Emergencia nacional: la urgentísima necesidad de regeneración en España y el buen gobierno de Javier Milei en Argentina
CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN
España vive una crisis estructural que ya no se puede maquillar con estadísticas amañadas ni con retórica vacía. El país, gobernado por una élite política que lleva décadas saqueando el erario y erosionando las instituciones, se desliza por la pendiente de la decadencia, mientras los ciudadanos se resignan entre la apatía y el miedo. La deuda pública desbocada, un sistema fiscal confiscatorio, la destrucción del tejido productivo, la multiplicación de chiringuitos políticos y la invasión burocrática son síntomas visibles de un Estado enfermo, capturado por partidos que solo gobiernan para perpetuarse.
Mientras tanto, en el otro lado del Atlántico, Argentina —un país que durante décadas fue ejemplo de cómo arruinar sistemáticamente una nación próspera— ha sorprendido al mundo. En apenas meses, Javier Milei ha demostrado que la regeneración política y económica no es una quimera, sino una cuestión de voluntad, coraje y ruptura con el consenso decadente. Ha recortado de raíz ministerios inútiles, eliminado organismos parásitos, frenado el gasto político y enviado un mensaje inequívoco: el Estado no es un botín, y el dinero de los contribuyentes no está para financiar la fiesta perpetua de la casta parasitaria.
La comparación duele. Milei ha tomado medidas que en España parecen ciencia ficción: reducción drástica del aparato estatal, supresión de subvenciones a sectores improductivos, liberalización económica, control riguroso del gasto y eliminación de trabas para que el sector privado cree riqueza. El resultado —aun en medio de resistencias, huelgas y amenazas— es una recuperación incipiente de la confianza, un freno a la hiperinflación y un cambio de clima político que devuelve a los ciudadanos la sensación de que el gobierno de Milei camina con un plan de acción definido, con un rumbo claro y con una brújula que funciona…
España, en cambio, sigue atrapada en el círculo vicioso de prometer, endeudar y repartir migajas a cambio de votos. Los políticos españoles se escudan en el victimismo, en las excusas de Bruselas o en el discurso complaciente de que «no se puede hacer otra cosa». Pero sí se puede. Milei lo está demostrando. No se trata de copiar ciegamente un programa, sino de entender que sin poda radical de gasto, sin eliminación de organismos y cargos redundantes, sin poner fin a la ingeniería social y sin desmontar el entramado clientelar, no habrá regeneración posible.
Lo que en Argentina ha sido una cirugía de urgencia, en España debería ser una intervención aún más drástica:
- Eliminar ministerios superfluos y fusionar competencias para reducir la maquinaria política.
- Acabar con las subvenciones a partidos, sindicatos y asociaciones que viven del presupuesto.
- Simplificar el marco regulatorio para que emprender no sea un suplicio.
- Reformar el sistema fiscal para que recaudar no signifique asfixiar.
- Blindar la independencia judicial frente a la manipulación del poder.
- Devolver competencias clave al Estado para frenar el desgobierno autonómico.
España tiene los recursos, el talento y la posición geopolítica para recuperar protagonismo. Lo que no tiene es un liderazgo dispuesto a enfrentarse al establishment. Argentina estuvo peor y ha encontrado un camino. La pregunta es: ¿cuánto más vamos a esperar aquí para actuar?
Porque lo que está en juego no es un ciclo electoral, sino la supervivencia misma del país como proyecto común. Y si Milei ha enseñado algo, es que, cuando se quiere, se puede… Se trata simplemente de VOLUNTAD.
