Desagraviando a Clara Campoamor, contra la infamia, frente a la hipocresía de comunistas, socialistas, filoterroristas y separatistas que pretenden adueñarse de ella, cuando en el pasado fueron sus más encarnizados enemigos…

CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
Este 30 de abril de 2025 se cumplen 53 años del fallecimiento de Clara Campoamor en el exilio suizo. Murió lejos de su patria, sola y silenciada por aquellos que hoy, con el más repulsivo cinismo, se autoproclaman sus herederos. Si algo exigía con pasión Clara Campoamor en vida era la verdad: una verdad sin máscaras, sin claudicaciones ni consignas. Su legado, basado en la verdad sin máscaras y la soberanía individual, es hoy un arma contra el falseamiento histórico de quienes la persiguieron y ahora la tergiversan y se adueñan de ella con absolutos descaro, cininismo e hipocresía. Y es precisamente esa verdad la que hoy urge restituir frente a la masiva operación de falseamiento histórico que protagonizan los socialistas, comunistas, separatistas y filoterroristas que parasitan las instituciones de la España actual.
Clara Campoamor no fue una «progresista» en el sentido degenerado que esa palabra ha adquirido hoy. Fue una liberal, una defensora feroz de la soberanía del individuo, una jurista lúcida y una parlamentaria implacable. Fue también una mujer que luchó en solitario por el derecho al voto femenino y que, paradójicamente, fue derrotada, vejada y arrinconada no por reaccionarios de derechas, sino por la izquierda republicana, socialista y comunista que hoy, con arrogante desfachatez, la exhibe como trofeo ideológico.
¿Quién aprobó realmente el voto femenino en España?
Conviene recordar, antes de nada, un dato que desmonta toda la mitología fabricada por la izquierda: el sufragio femenino fue aprobado en España por las Cortes de la Segunda República… sí, pero no gracias a la izquierda, sino a pesar de ella.
Cuando en 1931 se proclamó la Segunda República, las mujeres no podían votar, pero podían ser elegidas para el Parlamento. Así fue como Clara Campoamor accedió al Congreso como diputada por el Partido Radical, una formación que se decía republicana, liberal, laica y democrática. Sus ideales eran claros: igualdad jurídica, dignidad personal, y emancipación basada en la responsabilidad individual, no en dogmas colectivistas.
Campoamor integró la Comisión Constitucional que redactó el proyecto de la nueva Constitución. Luchó allí con brillantez para lograr la no discriminación por razón de sexo, la igualdad de los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio, y por supuesto, el sufragio universal, mal llamado «voto femenino». Logró que todo se aceptara… menos el derecho al voto de las mujeres, que fue bloqueado y relegado al debate parlamentario.
¿Quiénes se opusieron? No fueron los “carcas” ni los curas. Fue la izquierda. La misma izquierda que hoy presume de Clara Campoamor como “una de las suyas”.
Victoria Kent, Margarita Nelken y la izquierda contra las mujeres
Campoamor se enfrentó entonces a otra diputada, Victoria Kent, abogada socialista, fervientemente opuesta al sufragio femenino. Kent argumentó que las mujeres españolas estaban «inmaduras políticamente», y que votarían según las órdenes del cura o del marido. Su miedo era claro: las mujeres votarían a la derecha.
Otro caso aún más infame fue el de Margarita Nelken, diputada por la Agrupación Socialista de Badajoz, comunista confesa, y defensora abierta de la dictadura del proletariado, del estalinismo ya existente entonces en Rusia. Nelken también se opuso al voto femenino. Más tarde se haría tristemente célebre por su implicación en la represión de disidentes durante la Guerra Civil en Madrid. Pero estos son los personajes que hoy el PSOE y sus satélites presentan como «pioneras del feminismo».
Campoamor venció en el debate parlamentario, pero fue derrotada en la política. Fue expulsada de su partido, marginada por las izquierdas, amenazada, vilipendiada y, finalmente, forzada al exilio. Nunca se le permitió volver a ejercer como abogada en España. Murió en 1972, en Lausana. La izquierda de entonces la llamó “traidora”; la de ahora la llama “referente”. La traición permanece, sólo cambia el lenguaje.
¿Y quién permitió que las mujeres votaran finalmente?
Las derechas. El sufragio femenino se aprobó con el respaldo de las fuerzas liberal-conservadoras, de varios republicanos y de una parte del PSOE, a pesar de la oposición de Indalecio Prieto y otros jerarcas socialistas.
En las elecciones de 1933, las mujeres votaron por primera vez… y las derechas ganaron.
Y no, no votaron «como les dijo el cura». Votaron con sensatez, con responsabilidad y con criterio. Las mujeres entendieron mejor que muchos hombres que las políticas socialistas llevaban al caos, la ruina y el sectarismo.
Campoamor no se sorprendió. Lo que sí denunció fue la mezquindad de sus antiguos compañeros, quienes prefirieron negar a las mujeres el derecho al voto antes que arriesgarse a perder el poder. ¿Y no es eso lo que sigue haciendo hoy la izquierda, disfrazada de “progresismo”?
¿No es eso lo que hacen en la actualidad cuando imponen cuotas, tutelan a las mujeres, las presentan como eternas víctimas incapaces de actuar por sí mismas?
La hipocresía como sistema: del socialismo de ayer al totalitarismo de género de hoy
La izquierda actual, que reparte carnets de “demócrata” y de “feminista” con la misma arrogancia con la que hace casi un siglo expulsaba a Clara Campoamor del Parlamento y la obligó a exiliarse para salvar su vida, es heredera directa de aquellos que se opusieron al voto femenino, que también apoyaron la dictadura de Primo de Rivera –con entusiasmo, por cierto–, y que sirvieron obedientemente al rey Alfonso XIII. Aquellos mismos que aplaudieron a Stalin mientras eliminaba a millones, hoy se disfrazan de “adalides del progreso”.
Y aún más, han tomado el feminismo como un instrumento de ingeniería social, convertido hoy en una ideología totalitaria que niega incluso la realidad biológica de la mujer. Las mismas formaciones que callaron ante los talibanes en Afganistán, que aplauden a Hamás o que blanquean las teocracias islamistas, dictan desde los púlpitos mediáticos y políticos lo que una mujer puede o no puede pensar.
Campoamor, símbolo de libertad: contra el dogma, contra la impostura
Clara Campoamor pertenece a todas las mujeres libres y a todos los hombres que creen en la dignidad del individuo, no a los partidos ni a los ministerios de igualdad. Su legado no es propiedad del PSOE, ni de los comunistas-estalinistas, ni del separatismo,… disfrazados de feminismo. Es un legado de coraje cívico, de liberalismo ético, de fe en el ciudadano como sujeto moral pleno.
Reivindicar a Clara Campoamor hoy es reivindicar la verdad frente al relato mendaz, falaz de la izquierda, la libertad frente al paternalismo, la ciudadanía frente al clientelismo, y el derecho frente a la ideología. Es defender la soberanía individual frente al totalitarismo del “nosotras sí te creemos… porque, nosotras lo merecemos…”
Desagraviando a Clara Campoamor
Que nadie se equivoque: Clara Campoamor fue expulsada, perseguida, difamada y olvidada por los mismos sectores ideológicos que hoy la parasitan para blanquearse a sí mismos, para endulzar el pasado de quienes dicen ser herederos… un pasado infame y nada ejemplar ni del que sentirse orgullosos. Reivindicar su figura exige desenmascarar la hipocresía de quienes la combatieron en vida y la usan ahora en su provecho.
El mayor homenaje que podemos hacerle no es convertirla en estandarte de una ideología sectaria, sino en ejemplo de independencia, dignidad y coraje intelectual. Porque si Clara Campoamor viviera hoy, no caminaría de la mano del Ministerio de Igualdad. Estaría, como entonces, en las trincheras de la libertad individual, enfrentándose al fanatismo, al sectarismo, a los liberticidas y totalitarios, vengan de donde vengan.
Las mentiras de la izquierda: el mito del «feminismo progresista»
Viene a cuento resaltar que Clara Campoamor no fue una «progresista» tal como se entiende en la actualidad. Fue una liberal radical que defendió la igualdad jurídica sin concesiones. Su lucha por el sufragio femenino no fue un acto de colectivismo, sino de fe en la razón individual:
- 1931: Logró el voto femenino a pesar de la izquierda republicana y socialista.
- 2025: La izquierda que la vilipendió ahora usa su imagen para imponer dogmas de género que niegan la biología y la autonomía moral.
El 1 de octubre de 1931, su discurso ante las Cortes desnudó la hipocresía de sus contemporáneos: «No tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República a la mujer». Hoy, esa frase resuena contra quienes instrumentalizan el feminismo como ingeniería social.
Victoria Kent, Margarita Nelken y la traición de la izquierda
Los principales enemigos de Campoamor no fueron los conservadores, sino sus compañeros de supuesta «causa progresista»:
Figura | Traición histórica | Parábola actual |
---|---|---|
Victoria Kent | Negó el voto por «inmadurez política femenina» | Justificación de paternalismo estatal mediante imposición de cuotas y trato de favor |
Margarita Nelken | Comunista que apoyó represión estalinista | Defensa de alianzas con regímenes misóginos |
Indalecio Prieto | Tildó a Campoamor de «individualista peligrosa» | Quienes ahora dicen ser sus herederos promueven clientelismo feminista |
Estas figuras, hoy elevadas a «pioneras del feminismo», negaron a las mujeres el estatus de ciudadanas plenas. Campoamor, en cambio, afirmó: «El derecho no se mendiga, se conquista».
Pues sí, el voto femenino fue una victoria liberal frente al autoritarismo de la izquierda
La aprobación del sufragio femenino en 1931 fue un triunfo del liberalismo sobre el colectivismo:
- Apoyo decisivo: Conservadores y republicanos centristas, frente a la oposición socialista y comunista.
- Resultado electoral de 1933: Las mujeres votaron mayoritariamente a partidos no socialistas, desmontando el mito del «voto clerical».
- Venganza política: Campoamor fue expulsada del Partido Radical, vetada como abogada y condenada al exilio.
Este episodio revela el miedo de la izquierda a las personas libres, a la libertad individual, al librepensamiento…, que hoy se traduce en negacionismo biológico y lenguaje inclusivo obligatorio.
El secuestro ideológico: de 1931 al totalitarismo de género
La operación de falsificación histórica tiene tres ejes:
- Apropiación simbólica: Usar a Campoamor para blanquear políticas que ella repudiaría (cuotas, discriminación positiva).
- Negacionismo fáctico: Ocultar que el PSOE actual es heredero de los anti-sufragistas de 1931.
- Totalitarismo lingüístico: Imponer un «feminismo» que niega la biología, como denuncian asociaciones abolicionistas: Una muestra de todo ello son las controversias actuales sobre la Ley Trans y las críticas desde el feminismo más fanatizado e ideologizado.
Campoamor ya advirtió:
«Desconfiad de quienes me invocan sin citar mis libros».
Hoy, quienes se la apropian, hipócrita y cínicamente y dicen ser sus herederos practican el secuestro de su legado.
Urge una acción de desagravio y resistencia
Reivindicar a Campoamor exige:
- Desenmascarar a partidos que pactan con teocracias misóginas mientras imponen ideología de género.
- Reivindicar su feminismo liberal basado en la capacidad y en el mérito, no en victimismo.
- Denunciar la complicidad mediática en la falsificación histórica.
Como escribió Clara Campoamor en su exilio: «Prefiero la libertad peligrosa a la esclavitud tranquila». Hoy, esa libertad peligrosa se llama pensar contra el dogma, contra el fanatismo ideológico, venga de la izquierda o de la derecha.
Sin duda alguna, Clara Campoamor hoy no sería ministra de Igualdad: sería la primera en quemar sus decretos.
Epílogo: La herejía necesaria
El verdadero homenaje a Campoamor es rechazar el feminismo de trinchera que divide a la sociedad en víctimas y verdugos. Su legado, como el de Concepción Arenal, es un humanismo igualitario que hoy algunos llaman «transfóbico» por afirmar que existe una realidad determinada por la herencia, por la biología, por defender, simple y llanamente que la mujer es la hembra de los humanos… La izquierda que la expulsó del Parlamento y la obligó al exilio y la derecha que -también- la instrumentaliza comparten un mismo miedo: a la mujer que piensa por sí misma, que tiene criterio propio, que actúa sin tutelas…