatos, nudges (empujones) y obediencia emocional
La pandemia mostró este modelo con claridad. ¿Vacunarse? Por supuesto. ¿Con obligación legal? Mejor. ¿Con pase sanitario (health pass) para tomar un café? Ideal. En Francia, incluso los más críticos cedieron ante la inyección si eso les permitía volver al teatro. El mensaje era claro: ser bueno es obedecer.
En cambio, los franceses de Quebec se vacunaron, pero rechazaron el chantaje institucional, entendiendo que obedecer no equivale a consentir. Europa, en cambio, ha borrado esa distinción, aplicando la técnica del nudge (empujón): “No te obligamos, solo te facilitamos hacer lo correcto”. Pero ese “correcto” ya no se debate: se programa.
Del ciudadano kantiano a la interfaz de usuario
¿Qué fue del ciudadano kantiano, el que se atrevía a pensar por sí mismo? Ha quedado sepultado bajo notificaciones, plataformas de reservas, coches que frenan solos y documentos digitales. Habitamos la distopía más amable: sumisión sin látigo, adiestramiento con interfaz de usuario (user interface).
Y lo peor: nos agrada. Hemos sido educados para preferir la seguridad a la libertad, la eficiencia al criterio propio, la comodidad a la responsabilidad. Delegamos todo: control, decisión, conciencia.
Pensar: el nuevo acto antisistema
Pensar se ha convertido en un acto antisistema. Quien pregunta “¿por qué esta norma?”, “¿quién la decide?”, “¿por qué debo acatarla?”, ya no es un disidente político, sino un estorbo funcional. Alguien que ralentiza el flujo, que complica los procesos, que siembra la duda. Y la duda es lo único que el sistema no puede tolerar.
Por eso el asistente de carril (lane assist) no es solo una comodidad: es un modelo de sociedad. Un mundo sin curvas mentales, sin choques de ideas, sin salidas de emergencia. Solo trayectorias bien marcadas, velocidad constante… y pensamiento desconectado.
Referencias: esto ya fue advertido
No es exageración. Ya lo advirtieron pensadores como:
- Günther Anders, La obsolescencia del hombre: cómo la técnica sobrepasa al ser humano y lo degrada.
- Zygmunt Bauman, Modernidad líquida: todo se disuelve, incluso el juicio y la responsabilidad.
- Evgeny Morozov, Para salvarlo todo, haz clic aquí (To Save Everything, Click Here): crítica al “solucionismo tecnológico” (technological solutionism), que sustituye la reflexión moral por automatismos.
- Michel Foucault, Vigilar y castigar: el poder moderno no reprime; moldea.
- Richard Thaler y Cass Sunstein, Un pequeño empujón (Nudge): cómo influir en las decisiones sin necesidad de imponer nada.
- Immanuel Kant, ¿Qué es la Ilustración?: la libertad comienza cuando uno se atreve a pensar.
Conclusión: no necesitas un asistente de carril (lane assist). Necesitas criterio
Europa te quiere en tu carril, con el cinturón abrochado, los papeles en regla y las opiniones domesticadas. Y tú te crees libre porque puedes elegir entre café solo o con leche, entre latte y cappuccino.
Pero la verdadera libertad—la que incomoda, arriesga y exige pensar—no tiene carril. Y por eso mismo, no puede ser programada.
Suelta el volante automático. Mira la carretera. Y empieza a conducir tu vida con las manos, con la cabeza… y con el riesgo que eso conlleva.