El inevitable declive de Europa: de la Roma imperial a la España de Pedro Sánchez

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Europa se está suicidando… y mientras, los europeos de fiesta en fiesta. La caída del Imperio Romano no se debió únicamente a la invasión de los “bárbaros”; se debió, entre otras causas, al socialismo, al feminismo y a la degradación interna de la sociedad. Y la actual Europa se encuentra en un camino idéntico, con los mismos riesgos, aunque bajo disfraces modernos de bienestar, democracia y progresismo.

Saqueo a los autónomos y pequeños empresarios

Desde el principio de su mandato, Pedro Sánchez ha seguido los pasos del padrino de Feijoo, continuando el saqueo a los trabajadores autónomos y pequeños empresarios. Aumenta sus cuotas, impone impuestos crecientes y recargos, y exige contribuciones sin ofrecer ninguna contraprestación de clase alguna. El resultado: precarización de la clase media, debilitamiento del tejido productivo y aceleración de la dependencia de las ayudas estatales. Esta política reproduce el esquema de la antigua Roma: cuando el Estado explota a quienes producen, el flujo de riqueza se reduce, y la población productiva busca alternativas, huye al campo o se refugia en la economía sumergida.

Paralelismos históricos: Roma y la Unión Europea

A principios del siglo XX, Europa occidental controlaba casi todo el mundo política, financiera y militarmente. Hoy, en pleno siglo XXI, se ha convertido en un Disneyland de burocracia, despilfarro y endeudamiento, con crisis moral y corrupción crecientes. Como en los últimos momentos del Imperio Romano, las causas son múltiples: políticas, legales, sociales, demográficas, ecológicas, militares, psicológicas, intelectuales, religiosas y económicas. Y salvo que alguien, algunos intervengan de forma clara, rotunda, decidida…, el caos y la posible extinción parecen inevitables.

El declive de Roma no fue un hecho súbito, sino una degradación progresiva, marcada por el autoritarismo, la planificación centralizada, el totalitarismo y la burocracia omnipresente. La democracia moderna, heredera de la idea griega de participación ciudadana, se ha convertido en una oclocracia, el gobierno de demagogos que aprovechan la urna para saquear a la minoría productiva. Quienes soportan la carga fiscal terminan buscando alternativas, huyendo al campo, adoptando la economía sumergida o simplemente abandonando la iniciativa productiva, tal como sucedió en Roma cuando la administración acabó empobreciendo las ciudades y dispersando a los productores.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa abrazó el Estado del bienestar: crecimiento espectacular del consumo y de las prestaciones sociales, aumento de la presión fiscal, descenso de la natalidad, incremento de la esperanza de vida y depreciación del trabajo. España, rezagada hasta entonces, acabó calcando el modelo sin reparos, redefiniendo al Estado como proveedor absoluto del bienestar, con el apoyo de la izquierda progresista y de las élites globalistas. Y, por desgracia, ni siquiera la oposición política de Feijoo representa una alternativa: socialdemocracia, feminismo y dependencia estatal idénticos a los de Sánchez, con pequeñas diferencias cosméticas, pero sin tocar los pilares del problema.

Homo festivus: ocio, dependencia y despilfarro

El fenómeno del “homo festivus” no es exclusivo de la Roma antigua. En Roma, la máxima “panem et circenses” condujo a la mediocridad general, endeudamiento y despilfarro estatal. La población productiva, empobrecida y explotada por impuestos y controles, huía a zonas rurales. Hoy en España, el riesgo es equivalente: la asfixia fiscal, el saqueo constante por parte de gobiernos municipales, provinciales, autonómicos y central, puede empujar a muchos ciudadanos a la economía sumergida. Mientras, quienes reciben subsidios masivos y paguitas —a menudo sin haber trabajado o cotizado apenas nada— viven de forma gratuita y, en muchos casos, sin obligación alguna de aportar a la sociedad.

El Ingreso Mínimo Vital bajo Pedro Sánchez alcanza ya a más de 3 millones de personas, con 700.000 hogares que ingresan menos de 15.000 euros al año, recibiendo hasta 650 euros por individuo o 846 por núcleo familiar, más 100 euros por hijo menor. Todo esto se celebra oficialmente como un “logro” del gobierno, mientras la presión fiscal sobre los ciudadanos productivos no deja respiro. El resultado: ciudadanos desmotivados, endeudados, dependientes y atrapados en un ciclo que recuerda el despilfarro y la dependencia romana.

Paralelos con las cárceles: el subsidio sin contrapartida

La paradoja se hace más evidente al comparar la retribución en prisión con las ayudas externas. Más de 11.000 de los 55.000 presos en España trabajan, cobrando entre 200 y 300 euros mensuales, obteniendo experiencia y rutina que les prepara para la vida fuera. Mientras tanto, muchos perceptores de ayudas sociales reciben ingresos sin esfuerzo ni contrapartida, una inversión del principio de justicia: los productivos soportan el peso del Estado, los no productivos reciben beneficios gratuitos. Una solución sensata sería condicionar estos subsidios a actividades útiles: limpieza de bosques, cauces fluviales, mantenimiento de carreteras, servicios comunitarios. Esto preservaría la productividad y frenaría la dependencia crónica.

Invasión silenciosa: el efecto llamada.

La llegada masiva de inmigrantes subvencionados reproduce otro fenómeno romano: la ciudad empobrecida y sobrecargada, frente a individuos que reciben educación gratuita, vivienda y sanidad sin aportar. Esto refuerza la dependencia, acelera el gasto y debilita aún más la sociedad productiva.

Feminismo y destrucción cultural

El feminismo moderno es, sin duda, uno de los principales enemigos de la civilización judeocristiana y grecorromana, pues ataca de manera sistemática los pilares fundamentales que sostienen la sociedad: la familia convencional, el matrimonio de toda la vida, el derecho a la vida, la propiedad, la libertad individual y la búsqueda de la felicidad. Su agenda no se limita a la igualdad de oportunidades; busca demoler estructuras que han garantizado la perdurabilidad de Occidente, promoviendo la fragmentación social, la dependencia del Estado y la devaluación de los valores clásicos y naturales.

La lección de la historia: un tren fuera de control

Europa y España parecen seguir la senda romana: endeudamiento creciente, dependencia social, despilfarro, corrupción, desindustrialización y fuga de la población productiva. La democracia se ha transformado en un instrumento de saqueo a la minoría productiva; el Estado del bienestar se ha convertido en un parásito de la sociedad; las élites progresistas promueven utopías que destruyen la cohesión histórica, cultural y productiva.

Pedro Sánchez y su gobierno, celebrando la expansión de subsidios y la dependencia social, aceleran el tren que conduce al precipicio. Y la oposición de Feijoo no ofrece cambio real, sino que mantiene la socialdemocracia y el feminismo al servicio del Estado parasitario, por lo que la fuga de la población productiva y la degradación de la sociedad continuarán, salvo que surja una alternativa de verdad, capaz de restablecer responsabilidad, mérito y producción.

Como dijo Ayn Rand, se puede ignorar la realidad, pero no las consecuencias de ignorarla. Y la realidad es clara: la decadencia romana es un espejo inquietante del Occidente actual. Solo quienes reconozcan estos paralelismos, y actúen para proteger la productividad, los valores y la cohesión social, podrán evitar un destino de colapso y dependencia generalizada.

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