El gobierno tiene el deber ineludible de esforzarse por recuperar Gibraltar. Si no lo hace, bordea la traición.

Francisco Rubiales Moreno

Luchar por recuperar Gibraltar, territorio arrebatado a España por artimañas de la piratería británica, no es una opción sino un deber ineludible para todo gobierno español desde el siglo XVIII.

El rey también está obligado a esforzarse por recuperar ese territorio y sus coqueteos con la Corona Británica siempre han estado mal vistos por los verdaderos patriotas españoles, que no le perdonan a Felipe VI haber aceptado ser investido, el 17 jun 2019, con la orden de la Jarretera, en una ceremonia celebrada en el Castillo de Windsor, en presencia de la reina Isabel II.

Cuando Sánchez y su gobierno, como acaban de hacer dentro del marco del Brexit, renuncian a exigir la soberanía española a los británicos, es probable que estén traicionando a España y a sus ciudadanos.

No se trata de ir a la guerra por Gibraltar, entre otras razones porque Gran Bretaña es hoy mucho mas poderosa que la desgraciada, debilitada y mal gobernada España, pero sí se trata de ser firmes, exigentes y dignos negociadores, obligados, por razones de patriotismo y justicia internacional, a aprovechar todas las oportunidades para recuperar lo antes posible el trozo que la piratería nos ha robado, única colonia que queda en Europa para nuestra vergüenza.

La dejación y la blandenguería afeminada de España en estos momentos favorables del Brexit, cuando España cuenta con el apoyo de Europa y tiene la sartén por el mango para exigir al menos la co-soberanía del peñón, es lo más parecido a una traición a la patria en toda regla.

El acuerdo entre Londres y Bruselas por el que Reino Unido abandonará la Unión Europea (UE) el próximo 1 de enero (Brexit) obliga a España y a Gran Bretaña a negociar el futuro de Gibraltar, la última colonia del continente europeo. Es, sin duda, un momento propicio para los intereses de España, pero gran parte del país está estupefacto al saber que el presidente Pedro Sánchez no exigirá la soberanía y pretende tender puentes amistosos y cordiales a los piratas británicos que nos arrebataron eso trozo de España.

La soberanía de Gibraltar sigue siendo el principal motivo de discrepancia entre ambos países y España ha advertido que se trata de una cuestión irrenunciable aunque opta por dejarla en un segundo plano para que haya fluidez en la Verja y se cree un área de prosperidad compartida a ambos lados. España propone que la frontera se sitúe en el aeropuerto y el puerto de Gibraltar y que sean agentes de Frontex los encargados de su control.

Si el acuerdo entre España y Gran Bretaña no se ha alcanzado el 1 de enero, Gibraltar se convertirá en frontera externa de la UE, con todo lo que supone de dificultades, complejidades y de tránsito.

En similares términos se ha expresado el ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo: «Este acuerdo no cubre a Gibraltar. Para nosotros, y para la gente del Campo de Gibraltar que nos rodea, el reloj sigue corriendo. Seguimos trabajando, mano a mano con el Reino Unido, para finalizar la negociación con España de un acuerdo para el propuesto tratado entre la UE y el Reino Unido en relación con Gibraltar. Soy optimista en cuanto que seremos capaces de finalizar ese acuerdo».

El punto débil de España es que la depauperada economía del Campo de Gibraltar depende demasiado de la rica colonia británica, lo que constituye una espada de Damocles que debilita la posición negociadora española. España tenía que haberse esforzado en crear prosperidad en el entorno del Peñón para ser más fuertes, pero nuestros gobiernos, siempre dedicados a equivocarse y a dañar la nación, han preferido invertir en los ricos territorios de Vascongadas y Cataluña, cien veces mas desleales que las tierras del sur gaditano.

Los llenitos y sus amos, los ingleses, no han parado de violar el Tratado de Utrech, mediante el cual España cedió Gibraltar, ampliando sus tierras y sus aguas territoriales a costa de la soberanía española, que no ha hecho otra cosa que soportar el agrevio y, además, otorgar todo tipo de facilidades a los ladrones.

España ha hecho el ridículo en Gibraltar porque después de tres siglos de dominación británica, la colonia ha aumentado su territorio, robando territorio español, ha ganado nuevos derechos y facilidades no contemplados en el Tratado de Utrech (1703), ha convertido la frontera en una mentira escandalosamente permeable y ha conseguido privilegios, ventajas y formas de vida impensables para una colonia, todo por culpa de la torpeza, debilidad y cobardía de la clase política española.

Los políticos españoles han demostrado, también en Gibraltar, que todo lo que tocan lo destruyen o empeoran. Gibraltar nació con el Tratado de Utrech como una colonia aislada, acosada y casi inviable, pero hoy, por culpa de la cobardía y la torpeza de los dirigentes españoles, es un paraíso de prosperidad, llena de privilegios y ventajas y con mucho más territorio del que le concedían los tratados.

Saqueadores históricos y piratas sin honor, los británicos han encontrado en nuestros gobiernos a los cómplices cobardes que necesitaban para seguir pirateando y saqueando. La presencia británica en Gibraltar es una afrenta humillante que los españoles estamos soportando sin rebeldía ni indignación, con un «agrado» complaciente, cobarde e indigno, como cuando la mujer violada colabora con sus violadores. Hay cientos de miles de británicos residiendo aquí en España, disfrutando del clima, recibiendo servicios sanitarios gratuitos y tratados como si fuesen amigos, sin que la afrenta de Gibraltar les afecte.

La próxima salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit) nos va a proporcionar una gran oportunidad para recuperar dignidad y soberanía. Fuera de Europa, la colonia se convierte en un drama y España recupera su derecho a liquidar el paraíso fiscal gibraltareño, que nos cuesta muchos millones de euros cada año, y a convertir la frontera en un suplicio.

Los ingleses, acostumbrados a dialogar con los cobardes españoles afincados en el Estado, más cuidadosos de sus privilegios que de la decencia, la dignidad y la soberanía, quieren alcanzar con la débil y cobarde clase política española acuerdos bilaterales que beneficien a los llanitos, minimicen el impacto en la economía de la colonia y les permitan disfrutar de fronteras abiertas. Si nos atenemos a la Historia, es seguro que nuestros cobardes tragan.

Muchos españoles no entendemos que no sólo no patrullemos las aguas circundantes de Gibraltar sino que encima no lo hacemos ni con las de la Línea, como si la Línea también perteneciera a la colonia. Todo lo que rodea al «asunto Gibraltar» es un desastre y la Armada española parece seguir sufriendo el vergonzoso efecto de Trafalgar, sin intención aparente de hacer respetar la soberanía, con la clase política combatiendo sólo con declaraciones que se lleva el viento.

España lo tiene muy fácil porque sólo exigiendo el cumplimiento de Utrech, la colonia caería. Como prostitutas complacientes, en lugar de respetar y hacer respetar aquellos tratados humillantes, les hemos regalado territorios, derechos, facilidades y viabilidad económica. Es el colmo de la imbecilidad ¿o quizás de la traición?

Cualquier tribunal internacional, en caso de conflicto, tendría que dar la razón a España, pues no existe otro tratado que el de Utrech y ese acuerdo describía otra colonia muy distinta de la actual, que ha conseguido dotarse de un aeropuerto propio, que gana constantemente territorio al mar, a costa de aguas españolas, que ya defiende y patrulla aguas territoriales propias, cuando el tratado no se las reconocía y que disfruta de todos los servicios que España puede darle a través de la frontera, desde cables a redes y comunicaciones, olvidándonos de la dignidad y de nuestro deber sagrado de tratar aquel espacio como lo que es, una colonia hostil en nuestra tierra, una herencia humillante del pasado, un oprobio constante, una humillación permanente.

Los cobardes que malgobiernan España, además de dejar de ser corruptos y de recuperar la confianza de una gran parte de la ciudadanía, que les rechaza y desprecia, tienen el deber primordial de gobernar con sabiduría y acierto y eso incluye una defensa de los derechos españoles sobre Gibraltar. Hay que reafirmar nuestra soberanía y ser conscientes de que nadie va a venir desde fuera para mediar y ayudarnos, ni los Estados Unidos, ni el papa, ni la Unión Europea, entre otras cosas porque los ingleses, a pesar de ser piratas, tienen mas peso, sabiduría, influencia, acierto y decencia en el concierto mundial que nuestros pobres, cobardes y pintorescos gobernantes.

Francisco Rubiales Moreno

Francisco Rubiales Moreno

1948, Villamartín (Cádiz). Doctor en Periodismo, ha sido corresponsal de guerra (Ramadam 1973, Nicaragua 1979 y El Salvador 1980), director de las delegaciones de la Agencia EFE en Cuba, Centroamérica e Italia, así como director de Comunicación de Expo’92. Autor de los libros ‘China, nueva cultura’, ‘El debate andaluz’, ‘Democracia secuestrada’, ‘Políticos, los nuevos amos’, ‘Periodistas sometidos’, ‘Las revelaciones de Onakra, el escriba de Dios’ y ‘Hienas y buitres, periodismo y relaciones…

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