El informe post mortem de Occidente: diagnóstico biológico y paralelismo histórico

CARLOS AURELIO CALDITO AUNIÓN.
No es frecuente que un experto confirme todos los prejuicios juveniles de una generación, pero De la cúspide al abismo, de Peter Niemann, logra precisamente eso: no es un libro político ni una crítica cultural, sino un documento forense. El autor, médico especializado en insuficiencia orgánica, traslada su experiencia clínica al análisis de la civilización occidental y ofrece un registro contundente, repleto de datos y gráficos, sobre el declive biológico de Occidente. Su tesis es clara: el colapso no se debe principalmente al mal gobierno, la fragmentación social o la desigualdad económica, sino a que “nuestros cuerpos, y con ellos, nuestras mentes, se han debilitado, se han vuelto más enfermos, no son lo que eran”. El ciudadano moderno es obeso, tiene niveles bajos de testosterona, deficiencia nutricional, está sobreestimulado, poco socializado y pierde lentamente su capacidad cognitiva; este deterioro biológico es el verdadero motor del colapso nacional.
Diagnóstico cuantitativo: el derrumbe en cifras
El libro inicia con un retrato cuantitativo del declive. En el año 2000, el PIB mundial era de 33,8 billones de dólares, con Occidente representando el 59,7%. Para 2020, el PIB mundial ascendía a 85,5 billones, pero la participación occidental se había desplomado al 41,6%. Mientras tanto, los países BRICS experimentaron un auge: China, por sí sola, pasó del 3,58% al 17% del PIB mundial en dos décadas. Las solicitudes de patentes, antes indicador de la innovación occidental, también están en declive, mientras que Asia crece de forma significativa. Medallas olímpicas, crecimiento per cápita, innovación y productividad: Occidente cae en picado.
Siete parámetros biológicos del colapso
Niemann estructura su análisis en torno a siete parámetros biológicos, abordados en capítulos independientes, que narran cómo las mentes y los cuerpos degradados producen naciones degradadas:
- Colapso del cociente intelectual: El cociente intelectual (CI) occidental, tras décadas de crecimiento (efecto Flynn), comenzó a descender a principios del siglo XXI. Un estudio en Noruega mostró una disminución de 1,2 puntos en los hombres nacidos después de 1978, tendencia replicada en Estados Unidos, Alemania, Francia, Austria, Finlandia, Canadá y Australia. La tasa estimada de pérdida de CI es de 0,1 a 0,3 puntos anuales, suficiente para borrar el avance de una generación en menos de veinte años. Las causas son biológicas: consumo de marihuana, pesticidas, mala alimentación, inactividad, obesidad, exposición a metales pesados, tiempo frente a pantallas y deficiencia de vitamina D. Cada kilo de sobrepeso influye en la inteligencia; no es metáfora, es fisiología.
- Disminución de la testosterona: Desde la década de 1980, los niveles de testosterona en hombres occidentales han caído más de un 30% en algunos países. La testosterona impulsa fuerza muscular, resiliencia, memoria, cognición, innovación, ambición y valentía. Su descenso se asocia a más fatiga, depresión, menor calidad del esperma y menor resiliencia. Sociedades con baja testosterona generan aversión al riesgo, dependencia y pasividad: menos innovación, más conformismo.
- Narcisismo: El auge del narcisismo no es solo cultural, sino bioquímico. Niemann lo vincula a la sobreestimulación de los receptores de dopamina, bucles de retroalimentación digital y desequilibrios hormonales. Las redes sociales amplifican estos efectos, dificultando la maduración emocional y la empatía, favoreciendo la gratificación instantánea y el consumismo. Los narcisistas priorizan la gratificación a corto plazo, explotan a la comunidad, son menos empáticos y más conflictivos; consumen más, y la civilización construida a su imagen también.
- Obesidad: Entre 1965 y 2000, la obesidad infantil en Estados Unidos se triplicó. Para 2016, el 16,9% de los niños estadounidenses eran obesos. La obesidad perjudica la cognición, reduce la motivación, disminuye la fertilidad y acorta la esperanza de vida. Aumenta el gasto público, reduce la elegibilidad militar y perjudica la producción económica a largo plazo. Los niños obesos se convierten en adultos obesos, más susceptibles a la depresión, menos fértiles y de vida más corta. La respuesta cultural: normalizar e incluso celebrar la condición que impulsa el declive nacional.
- Envejecimiento de la población: Las sociedades occidentales no solo son insalubres, sino también envejecidas. Sociedades con poblaciones envejecidas son menos productivas, requieren más recursos públicos y contribuyen menos a la innovación y la reproducción. Cada vez más recursos de economías en colapso se destinan a mantener con vida a poblaciones mayores, con una fuerza laboral joven cada vez menos capaz.
- Desintegración familiar: Predominan los hogares monoparentales con un solo hijo. Los niños en estos hogares están más a menudo enfermos, tienen un nivel educativo inferior, son más pobres y necesitados del apoyo del gobierno, y suelen ser más narcisistas que quienes crecieron con hermanos. Los hijos únicos podrían ser más propensos a ser egocéntricos, agresivos y menos competentes socialmente en comparación con los individuos de familias numerosas. Sin embargo, este es el modelo dominante en las sociedades liberales modernas.
- Daños ambientales: Los metales pesados como el plomo, el cadmio y el mercurio reducen el cociente intelectual y perjudican el desarrollo infantil. Los disruptores endocrinos suprimen la testosterona. Los alimentos procesados inundan el torrente sanguíneo con desechos hormonales. Casi nada de esto es reversible en una sola generación.
Diagnóstico y pronóstico: el siglo XXI dejará de ser occidental
La predicción de Niemann es precisa y despiadada: la desigualdad aumentará, el nivel educativo caerá aún más, las sociedades occidentales serán menos innovadoras y más corruptas, las democracias seguirán deteriorándose y la infraestructura empeorará. Si esto continúa, el siglo XXI dejará de ser estadounidense u occidental y pasará a manos de India, Rusia, China o los países BRICS.
A diferencia de la mayoría de los analistas, Niemann ofrece consejos prácticos, pero no para los estados, sino para los individuos: emigrar si el país se desmorona, fortalecer cuerpo y mente para volverse antifrágil, y vivir de forma autosuficiente para reducir la dependencia de instituciones en colapso. No es un llamado a salvar a Occidente, sino a sobrevivir a su decadencia.
Niemann no se interesa por opiniones políticas. Es un médico con un portapapeles que diagnostica a Occidente con pulso débil, órganos en fallo y perspectivas mínimas de recuperación si no se toma una decisión radical, biológica y no ideológica. Resume la podredumbre con claridad: “Estamos tratando de vivir el ‘viejo’ modelo de trabajo duro, honestidad y fuerza con nuestros ‘nuevos’ cuerpos obesos y débiles”.
Paradojas históricas: Occidente y Roma frente al espejo
La comparación entre el declive de Occidente y la caída del Imperio Romano es inevitable. Roma también sufrió problemas de salud pública: plagas, desnutrición, envejecimiento poblacional, contaminación por plomo y un deterioro físico y moral advertido por sus propios escritores. Las pandemias diezmaron la población, la mala alimentación y el agotamiento de las tierras provocaron carencias nutricionales, y el envejecimiento de la sociedad redujo la capacidad de trabajo y defensa. El deterioro biológico fue tanto causa como consecuencia de la decadencia social y política.
Roma experimentó, como Occidente, una pérdida de innovación, creatividad y cohesión familiar. El estancamiento tecnológico, la descomposición de la estructura familiar, el aumento de la desigualdad y la pérdida de valores cívicos debilitaron el tejido social. El “pan y circo” fue una estrategia política para apaciguar a una población empobrecida y desmoralizada, reflejo de la incapacidad del sistema para ofrecer oportunidades reales. El hedonismo, la pérdida de valores y la diversidad sexual no fueron causas directas del colapso, sino síntomas de una sociedad compleja y en transformación.
En ambos casos, la debilidad interna abrió la puerta a la pérdida de liderazgo global: en Roma, por invasiones militares; en Occidente, por la competencia económica y tecnológica de Asia y los BRICS. La decadencia nunca es monocausal: corrupción, crisis económica, presión militar, pérdida de valores y problemas de salud pública se entrelazan. La originalidad de Niemann reside en señalar que la biología colectiva puede ser el “eslabón perdido” en los análisis tradicionales.
Lección histórica: la biología como sustrato del destino civilizatorio
La gran lección es que ninguna civilización es invulnerable. El declive puede acelerarse cuando los problemas internos —biológicos, sociales o políticos— coinciden con la presión externa. La fortaleza de una sociedad depende, en última instancia, de la salud y vitalidad de sus individuos. Si se descuida este aspecto, ni el mejor sistema político ni la mayor riqueza cultural pueden evitar el colapso.
Niemann no ofrece consuelo ni esperanza fácil. El obituario de Occidente ya está escrito; solo falta identificar a los familiares más cercanos. El desafío para el individuo es sobrevivir al colapso, volviéndose antifrágil y autosuficiente. El desafío para la historia es aprender que el destino de una civilización puede estar sellado mucho antes de que sus élites lo adviertan, y que la biología colectiva es un factor central en el destino de los pueblos