EL EMBUSTE DE LA «BRECHA SALARIAL DE GÉNERO»: En España, en IGUALDAD de condiciones, las mujeres y los hombres ganan los mismos salarios.

Una sociedad que priorice la igualdad frente a la libertad no obtendrá ninguna de las dos cosas. Una sociedad que priorice la libertad frente a la igualdad obtendrá un alto grado de ambas. Milton Friedman

Hoy, 22 de febrero, se celebra el «Día de la Igualdad Salarial», el evento es uno de tantos para ir caldeando el ambiente, abrir boca y como entrenamiento para el gran aquelarre feminaziestalinista del mes de marzo: el del Día de la Mujer Trabajadora (8 de marzo). Durante los próximos días se acentuará la competición de los charlatanes de feria en los que se han convertido la mayoría de los políticos profesionales, a ver quién o quiénes acaban llevándose el diploma de «feminaziestalinista mayor del reino». Seguro que asistiremos a un concurso muy reñido, pues, teniendo en cuenta que estamos en año pre-electoral, o, quién sabe si electoral, se acabarán diciendo barbaridades de tal magnitud que algunos conseguirán entrar en el Libro Guinness de los Récords… Claro que, teniendo en cuenta que lo que más suscita la atención de los medios de manipulación de masas, en los últimos días, es el hecho de que el gallinero del Partido Popular está sumamente revuelto, es muy posible que, tal efeméride pase un tanto desapercibida.

En días como éste, inevitablemente siempre me hago y formula la siguiente pregunta:

¿Los y las empresarios españoles son estúpidos? Lo digo porque si así fuera, lo de que es más barato contratar a mujeres que a hombres, y con la legislación actual sobre despidos que, tuvo la ocurrencia de aprobar el Gobierno del Partido Popular, no entiendo a qué esperan para despedir a los hombres y contratar exclusivamente a mujeres…

Es más, si, tal como repiten hasta aburrir, existe la brecha salarial, los sindicatos y los partidos políticos son cómplices del delito de la discriminación salarial de las mujeres.

En relación a todo ello, me parece interesante retomar un estudio que realicé hace aproximadamente un lustro:

En 2015 el número de empresas inscritas en la Seguridad Social (excluido el Sistema Especial de Empleados de Hogar del Régimen General) el 31 de diciembre de 2015 era de 1.286.565, un 2,38% más que en 2014. El 75% correspondía al sector Servicios, y el resto distribuido en partes casi iguales entre Industria, Construcción y el sector Agrario. El 87% de las empresas empleaba a menos de 10 trabajadores.

 En el año 2015, el número total de denuncias presentadas y admitidas a trámite ante la Inspección de Trabajo y Seguridad Social fueron de 77.040.

Durante 2015, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social inspeccionó 371.887 centros de trabajo, pertenecientes a 304.413 empresas, dando lugar a 1.132.007 actuaciones, de las que solo 1.100 eran por motivos de discriminación salarial. ¡Ojo, visitas de inspección, no sanciones!

Según el Consejo General Poder Judicial, en 2016 hubo menos de 100 sentencias al respecto; sentencias de las que algunas son condenatorias y otras absolutorias, obviamente, aunque el informe del CGP no lo aclara…

Aparte de todo lo anterior, la Inspección de Trabajo y Seguridad Social realizó, una campaña específica dirigida a comprobar la existencia de discriminación salarial, directa o indirecta en determinados sectores; campaña con la que se daba continuidad a las actuaciones realizadas desde el año 2009, con la intención de comprobar la existencia de discriminaciones de tipo salarial por razón de sexo, discriminación consistente en abonar de manera injustificada a los trabajadores hombres complementos salariales o dietas o compensaciones de gastos que no son abonados a las mujeres.

Las inspecciones se realizaron en los siguientes sectores: Actividades profesionales, científicas y técnicas; Actividades sanitarias y servicios sociales; Actividades administrativas y servicios auxiliares; Construcción; Comercio y reparación de vehículos (excepto mantenimiento y reparación de vehículos de motor); Hostelería; Industria manufacturera o industria en general a elegir de acuerdo con las peculiaridades regionales de cada provincia.

Hemos de suponer que el muestreo se realizó de forma aleatoria, y las visitas se realizaron sin denuncia previa…

En cuanto al tamaño de las empresas, se establecieron tres tramos: de menos de 50 trabajadores, de 50 hasta 250 trabajadores y de 250 en adelante.

La comprobación estaba referida a la totalidad de las categorías, grupos profesionales, niveles retributivos, etc. y trabajadores que formasen parte de la plantilla total de la provincia de que se tratase, salvo en el caso del sector de la construcción en el que se centró en los grupos 1 y 2 de cotización, correspondientes a Ingenieros y Licenciados, Personal de alta dirección y a Ingenieros técnicos, Peritos y Ayudantes titulados, permitiéndose además en el caso de empresas de más de 250 trabajadores la realización de muestreos.

Resultados de las inspecciones:

El número de empresas finalmente inspeccionadas fueron 414 en toda España, distribuidas en tres tramos según la plantilla de trabajadores: 301 empresas contaban con una plantilla de menos de 50 trabajadores, 76 tenían entre 50 y 250, y 37 más de 250 trabajadores. El total de los trabajadores que formaban parte de las plantillas de las empresas ha sido de 32.380, de los que 15.320 eran hombres y 17.060 mujeres.

En cuanto a los sectores económicos a los que pertenecían las empresas, 204 a las actividades profesionales, científicas y técnicas, 20 a actividades sanitarias y servicios sociales, 18 a actividades administrativas y servicios auxiliares, 13 al sector de la construcción, 64 al comercio y reparación de vehículos, 38 al sector de hostelería y 57 a la industria.

De las 414 empresas inspeccionadas, se detectó la existencia de 4 empresas en la que existía discriminación salarial por razón de sexo. De ellas, 2 tenían menos de 50 trabajadores, y las otras 2 más de 250 trabajadores.

De las 4 empresas, 1 pertenecía al sector industria, 1 al de hostelería, 1 al de comercio y reparación de vehículos y 1 al de actividades administrativas y servicios auxiliares. La discriminación salarial afectaba a 10 trabajadoras del Grupo 2, integrado por mandos intermedios; a 15 del grupo 3, que incluye a personal de producción, personal administrativo, comercial y otros similares no incluidos en otros grupos; así como a 45 trabajadoras del Grupo 5, integrado por personal subalterno.

En cuanto al tipo de complementos voluntarios respecto de los que se apreció la discriminación venían referidos al Plus voluntario de efectos colectivos vinculado a la persona, a otros no incluidos vinculados a la persona, a otros no incluidos vinculados al resultado de la empresa, y a la antigüedad.

Por lo que respecta a la justificación dada por las empresas para el abono de los pluses voluntarios o la prestación laboral que se pretendía compensar con los mismos, venían referidos a la dedicación y productividad; a la capacitación y los conocimientos; la experiencia y antigüedad y a otros no incluidos en los anteriores.

Como consecuencia de las actuaciones inspectoras, de las 4 empresas en las que se detectó la existencia –al entender de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social- de discriminación salarial, se procedió a extender a 3 de ellas acta de infracción, con una propuesta de sanción, y a la restante se le formuló 1 requerimiento para la inmediata subsanación de las deficiencias apreciadas, bajo apercibimiento de sanción

http://www.empleo.gob.es/itss/ITSS/ITSS_Descargas/Que_hacemos/Memorias/Memoria_2015_w.pdf

Como se comprueba a través de la información de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social y del Consejo General del Poder Judicial, eso de la “brecha salarial”, de la discriminación retributiva a las mujeres es un completo embuste, o casi…

La pregunta obligada es ¿Por qué se dan algunos casos tales como los que describe la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, por qué lo consienten los sindicatos y no lo denuncian, y son cómplices de tales delitos?

Ni que decir tiene que si, tal como los sindicatos, el gobierno y los partidos políticos del consenso socialdemócrata-feminista repiten año tras año, fuera cierto que los y las empresarios pagan inferiores salarios a las mujeres que a los hombres por el mismo trabajo, con la misma cualificación, el mismo número de horas, la misma antigüedad en la empresa, etc. debemos sacar como conclusión que los empresarios son estúpidos, pues ¿A qué esperan para despedir a los trabajadores varones y contratar a mujeres exclusivamente?

Conviene no perder de vista que, de los 25 empleos peor considerados, teniendo en cuenta factores como salario, stress, seguridad y esfuerzo físico, 24 de ellos son predominantemente, si no son casi en su totalidad, masculinos.

Si existe un asunto por el que uno corre el riesgo de ser acusado de machista opresor heteropatriarcal, si tiene la osadía de sacarlo a colación, ése es la diferencia de salarios entre hombres y mujeres.

Las asociaciones feministas, y los sindicatos y partidos políticos a su dictado, afirman que las mujeres ganan menos que los hombres por realizar el mismo trabajo, porque son víctimas de discriminación.

Pero ¿De veras es cierto?

Quienes lanzan periódicamente mensajes alarmistas, suelen “olvidarse” de que generalmente las mujeres eligen estudiar carreras peor remuneradas, trabajos y turnos menos peligrosos, horarios más flexibles; y aparte, se suelen quedar embarazadas y dedicar más tiempo que los hombres a la crianza y a la educación de los hijos, lo cual acaba afecta su experiencia laboral y cualificación profesional, haciéndolas a la vista de un empresario (o empresaria, claro) más improductivas y caras.

Cuando se comparan trabajos equivalentes de hombres y mujeres en los que se exige igual capacidad, cualificación, la tan cacareada brecha salarial desaparece.

Así pues, el motivo de que haya muchas mujeres mal remuneradas, guarda relación con las elecciones de formación y profesionales que ellas realizan, y con su dedicación a la crianza y la educación de los hijos. La realidad es, reitero, que las mujeres suelen optar por carreras peor remuneradas: secretarias, enfermeras, maestras, psicólogas, etc. y los hombres carreras mejor remuneradas: ingeniería, arquitectura, construcción, transporte, mecánica, programación, etc. Por otro lado, las mujeres suelen elegir horarios más flexibles, y cuando tienen hijos suele abandonar y retrasar su incorporación al trabajo fuera del hogar, por eso, las mujeres tienen menores ingresos.

La demagogia de los políticos, los sindicalistas y de las feministas les hace seguir afirmando, años tras año que, las mujeres ganan menos que los hombres, y añaden que es una forma de violencia contra las mujeres y que no debe quedar impune, que ha de perseguirse con saña, al estar prohibido por ley, y por lo tanto ser un grave delito. Hemos de suponer que siempre se refieren a la empresa privada, pues en la administración pública es imposible que ocurra tal cosa. Bueno, SÌ, hay discriminación entre empleados públicos, pero no por razón de sexo, sino por razón de la región donde los funcionarios trabajen, y las diferencias salariales en algunos casos son escandalosas, y no solamente entre policías.

Pese a los embustes que propagan los sindicatos, el gobierno, los partidos políticos, el lobby feminista de género, con la ayuda entusiasta de los medios de información y creadores de opinión (generosamente regados con dinero público, o sea, de nuestros impuestos), en IGUALDAD de condiciones las mujeres y los hombres ganan los mismos salarios. Y, cuando no existen igualdad de condiciones, hablar de discriminación salarial es lo mismo que pretender comparan naranjas con manzanas y sacar la media aritmética.

Si las mujeres realmente cobraran un 25% menos que los hombres (o cualquier cifra que a ustedes se les antoje) por realizar el MISMO trabajo, el gran negocio para los empresarios sería contratar sólo a mujeres, en poco tiempo pulverizarían a la competencia y se harían multimillonarios.

En definitiva: El embuste de la “brecha salarial” no es discriminación retributiva llevada a cabo por los empleadores, sino el resultado lógico de la menor productividad (de su menor cualificación en algunos casos) de las mujeres, fruto de sus elecciones educativas, profesionales y familiares.

Si fueran los hombres los que se quedaran embarazados, cuidaran a los niños y a los ancianos, eligieran otras carreras profesionales,… es seguro que ganarían menos que las mujeres.

En el fondo de las continuas estupideces que se repiten de continuo y más durante y cuando se aproxima alguna fecha del calendario del feminismo de género, subyace un siempre una idea: las ganas de igualar con acciones políticas lo que la Naturaleza ha hecho «desigual».

Bien, para tratar de explicar esta cuestión, lo mejor es empezar por el principio.

Y el principio fue lo que algunos llaman «Prehistoria», aunque yo prefiero llamarla «Historia Primitiva»: aunque tal vez aburra tener que repetir semejante perogrullada, los hombres y las mujeres no hemos sido diseñados por ningún ente sobrenatural patriarcalista, malvado y puñetero; somos el resultado de varios cientos de miles de años de evolución. En ese proceso milenario, el criterio aplicado por la Naturaleza no fue la opresión de un sexo por el otro, por más que rabien las feministas, sino la supervivencia de la especie.

Para lograr esa supervivencia, la Naturaleza les encomendó funciones específicas -y diferentes- a los hombres y a las mujeres.

La mujer primitiva era, sobre todo, madre y cuidadora. El hombre, protector y proveedor. Siempre en situaciones especialmente adversas, de tremenda dificultad,  luchando a muerte contra grupos y especies rivales en la competencia por unos recursos escasos. La mujer fue el sexo valioso que aseguraba la lenta y biológicamente costosa reproducción de la especie. El hombre fue el sexo menos valioso, la parte más desechable, y por tanto quien debía y podía correr más riesgos. Las funciones -y cualidades innatas- de la mujer concordaban más con la prudencia, la mesura, la moderación; las del hombre, con la temeridad, la audacia, la osadía, e incluso la irreflexión.

Esta forma de comportamiento continuó, perduró y se reprodujo durante cientos de miles de años y, sin duda, -así lo afirman los científicos que de esto saben- ha dejado un poso genético.

Las diferencias entre hombres y mujeres son tales que son imposibles de borrar de la noche a la mañana, por más que porfíen, por más que se empecinen los partidarios del feminismo de género. Por ejemplo, los hombres siguen teniendo más apego al riesgo que las mujeres; y las mujeres siguen más interesadas en dispensar cuidados que los hombres.

Tal vez por eso, es casi imposible que encontremos a una mujer encaramada a un andamio -los albañiles suelen ser siempre hombres- y por el contrario, la enfermería ha sido una profesión femenina.

En términos «ecológicos», esas diferencias son una reserva de biodiversidad que, más que combatir, habría que preservar. Quienes se hacen llamar «progresistas», en este aspecto son bastante incoherentes.

Aunque la especie Homo sapiens haya sido capaz de inventar nuevas tecnologías, que le han permitido cambiar el caballo por trenes de alta velocidad, y las señales de humo por el smartphone, hombres y mujeres seguimos teniendo capacidades e intereses diferentes, y la uniformidad, el igualitarismo, son una perversa utopía. No una bella utopía, sino una utopía estúpida y empobrecedora; aparte de totalitaria y liberticida.

Si, en el conjunto de la sociedad, hay más hombres que mujeres en la punta de la pirámide empresarial, posiblemente se deba a que los hombres han arriesgado más, y por tanto suelen ser más emprendedores. En el otro extremo, también es mayor el número de varones socialmente excluidos.

El mundo tardará 257 años en cerrar la brecha salarial de género | News +  Media

Y si las mujeres son mayoría en la carrera judicial o en las profesiones sanitarias, pero no en las ingenierías, quizá la verdadera razón haya que buscarla en un diseño genético ancestral, no en un techo de cristal imaginario.

Así que, menos política «de igualdad y género», menos «políticas de discriminación positiva» (léase «tratos de favor») y más libertad. Menos cuotas y más igualdad de oportunidades. Menos victimismo y más igualdad ante la ley. Y que cada palo aguante su vela.

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