Carta abierta, pública… para que se sepa, a los gobernantes y a la sociedad “normoyente”

Por la visibilidad, los derechos y la accesibilidad real de las personas sordas en España
CAROLUS AURELIUS CALIDUS UNIONIS
A quien corresponda,
A los responsables políticos, a los gestores culturales, a los profesionales de la educación y la sanidad, a los medios de comunicación y, sobre todo, a la sociedad “normoyente” en general:
La sordera es una enfermedad incapacitante, una merma, un lastre que impide la comunicación, faceta esencial para la socialización y la integración social. No es una diferencia que “enriquezca la convivencia”, ni una bandera identitaria, ni una “diversidad” a celebrar. Es una barrera real y cotidiana que afectaba -en 2022- a más de 1.230.000 personas en España (2,3% de la población), de las cuales alrededor de 100.000 presentan sordera profunda. Más del 75% son mayores de 65 años. A nivel mundial, más de 446 millones de personas tienen pérdida auditiva incapacitante, y se prevé que en 2050 será 1 de cada 10 personas.
No se olvide que pensar consiste en hablar uno consigo mismo, y para ello es imprescindible conocer el idioma. Y el idioma se aprende hablando, interactuando, escuchando y practicando desde la infancia. La sordera, al dificultar o imposibilitar el acceso natural al lenguaje oral, supone un obstáculo fundamental para el desarrollo del pensamiento, la socialización y la autonomía. Recordarlo es de Perogrullo, pero parece necesario repetirlo ante tanta confusión y discurso vacío.
No existe una “comunidad sorda”: basta de falacias y victimismo
Uno de los grandes errores y falacias que se han impuesto desde ciertos sectores institucionales y asociativos es la idea de que existe una “comunidad sorda” real, cohesionada, con lengua, cultura y valores propios, que representa a la mayoría de las personas sordas. Esto es falso.
La realidad es que la inmensa mayoría de los sordos en España —y en el mundo— no se identifican con ninguna comunidad diferenciada, ni usan la lengua de signos, ni comparten una cultura separada de la sociedad general. La “comunidad sorda” es, en la práctica, una construcción artificial, mantenida por intereses asociativos, subvenciones y discursos victimistas que solo benefician a una minoría ínfima y perpetúan la segregación.
Basta también de la cultura de la subvención y del victimismo institucionalizado.
Las personas sordas no necesitan lástima, ni paternalismo, ni que se gasten recursos públicos en soluciones simbólicas o en alimentar estructuras asociativas que no representan ni defienden las verdaderas prioridades del colectivo.
Lo que necesitamos es inclusión real, igualdad de derechos, acceso a la educación oral, a la tecnología, a la subtitulación universal y a la atención sanitaria y social de calidad.
Los sordos no queremos ser un “colectivo aparte”, ni una “comunidad” ficticia.
Queremos ser ciudadanos de pleno derecho, con voz propia, sin que nadie hable en nuestro nombre ni decida por nosotros.
La sordera no es una identidad ni una bandera: es una enfermedad incapacitante que debe ser compensada con recursos, tecnología y voluntad social.
La lengua de signos NO es la “lengua natural” de los sordos
Otra de las grandes mentiras que se propagan —especialmente desde determinadas asociaciones y colectivos de intérpretes— es que la lengua de signos es la “lengua natural de los sordos”. Eso es rotundamente falso.
Ninguna persona sorda nace con un conocimiento innato de la lengua de signos, ni la adquiere de forma espontánea o natural. La lengua de signos, como cualquier otro sistema lingüístico, se aprende si hay un entorno que la transmita, y la realidad es que la inmensa mayoría de los sordos en España nacen en familias oyentes y jamás tienen contacto con la lengua de signos en su infancia.
La lengua de signos es utilizada solo por una minoría ínfima de personas sordas, y su uso está muy fragmentado en jergas y variantes locales, lo que impide que sea una herramienta universal o realmente útil para la integración social.
La imposición de la lengua de signos como “solución” o “lengua natural” perpetúa la dependencia de intérpretes —que muchas veces son familiares o profesionales vinculados a asociaciones— y crea una relación de tutela que impide la verdadera autonomía e integración de las personas sordas.
Es como si un inmigrante en un país extranjero exigiera un intérprete permanente en vez de aprender la lengua local: jamás se integrará plenamente.
La prioridad debe ser la detección precoz, la enseñanza temprana del lenguaje oral y el acceso universal a la subtitulación y a la tecnología auditiva, para que los niños sordos puedan progresar en el sistema educativo y en la sociedad, sin depender de soluciones artificiales ni de la sobreprotección de terceros.
Basta de eufemismos: la sordera no otorga “habilidades especiales”
Está de más —y es profundamente perjudicial— hablar, como afirman algunos, de que las personas sordas poseen “habilidades especiales” o “dones” derivados de su discapacidad. Este tipo de eufemismos, lejos de ayudar, solo sirven para endulzar la sordera, invisibilizarla y desviar la atención de la realidad: la sordera es una enfermedad incapacitante, una merma que dificulta o impide la comunicación, que es esencial para la socialización, la integración y el desarrollo del pensamiento.
Idealizar la sordera o atribuirle “superpoderes” no solo es falso, sino que insensibiliza a la sociedad “normoyente” y perpetúa la falta de recursos y de atención adecuada.
No necesitamos que se nos atribuyan habilidades especiales, ni que se nos trate como “diferentes” en sentido positivo o negativo.
Lo que necesitamos es ser reconocidos en nuestra realidad, con nuestras dificultades y derechos, y recibir los apoyos, la accesibilidad y la atención que nos corresponden como ciudadanos.
Invisibilidad, soledad y dispersión geográfica
¿Dónde viven las personas sordas en España?
Distribución geográfica, entorno social y retos de la atención
La realidad de la sordera en España no solo se define por cifras globales, sino también por su distribución geográfica y el entorno en el que viven las personas sordas. Estos factores son determinantes para comprender los desafíos de la atención social, sanitaria y educativa, así como para diseñar políticas inclusivas y efectivas.
Casi medio millón de personas sordas viven solas en España, en hogares unipersonales. La soledad y el aislamiento social, especialmente en edades avanzadas, son una realidad cotidiana y dolorosa, agravada por la falta de accesibilidad y de recursos reales para la comunicación.
Ranking por número de personas sordas y con discapacidad auditiva (datos de 2022):
- Andalucía: 202.000 personas (16,4% del total nacional)
- Cataluña: 174.100
- Madrid: 152.600
- Comunidad Valenciana: 141.100
- Galicia: 96.500
- Castilla y León: 85.900
- Castilla-La Mancha: 61.500
- Islas Canarias: 55.700
- País Vasco: 55.300
- Aragón: 37.300
- Murcia: 37.200
- Asturias: 35.000
- Extremadura: 29.300
- Islas Baleares: 24.400
- Navarra: 15.900
- Cantabria: 14.900
- La Rioja: 7.900
- Melilla: 2.500
- Ceuta: 1.000
Mitos y errores que perpetúan la exclusión
He aquí algunas ideas preconcebidas que deben desterrarse:
- Las personas sordas NO son sordomudas.
El término «sordomudo» es incorrecto y peyorativo. Las personas sordas pueden comunicarse perfectamente, ya sea a través de la lengua oral (hablada o escrita), la lengua de signos o una combinación de ambas. Para ser «mudo» hay tener alguna afección en las cuerdas vocales, en el aparato fonador… - La lectura labial no es universal ni infalible.
No todas las personas sordas pueden leer los labios con igual eficacia, ni todos los contextos permiten hacerlo. La lengua oral está concebida para ser percibida por el oído, no por la vista.
¿Qué necesitamos de verdad?
No necesitamos discursos vacíos sobre la “riqueza de la diversidad” ni la creación de comunidades diferenciadas.
No necesitamos que se gasten recursos públicos en soluciones simbólicas (como intérpretes de lengua de signos en televisión, que apenas benefician a una minoría ínfima).
Necesitamos:
- Detección precoz y enseñanza temprana del lenguaje oral, para que los niños sordos puedan progresar en el sistema educativo y en la vida adulta.
- Subtitulación universal y de calidad en cines, televisiones, informativos, documentales y cualquier contenido audiovisual, en lugar de intérpretes de lengua de signos que no resultan útiles a la inmensa mayoría.
- Acceso a la tecnología más avanzada: audífonos, implantes, dispositivos y ayudas técnicas que permitan a las personas sordas desenvolverse con autonomía y dignidad.
- Atención y sensibilidad por parte de los “normoyentes” y de las autoridades, que deben dejar de mirar hacia otro lado y empezar a cumplir la ley y los compromisos internacionales en materia de accesibilidad.
España, “is different”… para mal
En la mayoría de los países europeos se subtitulan incluso los dibujos animados, lo que facilita a los niños oyentes el aprendizaje de otros idiomas y a los sordos el acceso a la cultura audiovisual.
En España, no se subtitulan las películas en los cines ni en las televisiones. El teletexto es deficiente, simplifica el lenguaje hasta el punto de provocar equívocos y trata a los sordos como si no pudieran comprender mensajes complejos.
Esta falta de accesibilidad no es una cuestión de “entendederas”, sino de voluntad social y política para facilitar la comunicación y la inclusión real.
¿Cómo debe ser la comunicación con personas sordas?
- Habla de frente y vocaliza claramente, sin exagerar la boca.
- No grites ni hables excesivamente despacio; mantén un ritmo natural.
- Asegúrate de que haya buena iluminación sobre tu rostro y evita cubrirte la boca.
- Utiliza gestos naturales y apóyate en la expresión facial.
- Si la persona lo prefiere, recurre a la escritura (papel, móvil, etc.).
- Pregunta siempre a la persona sorda cómo prefiere comunicarse.
- Evita hablarle desde otra habitación o de espaldas.
- En grupo, facilita la participación y asegúrate de que la persona sorda pueda ver a todos los interlocutores.
- En espacios públicos, fomenta el uso de tecnologías accesibles (bucles magnéticos, subtítulos, etc.).
¿Cómo promover la subtitulación en cines y televisiones?
- Difunde la situación actual: Explica que, a diferencia de la mayoría de países europeos, en España la subtitulación es muy limitada.
- Organiza campañas de sensibilización: Informa y sensibiliza a tu entorno sobre la importancia de la subtitulación como derecho de acceso a la información y la cultura.
- Contacta con asociaciones y plataformas: Únete o colabora con entidades como FIAPAS, ONCE y otras asociaciones de personas sordas.
- Solicita reuniones con responsables políticos y medios: Exige la aplicación de la Ley General de Comunicación Audiovisual, que obliga a garantizar la accesibilidad.
- Utiliza las redes sociales y los medios de comunicación: Lanza campañas en redes sociales con hashtags como #CinesSubtitulados, #SubtítulosParaTodos, #AccesibilidadAudiovisual.
- Promueve la educación y el ejemplo: Anima a colegios y universidades a proyectar películas en versión original subtitulada.
- Exige calidad en el teletexto y los subtítulos: Reclama a las televisiones que mejoren la calidad de los subtítulos y que subtitulen todos los programas.
- Apela a la responsabilidad social y legal: Recuerda que la accesibilidad es un derecho recogido en la Convención de la ONU y la legislación española y europea.
Prioridad: inclusión real, accesibilidad y derechos
La sordera no es una “riqueza” para la convivencia ni una diferencia a celebrar: es una enfermedad incapacitante que, en España, sigue condenando a la invisibilidad a alrededor de un millón y medio de personas.
No se trata de crear comunidades diferenciadas ni de gastar recursos públicos en soluciones simbólicas, políticamente correctas, sino de garantizar derechos básicos, accesibilidad universal y una verdadera inclusión social y educativa.
Las prioridades deben ser claras:
- Detección precoz y enseñanza temprana del lenguaje oral.
- Subtitulación universal y de calidad en todos los medios y espacios culturales.
- Acceso a la mejor tecnología disponible.
- Atención y sensibilidad real, no discursos vacíos ni paternalismo.
La sordera no es una cuestión de “entendederas” ni de falta de atención, sino de una barrera física que debe ser compensada con recursos, tecnología y voluntad social.
Las personas sordas pagan impuestos como cualquier otro ciudadano y tienen derecho a ser atendidas, a acceder a la información, la cultura y la educación en igualdad de condiciones, y a dejar de ser invisibles.
Basta de zarandajas, de discursos vacíos, de eufemismos y de falsas “habilidades especiales”.
Lo que hace falta es acción, inversión y respeto por los derechos de las personas sordas, que no piden privilegios, sino justicia y normalidad.
Esta carta es un llamamiento a la acción, a la empatía y a la responsabilidad.
A los gobernantes y a la sociedad “normoyente”:
¡Escuchen —y lean— nuestras demandas, faciliten la comunicación y acaben con la invisibilidad de la sordera en España!
No queremos formar parte de un colectivo aparte, ni una “comunidad” simbólica.
Queremos ser ciudadanos de pleno derecho, con acceso real a la información, la cultura y la vida social.
¡La accesibilidad y la inclusión no pueden seguir aplazándose!
Difunde esta carta, conviértela en manifiesto, campaña o petición formal. Solo así lograremos que la sordera deje de ser invisible y que las verdaderas prioridades de las personas sordas sean escuchadas y atendidas.