El colapso de Irán y la victoria total de Israel: crónica de una ofensiva histórica

PERO GRULLO DE ABSURDISTÁN
El umbral de una nueva era en Oriente Medio
A mediados de 2025, Oriente Medio se encuentra en el epicentro de una transformación histórica. El régimen iraní, asediado por una ofensiva militar israelí sin precedentes y bajo la presión internacional liderada por Estados Unidos, enfrenta su inminente colapso. Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han lanzado una campaña sistemática para desmantelar la infraestructura nuclear y balística iraní, mientras que la Casa Blanca, bajo la presidencia de Donald Trump, sopesa unirse activamente a los ataques. Este momento, que muchos en Israel describen como la oportunidad de una “victoria total”, representa el desenlace de décadas de amenazas, diplomacia fallida y una lucha existencial por la seguridad nacional.

1. Señales de guerra: el punto de no retorno
La escalada actual no es fruto del azar, sino de una serie de señales inequívocas que anticiparon el paso a la guerra abierta. El despliegue de bombarderos B-2 estadounidenses en Diego García, la retórica intransigente de Israel y el fracaso de las negociaciones nucleares con Irán marcaron el inicio de la cuenta regresiva. El primer ministro Netanyahu, convencido de que Irán representa el mayor riesgo existencial para Israel, encontró en Trump un aliado dispuesto a asumir riesgos inéditos. El ultimátum estadounidense, las evacuaciones masivas de personal diplomático y militar en la región y la sincronización de intereses entre Washington y Jerusalén sellaron el destino del régimen iraní.
2. La ofensiva israelí: supremacía aérea y destrucción sistemática
Israel ha desplegado una campaña militar de gran escala, con decenas de aeronaves de combate golpeando objetivos estratégicos en el corazón de Irán. Las FDI han neutralizado el 40% de los lanzadores de misiles balísticos iraníes, destruido más de 70 baterías de defensa aérea y devastado centros de mando y sistemas de radar. Los ataques han alcanzado instalaciones nucleares clave en Natanz e Isfahán, eliminando a científicos fundamentales para el programa atómico iraní. El único objetivo nuclear de primer orden aún intacto es la planta subterránea de Fordow, cuya destrucción requeriría la intervención directa de Estados Unidos, dada la necesidad de bombas “bunker buster” que solo Washington posee.
La supremacía aérea israelí sobre el oeste de Irán y la región de Teherán ha sido reconocida incluso por el propio Trump, quien en sus mensajes en Truth Social ha afirmado que “Estados Unidos e Israel controlan los cielos de Irán”.
3. El régimen iraní: aislamiento, deserciones y colapso inminente
La estructura de mando iraní está “acabada”. Altos mandos han sido eliminados, se reportan evacuaciones masivas de Teherán y líderes negociando asilo en el extranjero. El propio Jamenei ha calificado de “traidores” a quienes abandonan el país, una admisión pública de debilidad y aislamiento. El Cuerpo de los Guardianes de la Revolución Islámica (IRGC) es la única facción aún dispuesta a resistir, mientras el ejército regular muestra signos de deserción y pasividad.
El régimen, impopular desde hace años, carece de apoyo popular y enfrenta el riesgo de que las fuerzas armadas se vuelvan contra el IRGC en cuanto perciban que la continuidad del régimen es insostenible. Las probabilidades de que Jamenei permanezca en el poder más allá de julio son mínimas; los mercados de predicción otorgan menos de un 25% de posibilidades a su supervivencia política a corto plazo.
4. El papel de Estados Unidos: entre la presión y la intervención
La administración Trump se encuentra ante una decisión trascendental. Aunque el trumpismo se ha caracterizado por el aislacionismo y el lema “America First”, la amenaza nuclear iraní y la alianza estratégica con Israel han llevado a Trump a considerar la intervención directa. No existe consenso entre sus asesores, pero la presión para destruir Fordow y sellar el destino del régimen iraní es máxima.
Trump ha oscilado entre la amenaza y la advertencia: ha exigido la “¡rendición incondicional!” de Irán, ha ordenado la evacuación de Teherán y ha dejado claro que “Irán no puede tener un arma nuclear”. Sus mensajes públicos alternan la presión máxima con advertencias directas, buscando forzar una capitulación rápida y evitar una guerra prolongada.
5. La doctrina de la victoria total: el fin de las ilusiones de Oslo
Para muchos israelíes, este momento representa la culminación de décadas de desencanto con los procesos de paz y la diplomacia. La experiencia de Oslo, percibida como una ilusión peligrosa, ha dado paso a la convicción de que solo la fuerza y la decisión estratégica pueden garantizar la seguridad nacional. La ofensiva actual es vista como una “misión histórica” para erradicar la amenaza nuclear y militar iraní, y crear las condiciones para un levantamiento interno que derroque al régimen islámico.
La doctrina israelí ha evolucionado: la mejor defensa es el ataque. La iniciativa, la determinación y la fuerza son las únicas herramientas que el adversario respeta y teme. Israel ha dejado de ser pasivo y ha recuperado la iniciativa, convencido de que solo una victoria inequívoca puede abrir la puerta a un “Nuevo Oriente Medio”.
6. Escenarios tras la ofensiva: fragmentación, vacío de poder y riesgos globales
La caída de Jamenei y del régimen islámico parece inminente. Sin un sucesor viable ni una base de poder nacional unificada, Irán podría enfrentar un periodo de fragmentación y luchas internas, similar al vacío de poder en Irak tras la caída de Saddam Hussein. El IRGC controla la economía y parte del aparato militar, pero podría ser superado por el resto de las fuerzas armadas si estas deciden cambiar de bando.
El riesgo de desestabilización regional es alto. Aunque la probabilidad de un ataque iraní a instalaciones petroleras del Golfo es baja, el impacto sería global. El cierre del Estrecho de Ormuz o ataques tipo Houthi a buques podrían disparar los precios del petróleo y provocar una crisis energética internacional.
La posibilidad de que Irán logre desarrollar un arma nuclear en 2025 es considerada extremadamente baja, gracias a la acción del Mossad y la destrucción sistemática de la infraestructura nuclear.
7. La dimensión política estadounidense: fracturas en el trumpismo
La posible intervención estadounidense ha abierto profundas grietas dentro del movimiento trumpista y el Partido Republicano. Figuras como Tucker Carlson y Marjorie Taylor Greene han criticado cualquier intervención militar, recordando el desastre de Irak y el alto costo humano y económico de las guerras extranjeras. Otros, alineados con Trump y la línea dura republicana, exigen una postura inflexible contra Irán.
Esta división podría debilitar la cohesión del movimiento y complicar la campaña electoral de Trump, especialmente si la guerra se prolonga o se percibe como innecesaria por la base conservadora.
8. El desenlace: ¿el fin de la República Islámica?
El consenso de los analistas es claro: una vez que Jamenei desaparezca, la República Islámica se acaba. No hay sucesor ni continuidad posible para un régimen descompuesto, aislado y sin legitimidad. El colapso era solo cuestión de tiempo, precipitado ahora por la ofensiva militar israelí y la presión internacional.
Israel, decidido a no detenerse hasta lograr sus objetivos, está redefiniendo las reglas del juego en la región. La comunidad internacional observa con preocupación una confrontación que, aunque promete eliminar la amenaza nuclear, abre la puerta a un periodo de incertidumbre y posible inestabilidad en el corazón de Oriente Medio.
Conclusión: La historia en tiempo real
La aceleración de la ofensiva israelí contra Irán marca el principio del fin para la República Islámica. El régimen, aislado y deslegitimado, apenas puede sostenerse ante la presión militar y la desafección interna. Israel, convencido de que ha llegado el momento de la victoria total, no está dispuesto a detenerse hasta erradicar la amenaza. Estados Unidos, bajo Trump, se debate entre el aislacionismo y la intervención decisiva, con el mundo entero pendiente de cada movimiento.
El desenlace, inminente y potencialmente histórico, está por escribirse. Oriente Medio, una vez más, se encuentra al borde de una nueva era, cuyos contornos definirán el destino de millones y el equilibrio global en las próximas décadas.