¿Es posible una paz «justa» y duradera en Oriente Medio? El ejemplo de la antigua Yugoslavia…

0
image

La pregunta sobre la posibilidad de una paz “justa” en Oriente Medio no es solo política: es existencial y moral. Cada acuerdo, cada alto el fuego, se enfrenta a un obstáculo casi ontológico, íntimamente relacionado con el origen de su existencia: el conflicto palestino-israelí ha generado un activismo perpetuo, una lucha identitaria que trasciende la política y se enraíza en la percepción de la justicia misma. Hannah Arendt escribió sobre la “felicidad pública” y la trascendencia de la acción colectiva, observando que quienes se implican en causas históricas encuentran un sentido profundo en ellas, pero cuando esas causas se resuelven, su vida cotidiana pierde cierta resonancia, e incluso sentido… El conflicto de Gaza, como ella intuyó, garantiza activismo eterno, perpetuo: su solución completa, con igualdad de derechos y reconocimiento pleno, parece inalcanzable para una generación.

El reciente acuerdo de alto el fuego y la liberación de rehenes en Gaza, aunque parcial, constituye un momento histórico. Israel mantiene el control militar sobre puntos estratégicos y fronterizos, mientras Hamas acepta restricciones inéditas en su gobernanza. La supervisión internacional y el compromiso de reconstrucción proporcionan un espacio de normalización y de gradualidad: fases de desarme, control de armas y rehabilitación de infraestructura civil que podrían permitir una calma duradera, aunque no definitiva.

Para entender los desafíos y oportunidades de este pacto, resulta útil mirar a la experiencia de la antigua Yugoslavia. Tras las guerras de los Balcanes en los años 90, la paz se logró mediante una combinación de medidas militares, diplomáticas y sociales: despliegues de fuerzas internacionales, creación de mecanismos de supervisión y garantes neutrales, reparto territorial cuidadosamente acordado, reconstrucción económica y fomento de la convivencia entre comunidades diversas. La gradualidad fue clave: la reconciliación no se impuso, se construyó paso a paso, atendiendo tanto a la seguridad como a la restitución de derechos civiles, la educación y el diálogo interétnico.

La experiencia de los Balcanes muestra que la paz puede sostenerse solo si las partes perciben beneficios concretos y saben que quienes no respeten los acuerdos saldrán gravemente perjudicados, siendo severamente sancionados. En Gaza, esto se traduce en control efectivo de fronteras, supervisión internacional creíble y un proceso de reconstrucción ligado a incentivos de seguridad y desarrollo económico.

Otro efecto del acuerdo es simbólico y geopolítico. Desactiva el discurso del “eterno conflicto” que alimenta activismos de fanáticos supuestamente «progresistas» en Europa y el resto de países occidentales y actores externos interesados en crear tensiones, crispación, violentar… en países occidentales. Cuando las partes en conflicto muestran capacidad de negociación y concesiones mutuas, los discursos maximalistas pierden fuerza y la instrumentalización política de comunidades externas se vuelve menos eficaz. Este es un efecto menos tangible, pero crucial: una paz —aunque solo sea parcial- creíble en Gaza puede ser un antídoto contra la fanatización simbólica en otros contextos.

Pese a estos avances, la paz se mantiene de manera frágil e inestable, y la justicia plena sigue fuera de alcance, todavía pendiente de ser lograda. Aunque exista un alto el fuego, los acuerdos actuales aseguran solo una calma relativa; la reconciliación real y la equidad duradera continúan siendo objetivos lejanos. La historia enseña que incluso un alto el fuego prolongado no garantiza la reconciliación: los resentimientos históricos, las pérdidas y la percepción de humillación continúan alimentando tensiones.

En conclusión, la paz “justa” en Oriente Medio es un ideal que probablemente permanecerá fuera del alcance de la generación actual. Sin embargo, los recientes avances en Gaza muestran que la paz parcial y perdurable es posible mediante acuerdos cuidadosamente estructurados, supervisión internacional y reconstrucción gradual. Inspirándonos en la experiencia de los Balcanes, podemos inferir que solo un enfoque pragmático, faseado y garantizado por terceros neutrales puede convertir episodios de alto el fuego en oportunidades de estabilidad real. La justicia plena queda pendiente, pero cada acuerdo de este tipo abre una ventana de esperanza: no la justicia absoluta, pero sí la posibilidad de una vida menos marcada por la violencia y más por la construcción política y social compartida.

About Author

Spread the love
                 
   

Deja una respuesta